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Ni un paso atrás

Ni guerrilleros ni militares en el Cauca

Fuentes: Desinformémonos.org

«La estrategia de conflicto y militarización es para sacarnos del territorio y permitir la entrada a multinacionales y megaproyectos y dejarnos con los brazos cruzados», declara Dora Muñoz, luchadora indígena.

Las comunidades Nasa del norte del Cauca se han organizado en asamblea permanente para tomar acuerdos y evitar el desplazamiento de comunidades a las ciudades, mientras continúan desalojando a grupos armados de sus comunidades. En algunos de los casos han aplicado el «remedio», como ellos le llaman a la justicia indígena, contra integrantes de de estos grupos.

En una la disputa por el control del territorio indígena por parte de la guerrilla insurgente, de las fuerzas militares del Estado y grupos paramilitares, se han ocupado casas, escuelas, parcelas y sitios sagrados de las comunidades, ocasionando la muerte de campesinos e indígenas en la zona.

«Sabemos que sin territorio no hay pueblos indígenas, la lucha es fuerte y seguirá fuerte porque los indígenas del Cauca no dejaremos nuestro territorio, ni vamos a permitir que se explote a la madre tierra indiscriminadamente. Nuestra lucha y nuestra propuesta son por consolidación de los territorios autónomos y de gobierno propio», señala en entrevista con Desinformémonos Dora Muñoz, indígena integrante de las organizaciones en lucha.

Dora Muñoz es miembro de la Asociación de Cabildos Indígenas en el Norte del Cauca, al occidente de Colombia, y del grupo de comunicadores comunitarios «Tejido de Comunicación» de esta organización.

El Cauca es uno de los 33 departamentos que tiene Colombia y está dividido por zonas. El norte del Cauca está ubicado al suroccidental de Colombia, muy cerca de la frontera con Ecuador, lugar habitado en un 95 por ciento de indígenas Nasa. «Este territorio es diverso y rico en recursos naturales; especialmente en agua; en recursos mineros, oro, plata, zinc, etcétera», expone la líder indígena.

La Asociación de Cabildos Indígenas en el Norte del Cauca agrupa 19 Cabildos y forma parte del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). A nivel nacional son parte de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), que se rige en los principios de unidad, tierra, cultura e identidad. Todas estas organizaciones son reconocidas jurídicamente y han desarrollado «Planes de Vida» que, explica Dora Muñoz, «son los sueños de la comunidad, y estos sueños son estructurados por la forma propia de pensar y actuar como indígenas y por el respeto que le tenemos a la madre tierra. Para nosotros la madre tierra es sagrada; para el gobierno y las multinacionales, es riqueza».

La comunicadora señala que este territorio se ha convertido en un lugar de lucha de diferentes actores sociales, de la guerrilla insurgente, de las fuerzas armadas del Estado, de paramilitares que se disputan el territorio, el control de las riquezas y de la población.

«El Norte del Cauca», explica, «es una región estratégica por tener conexión con otros departamentos del país y por su topografía, ya que tiene una parte plana y otra montañosa. Los indígenas habitamos la parte montañosa. Y desde hace más de 50 años las guerrillas han utilizado este territorio y se sienten dueños de él. Sin embargo, las fuerzas armadas del Estado han declarado: `no hay territorio colombiano donde la fuerza pública no pueda estar’, y de esta manera entran a los resguardos indígenas».

No es nuevo el conflicto armado ni las confrontaciones armadas. Se han realizado movilizaciones a nivel nacional denunciando lo que sucede en este territorio; se han firmado convenios con los anteriores gobiernos exigiendo el respeto a los derechos humanos y constitucionales, y el respeto a la vida y a la autonomía de los pueblos, y no se han cumplido los acuerdos.

Hace 20 años en el Norte del Cauca, relata Dora Muñoz «en una comunidad que se llama Nilo, cuando se desarrollaba una recuperación de tierra, asesinaron a 20 indígenas. El caso se llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos donde se comprobó la participación del gobierno nacional de ese entonces, fue una acción conjunta con paramilitares y el ejército, y la sentencia decretó indemnizar al pueblo Nasa con tierra, pero no se cumplió.»

«Cuando salimos a las marchas reiteramos la exigencia de que se cumplan los acuerdos y afirmamos que nuestra lucha es por el territorio y la vida. Al mismo tiempo externamos nuestro rechazo a las leyes que se están implementando en nuestros pueblos. Los territorios de resguardo se están concesionando a multinacionales, sin la consulta libre e informada a las comunidades, con leyes que favorecen el extractivismo en nuestros territorios».

La disputa por el territorio y el control de la población.

«La estrategia de conflicto y militarización es para sacarnos del territorio y permitir la entrada a multinacionales y megaproyectos y dejarnos con los brazos cruzados», declara Dora Muñoz.

