Reciban, señores representantes de los gobiernos del mundo, un saludo bolivariano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo. En esta ocasión nos dirigimos a ustedes, Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de Estado, con la finalidad de invitarlos a contribuir en la construcción de la Paz con Justicia Social para Colombia mediante […]
Reciban, señores representantes de los gobiernos del mundo, un saludo bolivariano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo.
En esta ocasión nos dirigimos a ustedes, Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de Estado, con la finalidad de invitarlos a contribuir en la construcción de la Paz con Justicia Social para Colombia mediante el reconocimiento del estatus de beligerancia que nuestra organización guerrillera, las FARC- EP, ha ido conquistando a través de estos más de cuarenta años de resistencia y lucha por los derechos del pueblo colombiano.
Creemos, como revolucionarios que somos, en la posibilidad de encontrar una salida política a esta guerra que desangra a Colombia. De parte nuestra hay, ténganlo por seguro, la más absoluta disposición para el diálogo y el entendimiento. Nuestros planteamientos revolucionarios nos indican que sólo con la participación de todos los colombianos y todas las colombianas podremos transformar a nuestra patria doliente en una donde florezcan la convivencia pacífica y la libertad.
Nuestra vocación de paz sigue incólume, pues somos una organización político militar alzada en armas contra el despotismo de quienes piensan que gobernar se reduce al innoble acto de reprimir salvajemente las expresiones de inconformidad que surgen, inevitablemente, a raíz del hambre y la miseria impuestas a las mayorías populares. Somos pueblo en armas; somos el ejército de ese pueblo que, inspirado en el ejemplo del Libertador Simón Bolívar, se ha levantado contra la violenta clase gobernante de nuestro país en procura de mejoras profundas a la vida de los colombianos.
Pero nuestra voluntad de paz para Colombia ha topado, una y otra vez, contra el obstáculo de una cúpula guerrerista enquistada en el poder. Esa cúpula, apoyada financiera y militarmente por los Estados Unidos, está encabezada el día de hoy por el actual presidente Álvaro Uribe Vélez, quien ha llegado, incluso, al extremo de legalizar a los paramilitares -despiadados asesinos de miles de colombianos- con tal de conservar el poder y los beneficios económicos que éste le reporta (incluyendo, por supuesto, el negocio del narcotráfico). El llamado escándalo de la narco-para-política está a la orden del día en nuestro país, al grado que puede escucharse a uno de los mayores asesinos de colombianos indefensos, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso, reclamar privilegios por haber cometido sus atrocidades en defensa del Estado. Y quién lo puede negar: el paramilitarismo y el narcotráfico están en las entrañas del Establecimiento y son la esencia misma del actual gobierno.
Ministros, militares de alto rango -activos y retirados-, legisladores, empresarios, ganaderos, embajadores, todos con las manos manchadas de sangre inocente; todos cerrando filas en torno al lucro personal y el poder, único horizonte de su labor política.
Es necesario, hoy más que nunca, que los gobiernos del mundo, bajo los principios del respeto a la autodeterminación y la soberanía nacional, tomen cartas en el asunto. Nosotros y nosotras, hombres y mujeres que hacemos parte de las FARC- EP, aportamos diariamente todos nuestros esfuerzos en alcanzar la solución política de este conflicto, al igual que todos los colombianos que luchan sin descanso, desde todas las trincheras de la vida diaria, por la paz con justicia social.
La participación de la Comunidad Internacional en la búsqueda de una paz verdadera para Colombia -una paz apoyada, necesariamente, en la justicia social- debe ser, creemos, cada vez más decidida y firme. No podemos permitir que triunfe el unilateralismo del actual gobierno estadounidense. No podemos permitir que en su delirio imperial, George W. Bush y los señores de la guerra arrastren al mundo a una crisis más profunda que todas las que conocemos en la historia de la humanidad. No podemos permitir, tampoco, que George W.Bush siga enviando apoyo militar y financiero al gobierno de Uribe y los narco-paramilitares en nuestro país. Es necesario tomar medidas multilaterales para evitar que se repitan episodios vergonzosos para la humanidad: nuevos holocaustos cometidos contra los pueblos del mundo en nombre de la «democracia occidental».
No hay democracia donde hay miseria, ni hay paz donde hay opresión. Es ahora cuando debe ser escuchada la voz de los pueblos; y la voz del pueblo colombiano es clara y firme: queremos paz con justicia social, no queremos más guerra fratricida, no queremos que el imperialismo estadounidense decida lo que sólo compete a los colombianos y a las colombianas decidir.
Es gracias al apoyo de los Estados Unidos que hoy puede sostenerse en pie la política represiva de Uribe llamada Seguridad Democrática. Bajo el pretexto de que la «democracia» se encuentra bajo amenaza del «terrorismo» en Colombia, Uribe y sus allegados ocultan la verdadera dimensión del conflicto. Quizá valdría la pena invertir la máxima de los propagandistas del régimen uribista y así tendríamos una explicación más cercana para explicar los temores que han llevado a quienes gobiernan a tornarse cada vez más represivos y sanguinarios: es el terrorismo el que actualmente está amenazado por la democracia. Del lado de la democracia verdadera estamos la insurgencia armada, el movimiento revolucionario y democrático que crece y se fortalece al resguardo de la clandestinidad, así como el movimiento popular de masas; del lado del terrorismo están los narco-paramilitares en el poder, ejerciendo el Terrorismo de Estado y cobrando una cuota de sangre cada vez más alta a nuestro pueblo.
Por eso, señores representantes de los gobiernos del mundo, es que creemos que tarde o temprano las cosas volverán a ser llamadas por su nombre, y el denigrante y absurdo adjetivo de «terroristas» que hoy nos endilgan la Casa Blanca y el gobierno de Uribe será revertido, con toda justicia, contra quienes hoy se amparan en eso para negar de manera necia y absurda la existencia del conflicto social y armado en nuestro país. Nosotros somos una organización político militar, alzada en armas en contra de la violencia oficial y en busca de transformaciones sociales profundas que permitan el crecimiento económico, político y social de nuestro pueblo, hacia la Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo.
Ese carácter de fuerza revolucionaria que se perfila como opción de poder, es decir, de fuerza beligerante, nos ha sido reconocido en más de una ocasión -y por la vía de los hechos- por distintos gobiernos nacionales con quienes hemos entablado diálogos (los más recientes durante el periodo de Andrés Pastrana, 1998- 2002), así como por los gobiernos de los países que han jugado el papel de garantes o facilitadores en dichos procesos. En todo momento hemos demostrado cumplir sobradamente con los requerimientos para que nos sea otorgado el estatus de Beligerancia.
Somos un Ejército Revolucionario con una jerarquía de mandos estable y visible, con un proyecto político revolucionario; nos erigimos como opción de poder político y, sobre todo, tenemos propuestas claras para emprender un proceso de reconciliación entre los colombianos y reconstruir nuestra patria desde la voluntad popular.
Estamos seguros que su colaboración con la paz para Colombia será un gesto de dimensiones históricas para la paz mundial.
Agradecemos de antemano su atención y esperamos haber expuesto con claridad nuestras ideas.
Reciban un respetuoso saludo.
Atentamente,
Raúl Reyes
Comisión Internacional – FARC-EP
Septiembre 2007