Basa es una novela corta porque no le sobra ni una palabra. Su autora, la escritora y bertsolari Miren Amuriza (Berriz, 1990), dice que la escribió como si llevara puesta en la frente una cámara Go Pro: describiendo lo que veía, sin juzgar lo que contaba. Los cuidados son el tema central de la obra y el mundo rural, su marco. Ella es la última escritora euskaldun traducida al castellano, de la mano de la editorial consonni.
Karmele, Libe, Joseba. Qué bien leer nombres vascos en una traducción al castellano. La también escritora y bertsolari Uxue Alberdi propuso tu obra a la editorial consonni. ¿Le has dado las gracias?
Sí, no sé ni cuántas veces. En mi mente no estaba la posibilidad de que se pudiera traducir Basa. Para lo bueno y para lo malo, publicar en euskera es como jugar en casa. Soy muy fan de los documentales de animales y cuando estaba a la expectativa de la publicación en castellano y su recepción, me venían a la cabeza las míticas escenas de los cuidadores que sueltan a un animal criado en cautividad y se quedan esperando a ver qué tal se desenvuelve en un hábitat diferente.
Tu traductora es Miren Agur Meabe, reciente Premio Nacional de Poesía.
El proceso de traducción junto a ella fue un lujo y todo un aprendizaje. Me dio pautas sobre mi estilo y escritura.
¿Por qué leemos cada vez más a autoras euskaldunes?
En la última década es indudable que cada vez más mujeres escribiendo en euskera han conseguido cierta notoriedad. Tenemos muchas cosas que decir y sabemos cómo comunicarlas y transmitirlas. Además, leyendo a autoras de generaciones que nos han precedido, tengo la sensación de que cada una hacía lo que podía. Nosotras, a través de lo que hemos compartido en el feminismo, hemos hecho una entrada en grupo. Nos ayudamos y hemos creado una red de apoyo entre nosotras.
¿Y por qué es importante leeros?
Quizá la literatura vasca ha sido leída o interpretada desde una óptica exótica, periférica. Pero no hay más que ver el éxito que han tenido Uxue Alberdi, Alaine Agirre, Danele Sarriugarte, Eider Rodríguez, Katixa Agirre, Karmele Jaio o la propia Miren Agur, entre otras, para entender que tratamos, desde nuestra perspectiva y vivencias, temas tan particulares como universales.
En tu caso, los cuidados y el mundo rural atraviesan Basa. No sé cuál de los dos temas es más fácil o difícil de abordar.
Diría que los cuidados es uno de los temas y el mundo rural es el atrezo o escenario. Mi intención no era escribir un libro sobre los cuidados porque nos atraviesan a todas, pero al darme cuenta de que este tema iba a tener una presencia importante enseguida se me encendieron varias alarmas: me dije “despacito, Miren”. No quería acabar escribiendo un panfleto feminista ni abordar los cuidados de un modo superficial o estereotipando a los personajes. Además, trataba de mantenerme alerta porque de cuidados sé más en la teoría que en la práctica. Por eso era prioritario escribir sin juzgar ni idealizar a los personajes. Me imaginaba a Sabina con una cámara Go Pro en la frente y trataba de describir lo que ella veía.
¿Y qué veías?
La protagonista, Sabina, está en una encrucijada. Es la cuidadora de su cuñado, y me parecía interesante dibujar ese rol no solo desde una óptica de sumisión, sino cómo lo utiliza ella para empoderarse y ejercer cierto poder sobre su cuñado, Henry. No quería plantearlo en términos de dependencia, abordarlo desde la interdependencia. Les imaginaba como en la sokatira: a Sabina y Henry cada uno tirando de un extremo de la cuerda. Si uno cae, los dos se desequilibran.
Y al mismo tiempo, Sabina es cuidada.
Ella ha llevado la voz cantante en su familia, pero, sin quererlo, sus hijos la han colocado en el rol de la cuidada. Aquí me parecía interesante analizar la concepción que tenemos de los cuidados, que cambia según varios ejes. Uno de ellos, la generación. Lo que para la hija es cuidar, para la madre son mecanismos de control.
Hablas también de las amistades en los hombres, todos son amigos hasta que llega la hora de la vedad: cuando toca cuidar, todos se esfuman. ¿Eso también cambia con las generaciones?
Cambia de forma, pero el conflicto sigue ahí. Si algo he percibido cuando he compartido la novela con las lectoras y lectores es que he podido acertar más o menos, pero alguna tecla he tocado. Estos conflictos son cotidianos en todas las cocinas.
