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Homenaje a Julian Conrado, el músico comprometido con Colombia

No lo conocí pero lo ví en acción

Fuentes: Discurso del Oeste

El año 2000, luego de algunos contactos y peripecias más o menos inocuas, y otras más o menos impublicables, fui a parar con el fotógrafo Pedro Ruiz a San Vicente del Caguán, en el sur de Colombia (la foto acá a la izquierda la hizo Pedro en esa ocasión). Nada grave: ese pueblo es capital […]

El año 2000, luego de algunos contactos y peripecias más o menos inocuas, y otras más o menos impublicables, fui a parar con el fotógrafo Pedro Ruiz a San Vicente del Caguán, en el sur de Colombia (la foto acá a la izquierda la hizo Pedro en esa ocasión). Nada grave: ese pueblo es capital del municipio escogido por las FARC y el Gobierno de Pastrana para unas negociaciones de paz. Lo llamaron Zona de Distensión o Zona de Despeje. Llegar allá era un asunto fácil, incluso legal. Pedro y yo intentamos complicarlo un poco, pues decidimos no salir por avión, como habíamos llegado, sino por tierra. Pero esa historia la dejaré para después. Como dejaré para después las implicaciones de esta acción, que ya el Gobierno de Colombia ha bautizado como heroica, necesaria, etcétera. Igualmente toda la gente que odia a Chávez. El día que Chávez diga que Shakira baila rico los antichavistas dirán que esa mujer no sabe bailar. Esperaremos más reacciones e información para proceder a meter la cuchara en la sopa.

En las afueras de aquel pueblo selvático, donde las putas paseaban de día en el tren-gusano del carrusel infantil por todas las calles, y de noche eran sorteadas junto con una botella de aguardiente en el botiquín El Mexicano (nosotros compramos cuatro tiquets: 2.500 pesos cada uno), nos presentaron a varios miembros del Estado Mayor de las FARC-EP. Entre ellos estaba el trovador Julián Conrado, quien murió ayer en la misma acción del ejército colombiano donde cayó Raúl Reyes.
¿Qué tanto sé yo de este sujeto taciturno y por qué me da la gana de homenajearlo? No sé mayor cosa sobre su persona, pero le rindo tributo porque además de combatiente era un músico de valía, un compositor y arreglista excepcional. Un tipo que pudo haber tenido eso que en las sociedades capitalistas llaman «éxito» (dinero, televisión, propiedades, esclavos), pero en lugar de ello se fue a la selva a dar las batallas de su verdad. Guitarra en una mano y fusil en la otra. Entre las balas, y no entre el oropel de los vallenateros entregados a la industria musical, compuso unos vallenatos inmensos que ya colgaré en este blog. Conservo un disco de canciones farianas, en el cual destacan las suyas, las de Lucas Iguarán y Cristian Pérez.