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Entrevista a Volodia Teitelboim, Premio Nacional de Literatura y miembro del Comité Central de Partido Comunista

«Neruda sigue siendo descubierto en nuevos poemas inéditos, cartas, diálogos»

Fuentes: El Clarín

Volodia Teitelboim cumplió 90 años y ya es uno de los personajes históricos del Siglo XX en América; escritor, poeta, crítico literario, editor, periodista, legislador e ideólogo del Partido Comunista de Chile (PC), diputado por Valparaíso desde 1961 a 1965 y senador por Santiago por dos periodos consecutivos, hasta 1973, año del golpe de Estado […]


Volodia Teitelboim cumplió 90 años y ya es uno de los personajes históricos del Siglo XX en América; escritor, poeta, crítico literario, editor, periodista, legislador e ideólogo del Partido Comunista de Chile (PC), diputado por Valparaíso desde 1961 a 1965 y senador por Santiago por dos periodos consecutivos, hasta 1973, año del golpe de Estado de Pinochet.

En ese momento, Volodia se encontraba de viaje oficial en busca de la solidaridad del bloque socialista en Europa del Este. Regresó a Chile clandestinamente en 1988, para fungir acomo secretario general del PC hasta 1994. Durante su exilio dirigió la revista Araucaria de Chile. Reuniendo a toda la intelectualidad latinoamericana, Araucaria contó con la colaboración de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Ariel Dorfman, Antonio Skármeta, Hernán Loyola, José Miguel Varas, Armando Uribe, Virginia Vidal, Marcos Roitman, entre otros. Finalmente Teitelboim recibió el Premio Nacional de Literatura en 2002.

Es autor de Antología de poesía chilena nueva (junto a Eduardo Anguita, 1935); El amanecer del capitalismo y la conquista de América (1943); Hijo del salitre (1952); La semilla en la arena. Pisagua (1957); Hombre y hombre (1969); El oficio ciudadano (1973); El pan de las estrellas (1973); La lucha continúa, pólvora del exilio (1976); Narradores chilenos del exilio (1978); Neruda (1984); La palabra y la sangre (1986); El corazón escrito (1986); En el país prohibido (1988); Gabriela Mistral, pública y secreta (1991); Huidobro, la marcha infinita (1993); Los dos Borges, vida, sueños, enigmas (1996); Notas de un concierto europeo (1997); Voy a vivirme (1998); La gran guerra de Chile y otra que nunca existió (2000); Noches de radio (2001); Ulises llega en locomotora (2002); Fragmentos del eslabón perdido (2003); Neruda 100 (2004) y de sus cuatro volúmenes de memorias: Un muchacho del siglo XX (1997); Un hombre de edad media (2000); La vida, una suma de historias (2003), y Un soñador del XXI (2004); algunos de sus libros han sido reeditados por Lom, Catalonia y el Instituto Cubano del libro. Al final de 2005 la editorial Random House Mondadori publicó su inédito Por ahí anda Rulfo.

He perdido la cuenta de las veces que nos hemos visto y conversado: en una cena homenaje del PC (en la Peña de los Parra), en una Feria del libro del parque forestal, en el Centenario de Neruda en Santiago de Chile, pero hubo dos encuentros que me marcaron: el primero junto a Daniel Ortega (del Frente Sandinista) era un acto por el regreso Gladys Marín en la Estación Mapocho el 27 de marzo de 2004; lo recuerdo perfectamente porque Volodia me dedicó la primera edición argentina de su biografía Neruda (editorial Losada, 1985) y la última vez, en la Feria de Guadalajara 2004, junto a mis queridísimos amigos Antonio Skármeta, Hugo Gutiérrez Vega y David Huerta. La cita era por el Centenario de Neruda en México, al final Volodia me dedicó un ejemplar rarísimo de su novela Pisagua (editorial Quimantú, 1972) que mi entonces esposa Evelyn (historiadora del Arte por la U de Chile) me había regalado, de sus libros enterrados durante la dictadura para evitar ser destruidos o que fuera llevada detenida toda su familia. Pero dejemos que sea Volodia quien reconstruya la memoria de América: sus presidios, su literatura y su esperanza.

-Usted tiene una biografía de Neruda, otra de Jorge Luis Borges y una dedicada a Gabriela Mistral, sin olvidarnos de Vicente Huidobro, la marcha infinita. ¿Sólo le faltaba escribir una biografía literaria sobre Juan Rulfo?