Has dicho que querías ser aséptica y creo que lo has conseguido: el libro no tiene ni una palabra de más. A mí me gustó mucho y mi padre se lo leyó de una sentada. ¿Te costó revisar el libro?
De lo que era en un principio a lo que se publicó, quité mucho. Quería ser lo más breve, concisa y descriptiva posible. Porque es el estilo que me gusta y porque conociéndome a mí misma, veía que podía patinar en muchos sitios juzgando a los personajes, idealizando a Sabina, una mujer rural que vive sola con los animales. Con su sabiduría y su coraje, podría considerarla una protofeminista. Sería fácil dibujar a una deidad y toda esa mitificación que se hace con las mujeres. Mi intención era huir de ahí.
Hablando de idealizar, viví en un caserío cerca de tu pueblo y un día de invierno calculé que destinaba 45 minutos al día en mantener la lumbre, sin conseguir que la planta de arriba estuviera caliente. Aprendí a no romantizar la vida rural, pero a veces deseo volver allí. ¿La cabra siempre tira para el monte?
En mi caso, he nacido y crecido en un entorno rural, luego pasé unos años fuera y ahora he vuelto otra vez. No tanto a la hora de escribir la novela pero sí a la hora de presentarlo, me preguntaba muchas veces hasta dónde estaba legitimada para hablar de lo rural. Pertenezco a este mundo, lo siento muy mío y creo que lo entiendo muy bien, pero mi estilo de vida actual no es muy rural que digamos. Me parecía muy importante no idealizar ni demonizar ese universo. Lo que veo a mi alrededor es que la generación de nuestros abuelos y de nuestros padres nos han alentado a hacer “algo mejor”, esto es una vida dura. Ahora estamos viendo un regreso de gente joven que intenta repoblar los caseríos de otra manera, pero sigue siendo una vida muy precarizada y yo quería retratar lo que he visto y he vivido.
¿Cuánto de biografía familiar hay en Basa?
Soy hija única y pasé mi infancia rodeada de gente mayor, sobre todo mujeres mayores. Abuelas, tías, vecinas. Todas ellas no son Sabina, pero Sabina tiene algo de todas ellas. Durante mi infancia fui acumulando recuerdos de ellas, sobre todo relacionados con ese temperamento, ese pronto, esa agresividad. Se me fueron sedimentando en las tripas y cuando pasaron unos años, con la perspectiva que me ha dado el tiempo y la que he adquirido a través del feminismo, me ha parecido que podía hacer una reconstrucción o relectura de las vivencias que tenía con todas esas mujeres.
¿Quién es Basa?
Sabina es una mujer temperamental. Violenta sí, pero también violentada. Soy muy esquemática y cuando empecé a construir el personaje tenía dos columnas: una para ofrecer un motivo para que la quieran y otro para que les choque ese personaje. Cuando he compartido el libro, a menudo me han comentado que Sabina les parecía demasiado, y yo les decía ¿pero demasiado, qué? Demasiado brusca, violenta. No sabía si tenía que pedir perdón, pero me di cuenta de que si en vez de Sabina hubiera sido Sabino, no les hubiera parecido demasiado. Mi intención no era que se pregunten si es demasiado violenta o no, sino que se pregunten porqué lo es. Porque ninguna mujer es violenta ni sumisa per se.
¿Qué heredamos las hijas y nietas de Basa?
La sabiduría que hemos recibido sin darnos cuenta, y no te hablo solo de cuándo hay que poner los tomates o recoger las manzanas, sino la forma de mirar al mundo, a la economía, a la familia. Y el nervio. Creo que a todas nos precede alguna mujer que no pudo ser lo que quiso ser. En algunos casos, la olla express reventó. Como con Sabina, como pasa con los ríos que intentamos canalizar. No podemos desaprovechar el nervio para ser y hacer lo que queramos.
¿Esta novela es para alguien que vive en grandes ciudades como Barcelona o Madrid?
O Bilbao, que era la que me preocupaba a mí. Una lectura me dijo que esa Sabina tan hosca podría ser del Bronx.
¿Es un paso lógico ir del bertso a la novela?
La bertsolaritza no es un camino que haya transitado para llegar a ser escritora. Aunque me ha ayudado a manejar las herramientas: la lengua y su musicalidad, pero son dos ejercicios completamente diferentes que se alimentan entre ellos.
Si digo matriarcado vasco…
El megatema. La quimera o relato de que existió aún está muy presente. Pero como me dijo una compañera, el matriarcado no es más que una fantasía patriarcal. Quizá tu madre manejaba el dinero, pero dentro de casa. Fuera no. Sabina no es una matriarca.