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El caos geopolítico y sus implicaciones

Notas de introducción para una reflexión colectiva

Fuentes: Viento Sur

El caos climático es un nuevo dato estructural provocado por el calentamiento atmosférico de origen humano (en este caso capitalista). El actual caos geopolítico parece también un nuevo dato estructural provocado por la globalización capitalista y las decisiones impuestas por las burguesías imperialistas tradicionales. Porque lo que está claro es que hay caos; y que […]

El caos climático es un nuevo dato estructural provocado por el calentamiento atmosférico de origen humano (en este caso capitalista). El actual caos geopolítico parece también un nuevo dato estructural provocado por la globalización capitalista y las decisiones impuestas por las burguesías imperialistas tradicionales.

Porque lo que está claro es que hay caos; y que sus causas son profundas.

Desde 2003 (al menos)/1, hemos intentado percibir las consecuencias en todos los terrenos de la globalización capitalista, pero hoy es realmente necesario hacer un análisis más sistemático de las causas del caos geopolítico, de las dinámicas de crisis que están en marcha, así como poner al día las respuestas que tenemos que aportar a una situación mundial inédita en muchos aspectos. Estas notas intentan abordar estas cuestiones para alimentar una reflexión colectiva. No pretenden ser exhaustivas. Otros elementos son tratados en otros textos escritos por diferentes compañeros y compañeras. Se apoyan a menudo en análisis ya compartidos, pero intentan hacer avanzar la discusión sobre sus implicaciones: no es posible contentarse con repetir idénticamente lo que decíamos hasta ahora. Con este objetivo, a riesgo de simplificar demasiado realidades complejas, estas notas «depuran» las evoluciones en curso, a menudo inacabadas, para destacar lo que aparece de nuevo.

Imperialismos, tiempo largo, tiempo corto y cambios de marco

Los primeros debates de referencia sobre el imperialismo remontan a comienzos del siglo XX, en la época de la finalización (en Occidente) de la formación de los Estados nación y de los imperios coloniales -y de la guerra interimperialista para modificar el reparto del mundo-. Todas las definiciones del imperialismo sistematizadas desde entonces reflejaban este contexto geopolítico. Pueden servir de «puntos de referencia» útiles (incluso para tomar la medida de los cambios) pero, sobre todo, no pueden servir de «norma» /2.

Las revoluciones posteriores a la primera y segunda guerras mundiales cambiaron radicalmente el marco geopolítico, con una nueva configuración más compleja, en la que se combinaban la oposición revoluciones/contrarrevoluciones, «bloques» del oeste y del este (no simplemente superpuestos a la oposición precedente), descolonización y zonas de influencia más o menos exclusivas, rivalidades interburocráticas (URSS/China) e interimperialistas en este marco…

La implosión de la URRS y, después, el paso de China al orden capitalista mundial han modificado la situación de nuevo. Volveremos sobre ello. El punto que quiero subrayar aquí es que el «desarrollo orgánico» del capital no lo explica todo, ni mucho menos. Los factores exógenos han jugado en dos ocasiones un papel esencial en la reorganización del mundo. Hay que tenerlos en cuenta para comprender las decisiones tomadas por las burguesías imperialistas tras la implosión de la URSS en 1991 y la globalización del capitalismo.

En el tiempo corto (desde los años 1990 a la actualidad), se observa también un cambio bastante radical. En un primer momento, las burguesías y los Estados imperialistas (tradicionales) fueron muy conquistadores: penetración de los mercados del Este, intervención en Afganistán (2001) y en Irak (2003)… Luego vinieron el atasco militar, la crisis financiera, la emergencia de nuevas potencias (China), las revoluciones árabes… todo ello desembocando en una pérdida de iniciativa y de control geopolíticos. Más que planificar la imposición de su régimen, Washington reacciona ahora en función de las urgencias del momento. En la situación actual, para juzgar qué constituye lo coyuntural y qué lo estructural, es necesario analizar la relación entre el giro post-1989 y el giro que se dibuja a mitad de los años 2000.

Cuando las burguesías imperialistas se emancipan de lo político

Digamos que tras la implosión de la URSS, las burguesías imperialistas creyeron que «había llegado» su tiempo. Eran libres para realizar su sueño; a saber, un mercado mundial de reglas uniformes que les permitiera desplegar a voluntad sus capitales. Por ello, las consecuencias de la globalización capitalista solo podían ser muy profundas, multiplicadas, además, por acontecimientos que, en su euforia, las mencionadas burguesías imperialistas no habían podido prever.

