¿Cuántas historias y nombres de vidas deshojadas nos tendremos que aprender?
La violencia y la muerte hace mucho vienen golpeando las vidas mapuche. Podríamos, otra vez, volver sobre los fatídicos tiempos de la ocupación, hablar de bayonetas, sangre derramada y rucas en llamas. Hablar de despojos territoriales y ganaderos, de las corridas de cerco de los colonos, de la violencia racial que marcó con hierro caliente el cuerpo de Painemal en 1914. Podríamos rememorar las memorias familiares del dolor, escuchar nuevamente las historias de los castigos escolares que debieron soportar en su niñez nuestros abuelos y abuelas, tan solo por trenzar palabras en mapudungun. O volver a escuchar la palabra indio, flojo, borracho como calificativo acusador. O pensar en la explotación y la discriminación que nuestras madres y abuelas debieron soportar como trabajadoras de casa particular. Quizás sea necesario enumerar las decenas o cientos de veces que autoridades mapuche llegaron hasta Santiago para pedir audiencias que nunca llegaron, esperando ser escuchados por el despojo de las tierras. Tal vez deberíamos hablar de Ranquil, de Moises Hueltelaf o de la contra reforma agraria en Ngülumapu. Tantas historias de muerte y sangre. Alex Lemún, Matias Catrileo, Julio Huentecura, Jaime Mendoza Collio, Nicolasa Quintreman Calpán, Rodrigo Melinao. ¿Cuántas historias y nombres de vidas deshojadas nos tendremos que aprender?
Como tantas veces durante las últimas dos décadas, la violencia estatal, latifundista y forestal se ha recrudecido. Así al menos lo observamos desde lejos. Pareciese que cada cierto tiempo la historia de despojos necesitara cobrar nuevas vidas mapuche. Se sentía en el ambiente. Hace unos meses, Brandon Hernández Huetecol fue herido por más de 100 perdigones por el solo hecho de defender a su hermano de la brutalidad policial. De manera casi simultánea, a Lorenza Cayuhan la obligaron a parir engrillada, haciendo que la pequeña Sayen sintiera desde el primer momento el peso de nacer mapuche. Hace no mucho también nos enteramos de la historia de Silvestre, un niño de 14 años que recibió 5 perdigones en su pierna izquierda, disparados por Carabineros en un allanamiento. A Silvestre, además, le negaron la atención médica en Ercilla, cuando el médico supo de las circunstancias en que había sido herido.
La violencia ronda las vidas de las familias mapuche. Sin ir más lejos, hasta el día de hoy, desde agosto del 2016, no hay claridades sobre el fallecimiento de Macarena Valdés, en la zona de Traguil, cuando a todas luces sabemos que no se suicidó, y la justicia no ha hecho nada para abordar el caso como un feminicidio perpetrado por los capitales extractivistas del sector. Macarena, por cierto, era una férrea defensora del territorio. ¿Cuántas historias y nombres de vidas deshojadas nos tendremos que aprender?
El sábado 10 de junio fueron asesinados otro dos jóvenes mapuche, Luis Marileo y Patricio González. Sus biografías estuvieron marcadas por la militarización, sus territorios de niñez y juventud fueron cruzados por allanamientos, presidios políticos, clandestinidades y asesinatos policiales. Particularmente, a Luis Marileo lo arrestan por primera vez siendo todavía un menor de edad, lo sacan literalmente del liceo para meterlo a la cárcel por casi un año. Aquel liceo, por cierto, fue convertido en base de Carabineros de Chile. En ese casi año de presidio político, Luis, de 17 años, enfrentó una huelga de hambre por 41 días. Finalmente, las acusaciones se desvanecen, es absuelto, pero la marca indeleble de lo vivido nos permite entender en parte la vida y la muerte de Luis. Seguramente desde pequeño supo su destino incierto, la cárcel e incluso la muerte como un compañero de ruta, todo por haber nacido mapuche. Ahora Luis y Patricio están muertos, pero sus convicciones y quehaceres dentro del movimiento mapuche no serán olvidados fácilmente, la memoria de dos jóvenes que entregaron su cotidiano a andar por la recuperación de los territorios despojados, que estuvieron presentes en la ceremonia, en la asamblea e incluso en el trámite burocrático, y en todas las estrategias que hilvanaron para la reconstrucción de un pueblo, no podrán ser rasgados del recuerdo político de una nación en lucha.
