«Sobre el éxito de Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, sólo puedo decir que Hollywood igual crea que destruye», expresó Constantin Costa-Gavras durante la presentación del libro De héroes y traidores-El cine de Costa-Gavras, escrito por Esteve Riambau (Barcelona, 1955), en el 22 Festival Internacional de Cine en Guadalajara. «Mi libro -dijo […]
«Sobre el éxito de Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, sólo puedo decir que Hollywood igual crea que destruye», expresó Constantin Costa-Gavras durante la presentación del libro De héroes y traidores-El cine de Costa-Gavras, escrito por Esteve Riambau (Barcelona, 1955), en el 22 Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
«Mi libro -dijo el autor–puede entrar a la vida de Costa-Gavras, cuyas cintas forman parte de la vida de nuestra generación. Crecimos, nos formamos, tomamos conciencia política a partir de sus películas, concretamente en el contexto español de una manera muy peculiar: durante la dictadura de Franco, Z y Estado de sitio estuvieron prohibidas, mientras La confesión sí se estrenó por motivos obvios, aunque con una pequeña censura por parte de franquismo.
«En aquel momento -el cine de Costa-Gavras- era una guía y un referente. Z marcó a una generación, posteriormente Missing nos hizo recordar la tragedia del exilio durante el régimen de Pinochet. El tiempo ha dado la razón a Costa-Gavras. La confesión rompió con el mito del comunismo de la Unión Soviética, cuando todavía era una utopía, y después más, cuando aparecieron datos de los horrores del estalinismo.
«También había polémica en los años 70 de si había que hacer un cine que hablase de política o, como decía (Jean-Luc) Godard, filmar políticamente. Hay otro mito que el libro intenta romper: la idea de que no todo el cine de Costa-Gavras es histórico. Las principales películas abordan episodios completos. Arcadia es política y a la larga será histórica, porque habla de las nuevas crisis de la sociedad contemporánea.»
Tomó la palabra Costa-Gavras: «Me siento muy honrado de este libro. En México tengo amigos, recuerdos, tantas cosas por las cuales volver. Puedo decir que la obra es mejor que su sujeto. Creo que lo importante es quedarse con las películas, porque lo demás no es tan importante.
«Hablar de la vida personal no me gusta mucho. Hay que cuidarse de los excesos. Esteve hizo preguntas interminables y descubrí cosas que ya no recordaba.»
Dijo que «se habla mucho de política, de películas políticas, así se ve mi cine, pero yo no lo veo así. Pienso que todas las películas son políticas, que la política no es la pertenencia a un partido o la votación; la política es el comportamiento de cada uno de nosotros en la vida cotidiana. Para mí es mucho más que las elecciones.
«Cuando hago una película nunca pienso en lo que va a pensar el público. Lo importantes es lo que siento en ese momento. Los cineastas somos contadores de historias con imágenes, con emoción, que si pasa a todos es lo más importante, porque una película no es un discurso, sino un espectáculo, que debe transmitir emociones. Eso viene de la tradición griega, con las tragedias, que son muy políticas y hablan de la sociedad, de la gente, y producen emociones. Moliére y otros que hacían espectáculos, hablaban de la sociedad».
Un lujo
Añadió que hacer cine es un lujo, porque es muy caro. «Es difícil hallar dinero y a los actores. En La confesión muchos actores se negaron a participar porque decían que se hablaba del comunismo, de la lucha contra el capitalismo. Tengo una responsabilidad con el público; claro que tenemos todas las posibilidades de manipularlos.
«América Latina está cambiando, para bien. Es interesante e importante. ¿La censura? No hay peor censura en los países democráticos, como se les llama, que la económica. De lo panfletario, todo está bien si la película es buena. Y hasta viene bien el panfleto. Las caricaturas pueden servir también. Temas para el cine no faltan, pero hay que desarrollar las historias. Es difícil hallar buenos guionistas».
La política de George W. Bush es estúpida, definió; «es ridícula y los estadunidenses también lo han entendido. Lo del muro fronterizo también es una estupidez».