-Me falta mucho por escribir. El libro sobre Juan Rulfo era para mí una asignatura pendiente. Lo siento muy próximo, pese a tantas diferencias. Rulfo salió con el decir novelesco-poético más radical acerca del inframundo de los pobres, sobre la vida sumergida de la indigencia, de la vida rural, con su propia visión de «los de abajo». La desnuda hasta en sus zonas más íntimas. Desmenuza, siempre en la penumbra, la tiniebla de los menesterosos. Como el peruano César Vallejo, profundizador de la poesía, rechaza la supuesta verdad de las estadísticas, murmurando entre dientes la frase tremenda: «Nadie sabe cuántos millones cuesta ser pobre». Rulfo es escritor simple y complejo, el prototipo del antiestatutario. Quiere sacudir los andrajos de un México tapado, del país no turístico. Va sacando del asombro y me deja más tranquilo el que existan muchos méxicos de distinto cuño, diversa luminosidad y oscurantismo. Los mexicanos se han expresado de su país en mil formas. Hay una montaña escrita sobre Rulfo y sus libritos o librazos. Un forastero como yo lo que puede expresar a la distancia es la visión de un mundo alucinante no del todo ajeno al resto sureño del hemisferio. Rulfo es experto en describir atmósferas de sueños, verdades sin estridencias. Su denominador común gira en torno a la miseria que no es extranjera en ningún país de América Latina. Allí está en la patria ingrata de la indigencia, propiedad de los que fabrican pobres para su provecho y dominación.

-El 23 de marzo de 2006, usted declaró a Punto Final: «Pedro Páramo es el libro de la tragedia del continente pobre». ¿Cómo encontró México durante su última visita? ¿Sigue viendo la tragedia en mi país?

-Lo encontré radiante como de costumbre, lleno de sol y de profundos contrastes. No quiero mentir por cariño ni hacer el elogio innecesario viéndolo sólo como una tierra feliz. Decididamente no es la «suave patria». También es tierra de tormentas, divisiones, sorpresas, silencios, cósmicos, con espacios por momentos iracundos. México, país de grandezas, medianías y pequeñeces, fue definido en virtudes y flaquezas como el país más latinoamericano del continente. Estoy de acuerdo. También es la frontera con el imperio arrollador.

-Su novela La guerra interna fue publicada por primera vez en México en 1978. ¿Qué significado tiene para usted su reedición, por primera vez en Chile hasta 2006?

-No me extraña que en Chile estuviera 27 años en una lista de espera, que es también una lista negra. Entiendo que esa novela molestara, irritara la delicada piel de Pinochet, «modesto vencedor de la Guerra de Lepanto de América del Sur» junto a sus «boys». La novela del dictador tiene su sitio en la Historia. Ese género, que abordara con arte y grandeza el precursor Valle Inclán, en su Tirano Banderas, abrió un ciclo de la verdad. Luego El Señor Presidente de Miguel Angel Asturias. En la década del boom del siglo XX hicieron sus aportes plumas no tan banales como las de García Márquez, con El otoño del Patriarca; Alejo Carpentier con El recurso del método y Augusto Roa Bastos con Yo, el Supremo, para citar algunos primordiales. La guerra interna es también una novela del dictador y la dictadura, pero de otra época posterior. Ha experimentado metamorfosis, operaciones de cirugía antiestética, sin desvirtuar en nada su conducta infernal. Las adaptaciones han dado rienda suelta a la «modernidad», dando pase libre a la muerte de todos los derechos humanos. Al fin de cuentas estamos en la época de la revolución tecnológica, que junto con ampliar la metodología clásica, agrega una puesta al día recurriendo a la corriente eléctrica en los cuerpos y las almas de los «disidentes», introduce la industria de los «desaparecidos», de los lanzados al mar desde helicópteros, la internacionalización del terror, intercambiando prisioneros y cadáveres en el «Plan Cóndor», haciendo del llamado Cono Sur un teatro sistemático de sombras, de la crueldad masiva, «por razón de Estado», según corresponde a una época de globalización y «matanza neoliberal». La guerra interna se hace eco, toma nota de la modernización de la tortura, de la muerte en grande, aprendiendo de Hitler y también de sus cómplices y protectores de Washington, con sus «padres peregrinos». En Chile habrá lectores que tras su estructura fantástica reconozcan que allí está la realidad feroz contada de distinta manera. Y otros que abominen de ella porque describe una realidad que tratan de tapar, incluso con el silencio administrado de los medios. Para el sistema es un libro incómodo, porque registra las entrañas del terror tecnificado. Es una novela-verdad, amarga y necesaria, aunque la pongan en todas las listas negras. Verdad sarcástica, donde hay humor negro y de todos los colores. Ironía frente a la ridiculez tragicómica. Esta solemnidad absurda lleva a lo grotesco. Sacude la pomposidad imbécil no sólo de los 4 de la Junta, sino de toda la interioridad en el régimen del horror.

