En el diseño de Estado español vigente, ése que fraguaron los poderes fácticos civiles y militares reciclando el franquismo una vez muerto Franco, la identidad vasca de Navarra ni se aceptó hace treinta años, ni se acepta ahora
Corría el año setenta y ocho. Puede ser que el setenta y siete. En el mes de junio de ese año se habían celebrado elecciones legislativas para diputados y senadores. En las provincias vascongadas el PNV, el PSOE y la UCD de Adolfo Suárez, a la sazón presidente del Gobierno español, habían conseguido unos resultados bastante satisfactorios. Quedaba, sin embargo, mucho por hacer, entre otras cosas dotar a Bizkaia, Gipuzkoa y Araba de un régimen autonómico acorde con el nuevo talante. Así, una asamblea de electos iba a constituir, a título provisional, el llamado Consejo General Vasco; embrión de lo que, se suponía, iba a ser el futuro gobierno autonómico.
En la votación para elegir al presidente de dicho organismo se producía una situación aparentemente irresoluble: una y otra vez el candidato nacionalista Juan de Ajuriagerra, dirigente histórico del PNV, y el candidato socialista Ramón Rubial, dirigente histórico del PSOE, empataban a votos. Los representantes de la UCD, pensando quizás en una coincidencia con el PNV en cuanto a su ideología demócrata-cristiana, votaban a favor de Ajuriaguerra. Sin embargo, una llamada desde la Moncloa puso las cosas en su sitio: por orden del Gobierno de Madrid los electos de UCD cambiaron su sentido de voto y se inclinaron por el candidato socialista Ramón Rubial, el cual, consiguientemente, pasó a ser presidente del Consejo General Vasco. Quedó claro que el Gobierno derechista de Madrid, parafraseando al que fue diputado en tiempos de la República José Calvo Sotelo, prefirió una Euskadi roja a una España rota.
La frase que da título a este artículo se atribuye a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española. No es una frase baladí, habida cuenta de que, una y otra vez, demuestra tener pleno sentido a tenor de los acontecimientos ocurridos. Han pasado ya treinta años desde que se produjeron los hechos mencionados, pero una vez más vemos que dicha frase no ha perdido un ápice de su vigencia. De hecho, el Gobierno de Madrid, ahora presuntamente de izquierdas, ha preferido recientemente una Nafarroa facha a una Nafarroa vasca.
El ya habitual paréntesis de las vacaciones estivales me ha impedido seguir el proceso con todo el detalle que me hubiera gustado. Me quedaba en principio la duda de si las razones esgrimidas por el PSOE para dar vía libre a Sanz eran meramente tácticas, es decir, desconfianza en la solidez que una coalición NaBai, IU y PSOE pudiese garantizar, o por el contrario más estratégicas, más de fondo. Parece ser que esta segunda hipótesis es la verdadera, es decir: negativa radical a compartir alianza política en Nafarroa con una fuerza nacionalista vasca.
Habrá quien argumente que eso no es en absoluto relevante, que en las vascongadas PNV y PSOE ya compartieron alianza de gobierno. Pero no nos engañemos: ni Nafarroa Bai es el PNV ni, sobre todo, las provincias vascongadas son Nafarroa. De hecho, formar una coalición de gobierno en Nafarroa con una fuerza nacionalista vasca es reconocer de facto que Nafarroa también tiene una identidad vasca. Y en el diseño de Estado español vigente, ése que fraguaron los poderes fácticos civiles y militares reciclando el franquismo una vez muerto Franco, la identidad vasca de Nafarroa ni se aceptó hace treinta años, ni se acepta ahora. Para ese diseño de Estado español toda manifestación vasca en Nafarroa es como un grano en el culo. De ahí la obsesión del neofranquista Sanz con todo lo que suene a vasco. De ahí, también, la fobia insuperable por parte de las instituciones madrileñas a reconocer nada fuera de los esquemas que, hace ya mucho tiempo, se dejaron atados y bien atados.
No niego en absoluto la buena voluntad de muchos socialistas navarros, ni tampoco pongo en duda su sinceridad en el afán por dotar a Nafarroa de una auténtica alternativa de cambio. Tampoco quiero cargar las tintas con Nafarroa Bai, a pesar de que más de uno les achacó, creo que acertadamente, el ponerle al PSOE las cosas demasiado fáciles desde un principio. Pero quiero insistir tanto con unos como con otros en lo mismo: que no se engañen en lo estratégico, en lo fundamental.
Que no se engañen los nacionalistas, los independentistas navarros. La afirmaciones un tanto casquivanas realizadas por conspicuos miembros de la coalición hace unos días en el sentido de no sé qué renuncia a la violencia por parte de no sé quien no son más que frases para usar y tirar. Primero, porque las principales fuerzas políticas del llamado bloque democrático jamás renunciaron a la violencia. Y segundo porque, mal que les pese, la cuestión fundamental en este país no está entre demócratas y violentos, sino entre un proyecto nacional vasco, y otro proyecto nacional español.
Que no se engañen tampoco los que, militando en un partido autodenominado socialista, se sienten socialistas. En un proyecto nacional vasco los socialistas de verdad son tan necesarios como cualquier otro, y seguramente serán igual de bienvenidos. Pero en el actual marco español ni el partido socialista es socialista, ni en España cabe ningún otro proyecto nacional que no sea el neofranquista. Un proyecto nacional no se construye de la noche a la mañana, y sobre todo depende de la historia, de los hechos clave que se hayan producido en el país en cuestión. Mal que nos pese, estamos pagando factura de la derrota de la Guerra Civil y de la incapacidad de plasmar, después de muerto Franco, una alternativa rupturista en el Estado español. Mal que nos pese, España no ha dejado todavía de ser franquista. Pero de esos temas ya hablaré otro día, si Dios quiere.
* Genaro Benítez, escritor