Las comunidades indígenas han decidido no desplazarse y se organizan en asambleas permanentes, en «sitios o lugares donde la gente se reúne cuando hay este tipo de conflictos armados. Comúnmente son escuelas, canchas de básquet de la comunidad, salones comunales, lugares públicos, donde se concentra la gente mientras pasa el conflicto y la situación se normaliza. Esto ha funcionado e impedido que la gente salga a las ciudades a desplazarse y mendigar, y que el territorio se quede abandonado», advierte la comunicadora indígena.

En los últimos días el conflicto se ha intensificado, relata Muñoz: «en el territorio nosotros decimos ‘ni un tiro más, no aguantamos más’, son muchos muertos, muchos huérfanos, muchas vidas. Nosotros no somos parte del conflicto, nos están involucrando. Exigimos respeto a la vida no sólo de las personas, sino de todo lo que está en el entorno: de la naturaleza, la tierra, los árboles, la Madre Tierra. Los árboles y los animales también se mueren, todos hemos vivido las afectaciones de un conflicto que no nos pertenece. Es un conflicto de poderes que nos pone en medio a padecer las consecuencias», explica.

En días pasados, en Toribío, al norte del Cauca, el presidente Juan Manuel Santos anunció el arribo de más fuerza pública en esa zona. Las comunidades indígenas se manifestaron en ese lugar exigiendo «No más militarización de los pueblos indígenas».

En Miranda, municipio cerca de Toribío, desde hace dos meses existen comunidades desplazadas por el conflicto, pues tanto el ejército como la guerrilla han ocupado viviendas, parcelas, escuelas y lugares de trabajo de la comunidad. Existen más de cien indígenas y campesinos desplazados que no pueden regresar, porque en sus casas está el ejército y en las parcelas la guerrilla.

«Ambos grupos armados» señala Dora Muñoz «minaron las cercanías de las casas de la población y los militares ocuparon la cancha de la comunidad. Por esta razón, las comunidades de la parte alta de Miranda realizaron una marcha por veredas hasta el poblado pidiendo una audiencia pública a los grupos armados para que se salieran del territorio. Esto no sucedió, y el ejército arremetió contra la población, resultando una persona muerta y varias niños y hombres mayores heridos».

Al hacer esta movilización y no haber respuesta positiva, la población decidió ir a sacar a los grupos armados de las casas y del territorio. Algunos militares salieron, pero luego regresaron con el argumento de que «mientras exista la guerrilla ellos van a estar en el territorio, y que no hay lugar en Colombia donde ellos no puedan estar», relata la integrante del movimiento indígena.

La iniciativa en el municipio de Miranda, de expulsar los grupos armados ha provocado amenazas a las autoridades indígenas. Dora Muñoz comenta: «apenas el 24 de julio de este año los militares hirieron a una guardia indígena, uno de ‘los cuidadores del territorio’, quienes siempre están al tanto de lo que sucede, de los movimientos y acciones que hacen los grupos armados y de cuando suceden confrontaciones armadas».

Después de que un artefacto explosivo lanzado por miembros de la guerrilla impactó en un salón de atención a la salud, en la comunidad de Toribío, con el saldo de[G1] siete personas heridas, entre ellas una enfermera a la que se le tuvo que amputar una extremidad[G2] . La comunidad se reunió en asamblea y decidió desalojar a los grupos armados.

«Fue así como la gente de la comunidad salió a desbaratar los lugares donde se resguardan los militares, como las trincheras que se ubican cerca de viviendas o de escuelas. La comunidad todos estos sitios y lo mismo pasó en el cerro de Berlín, que es un lugar sagrado, donde se instaló una base militar y se encuentra una antena de telefonía celular [G3] Las autoridades comunitarias fueron a pedirles[G4] a los militares que se salieran, que ellos iban a ocupar ese lugar como legítimos dueños. La fuerza pública se negó diciendo que tenían orden de estar allí para cuidar la población civil».

El primer día la gente se quedó acampando cerca de los militares. El segundo día decidió sacarlos. Entonces se destruyeron las trincheras que se encontraban alrededor de la torre de telefonía, y se taparon los huecos que hacen para meterse allí, relata Muñoz.

Estos cerros y montañas son sitios sagrados para los Nasa, en ellos se realizan ceremonias y rituales; cada dos años se hace el cambio de autoridad, el «refrescamiento de varas», que son los bastones de mando. Dicho ritual se realiza en la parte más alta de un cerro o en laguna, donde se pide a la Madre Tierra sabiduría para orientar el territorio y fuerza para la comunidad

La fiesta de purificación de las semillas es otra de las ceremonias que se realizan en estos cerros. Se purifican las semillas para la siembra, se realiza el trabajo comunitario o «minga».

