¿Cómo viven un día promedio? Nuestros días no son excepcionales, salvo por el detalle de que en mi casa nadie se jubila: a los 86 años Saramago desarrolla jornadas de trabajo que muchos jóvenes no aguantarían: en dos años ha escrito tres libros –El viaje del elefante, El cuaderno y otro, que se anunciará en […]
¿Cómo viven un día promedio?
Nuestros días no son excepcionales, salvo por el detalle de que en mi casa nadie se jubila: a los 86 años Saramago desarrolla jornadas de trabajo que muchos jóvenes no aguantarían: en dos años ha escrito tres libros –El viaje del elefante, El cuaderno y otro, que se anunciará en breve y del que ahora no voy a hablar, espero que lo entienda-, ha intervenido en la vida política, ha pronunciado conferencias y atendido a cientos de requerimientos. Esto significa que de la mañana a la noche se está ocupado. Si estamos en Lanzarote, Saramago trabaja en su biblioteca, que está al lado de casa, no dentro, y si en Lisboa, va a la Fundación.
¿Cuál ha sido el papel de Pilar del Río, como periodista y amante de la literatura, detrás de los libros de Saramago?
No estoy detrás de los libros de Saramago, como cualquier otro lector, o lectora, los tengo delante… Eso sí, soy una lectora privilegiada, leo cada día lo que Saramago escribe y traduzco al español lo que él escribe en portugués, de tal manera que los libros de Saramago salen simultáneamente en los dos idiomas. Esta es mi mayor gloria y responsabilidad.
¿Cuál es el significado de su aporte a nivel de traducciones?
Traducir es casi una imposibilidad, porque ¿cómo pasar a otro idioma la respiración del autor, la duda previa, la intención con que se teclea? Eso es imposible, pero se hace lo que se puede. En cualquier caso, el trabajo de traducir es importante, tanto que, como Saramago dice, los autores hacen las literaturas nacionales, pero los traductores son los que hacen la literatura universal… De no ser por los traductores, García Márquez no sería García Márquez en Japón, en Finlandia o en Rusia. Es decir, él sería quien es, pero los japoneses, finlandeses o rusos que lo aman no habrían tenido la posibilidad del encuentro.
¿Qué anécdotas le resultan inolvidables en ese proceso?
Tengo memoria de cada libro y de cada artículo traducido. No he perdido ni un detalle, no he olvidado nada, haber traducido, y al lado del autor, en convivencia con él, es mi tesoro, un tesoro que a nadie más importa y que guardo porque en él me recreo. ¿Una anécdota? Una frase. La pronunció Carlos Fuentes, un día, viendo donde José trabaja y dónde lo hago yo. Dijo: «Qué suerte, la traductora en casa», y lo dijo con tanta vida que me conmovió oírlo. Me sentí muy orgullosa.
¿Cuál es su papel en la Fundación Saramago y en la consolidación de la memoria literaria de la obra del escritor?
Como ya le he dicho, soy la presidenta y esto no es honorífico: cada mañana, muy a primera hora, estamos en contacto los distintos colaboradores para organizar el día. Tenemos en marcha varios proyectos, porque la Fundación no nació a mayor gloria de Saramago: es una Fundación con objetivos culturales y de ampliación de derechos, considerada legalmente de interés público. Entre nuestros objetivos está la recuperación literaria, y sobre todo emocional, de grandes autores portugueses que no se sabe por qué han entrado en una especie de nube negra. Tenemos una campaña de animación a la lectura, empezando por los niños, impulsamos ciclos y conferencias literarias, recuperamos textos testimoniales que no pueden perderse, hemos puesto en marcha una ruta, «El camino de Salomón», que puede unir pueblos y aldeas portuguesas muy desconocidas. Estamos digitalizando papeles perdidos de Saramago, las conferencias escritas, datos de una vida larga que a los estudiosos y a los amigos les viene bien tener. Y a nosotros, a los trabajadores, nos hace disfrutar esta búsqueda de textos, de fotos, de vídeos… En poco tiempo queremos presentar un proyecto electrónico que, tal vez, sea puntero.
[José Saramago le dedicó a Pilar del Río el último texto de El cuaderno, titulado «Presidenta»: «Quiero dejar constancia, y supremamente lo quiero, de lo que ella significa para mí, no tanto por ser la mujer que amo (que eso son cuentas de nuestro rosario privado), sino porque gracias a su inteligencia, a su capacidad creativa, a su sensibilidad, y también a su tenacidad, la vida de este escritor ha podido ser, más que la de un autor de razonable éxito, la de una continua ascensión humana. Casi me apetece decir: este es mi testamento. Pero no nos asustemos, no voy a morir, la presidenta no me lo permitiría»].
Pilar, ¿cómo se imagina su mundo familiar cuando falte José Saramago?
Eso no lo imagino.
¿Qué recuerdos tiene de Colombia?
Muchos y buenos. De los amigos y de los actos culturales. También de la intervención cívica. Pero me quedo con el recuerdo de los amigos, tanto en Bogotá como en Cartagena, escritores sobre todo, o relacionados con la escritura, conversaciones mágicas, momentos de esplendor y de inteligencia con ese acento colombiano que todo lo dulcifica. Creo que conocemos la mejor Colombia, la de la cultura y también la de los héroes que intentan acabar con la violencia -y con las causas que generan la violencia- para que el país sea en la práctica lo que es en teoría: una maravilla. Hace unos meses vino a vernos el ex diputado Sigifredo López, recién liberado de su secuestro terrible, y esa visita fue un momento muy hermoso que nos hizo ser más colombianos. Y que compartimos con muchos emigrantes de Colombia, que se ganan la vida en Lanzarote, y que estaban tan orgullosos de Sigifredo que emocionaba el silencio y el respeto con que lo oían… Porque pasamos por la calle, vemos a los emigrantes y seguimos. Y un día se nos muestran con toda su capacidad cívica y su empeño, con todo los sueños que tienen y nos dan una lección. Sigifredo activó ese mecanismo.
¿Qué amigos tienen aquí y qué panorama puede hacer de la literatura colombiana a partir de sus lecturas?
Desde el maestro García Márquez, tan querido, a escritores jóvenes, que nos hacen llegar sus libros, o sus poemas sueltos, intentamos estar al día. Afortunadamente no podemos conseguirlo, y digo afortunadamente dado lo que se escribe y lo bien que se escribe ahí. Pero nos encontramos regularmente con Laura Restrepo, gran amiga del alma, seguimos con el mayor interés lo que escriben Héctor Abad, Fernando Vallejo… El problema de dar nombres es que se quedan fuera algunos que dentro de unos minutos no me perdonaré no haber citado…