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Entrevista a María-Luisa Monreal, socióloga,directora general de la Asociación Quebequesa de Organismos de Cooperación Internacional

Nos solidarizamos con los pobres para cambiar las relaciones de desigualdad

Fuentes: Argenpress

Sistemáticamente, las grandes potencias capitalistas del Norte saquean al Sur. Desde hace unas pocas décadas, ese Norte opulento también desarrolla planes de cooperación internacional para el Sur, pero contribuyendo con recursos infinitamente menores que los que se lleva. ¿Para qué existen esos mecanismos de cooperación? ¿Realmente cooperan con el desarrollo de los más necesitados? Cuando […]

Sistemáticamente, las grandes potencias capitalistas del Norte saquean al Sur. Desde hace unas pocas décadas, ese Norte opulento también desarrolla planes de cooperación internacional para el Sur, pero contribuyendo con recursos infinitamente menores que los que se lleva. ¿Para qué existen esos mecanismos de cooperación? ¿Realmente cooperan con el desarrollo de los más necesitados? Cuando nacieron esos programas, a fines de la década del 50 con la Alianza para el Progreso que puso en marcha el gobierno de Estados Unidos, aparecían en los manuales de intervención en el extranjero como «estrategias contrainsurgentes», al lado de las ayudas militares. Hoy, 50 años después, y luego de muchos millones de dólares que los países pobres del Sur vienen recibiendo en calidad de ayudas no reembolsables, cabe preguntarse qué pasa que esa cooperación no termina de poner en marcha los procesos de desarrollo. Sin dudas que en todo ese campo hay reales iniciativas solidarias, junto a proyectos que no son verdaderas ayudas sino mecanismos sutiles de sujeción disfrazados de cooperación. Caben entonces varias reflexiones: ¿Está mal enfocada la cooperación internacional? ¿Es posible cambiar la situación de asimetrías en la sociedad global por medio de estos dispositivos? ¿O realmente las ayudas del Norte no buscan cambiar nada, no pudiendo ir más allá de paños de agua fría?

Para hablar en detalle de estos aspectos Argenpress entrevistó en Montreal, Canadá, a María-Luisa Monreal, chilena de origen que trabaja en el país norteamericano desde hace ya largo tiempo en programas de solidaridad con el Sur. Ella es socióloga y tiene una formación en administración de empresas. Cuenta con varios años de experiencia en la cooperación internacional al servicio de Oxfam-Québec y CECI, tanto en Québec como en el extranjero. Su compromiso solidario la llevó a trabajar en América Latina y el Caribe así como en el África musulmana. Siendo miembro del Comité de Mujeres y Desarrollo de Oxfam-Québec, participó en la redacción de la política de género y desarrollo en 1995. El mismo año ocupó la sede como Comisionada de la Comisión General de la Enseñanza de Québec siendo un momento importante de reflexión colectiva sobre el futuro de la educación que permitió la elaboración de la reforma educativa de la región. Desde hace cinco años ha sido directora general de la Asociación Quebequesa de Organismos de Cooperación Internacional (AQOCI), que agrupa 63 organismos de cooperación y solidaridad internacional comprometidos con el desarrollo solidario y la justicia social a nivel mundial. Actualmente, es copresidenta de la campaña canadiense «Eliminemos la pobreza», e igualmente es presidenta de la campaña quebequesa «Un mundo sin pobreza: ¡Actuemos!»

Argenpress: Desde hace años, el Norte desarrollado otorga cooperación a los países pobres del Sur. ¿Qué puede esperar el Sur de estos mecanismos de ayuda?

