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No hay culpas colectivas

Fuentes: Público

«Y entonces el pueblo respondió a Pilatos: ‘¡Caiga la sangre de este hombre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’». Me vino al recuerdo hace pocos días este tan desagradable pasaje evangélico por motivos en nada relacionados con la Semana Santa, sino -por paradójico que parezca-  por la visita de la primera ministra de Alemania al […]

«Y entonces el pueblo respondió a Pilatos: ‘¡Caiga la sangre de este hombre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!'».

Me vino al recuerdo hace pocos días este tan desagradable pasaje evangélico por motivos en nada relacionados con la Semana Santa, sino -por paradójico que parezca-  por la visita de la primera ministra de Alemania al Parlamento israelí.

La señora Merkel afirmó allí que el pueblo alemán siente vergüenza por la persecución hitleriana de los hebreos. ¿Y por qué habría de ser así, si así fuera? La culpa de los crímenes que los nazis cometieron contra los judíos -y los gitanos, y los comunistas, y los homosexuales… y los guerniqueses, sin ir más lejos- no recae también sobre sus hijos, y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, por muy otra que fuera la torva concepción hereditaria del mal que tuvieran los judíos congregados ante Pilatos, según San Mateo.

Uno puede sentir repugnancia por las ignominias cometidas ahora o ayer por otros miembros de la especie humana, pero vergüenza ¿a cuento de qué? Cada cual es responsable de sus actos; no de los ajenos, vecinos o ancestros.

Supongo que Angela Merkel no fue consciente de ello, pero su discurso demostró que corre por sus neuronas el veneno del nacionalismo alemán. Cree que el colectivo humano englobado actualmente por la expresión «pueblo alemán» ha heredado algo de la responsabilidad achacable a la banda de asesinos que capitaneó por sus pagos un austríaco delirante hace 70 años.

No resulta nada tranquilizador que sienta así. Porque el sentimiento de culpa nacional es el reverso exacto del sentimiento de exaltación nacional. Del mismo modo que el negativo de una fotografía es la propia fotografía.

Es como cuando algunos amigos latinoamericanos nos reprochan lo que hicimos en América hace cuatro o cinco siglos. ¿Lo que hicimos? ¿Quiénes? Yo no he hecho nada allí, y menos hace tanto tiempo.

Ni tenemos por qué avergonzarnos de Hernán Cortés y Francisco Pizarro ni por qué enorgullecernos de Fray Bartolomé de las Casas. Asumamos aquello de lo que somos directamente responsables, uno por uno, aquí y ahora.

Que no es poco, por cierto.