Cuando nuestras y nuestros ancestros descubrieron a los españoles, América todavía no existía. Tampoco existía octubre ni el día 12, ni 1492. Ahora que seguimos descubriendo las estrategias que usan para imponer su proyecto de muerte, nosotras y nosotros, las comunidades y los pueblos, nos levantamos en palabra y acción desde nuestros territorios para decirle […]
Cuando nuestras y nuestros ancestros descubrieron a los españoles, América todavía no existía. Tampoco existía octubre ni el día 12, ni 1492. Ahora que seguimos descubriendo las estrategias que usan para imponer su proyecto de muerte, nosotras y nosotros, las comunidades y los pueblos, nos levantamos en palabra y acción desde nuestros territorios para decirle a las y los conquistadores que no queremos los tratados de libre comercio, que no aceptamos el extractivismo de nuestra Madre Tierra y que no vamos a seguir recibiendo sus espejos. Que nuestra lucha va a seguir caminando en defensa y construcción de la vida, del territorio y de la paz que soñamos desde abajo y entre pueblos.
Seguimos y seguíamos sabiendo que la semilla de la Minga frente al «libre comercio» y a la muerte, debía ser custodiada. Pero no parecía haber tierra fértil que la rescatara. Por eso nos llenó de regocijo ver a miles de campesinos y campesinas de diversos sectores del agro paralizando al país, precisamente levantados en rechazo al modelo económico y a su mal llamado libre comercio. La semilla encontraba terreno fértil en manos de custodios acostumbrados a trabajar la tierra, a producir frutos y alimentos y, por ello mismo, a sufrir el despojo de la conquista definitiva a manos del extractivismo. Desde la diversidad y la dispersión fueron precisamente las semillas las que los levantaron en el Paro Nacional Agrario y al movilizarse desde las dignidades. La palabra de la Madre Tierra, la misma que nos había llevado a la Minga se convierte en agenda de resistencia a la conquista del «libre comercio» también para el campesinado. Es la defensa de la vida, el reclamo de Mama Kiwe, el origen y el destino de nuestra lucha. Por ello, nuestra lucha común, esta Minga, no tiene dueños ni autoridades, ni puede tenerlas. Por eso, levantarnos en Minga es simultáneamente rechazar a quienes han pretendido mandar vengan de donde vengan. La autoridad es la vida misma y la Madre Tierra movilizadas a través de los pueblos en resistencia que aún la reconocemos y la respetamos. Así como lo venimos advirtiendo desde décadas atrás, también sabemos que lo que se necesita todavía no existe y que aún no encontramos palabras para nombrarlo, pero se encuentra en los territorios y su regalo de bienes comunes; aquellos, como el agua, sin los cuales la vida no es posible. Pero sí tenemos claridad que este sistema, que este proyecto de muerte como aprendimos a reconocerlo y a nombrarlo para resistirlo, está en crisis y para superarla necesita despojarnos de nuestros territorios -físicos e imaginarios-, de nuestras voluntades autónomas y colectivas, reclutarnos, eliminarnos y sacarle a la tierra la sangre y la vida para alimentar su insaciable codicia. Para los conquistadores y sus cómplices sobran los pueblos, amenazan nuestras consciencias, escasea la vida y la acumulación no puede detenerse. Por eso es urgente no sólo entender ese proyecto de muerte para resistirlo, ir construyendo alternativas y movilizarnos para tejernos entre pueblos, sino retomar el camino de un mundo otro, posible y necesario, superando la confusión con la que nos compran y nos engañan para que nos rindamos.
Para esta movilización en el mes que occidente bautiza como del «descubrimiento», nosotras y nosotros ratificamos que octubre es el mes que nos trae a la memoria a millones de indígenas exterminados y a miles de culturas sepultadas, el recuerdo de cuando se inició el genocidio, la conquista y el despojo en nuestro Abya Yala. De allí que no celebramos. Nos levantamos para seguir rechazando la conquista que se profundiza con nuevas, más sofisticadas y perversas estrategias para dominarnos y cooptarnos. Nos movilizamos para gritarle al mundo que hemos resistido más de 520 años y que somos futuro y vida. Vamos a seguir caminando en defensa de la vida y de la Madre Tierra. Conmemoramos un futuro necesario que viene tejido a todas las criaturas de la vida desde siempre y lo hacemos señalando nuestro tiempo. Para hacerlo, nombramos una fecha imposible, que nunca existió ni podía ser: El 11 de Octubre de 1492. Imposible porque hasta ese día, no existía América, ni el almanaque del despojador con su tiempo para conquistarnos. Tal como hubo un antes que no cabe en el almanaque de la conquista, hoy nombramos sin palabras el después que nos levanta de un tiempo que llegará y que nunca se ha ido de nuestros corazones. El tiempo de la vida y de la libertad de los de abajo, de los de cerca a la tierra. Sin rendirnos, ni vendernos ni dejarnos engañar: Vamos de vuelta a la casa grande de la Madre Tierra.