Maria-Luisa Monreal: Diría que hay ahí dos niveles. Por un lado, lo que esperan los países del Sur respecto al Norte tiene que ver con la solidaridad, con una responsabilidad que esos países del Norte tienen hacia las sociedades más pobres. Ya sea porque esos países del Sur fueron colonias anteriormente, ya sea por el pillaje que el Norte hizo históricamente de los recursos naturales del Sur y continúa haciendo, lo cierto es que hay una responsabilidad de aquéllos frente a las situaciones de pobreza que siguen dándose. Además, si los países del Sur esperan algo, eso tiene que ver con lo que los gobiernos del Norte asumieron como compromisos en la Cumbre del Milenio. Allí, en esa reunión de carácter internacional, los gobiernos de los países más desarrollados se comprometieron formalmente a trabajar para buscar el mejoramiento en las condiciones de los países del Sur, afrontando sus altos niveles de pobreza. Pero ha habido fallas enormes en eso, puesto que de los países del Norte que suscribieron esos acuerdos, no todos han respondido como se esperaba. En realidad, no todos han respetado lo pautado. De hecho Estados Unidos no ha respetado lo que en su momento firmó; y algo que lamentamos mucho desde la región de Québec es que otro de los países que no respetaron los acuerdos de esa cumbre es Canadá. Canadá es el único país del G-8 que tiene superávit del presupuesto nacional, y pese a eso no llega al 0.7 % de su producto nacional bruto destinado a la cooperación con el Sur. En este sentido los países del Sur pueden esperar, y además exigir, que los países del Norte se responsabilicen y respeten los compromisos que han tomado a nivel internacional. Por otro lado, a nivel de los ciudadanos, de las organizaciones y del movimiento social, es decir: de toda la sociedad civil, los países del Sur están esperando una gran solidaridad. Y eso es lo que nosotros intentamos hacer a través de nuestro trabajo. Nos solidarizamos con los más pobres y necesitados apostando a que, entre todos, sociedad civil del Norte y del Sur, podamos cambiar las actuales relaciones de desigualdad.

Argenpress: Sin dudas el mundo actual es profundamente asimétrico, siendo las diferencias entre Norte y Sur enormes, descomunales. ¿Qué debemos hacer para cambiar esa situación? ¿Cómo sería posible eliminar esas asimetrías estructurales con la cooperación internacional?

Maria-Luisa Monreal: Como ciudadanos y como miembros de las organizaciones de la sociedad civil, primero que nada debemos reforzar las solidaridades, tanto del Norte hacia el Sur como las establecidas del Sur con el mismo Sur. Nosotros, los habitantes de los países del Norte, debemos hacer presión en nuestros países para que los gobiernos se responsabilicen y respeten los compromisos asumidos en relación a las ayudas al desarrollo que se tomaron. Por otro lado, tanto en el Norte como en el Sur, nosotros como ciudadanos debemos presionar a los respectivos gobiernos para lograr que las ayudas que se envían en términos de cooperación internacional efectivamente lleguen a los sectores más pobres y necesitados. Hay que presionar para que las ayudas sean realmente una herramienta de ayuda para esos sectores y que no terminen favoreciendo a algunos grupos con intereses políticos específicos, intereses mezquinos, sectoriales. Igualmente debemos exigir que los grandes organismos financieros del mundo se democraticen y que las ayudas públicas al desarrollo no se den con condicionantes. Esa es una importante tarea política que debemos emprender. En realidad hay que anular las deudas de los países del Sur con los grandes organismos financieros internacionales, que por supuesto representan al Norte. Cuando los países pobres elaboran sus programas de desarrollo, tienen que ser ellos, sin intervención de nadie de afuera, los que delinean sus estrategias para crecer, ellos solos, sin interferencias ni condicionamientos de nadie. Deben ser los mismos ciudadanos en cada país del Sur los que deben ser consultados para confeccionar esos programas de desarrollo, y sus opiniones deben ser tenidas en cuenta seriamente. En estos momentos las ayudas al desarrollo que se otorgan están totalmente condicionadas y enmarcadas en la filosofía de ajuste estructural, sabiendo las terribles consecuencias que esas políticas han tenido en todos los países de América Latina, del África y del Asia donde se aplicaron. Por eso mismo tenemos la obligación de denunciar todo esto y buscar el cambio de esta situación. Nosotros mismos, en alguna medida, somos los autores de nuestro destino, por eso es que tenemos que actuar, tomar partido. La solidaridad con los más necesitados es imprescindible. Debemos exigir que nuestros gobiernos en el Norte nos rindan cuentas de lo que están haciendo, de cómo manejan las deudas externas de los empobrecidos países del Sur.

Argenpress: ¿La cooperación internacional tiene alguna agenda oculta?

