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No pido perdón sino explicaciones

Fuentes: Rebelión

El primero de marzo, el cura jesuita Francisco de Roux publicó una columna en El Tiempo donde pidió perdón. El titular me hizo pensar brevemente que el jesuita iba a pedir perdón por siglos de asesinatos y copamiento de tierras que su orden religiosa hizo a lo largo y ancho del continente, o por lo […]

El primero de marzo, el cura jesuita Francisco de Roux publicó una columna en El Tiempo donde pidió perdón. El titular me hizo pensar brevemente que el jesuita iba a pedir perdón por siglos de asesinatos y copamiento de tierras que su orden religiosa hizo a lo largo y ancho del continente, o por lo menos un perdón por los niños abusados sexualmente a manos de la iglesia católica en su conjunto. Me equivoqué, pidió perdón a los empresarios, militares y paramilitares que llenaron este país de tumbas. Peores son las razones porque el cura cree que debe pedir perdón a semejantes personajes.  No sé si comenzar mi respuesta por lo más grave o en orden en que aparece en su columna, una cierta impotencia me invade frente a las palabras respaldadas por los poderes de este país, tanto los legales como los tenebrosos que aún debemos temer. Para facilitar al lector iremos por el orden en que el jesuita justifica el calvario que ha padecido Colombia.
 
Comienza diciendo que pide perdón por sus generalizaciones sobre los empresarios y los paramilitares.
 
«Caigo en la generalización cuando escribo que los paramilitares recibieron financiación de los empresarios. Cuando la verdad es que algunos grupos paramilitares recibieron financiación de algunos empresarios, mientras la mayoría de las mujeres y los hombres a quienes se les debe la producción de los bienes y servicios del país no financiaron paramilitares.»
 
Dice «algunos frentes paramilitares». ¿Y los demás de que vivieron? fuera de la coca, la extorsión, prostitución, robo de que vivieron todos los frentes. Aquí De Roux, quiere presentarnos una mentira grave, que el paramilitarismo solo dependía de las empresas en algunas partes y solo respondía a sus necesidades en algunas partes y no en todas. En parte, tiene razón, pues cuando se habla de todos, alguno que otro sale del esquema.
 
Pero lo más grave es que solo fueron algunos empresarios. Hay que reconocer que pueda que tenga razón, pues cuando hablamos de todos, puede que algún que otro se escapa del esquema. Puede haber algún empresario que no financió a los paramilitares.  Habría que definir que se entiende por empresario, ¿aplica la definición de la DIAN donde hasta la mujer vendiendo chicles a la salida del cine es un empresario? O ¿aplica el concepto del mismo De Roux que los campesinos engañados que sembraron palma Africana en los proyectos de las Alianzas Productivas que tanto promovió él son empresarios? Pues en este caso, podemos afirmar que no fueron todos los empresarios. Pero Salvatore Mancuso, fue muy claro que todas las petroleras en Casanare pagaron, como también el jefe político de Martín Llanos quien también afirmó que todas las petroleras tributaron. También sabemos que Chiquita Brands pagó.
 
Ya es un cliché hablar de ganaderos y paramilitares.  Ellos a diferencia del cura De Roux, no se avergüenzan de lo que hicieron sino que lo reconocieron públicamente. En diciembre del 2006, José Felix LaFaurie, el jefe de los ganaderos reconoció que los ganaderos financiaron al paramilitarismo. No dijo, algunos, sino los ganaderos como gremio e intentó justificarlo ante una supuesta ausencia del Estado (aún en regiones con una fuerte presencia estatal) (1).[1] No fue el único quien reconoció su criminalidad. En 2006 10.000 personas, principalmente ganaderos en Antioquía, proclamaron públicamente que habían financiado a los paramilitares (2). No son pocos y casi todos fueron de la subregión del Bajo Cauca, o sea una zona de poca población pero aún así pudieron encontrar a 10.000 financiadores del paramilitarismo. De Roux debe explicar, y no en términos generales, sino específicamente, quienes son los calumniados por sus columnas, quienes son los empresarios que no financiaron al paramilitarismo. Todos sabemos que no fue Doña Mercedes vendiendo chicle a la salida del cine, pero ¿cuáles son las empresas palmeras, mineras, petroleras, ganaderas que no financiaron a los paramilitares? Le hago el favor de formular la pregunta así, pues pedir la lista de quienes sí lo hicieron sería mucho trabajo y muy larga. Cuando LaFaurie justificó la plata que ellos entregaron a los asesinos de las AUC dijo que conocía a muchas otras empresas que lo hicieron, entre ellas empresas mineras, petroleras y palmeras. Nunca dio nombres, pero quizás De Roux nos puede confirmar quienes no fueron, quienes son los calumniados de sus columnas.
 