-En México usted me confirmó que José Miguel Varas era el hombre indicado para recuperar el prólogo inédito de Neruda para Canción de gesta (Quimantú, 1973). Varas e Iris Largo no han escatimado recursos y mediante la traductora de Neruda al ruso han intentado encontrar el prólogo en la Biblioteca de Literatura Extranjera de Moscú. ¿No cree usted, que se trata de un hallazgo que debiera importarle al Ministerio de Cultura de Chile y a la Fundación Neruda? Luego de la visita del comandante Fidel y el Diálogo de las Américas con el Compañero Presidente Allende (1971), ¿no tiene curiosidad por leer el último prólogo de Neruda dedicado a la Revolución Cubana (1973)?

-Neruda sigue siendo descubierto, en nuevos poemas inéditos, diálogos, monólogos, correspondencias. Se requerirá ir tras el hallazgo de otro descubrimiento, para largo tiempo: el descubrimiento del segundo nivel en la escritura nerudiana, que generalmente tiene varios pasos. José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura 2006, debía ir aquel 11 de septiembre de 1973 a Isla Negra, donde el poeta yacía enfermo. Ese capítulo inconcluso vale la pena completarlo. Ciertamente al Ministerio de la Cultura de Chile no deberían escapársele todos los datos concernientes a la vida y la obra de Neruda y de otros poetas valiosos.

-En 2005, el escritor Angel Augier le rindió un tributo a Neruda en Cuba. Recientemente hablé con Augier y me contó en La Habana que le regaló un ejemplar de su libro, mediante su hija que vive en Santiago. ¿Qué lectura hace del libro Neruda en Cuba y Cuba en Neruda?

-Efectivamente el escritor cubano Angel Augier, gran biógrafo de Nicolás Guillén, publicó un espléndido libro Cuba en Neruda y Neruda en Cuba, que es indispensable para conocer más a fondo ese vínculo que existió y dio buenos frutos, que superan incidentes del pasado.

-En 1935 su Antología de poesía chilena nueva, junto a Eduardo Anguita, generó demasiada polémica, sobre todo entre Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda. ¿Neruda alguna vez le habló de la repercusión de su Antología? ¿Cómo vivió lo que Faride Zerán calificó de guerrilla literaria entre Huidobro y los dos Pablos?

-Neruda conoció bien la bulliciosa polémica suscitada con la publicación hace 70 años de la Antología de poesía chilena nueva. Neruda entonces era cónsul en España. Cuando regresó a Chile en 1937, fui a entrevistarlo para la revista Qué Hubo en la Semana. No tocó ni ahí ni nunca conmigo la controversia ni discutió la Antología. Me trató muy amablemente como si fuera yo un periodista y no un coautor del texto controversial, que desató la que se considera la mayor y más beligerante polémica literaria del siglo XX. En nuestra larga amistad, de más de 30 años, no tocó conmigo este diferendo. Casi todo está bien explicado por Faride Zerán en La guerrilla literaria, por cierto recientemente publicada en México por el Fondo de Cultura Económica.

-El nombre de su hija Marina Teitelboim, ¿es un homenaje íntimo a Malva Marina Neruda?

-El nombre de mi hija Marina fue ajeno al de Malva Marina Neruda. En realidad se impuso la abuela materna, que al nacer fue inscrita con dos nombres patrióticos: Marina Independencia. Marina en homenaje a la Escuadra y el otro celebrando la Emancipación de España. Luego la vida validó el nombre Marina, muy común en Rusia, donde ella vivió gran parte de su niñez y juventud.

-Siempre ha dicho que su esposa legal fue la política y su amante la literatura. ¿Qué le ha dado mayores satisfacciones y Desvelos?