Maria-Luisa Monreal: Si la definición misma de la cooperación internacional que el Norte destina a los países más pobres del Sur tiene como objetivo la erradicación de la pobreza -y es con ese criterio como nosotros trabajamos- entonces no hay ninguna agenda escondida. Ahora bien, con el actual proceso de globalización que vivimos, con un pensamiento único y con una idea de desarrollo única, proveniente del Norte, basada en la acumulación de capital y en el mercado y no en las necesidades reales del ser humano, el mundo queda muy injustamente balanceado; en ello no hay ninguna agenda escondida sino que se dice claramente, abiertamente: hay un pensamiento utilitarista basado en la defensa absoluta del mercado, y las ayudas que se entregan, según esa ideología, no sirven como ayudas sino que se dan en la lógica mercantil. Eso no es nada oculto. Ahí entra entonces nuestro trabajo, como organismos solidarios de cooperación: hacer que los gobiernos destinen esos flujos de ayuda solo para luchar contra la pobreza y no como un negocio para enriquecerse. Es inaceptable que todavía en este siglo haya en el mundo gente que viva con menos de un dólar diario. La pobreza es la injusticia más grande que pueda experimentar un ser humano, por eso hay que luchar para que eso cambie. Después de los hechos del 11 de septiembre del 2001 vemos que ha habido un cambio significativo en la relaciones internacionales; se puede ver ahora que hay mucha ayuda militar que se la pasa y contabiliza como ayuda pública al desarrollo. Eso es muy peligroso. Los gobiernos del Norte no pueden hacer lo que deseen con el dinero de sus contribuyentes; en definitiva, los dineros que se hacen llegar al Sur en calidad de cooperación son las contribuciones de los ciudadanos, por eso hay que fiscalizar qué se hace con eso. Es inadmisible que el dinero pagado como impuestos y que se dice que va para la erradicación de la pobreza y ayuda al desarrollo termine utilizándose con fines militares.

Argenpress: Los ciudadanos comunes de Canadá, ¿conocen la situación que se vive en Latinoamérica?, ¿están al tanto de cuál es la problemática que aquí se tiene?

Maria-Luisa Monreal: Durante la década de los 70 del siglo pasado, cuando se sucedieron todas las dictaduras militares en América Latina, muchos latinoamericanos llegaron a instalarse a Canadá. De hecho, yo soy uno de esos casos; vengo de Chile, de donde salí en 1974 con la dictadura pinochetista. Con esa llegada masiva de tantos exiliados políticos, la población canadiense conoció más en detalle lo que pasaba en nuestros países latinoamericanos. Eso hizo que creciera la solidaridad con lo que estaba sucediendo en aquellas regiones del continente. Creció la sensibilización respecto a esos problemas, y creció también la solidaridad. Hoy día, con el crecimiento enorme de las comunicaciones, se conoce mucho, se está al tanto. Eso por un lado. Pero además, por otro lado, con el establecimiento de los modernos tratados de comercio que se fueron dando últimamente, la población fue conociendo más aún de Latinoamérica. Y hoy día hasta se podría decir que hay como una moda con todo lo que tiene que ver con la comida latinoamericana, por cierto muy apreciada aquí en Québec.

Argenpress: La desideologización y despolitización que vino de la mano de las políticas neoliberales en todas partes del mundo, ¿ha hecho en Canadá que desaparezca la preocupación por Latinoamérica?

Maria-Luisa Monreal: Esa despolitización y falta de perspectivas políticas generales que ahora vemos es un fenómeno que se vive a nivel mundial. Por supuesto que en Canadá también está presente, pero eso es algo que lo podemos encontrar en cualquier país en estos momentos. Es muy lamentable, por supuesto. Por supuesto que, no obstante, ha habido y hay tentativas por seguir oponiendo alternativas a ese discurso único que nos invade, por ejemplo con el Foro Social Mundial. En concreto, en realidad, este Foro, si bien es un intento muy importante, muy válido, de todos modos no ha dado una línea clara de acción. Creo que, si bien es bueno ese intercambio que se puede dar en los foros, en los encuentros mundiales donde se conocen e intercambian distintas experiencias alternativas, de todos modos falta algo más aún. Las juventudes no tienen un proyecto claro y concreto de hacia dónde ir.

Argenpress: Ante esta falta de perspectivas políticas, ante esta cultura «light» que ha invadido todo, la cooperación internacional entendida como ustedes la entienden, es decir: la cooperación solidaria para el cambio, ¿puede aportar un granito de arena en la realidad contemporánea en la búsqueda de nuevos modelos? ¿De qué manera?

Maria-Luisa Monreal: La cooperación solidaria, que muchas veces no es la gubernamental sino la que se viabiliza directamente a través de organizaciones de sociedad civil, organizaciones solidarias no gubernamentales, es un buen aporte que puede servir para apoyar una nueva perspectiva. Esas organizaciones pueden jugar un importante papel en la sensibilización de las poblaciones del Norte, dando una información alternativa, ayudando a conocer lo que muchas veces no se dice del Sur. En esos contactos con un público joven, ávido de conocer muchos aspectos del mundo que los discursos tradicionales o el de los medios de comunicación no le presentan, el trabajo de información que hacemos en el Norte puede ayudar mucho, haciendo ver realidades desconocidas habitualmente.