Luego procede el apologista de los empresarios a afirmar que «hay unos que fueron forzados a hacerlo con amenaza contra la vida, y contribuyeron contra su propia voluntad porque estaban decididos a hacer empresa a pesar de los costos de extorsión.» Da a entender que muchos de los que financiaron a los paramilitares fueron forzados.  Cualquiera que conoce a Colombia sabe, que un día llega un armado y dice «mijo pague o lo mato» o «véndeme la finca o la compro de su viuda».  Es una realidad, pero otra vez estamos hablando de Doña Mercedes. Muchos campesinos, dueños de pequeños negocios, ferreterías, despensas de granos en los pueblos tuvieron que ceder una parte de sus ganancias a los paramilitares y a veces a los batallones militares directamente.
 
Pero no se trata de eso. ¿Cuáles son los empresarios petroleros que fueron amenazados así? Ninguno. Una cosa, es bajo la oscuridad de una noche sin luna llegan hombres armados a la finca y ponen una pistola contra la sien y presionan el gatillo antes de que firmara la «venta» de la finca o entregara la cuota mensual. Otra cosa es el gerente de una empresa petrolera, ganadera o palmera quien desde su oficina en Bogotá o Nueva York toma la decisión de entregar un dinero a los paramilitares.  Ese hombre no corre peligro, no morirá su familia en ese mismo instante, sino que hace un cálculo de costos y beneficios y decide que si da un millón de dólares a tal frente de las AUC, recibe 100 millones del pozo petrolero que se encuentra en su zona de operaciones. No fue coaccionado, sino calculó que los 99 millones de dólares para su empresa eran más importantes que los miles de muertos que resultarían del millón que entregó a los paramilitares. Es quizás la peor escoria del conflicto colombiano y quizás quien debe pagar la condena más larga, aún siendo amiguito o calumniado por el cura De Roux.
 
Pero el jesuita no termina con sus insultos a las víctimas de los paramilitares. Afirma a renglón seguido que
 
«Otros, después del secuestro y del pago de rescate, apoyaron con rabia a las Auc para atacar a los secuestradores. Otros lo hicieron porque no confiaban en las fuerzas de seguridad del Estado»;
 
Aquí repite el mito propagandístico de los mismos paramilitares y los funcionarios de turno que han querido justificar el baño de sangre. El mito es que el paramilitarismo es una fuerza reactiva, es una respuesta a la violencia guerrillera y la poca confiablidad del Estado colombiano.
 
En su excelente y rigoroso trabajo el historiador Renán Vega demostró en su contribución al Informe de la Comisión Histórica del Conflicto Colombiano que la contrainsurgencia existe mucho antes de la insurgencia, y no por unos años sino por décadas. No es ninguna fuerza reactiva. El cura jesuita Javier Giraldo, a diferencia de Francisco de Roux, ha bregado toda su vida por revelar, demostrar y denunciar los nexos entre el paramilitarismo y el Estado y el papel proactivo que tienen esos grupos desde el decreto 3398 de 1965, luego convertido en la Ley 48 de 1968 a las Convivir, los soldados campesinos y las diversas modalidades que el Estado ha usado para encubrir su guerra sucia (3). Pero De Roux repite sin asco, sin sonrojarse el mito de los mismos paramilitares que ellos son una respuesta a la violencia guerrillera. De Roux coincide con el actual prófugo de la justicia y otrora Comisionado Para La Paz, Luís Carlos Restrepo quien afirmó que las mal llamadas autodefensas, es decir paramilitares asesinos, recibieron apoyo porque «mucha gente se equivocó de buena fe apoyando mecanismos ilegales de seguridad y dinámicas de justicia privadas.  Las autodefensas fueron un error nacional…» (4) Quizás cuando finalmente detengan al criminal Restrepo, De Roux puede pasar a escuchar su confesión  y discutir los puntos ideológicos en común.
 
«Debo igualmente reconocer que he sido injusto cuando he generalizado sobre los soldados y policías de Colombia. Reconozco que tengo una repugnancia intelectual y sensible contra las armas de todos los lados. Que soy un seguidor de Jesús, que separó definitivamente a Dios de todas las guerras y enseñó la no violencia eficaz. Pero sé que han sido muchos, y son cada vez más, los hombres y las mujeres que en las Fuerzas Armadas ven el servicio a la patria como servicio a la dignidad y los derechos de todo ser humano y al bien colectivo de la paz.»
 
Suma arrogancia. Quisiera uno saber cuando ha sido injusto, según su criterio, con las fuerzas estatales.  Pues en plena toma paramilitar de la ciudad de Barrancabermeja, donde él residía en ese entonces, De Roux intentó, sin mayor éxito, convencer a las organizaciones sociales de las bondades de las fuerzas estatales quienes acompañaban a los paramilitares en su recorrido de muerte. Nunca ha sido «injusto» con los militares ni los policías, ha sido su lacayo de siempre.  Además no se trata de soldados individuales, aunque también, sino de las instituciones como tal. ¿Cuál es su papel?  Es el papel de una fuerza represiva del Estado.  Suena muy marxista esa definición, sucia para los oídos santificados del jesuita preferido de los empresarios palmeros. Así pongámoslo en términos más sencillos que hasta él debe aceptar.
 
