Para este 26 de marzo está convocada otra marcha del Movimiento de Trabajadores No+AFP. Su irrupción en la escena pública ha desnudado una serie contradicciones del capitalismo chileno, dejando de paso una gama de tareas para las organizaciones de Izquierda. EXPLOTACION Y CONDICIONES DE VIDA Más allá de la arquitectura del modelo previsional chileno, las […]
Para este 26 de marzo está convocada otra marcha del Movimiento de Trabajadores No+AFP. Su irrupción en la escena pública ha desnudado una serie contradicciones del capitalismo chileno, dejando de paso una gama de tareas para las organizaciones de Izquierda.
EXPLOTACION Y CONDICIONES DE VIDA
Más allá de la arquitectura del modelo previsional chileno, las exiguas pensiones que arroja no son sino el reflejo de las condiciones de sobreexplotación a la que está sujeta la fuerza de trabajo. Para los trabajadores este es el meollo del problema. Los salarios apenas alcanzan para cubrir las necesidades diarias. Adicionalmente, la precarización laboral impone constantes y prolongados periodos de desempleo (y subempleo), con las consecuentes lagunas previsionales y mermas en el monto final de las pensiones.
Puestas así las cosas, resulta ilusorio imaginar que un trabajador común pueda solventar una vida digna y sin preocupaciones después de su retiro, a través del ahorro individual durante su vida laboral.
Sin embargo la cuestión no se agota exclusivamente en las pensiones. En la eventualidad que pudiesen mejorar -aunque la explotación y el estado de organización de los trabajadores lo hacen improbable-, problemas de mayor alcance subsistirían. Estos dicen relación con las condiciones generales de vida que enfrenta la población trabajadora, más allá del lugar inmediato en que la producción se desarrolla.
La cuestión previsional plantea el problema de qué ocurre una vez que el trabajador ha terminado su ciclo productivo. Para el capital los trabajadores solo existen en cuanto medio para su valorización: cuenta solo el trabajo que se les puede extraer. La relación capitalista es una gran moledora de carne humana, que una vez que ha extraído todo lo que puede, lo que queda es mero desecho. Ese es el principio esencial que no debe perderse de vista.
La vejez en este sentido se presenta para el capital como un costo adicional de la fuerza de trabajo. De allí que la contrarrevolución burguesa en Chile se desentendiera del problema, descargándolo directamente sobre los trabajadores a costa de reducir su nivel de vida. No es un secreto que el sistema de capitalización individual no busca asegurar el retiro de los trabajadores sino insuflar liquidez al sistema financiero, proveyendo fluidez a los negocios. De ahí que represente una de las piedras angulares del actual patrón de acumulación. Esa es su función, y desde esta perspectiva, la burguesía chilena evalúa su éxito.
Dicho sistema constituye además un mecanismo indirecto de disciplinamiento de la fuerza de trabajo, ya que obliga al trabajador a «cuidar el empleo» so pena de reducir no solo su nivel de vida actual sino también, de una vejez en la miseria.
En cambio, desde el punto de vista de la clase trabajadora de lo que se trata es de establecer la cuestión de la vejez, y los cuidados que esta demanda, como un asunto colectivo de la sociedad, que trasciende la esfera privada de las familias trabajadoras. Esto tiene directa relación con otra cuestión particularmente sensible para el proyecto socialista en nuestros días: la subordinación de género que afecta a las mujeres.
El drama emocional que de por sí significa tener un familiar mayor enfermo, se convierte en una tragedia económica para las familias trabajadoras, donde gran parte de los cuidados recaen sobre las mujeres. Estos costos toman la forma de una imposibilidad de incorporarse al mercado laboral; o, si ya lo está, de una doble jornada, una asalariada y otra doméstica que comienza -pero que muchas veces se superpone- una vez terminada aquella. Así, vejez y relaciones de género son otras de las contradicciones que, más allá de la sobreexplotación del trabajo, la cuestión previsional ha dejado al desnudo en el capitalismo chileno.
LECCIONES
Resulta importante señalar las lecciones que el Movimiento No+AFP ha dejado en este corto periodo.
En primer, lugar reveló la bancarrota del sindicalismo tradicional.(1) Su dirigencia es incapaz de encarar firme y decididamente a la patronal frente a los dramas que aquejan a miles de trabajadores. Sin embargo, el desprestigio de las corruptas y entreguistas cúpulas sindicales no ha llevado a un desplazamiento automático para posiciones más radicales, ni a un ascenso en todas las líneas del movimiento de masas. El paro del 4 de noviembre pasado mostró una débil penetración y arraigo de las posiciones más combativas en el seno del movimiento de trabajadores.
