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La muerte de Osama y las intifadas árabes

No hay sitio para Ben Laden

Fuentes: Al-Akhbar

Traducido para Rebelión por Alma Allende

En la coyuntura política que estamos viviendo en el mundo árabe, la muerte de Ben Laden viene a arrojar sus sombras simbólicas sobre la escena. Su cuerpo fue asesinado al alba del día de ayer, pero el final político de la organización Al-Qaeda no es obra de los que mataron al Sheij Osama o una consecuencia de su muerte sino el resultado de la intifada popular árabe que comenzó en Túnez y se extendió luego por distintos países árabes.

En la época anterior, un tácito acuerdo entre George Bush y Ben Laden redujo el islam a su versión «benladista» y, frente a ella, la administración estadounidense y los regímenes árabes enarbolaron juntos la bandera de la «guerra contra el terrorismo». Hoy, sin embargo, Al-Qaida y sus partidarios se han convertido apenas en un espantajo instrumentalizado por lo que queda de los regímenes en su tentativa de conservar su posición dominante. Con toda claridad lo expresó así Muammar Al Gadafi, y lo expresó tratando de engañar a otros presidentes.

Ben laden acabó siendo útil solamente a actores al borde de la ruina, que amplificaron su importancia de la manera más conveniente al grupo de los grandes jugadores. A pesar de la ligereza con que asesinaba civiles, la organización Al-Qaeda no siempre recibió una respuesta de rechazo firme por parte de los pueblos árabes, y menos aún por parte de los más jóvenes. En un período muy concreto la organización vino a llenar un terrible vacío político en medio de montañas de sometimiento y humillación. Todas las perspectivas de cambio estaban cerradas en el interior y la intervención exterior agravaba la dureza, mientras que los EEUU metamorfoseaban a Ben Laden y sus compañeros de «combatientes de la libertad», según la expresión de Ronald Reagan, a personas no deseables, en Afganistán y en todos los rincones del mundo. Todos los problemas internos se atribuyeron al derrumbe del Califato y todos los crímenes del colonialismo y toda la complejidad de las relaciones con occidente se redujeron a la intervención demoníaca de EEUU. El simplificador discurso de los dos Cuarteles encontró eco en las calles, aquí y allá, en las montañas de Tora Bora y en la Casa Blanca.

Pero, ¿quién entre los árabes necesita la coraza de un Cuartel cuando en todas las plazas se reclama a gritos la caída del régimen? ¿Y qué administración estadounidense necesita la guerra contra el islam o la islamofobia cuando el islam político se ha convertido en un socio fundamental en la reestructuración de la zona?

Termina el mito de Ben Laden en un momento decisivo para el mundo árabe. Mejor sería para el gobierno de los EEUU -que trata de vendar la herida por la que se desangra en la región- no hablar el lenguaje de la venganza y dejar que los muertos entierren a sus muertos.

http://www.al-akhbar.com/node/11302