En el Cerro del Berlín, municipio de Toribío, donde se desalojaron a los militares, se realiza una fiesta llamada «la apagada de fogón», en la que se prenden dos hogueras y se junta la comunidad `para comunicarse con los espíritus. Los mayores, explica Dora Muñoz, «ahora piensan que esta casa de los espíritus ha sido profanada, ha sido invadida por los militares».

«La guerrilla ataca a los militares en los cerros. Lanzan artefactos explosivos que no llegan y caen en el pueblo que está al pie del cerro, razón por la cual las comunidades decidieron sacar a los militares de forma pacífica. Después de esto, vino la arremetida del ejército contra la comunidad. Al día siguiente atacaron con gases, papas explosivas[G5] y disparos, lo que generó una situación más compleja, pues ese mismo día pero en Caldona, otra comunidad cerca de Toribío, el ejército asesinó a un joven indígena que transitaba por la comunidad», recuerda la entrevistada desde el Cauca.

«Los medios de comunicación y el ejército -continúa- criminalizaron la acción legítima de las comunidades que rescataron los lugares sagrados. Las autoridades comunales decidieron replegarse porque ya había treinta y dos heridos; temían que fuera más fuerte el ataque de los militares y pudiera haber muertos, así que convocaron a la población a reunirse en asamblea permanente», declara Dora Muñoz.

Justicia indígena: ni ejército, ni guerrilla

«La estrategia de conflicto y militarización es para sacarnos del territorio y permitir la entrada a multinacionales y megaproyectos y dejarnos con los brazos cruzados», declara Dora Muñoz.

Las comunidades indígenas han decidido no desplazarse y se organizan en asambleas permanentes, en «sitios o lugares donde la gente se reúne cuando hay este tipo de conflictos armados. Comúnmente son escuelas, canchas de básquet de la comunidad, salones comunales, lugares públicos, donde se concentra la gente mientras pasa el conflicto y la situación se normaliza. Esto ha funcionado e impedido que la gente salga a las ciudades a desplazarse y mendigar, y que el territorio se quede abandonado», advierte la comunicadora indígena.

En los últimos días el conflicto se ha intensificado, relata Muñoz: «en el territorio nosotros decimos ‘ni un tiro más, no aguantamos más’, son muchos muertos, muchos huérfanos, muchas vidas. Nosotros no somos parte del conflicto, nos están involucrando. Exigimos respeto a la vida no sólo de las personas, sino de todo lo que está en el entorno: de la naturaleza, la tierra, los árboles, la Madre Tierra. Los árboles y los animales también se mueren, todos hemos vivido las afectaciones de un conflicto que no nos pertenece. Es un conflicto de poderes que nos pone en medio a padecer las consecuencias», explica.

En días pasados, en Toribío, al norte del Cauca, el presidente Juan Manuel Santos anunció el arribo de más fuerza pública en esa zona. Las comunidades indígenas se manifestaron en ese lugar exigiendo «No más militarización de los pueblos indígenas».

En Miranda, municipio cerca de Toribío, desde hace dos meses existen comunidades desplazadas por el conflicto, pues tanto el ejército como la guerrilla han ocupado viviendas, parcelas, escuelas y lugares de trabajo de la comunidad. Existen más de cien indígenas y campesinos desplazados que no pueden regresar, porque en sus casas está el ejército y en las parcelas la guerrilla.

«Ambos grupos armados» señala Dora Muñoz «minaron las cercanías de las casas de la población y los militares ocuparon la cancha de la comunidad. Por esta razón, las comunidades de la parte alta de Miranda realizaron una marcha por veredas hasta el poblado pidiendo una audiencia pública a los grupos armados para que se salieran del territorio. Esto no sucedió, y el ejército arremetió contra la población, resultando una persona muerta y varias niños y hombres mayores heridos».

Al hacer esta movilización y no haber respuesta positiva, la población decidió ir a sacar a los grupos armados de las casas y del territorio. Algunos militares salieron, pero luego regresaron con el argumento de que «mientras exista la guerrilla ellos van a estar en el territorio, y que no hay lugar en Colombia donde ellos no puedan estar», relata la integrante del movimiento indígena.

La iniciativa en el municipio de Miranda, de expulsar los grupos armados ha provocado amenazas a las autoridades indígenas. Dora Muñoz comenta: «apenas el 24 de julio de este año los militares hirieron a una guardia indígena, uno de ‘los cuidadores del territorio’, quienes siempre están al tanto de lo que sucede, de los movimientos y acciones que hacen los grupos armados y de cuando suceden confrontaciones armadas».

Después de que un artefacto explosivo lanzado por miembros de la guerrilla impactó en un salón de atención a la salud, en la comunidad de Toribío, con el saldo de siete personas heridas, entre ellas una enfermera a la que se le tuvo que amputar una extremidad. La comunidad se reunió en asamblea y decidió desalojar a los grupos armados.