A lo largo del conflicto colombiano las fuerzas armadas han jugado un papel decisivo. Sus batallones están ligados no solo a varias masacres, que se pueden endilgar a las mal llamadas manzanas podridas, sino a una estrategia de guerra diseñada e implementada desde arriba. Si solo tomamos la ciudad de Barrancabermeja, donde vivió este jesuita durante muchos años, vemos como es.
 
La Red 07 de La Armada asesinó, según las organizaciones de derechos humanos con arraigo en la zona, a unas 430 personas, entre ellas 130 dirigentes. La Fiscalía profirió acusación en apenas 68 casos. Reina la más absoluta impunidad.  Los asesinos fueron absueltos por el General Tapias. (5) No fue una excepción.  Después de las protestas campesinas ante el abandono del Estado y el asesinato de sus dirigentes, el entonces presidente Pastrana, aceptó algo que De Roux, quiere negar que el paramilitarismo era algo abierto, empero Pastrana habla de algunos agentes del Estado y no todos. Pueden tomar un tinto juntos.
 
«El Gobierno Nacional, ante los hechos que violan los derechos humanos, la constitución y las leyes, efectuados por grupos paramilitares contra la población civil del Magdalena Medio por más de una década, rechaza, condena y repudia la presencia pública, abierta y permanente de dichos grupos en esta región…
 
El gobierno nacional reitera su voluntad política para prevenir y combatir la punible asociación entre algunos agentes del Estado y los grupos paramilitares (6).
 
En menos de un año de pronunciar esas palabras el Estado colombiano asesinó a través de su grupos paramilitares, cuando no directamente, a centenares de dirigentes de la zona, situación que De Roux conoce bien, pues más de una viuda habrá recibido en ese entonces en su papel de cura y dirigente de la ONG, el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. No se equivoca, no se le nubla la memoria, sino que miente sobre el papel de las fuerzas estatales para convencernos de sus bondades como antes mentía sobre las bondades de las siembras de palma para los campesinos.
 
Además del ejemplo de la Red 07 de la Armada, podemos citar el caso de la XIV Brigada que entrenó a los hermanos Castaño, o la Brigada XX que les tocó disolver porque sus nexos con el paramilitarismo eran tan evidentes que ni siquiera el gobierno de los EE.UU. pudo aceptarlo (y eso es decir mucho) o el DAS, la tenebrosa agencia estatal de seguridad. Los niveles de colaboración con el paramilitarismo llegaron a tales niveles que el presidente y ex ministro de defensa de Uribe, Juan Manuel Santos no pudo aguantarlo más. Todos esos fenómenos tienen algo en común, no se trata de individuos, sino de estructuras del Estado. Queremos la lista Sr. De Roux de quienes son los calumniados en las fuerzas militares y la policía. Primero, dinos cuales son las estructuras militares que nada tienen que ver con el paramilitarismo. Será una lista corta, pues no hay ninguna estructura que no haya cometido algún crimen de lesa humanidad.
 
El propósito del artículo de De Roux no es pedir perdón sino hacer lo que él siempre ha hecho, hacer el trabajo ideológico del Estado, y hay que reconocer que lo hace bien. La arrogancia jesuita, no le falta, pero sabe hablar a las organizaciones sociales en el mismo lenguaje que ellos usan.  Lo que hace, es otro disparo en una guerra contra las víctimas y pretende sembrar dudas sobre la naturaleza de los victimarios y la estrategia estatal de persecución del movimiento popular.  En eso, sigue siendo un fiel servidor a la oligarquía. Y no le faltan sus seguidores de «izquierda» que replican sus artículos o le invitan a dar conferencias sobre los derechos humanos. Él más que nadie representa el triunfo del proceso de paz, oligarca, promotor de la palma, cura, apologista del Estado y sus secuaces y el máximo representante de la apuesta de las ONG en el mal llamado posconflicto.
 
 
Notas:
 
(1) El Cambio No 704 diciembre 2006/enero 2007 Diez Preguntas (Entrevista con José Félix Lafaurie pág 48)
 
(2) El Espectador (17/12/2006) La hora de los ganaderos, pág 2A
(3) Existen diversos documentos sobre el tema que se pueden consultar gratis en la página www.javiergiraldo.org 
 
(4) El Espectador (17/09/2006) Autodefensas fueron un error, entrevista con Luís Carlos Restrepo pág 11A
 
(5) Corporación Colectivo de Abogados «José Alvear Restrepo» y CREDHOS, Hoy, como ayer, persistiendo por la vida , Bogotá, 1999.
 
(6) Acuerdo entre el Gobierno Nacional y la Mesa Regional del Magdalena Medio de Trabajo Permanente por la Paz, octubre de 1999 (la negrilla es nuestra).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.