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No eran naranjas, sino limones

Fuentes: Rebelión

Inicio esta columna con un paratexto de una canción vallenata del cantante Churo Díaz que expresa: «En el apretón se sabe si son limones o naranjas». Muy pertinente para las desalentadoras noticias que los trabajadores de la cultura hemos recibido en estos días por parte del presidente Iván Duque y su polémico ministro de hacienda […]

Inicio esta columna con un paratexto de una canción vallenata del cantante Churo Díaz que expresa: «En el apretón se sabe si son limones o naranjas». Muy pertinente para las desalentadoras noticias que los trabajadores de la cultura hemos recibido en estos días por parte del presidente Iván Duque y su polémico ministro de hacienda Alberto Carrasquilla. En tiempos de campaña para las presidenciales, algunos cultores se dejaron seducir por la promesa del impulso a la «economía naranja» como gran revolución de las artes y la cultura en el país. No se habla de otra cosa en los discursos del presidente sobre cultura, lo que sugiere que es su gran apuesta y forma de descrestar a los que les gustan las propuestas «novedosas» y la terminología snobista. 

Pero, a medida que «aprietan» los días, el ácido sabor nos revela que no se trata de naranja sino de limones lo que nos tenía guardados el presidente para la cultura y las artes. Por una parte, el proyecto de presupuesto general de 2019 presentado a las comisiones tercera y cuarta de Senado y Cámara de Representantes por el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, presenta un considerable recorte para el sector de cultura, el más drástico de los últimos gobiernos. Es limón, no naranja.

Por otra parte, la tan cacareada propuesta de «economía naranja», una vez revelada, terminó estando muy distante de las expectativas del cultor común y corriente, ese escritor o músico que no tiene como editar y promocionar su obra, el grupo de danzas que no cuenta con una sala de ensayos, el colectivo de teatro sin utilería ni medios para la circulación, el artista plástico sin posibilidades de exponer su obra.

Ante los responsables de cultura de todo el país, incluyendo a los nuestros Rubén Magdaniel y Giovany Rivadeneira, el presidente se robó aplausos con su rimbombante discurso naranja. Pero, no les dijo lo del recorte (eso lo dice Carrasquilla). Los detalles de la política de créditos para impulsar la economía naranja, tampoco la menciona, sino que, deja que lo haga el gerente de Bancoldex, Mario Suárez Melo. Es allí, en ese apretón que, en lugar de dulce zumo de naranja, lo que sale es amargo limón.

Pensar que hay una nueva línea de crédito por $400 mil millones para impulsar el crecimiento de la economía naranja en el país bajo el nombre de «experimento naranja» suena bien y sabe a la más dulce naranja tangelo. Pero, cuando nos enteramos que no va dirigido a los hacedores de cultura sino a empresarios, se diluye el azúcar en la lengua. «La línea de crédito se destinará a empresas cuya actividad se encuentre basada en el desarrollo intelectual, creación artística, investigación y diseño y el monto máximo que se otorgará por empresa es de $1.500 millones, con un plazo de pago de hasta siete años» señaló Suárez Melo.

De lo anterior se entiende que los créditos van para empresas cuyos dueños, quienes casi nunca son trabajadores de la cultura: grandes casas editoras, empresas de publicidad y diseño creativo, desarrolladores de software, casas disqueras, grandes salas de cine, teatro y artes visuales. Allí no califica Enrique Berbeo y su grupo Jayeechi, ni Gary Julio y su colectivo de danzas, mucho menos Gustavo Maceas y su taller literario ni los músicos locales con aspiraciones de una grabación.

Lo peor es que, si bien los recursos salen del Bancoldex, los créditos se otorgarán por parte la banca privada, con todos los exigentes requisitos y condiciones que suelen imponer y prácticamente bajo el mismo sistema de intereses. A la banca privada hay que demostrarle que no necesitamos dinero para que nos preste. Es decir, da lo mismo acceder a un crédito naranja que a cualquiera de la banca privada. Ante esto, pregunto: ¿Cuántos de nuestros trabajadores de la cultura tienen una vida crediticia y capacidad de pago para acceder a este tipo de créditos?

Muy sonriente se ven en la foto los responsables de cultura con el presidente Duque. Yo, si hubiera estado ahí no lo haría con un presidente que acaba de decirles que su sector, cuyo rublo no pasa del uno por ciento en el presupuesto nacional, va tener un recorte despiadado.

Abel Medina Sierra – Investigador cultural

guajirapress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.