«Fue así como la gente de la comunidad salió a desbaratar los lugares donde se resguardan los militares, como las trincheras que se ubican cerca de viviendas o de escuelas. La comunidad todos estos sitios y lo mismo pasó en el cerro de Berlín, que es un lugar sagrado, donde se instaló una base militar y se encuentra una antena de telefonía celular. Las autoridades comunitarias fueron a pedirles los militares que se salieran, que ellos iban a ocupar ese lugar como legítimos dueños. La fuerza pública se negó diciendo que tenían orden de estar allí para cuidar la población civil».

El primer día la gente se quedó acampando cerca de los militares. El segundo día decidió sacarlos. Entonces se destruyeron las trincheras que se encontraban alrededor de la torre de telefonía, y se taparon los huecos que hacen para meterse allí, relata Muñoz.

Estos cerros y montañas son sitios sagrados para los Nasa, en ellos se realizan ceremonias y rituales; cada dos años se hace el cambio de autoridad, el «refrescamiento de varas», que son los bastones de mando. Dicho ritual se realiza en la parte más alta de un cerro o en laguna, donde se pide a la Madre Tierra sabiduría para orientar el territorio y fuerza para la comunidad

La fiesta de purificación de las semillas es otra de las ceremonias que se realizan en estos cerros. Se purifican las semillas para la siembra, se realiza el trabajo comunitario o «minga».

En el Cerro del Berlín, municipio de Toribío, donde se desalojaron a los militares, se realiza una fiesta llamada «la apagada de fogón», en la que se prenden dos hogueras y se junta la comunidad `para comunicarse con los espíritus. Los mayores, explica Dora Muñoz, «ahora piensan que esta casa de los espíritus ha sido profanada, ha sido invadida por los militares».

«La guerrilla ataca a los militares en los cerros. Lanzan artefactos explosivos que no llegan y caen en el pueblo que está al pie del cerro, razón por la cual las comunidades decidieron sacar a los militares de forma pacífica. Después de esto, vino la arremetida del ejército contra la comunidad. Al día siguiente atacaron con gases, papas explosivas disparos, lo que generó una situación más compleja, pues ese mismo día pero en Caldona, otra comunidad cerca de Toribío, el ejército asesinó a un joven indígena que transitaba por la comunidad», recuerda la entrevistada desde el Cauca.

«Los medios de comunicación y el ejército -continúa- criminalizaron la acción legítima de las comunidades que rescataron los lugares sagrados. Las autoridades comunales decidieron replegarse porque ya había treinta y dos heridos; temían que fuera más fuerte el ataque de los militares y pudiera haber muertos, así que convocaron a la población a reunirse en asamblea permanente», declara Dora Muñoz.

Justicia indígena: ni ejército, ni guerrilla

Al mismo tiempo que se realizaban estas acciones de desalojo de la fuerza pública y del ejército, continúa la luchadora indígena, «un grupo de guerrilleros de las FARC lanzaban artefactos explosivos al lugar donde se encontraba la torre.

«La guardia indígena de la comunidad retuvo a cuatro a guerrilleros con una gran cantidad de armamento, y después de un proceso de investigación y de indagatorias, ellos manifestaron ser parte de las FARC y estar en esa organización por voluntad y convicción propia. Los Cabildos de la comunidad decidieron aplicar «el remedio», o sea la justicia indígena, y corregir a estas cuatro personas a través del «fuete», que es parte de la jurisdicción indígena.

«Hubo polémica en la comunidad, algunas personas decían que si son guerrilleros había que entregarlos a la justicia ordinaria; otros que era mejor devolverlos a las FARC. Entonces la comunidad indígena argumentó que tiene su territorio y que haría a su manera, desde la cosmovisión que los distingue como pueblos indígenas señala Dora Muñoz.

Los días siguientes en Toribío se encontraron panfletos amenazantes de la guerrilla contra líderes indígenas que han encabezado estas acciones.

Entre dos fuegos

«Los guerrilleros nos acusan y señalan, el ejército y el Estado también. Parece que están de acuerdo para acabar con el proceso indígena y justificar la arremetida de amenazas y asesinatos. Reiteramos nuestras exigencias como indígenas en cualquier encuentro. Y nos declaramos en asambleas permanentes», desde el Cauca.

El primero de agosto se realizó el «Día de Acción Continental Contra la Industria Extractiva Canadiense a Gran Escala», una gran movilización indígena exigiendo los derechos sobre el territorio contra los megaproyectos extractivistas; además de la desmilitarización de las comunidades indígenas y en especial de los sitios sagrados, así como la no instalación de trincheras cerca de poblados y que no se criminalice a las comunidades y líderes indígenas que han realizado estas acciones legítimas y autónomas, concluye Dora Muñoz.

Fuente: http://desinformemonos.org/2012/07/ni-un-paso-atras-ni-guerrilleros-ni-militares-en-el-cauca/