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Los barequeros que se quedaron sin río en Sabanalarga, después de la inundada de Hidroituango

No quiero morir de hambre

Fuentes: Agencia Prensa Rural

Sabanalarga es un municipio al norte de Antioquia con cerca de 8.200 habitantes. Es el último aguas arriba de Hidroituango. La mayoría vive de la agricultura y el barequeo en el río Cauca. Ya el río quedó inundado, en el pueblo el comercio está cerrado y más de 300 desplazados que habitaban las playas están […]

Sabanalarga es un municipio al norte de Antioquia con cerca de 8.200 habitantes. Es el último aguas arriba de Hidroituango. La mayoría vive de la agricultura y el barequeo en el río Cauca. Ya el río quedó inundado, en el pueblo el comercio está cerrado y más de 300 desplazados que habitaban las playas están allí sin casa y sin trabajo desde el 28 de abril. No les prestaron el coliseo y se tomaron las oficinas de EPM. Todos los días llegan amenazas de que el Esmad los irá a sacar y la empresa a demandar. No han recibido ninguna ayuda humanitaria.

 

Plantas medicinales

 

Eva Lucely Higuita Olivero: Aquí un señor compraba oro de manera informal y por venderle a él tenemos el problema con EPM, porque hay otro señor que lo compra legalmente pero compra muy poco. En el 99 un señor me sumó 2’700.000 que me había sacado en oro ese año y yendo solo en verano. La verdadera barequera he sido yo y un señor que tengo en mi casa que está que se nos va y fue el maestro de mucha gente aquí, Remigio Moreno, también ha ido a muchas protestas.

 

Hay plantas medicinales y comibles que ya perdimos con la inundación. De eso vivíamos. Cuando las muchachas se enfermaban de cólicos menstruales yo corría para los montes a hacerles bebidas y se aliviaban. Había plantas para la tos, la fiebre, los dolores en los huesos, para todo. Aquí les parecía muy raro porque yo llevaba solo la sal y la manteca para el río, porque hay plantas que uno podía comer en las orillas del Cauca.

 

Caían cólicos, colerín, gástrica, que eso uno lo cura con plantas del río y hoy no tenemos esas facilidad. En este mes que llevo en el pueblo, me he enfermado y me ha tocado tomar pastillas. Desde que empezaron a talar los bosques, empezaron a perderse las plantas medicinales. Yo soy capaz hacer cualquier sopa de plantas en el río y quedan muy ricas. Esa tradición se nos perdió. También perdimos las frutas.

 

Patrón mono

 

Jaime Alberto Torres: Nos criamos en este río y ahora mis hijos reciben el sustento de ahí. De octubre a diciembre nos íbamos a jornalear a las fincas de café para aprovechar la cosecha. Pero ahora en la situación que estamos ya ni un jornal se encuentra. Salíamos al pueblo y comprábamos mercado para llevar al río. Uno salía con quince varas a pescar, por ahí mismo cogíamos el plátano, hacíamos sancocho, le dábamos al vecino, a los compañeros. Sacábamos pescado a vender al pueblo. Nos íbamos para Orobajo, por allá vendíamos el orito.

 

En esta ribera río abajo se quedó mucha gente sin censar, viejitos que conocí toda la vida lavando oro. Me duele que lo saquen a uno del río que es nuestro papá, nos ha dado todo. Salir sin saber para dónde vamos a ir. Yo nunca he sido censado. A mis dos hermanos los censaron, les dieron una plata pero amenazados. A mi papá le pasó la misma. Le dio un ataque y esa plata se le fue en la droga.

 

Yo no dejaría este trabajo. Nosotros al río le decimos el patrón mono. Patrón como estos no lo consigue fácil, porque lo recibe a uno una hora, dos, tres, todo el día, lo que quiera y si es capaz de echar tierra con la luna, ahí está, mejor saca. Cuando se secaba el río mejor nos iba en el trabajo. Yo me conozco todas estas playas. No me siento beneficiado por este proyecto, por el contrario: ya el frijol, el maíz se acaba, el café, si cogía cincuenta cargas ya no se van a coger sino diez.

 

Se pierde la historia

 

Diana Guzmán: Soy concejal. Es muy triste la situación, ya que no compensa el daño ambiental ni cultural. En Sabanalarga se está perdiendo un patrimonio cultural. Ya hay personas que han emigrado para otras partes. Hay personas enfermas y que no saben qué hacer. A un señor de setenta años qué se le va a enseñar otra actividad económica. No le vemos futuro a un proyecto como estos que ha dividido las comunidades.

 

El comercio ha bajado sus ventas. Hace poco bajé al río con el personero y se me partió el corazón al ver los árboles que uno conoció, donde hizo los columpios, donde jugó con los hermanos, ya no están. Eran imponentes. Si se acabó el barequeo y se acaba el café, ¿qué vamos a hacer? Nos ha cambiado la vida, se nos ha acabado la tranquilidad. Están llegando enfermedades como leishmaniasis que nunca se habían visto. No le he podido ver el lado amable a este proyecto. Ya perdimos el puente que cruza a Peque y Buriticá. Cada día Sabanalarga pierde su historia.

 

La tierra está triste

 

Martín: Las playas eran planitas, serenas, con buen oro. Yo contento voliaba batea, cogía agua del río, lavaba y salía oro bastante. Estábamos libres. Desde los cinco años mi mamá me llevó al río y me enseñó a barequiar. El río me mantenía: pescado, plátano, yuca, limón, mangos, de todo. Y todo se perdió, la batea, las herramienta, todo. Cuando me fui a asomar, ya se lo había llevado el río. La gente me decía que nos fuéramos, que nos íbamos a ahogar y yo no me quería ir. Tenía un oro en una totuma y eso también se fue. Tenía un perro muy bonito que se llamaba Tigre y ahí también se ahogó.

 

Estamos sufriendo aquí, muriendo de hambre, nos mojamos porque está lloviendo mucho. Llegaron unos señores de negro a sacarnos y le pegaron a una señora tres tiros de goma en el pecho, a mí me pegaron una patada y me fui corriendo al monte para que no me cogieran. Yo cogía tres bagres de tacada y le llevaba a la gente, y todos contentos. Y siempre había comida. Lo que hace que salimos de la playa no he comido pescado.

 

Ahora comemos arroz pelado como si fuéramos ardillas. Yo les decía a EPM que porqué no dejan ese río quieto. Está la cosa dura. EPM nos robó el río, no respetan. No quiero morir de hambre. En el río nadie molestaba, nadie nos echaba, la gente me quería y todos nos cuidábamos. Me quedaba cuatro meses sin salir. Yo estoy triste y la tierra está triste. Yo quiero mucho el río y me da pesar verlo así quieto, lleno, como en la cárcel.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.