-La literatura me da variados goces y algunos sinsabores, a pesar de ser una labor solitaria. La política es más áspera. La concibo como el ejercicio de un deber moral respecto de la sociedad. Me ha dado más desvelos, privaciones, zozobras y enseñanzas como aquella de la piedra con que topamos todos los días y del uso de la palabra oral y escrita para saborearla alma adentro.
-Estuvo preso en el campo de concentración de Pisagua. Escribió una novela basada en su experiencia. ¿Cuándo se entera que el ‘capitán’ Pinochet era responsable de ese centro de detención? ¿Qué siente cuando Pisagua es reabierto por el ‘general’ Pinochet en 1973?

-Estuve relegado en el campo de concentración de Pisagua en 1957. Pinochet fue el carcelero jefe en una época anterior (1947). Lo reabrió en 1973 porque necesitaba cárceles con tradición histórica y también nuevas prisiones naturales para miles de personas. Fue un eslabón en su «gesta por salvar el mundo».

-El 9 de julio usted declaró al diario La Nación: «La Fundación Neruda no debe ser una institución inversionista, y la preocupación por el financiamiento no puede convertirse en la razón de ser, que es en este caso la literaria». Pero yo insisto «la cosa es muchísimo más grave» parafraseando a Benedetti. La inversión es junto a un asesor de Pinochet, ¿Ricardo Claro no es un terrorista de Estado? ¿ Neruda estaría totalmente de acuerdo con la inversión, como declaró Juan Agustín Figueroa’?

-La voluntad de Neruda no fue consultada para configurar la Fundación que lleva su nombre. Su idea fue crear una Fundación para el estudio de la poesía. No la concibió como una organización financiera, aunque pensaba en la necesidad que subsistiera como una entidad universitaria independiente, fuese estatal o a cargo de amigos cuidadosamente seleccionados.

-Usted dirigió la revista más importante del exilio, Araucaria de Chile, fue colaborador habitual de la revista Rocinante de Chile. ¿Por qué nos queda la impresión de que había más libertad de expresión durante la dictadura que en democracia?

-No hubo más libertad de expresión bajo la dictadura o en el período de Pinochet. Sin embargo, el apoyo a la libertad de expresión de los distintos sectores no está garantizado. Se han dejado morir todos los diarios de izquierda y casi todas las revistas de pensamiento autónomo, que pretendieron levantar la voz. Los medios de expresión son monopolizados por dos grupos económicos tentaculares. Los de ideas progresistas sucumben en la insolvencia, mientras el visaje comercial y a menudo el oficial se concentra exclusivamente en órganos de publicidad que apoyaron la dictadura como El Mercurio y La Tercera.

-Participó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en las sesiones del seminario Más allá de la memoria (1985). ¿Cómo mira «Un pibe, como vos, del siglo XX» la memoria y el olvido después de tantos años, persecuciones, exilios, navegaciones y regresos?

-El país post-dictadura mantiene en mucho el modelo dictatorial en lo económico, político, «cultural». Pinochet está convertido en corrupta piltrafa de la historia, pero el pinochetismo, aunque hieda, puede ahora tomar distancia tartufesca de su padre y fundador, que huele a podrido, pero goza de buena salud y mantiene el control de las palancas esenciales del país. Su consigna es el olvido, la amnistía, doblar la hoja, tapar con el silencio y la impunidad la época más abominable de la historia del país. No es esta la nación que soñamos ni tampoco la que fundaron los Libertadores de 1810. El dinero es el rey, el fetiche sagrado, el mercado en su templo venerable y más que ciudadanos con todos los derechos, son convertidos en consumidores anónimos, hambrientos, engañosamente arrobados en un país donde la pobreza afecta a la mayoría, mata lentamente y nubla las conciencias.

-Mi última duda: ¿Pudo enviarle un mensaje de solidaridad al Comandante Fidel Castro? Sé que es su amigo personal desde hace muchos años. ¿A qué conclusiones llega con la Cumbre de los No alineados y la ausencia de Fidel en ella?

-Fidel Castro es el mayor, el más lúcido político del siglo XX. He estado siempre con su noble causa. Se ha esforzado por organizar oportunamente los relevos de la Revolución Cubana. Su presencia y balance encabezan el máximo acontecimiento en los anales de una justicia para una América Latina contemporánea, que comienza a despertar. La Historia sigue su curso y el siglo XXI tendrá sin duda presente y vivo el gran aporte, la contribución fundamental de Fidel Castro a la civilización humana. Se palpa en todos los espacios. El futuro lo tiene como uno de sus más inspirados, ardorosos y nobles constructores de una nueva etapa que ya asoma en el horizonte latinoamericano.