Se debe reconocer la debilidad político-orgánica que aún exhibe el movimiento de trabajadores, lo que le impide por el momento salir al paso de las clases dominantes como actor organizado. En este sentido, la hegemonía en las reivindicaciones populares sigue estando en manos de las capas medias, donde priman las visiones ciudadanistas y consumistas. La idea de boicots de afiliados a AFP «corruptas» o el cambio de un fondo a otro, son claros ejemplos.
La vuelta al esquema de marchas ciudadanas con énfasis en lo lúdico y familiar, constituye un retroceso parcial del movimiento en relación al carácter obrero-popular que se intentó imprimir en la jornada del 4 de noviembre. Naturalmente, en el estado actual de la lucha de clases el primer esquema aporta mayor masividad, en desmedro de la combatitividad, pero corre el riesgo de convertirse con el pasar del tiempo en algo folclórico sin mayor incidencia política, como lo ocurrido con las marchas estudiantiles.
Sin embargo, por la naturaleza de los problemas involucrados, no hay forma para que la cuestión previsional sea resuelta en el marco de meras reivindicaciones ciudadanas. Se trata de una colisión directa con el capital financiero, e indirectamente con los intereses del resto de las fracciones capitalistas, ya que se requiere arrebatarles y traspasar una parte de la plusvalía total de sus apropiadores a sus creadores, los trabajadores.
Finalmente, uno de los riesgos que se presentan es la tentación que surge en ciertos sectores de la Izquierda de buscar la capitalización electoral, aprovechando la masividad de la convocatoria, el apoyo transversal que genera y la notoriedad de sus dirigentes.
Sin embargo la estrategia de inserción del movimiento social en la institucionalidad, para desde allí «incidir en la correlación de fuerzas», ha sido un fracaso. El apoyo a los dirigentes sociales en la arena electoral es pobre en relación al supuesto arraigo de masas con que cuentan. Cuando dirigentes sociales se han insertado efectivamente en la institucionalidad esto ha respondido a la ingeniería electoral de pactos con fuerzas políticas ya establecidas (Jackson, Fuentes, Vallejo, Cariola), o a un reducido apoyo electoral que alcanza para hacerse elegir dada la escasa participación y la enorme fuga de votos que afecta a los partidos tradicionales (Boric, Sharp). En cualquier caso, la elección de dirigentes sociales no responde a un copamiento popular de la institucionalidad fruto de una irrupción de las masas en el Estado, tal como lo propugnan y presentan sus ideólogos.
TAREAS
Siendo el actual esquema previsional una de las piedras angulares del capitalismo chileno, su reforma no resulta tarea sencilla. Se trata ni más ni menos que de enfrentarse a una de las fracciones articuladoras de la burguesía: el capital financiero. Se necesita la organización de un actor con capacidad de acción colectiva que le salga al paso. No hay otra forma. Lo otro es, simplemente, el juego de tecnócratas tratando de cuadrar el círculo.
Para las organizaciones de Izquierda dos son las tareas fundamentales. Por un lado, levantar plataformas reivindicativas para el conjunto de la población trabajadora en relación a las cuestiones abiertas por el Movimiento No+AFP. Y por otro, emprender un trabajo sistemático de inserción en el movimiento de trabajadores.
En la primera se trata de elaborar reivindicaciones que clarifiquen a los trabajadores los intereses en juego, los convoquen a la lucha en torno a los problemas de las condiciones laborales y, al mismo tiempo, puedan distinguir entre posiciones transformadoras y las que sostienen el statu quo . Estas plataformas deben también servir para ir llenando el vacío programático que históricamente exhibe la Izquierda en torno a problemas como los de la vejez y de género.
Por último, la irrupción del Movimiento No+AFP ha abierto una oportunidad privilegiada para la agitación entre los trabajadores en torno a los problemas que más los apremian, cuya conexión con todo el sistema político-social de dominación es sencillo de establecer. Si se emprende un trabajo serio de inserción, premunido de plataformas reivindicativas claramente definidas, las organizaciones de Izquierda pueden lograr un asentamiento firme en las organizaciones de trabajadores y empujar el conflicto hacia un estadio de mayor radicalidad.
(1) Ver Punto Final Nº 865.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 871, marzo 2017.