El gobierno se está cayendo, dicen. ¿Por qué? Porque doña Michelle baja cada vez más sus niveles de aprobación en las sagradas encuestas. Don Ricardo Froilán vaticina: no se sabe hasta cuándo esto va a aguantar, y ¡vivan las encuestas! Otros dicen que la doctora está interdicta. Ingenuos. ¿No saben que el gobierno no necesita […]
El gobierno se está cayendo, dicen. ¿Por qué? Porque doña Michelle baja cada vez más sus niveles de aprobación en las sagradas encuestas. Don Ricardo Froilán vaticina: no se sabe hasta cuándo esto va a aguantar, y ¡vivan las encuestas! Otros dicen que la doctora está interdicta.
Ingenuos. ¿No saben que el gobierno no necesita apoyo popular para sostenerse? La popularidad de la presidenta puede llegar a cero, y no pasará nada. El que fue elegido, se tiene que quedar hasta al final porque «el que tiene, mantiene». Salvo en casos como el de Dilma, que cuenta con el apoyo del pueblo brasileño pero unos pocos senadores corruptos decidieron sacarla para agarrar ellos el poder, sin elecciones. Tal como hizo la Democracia Cristiana en Chile al apoyar el golpe de 1973.
Ahora se crean conflictos artificiales en torno a una sucesión presidencial para la que faltan casi dos años. Entre más largas las campañas, más plata se gasta y más ganan El Mercurio y Copesa. Todos se preguntan, hasta Punto Final : ¿qué va a pasar ahora?
Pienso que no va a pasar nada porque doña Michelle ha sido una fiel defensora de los intereses de los capitalistas más poderosos, que son quienes la apoyan y todo lo demás no importa: las empresas transnacionales del cobre, a las que no se les ha tocado un pelo, las AFP, que ya ha dicho que no se van a cambiar, la gratuidad de la educación, que quedó para las calendas griegas, la Asamblea Constituyente para nunca jamás, y así todo.
Un país sin gobierno o con un gobierno que apenas funciona para las cuestiones administrativas de rutina, es algo muy bueno. Miren lo que sucede en España: llevan montones de meses sin poder formar gobierno y todo anda de maravillas.
Entonces si en Chile no tenemos gobierno o un gobierno muy débil y no funcionan las instituciones, miel sobre hojuelas. Porque estas instituciones heredadas de la dictadura nunca han servido para nada.
Hay una cosa muy cierta: entre tener como presidenta a una señora súper simpática que tiene la desgracia de tener un hijo nini, o soportar como presidente a un señor súper antipático que se cree el hoyo del queque y que tiene un hijo senador -que hizo una tesis sobre «flexibilización» laboral-, prefiero a la primera. Al fin y al cabo el modelo económico de la dictadura es el que va a predominar en ambos casos. Pero tener que tragarse todos los días las peroratas grandilocuentes de don Ricardo Froilán, ¡por favor, no nos merecemos semejante castigo!
Lo mejor es no tener ningún descendiente de Guaina Incapac, a ningún Narciso acomplejado ni menos a ningún Mesías. Creemos poder popular y que Machuca se encargue de las tareas administrativas, de hacer discursos vacuos el 21 de mayo, de mandar los pésames de rigor, y con eso basta y sobra.
El que está funcionando ahora es el pueblo en las calles, entusiasmado, exigente, alegre y decidido. Vamos creando poder popular desde abajo y verán cómo todo comienza a caminar. ¿Se puede hacer algo importante desde abajo? Claro que sí: se pueden organizar cooperativas de consumo. Se puede establecer el trueque; exigir a nuestros municipios que creen farmacias populares (como en Recoleta y Providencia) que creen panaderías populares (como en Arica), hacer que una o varias escuelas funcionen bien, ayudando a maestros y alumnos; reciclar muchas cosas y aprovechar lo que tenemos y no generar tanta basura; transportar a nuestros vecinos si tenemos auto o a la inversa; invitar a los pacos del barrio a que vengan a convivir a nuestras fiestas vecinales para que luego no nos anden apaleando. Hay cientos de iniciativas que se pueden tomar a nivel comunal. Todos tenemos ideas que aportar. Y no nos andemos preocupando tanto de la sucesión presidencial, eso no es lo que importa, porque desde arriba nada va a cambiar. Vamos, compañeros, que sí se puede.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 861, 30 de septiembre 2016.