Lamentablemente todo esto continúa. Hace solo unos días los niños de la Comunidad Temucuicui debieron lidiar con la prepotencia de una policía militarizada que pareciese tener rienda suelta para actuar en territorio mapuche. Cuánto dolor e impotencia. Las prácticas de violencia sistemática de parte del Estado no se detienen, y somos conscientes, ellas atraviesan todas nuestras luchas y territorios. Es cierto, en las comunidades mapuche hacen presencia con particular bestialidad, pero en nuestras poblaciones, liceos y trabajos, la represión también llega cuando nos movilizamos. Es que la criminalización también apunta a los movimientos populares y feministas, a los trabajadores y estudiantes organizados, a las comunidades locales que luchan contra el extractivismo. El caso de Luis y Patricio nos alerta, pensamos que la muerte se comienza nuevamente a legitimar contra los movilizados, toda vez que al asesino se le otorgó la legitima defensa sin haber pisado un tribunal. Nuevamente la impunidad, y con ella la muerte, se naturaliza, el valor de la vida de los de abajo, se desmorona.
Es nuestro deber poner la lupa en estos hechos que con tanta facilidad se tachan de delincuencia, terrorismo, o los vándalos de siempre por los medios de comunicación oficiales. Porque sabemos que estos medios son meros instrumentos de quienes ejercen la violencia, criminalizando a quienes luchan, y mueren, por justas demandas.
No son gratuitas las palabras comunes de quienes construimos desde abajo y a la izquierda: autonomía, autogestión, memoria, rebeldía. Porque ante el horizonte oscuro que la violencia institucional nos impone, nosotros preferimos el enredarnos en forma colectiva, con lazos de afecto y apoyo mutuo, para enfrentar en conjunto la violencia estatal, construyendo horizontes comunes, respetando nuestras diversidades.
Por eso, cuando nuestra vida vale menos que la bala que nos la arrebata, no podemos cerrar los ojos. Cuando a nuestros/as hermanos/as de camino son golpeados con tanta crueldad, no podemos quedarnos quietos/as. Cuando el estado mantiene como política la criminalización de los movimientos sociales, no podemos quedarnos callados/as. Cuando el sistema nos violenta, nos ataca, nos asesina, no podemos más que rebelarnos.
Porque en estos tiempos, la memoria es un acto de rebeldía, vamos a recordar a los/as caídos/as por su entrega a la vida, aprendiendo de errores y fortalezas, compañeros en el andar de este pedregoso camino. Porque no nos podemos quedar quietos/as, es que estamos en la tarea de encontrarnos, para tomarnos las manos y repasar nuestra historia. Porque no nos podemos quedar callados/as, exigimos que el asesinato de Luis y Patricio, ni de ningún otro/a, no quede impune, un mínimo paso para lograr justicia y no tener que aprender más nombres de vidas deshojadas.
Comunidad de Historia Mapuche.
Coordinadora Anti-Racista La Champurria
Editorial Quimantú
Editorial Tiempo Robado Editoras
Centro Comunitario La Minga
Aukantun Boxeo
Colectivo La Maleza
Colectivo Trajín
Periódico El Recolector
Colectivo Cipriano
Wiñotuaiñ taiñ folil
Francisco Yañez Flores, profesor – Wiñotuaiñ taiñ folil
Isaac Rariqueo – Wiñotuaiñ taiñ foli
Esperanza Rayen Villalobos Huaiqui, estudiante secundaria, participante de La Orgánica de Maipú
Violeta Millaray Villalobos Huaiqui, estudiante secundaria, participante de La Orgánica de Maipú
Patricia Tagle, directora ejecutiva Fundación de Rokha
Marjorie Huaiqui Hernández, madre, poeta y educadora mapuche, profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales – Wiñotuaíñ taiñ folil
Bloque Andino por el Agua y los Territorios
Escuela Pública Comunitaria
Coordinadora Nacional Indianista – CONACIN
Editorial Pensamiento & Batalla
Movimiento Solidario Vida Digna – La Bandera
Revista Rufián
Caracol el apañe de los piños
Observatorio Latino Americano de Conflictos Ambientales – OLCA
Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina – OCMAL
Ludoteca la Pirueta
Raúl Zibechi (Uruguay), periodista e investigador-militante
Miguel Mazzeo (Argentina), escritor-militante, docente en la Universidad de Buenos Aires y de Lanús
Hernán Ouviña (Argentina), politólogo, docente en la Universidad de Buenos Aires y educador de la Red de Bachilleratos Populares Comunitarios
Carlos Aguirre Rojas (México), sociologo, investigador, docente de la Universidad Nacional Autónoma de México
Franck Gaudichaud, docente e investigador, Universidad de Grenoble, Francia
Pañuelos en Rebeldía (Argentina)
Hervi Lara Bravo. Filósofo, Coordinador del SICSAL-COR-Chile. Presidente del Directorio del Centro HELMUT FRENZ de Educación en Derechos Humanos
Radio Raíces Poblacionales
Movimiento Anagénesis
Como Centro Social y Librería Proyección, adscribimos a la declaración
Futbol Rebelde futborebelde.org
Colectivo Kaleuche