1. El esquema clásico de las relaciones Norte-Sur o Centro-Periferia (el Norte exportador de mercancías y el Sur de materias primas) ha cambiado radicalmente con la internacionalización de las cadenas de producción, con países convirtiéndose en exportadores importantes de mercancías industriales (en particular en Asia: China, «taller del mundo»). Aunque la dominación económica del «centro» perdure por otras vías (alta tecnología, estatus del dólar US, financiarización, capacidad militar de los Estados Unidos, etc.), estas modificaciones tienen, evidentemente, implicaciones considerables para el movimiento obrero, pero también para las burguesías imperialistas. Contribuye a relativizar la importancia de sus países de origen y facilita su emancipación de lo político.

2. Constituir un mercado mundial «uniformizado» implica, en efecto, emanciparse de lo político. Los modos «apropiados» de dominación burguesa producidos por la historia específica de los países y regiones (compromiso histórico de tipo europeo, populismos de tipo latinoamericano, dirigismo estatal de tipo asiático, clientelismo redistributivo de múltiples tipos…) son progresivamente puestos fuera de juego, ya que todos ellos erigen relaciones específicas con el mercado mundial y, por tanto, trabas para el libre despliegue del capital imperialista. Sin embargo, hacer inoperables estos modos de dominación «apropiados» conduce necesariamente a una crisis de legitimidad, incluso de ingobernabilidad, tanto más en la medida que las políticas neoliberales agresivas desgarran el tejido social en un número creciente de países. Lo que resulta llamativo, es que parece que eso a las burguesías imperialistas les trae sin cuidado con tal de que su acceso a las materias primas, a los centros de producción, a las vías y nudos de comunicación, etc., permanezca asegurado En los tiempos imperiales había que asegurar la estabilidad de las posesiones coloniales al igual que (aunque en menor medida) en tiempos de la guerra fría las zonas de influencia. Digamos que, hoy en día, esto depende del lugar y del momento… La relación con el territorio cambia. Digamos también que si los jefes de Estado continúan apoyando a «sus» transnacionales, estas últimas no se sienten ya dependientes de su país de origen: la relación es más «asimétrica» que nunca.

3. La relación con el territorio cambia y, por tanto, también la relación con el Estado. Por ejemplo, los Estados ya no son los copilotos de proyectos industriales de amplitud (ver el desarrollo de lo nuclear en Francia en un decenio…) o de infraestructuras sociales (educación, salud…). Deben contribuir a establecer las reglas que universalicen la movilidad de los capitales, abrir todos los sectores a los apetitos del capital (salud, educación, jubilaciones, etc.), destruir los derechos sociales y mantener a su población dominada. Actualmente, un jefe de Estado es un simple mayordomo. Por supuesto, algunos países siguen siendo más iguales que otros y los Estados Unidos se permiten cosas que no autorizan en otros sitios. El Estado estadounidense mantiene funciones reguladoras a nivel mundial que otros ya no tienen, o que ya no tienen medios para imponerlas.

4. La globalización capitalista provoca la crisis por diversas razones, una de las cuales adquiere un rol singular: una clase no domina duraderamente una sociedad sin mediaciones, compromisos sociales, legitimidad (de origen histórico, social, democrático, revolucionario..). Las burguesías imperialistas liquidan siglos de «saber hacer» en este terreno en nombre de la libertad de movimientos del capital; pero su sueño financiero es irrealizable. Estos últimos años se convierte en un estado de crisis permanente. Es lo que ocurre en regiones enteras.

La particularidad del capitalismo globalizado es que parece acomodarse a la crisis como un estado de existencia permanente; es decir, consustancial al funcionamiento normal del nuevo sistema global de dominación. Si es así, tenemos que modificar profundamente nuestra visión de «la crisis» como un momento particular entre largos períodos de «normalidad» de cuyas consecuencias, las que estamos sufriendo y a la que aún no le hemos tomado la medida debidamente.

Los nuevos fascismos

Una de las primeras consecuencias de la fenomenal capacidad desestabilizadora de la globalización capitalista es,también, el espectacular ascenso de los nuevos fascismos con base (potencial) de masas. Algunos toman formas relativamente clásicas, como Amanecer Dorado en Grecia, o anidan en nuevas xenofobias y repliegues identitarios. Pero actualmente, el fenómeno dominante es la afirmación de corrientes fascistas con referencia religiosa (y no ya el tríptico «pueblo/estado, raza, nación»). Se manifiesta en todas las «grandes» religiones (cristiana, budista, induista). Representa una amenaza considerable en países como India o Sri Lanka. Por tanto, el mundo musulmán no tiene el monopolio en este terreno; pero es claramente en él donde ha tomado una dimensión internacional particular, con movimientos «transfronterizos» como el Estado Islámico o los talibanes (ver la situación en Pakistán) y redes que se conectan más o menos formalmente desde Marruecos a Indonesia, incluso (¿solo potencialmente?) en el sur de las Filipinas.

Se puede discutir sobre la definición del concepto de fascismo. Estos movimientos no están orgánicamente ligados al «gran capital» como en la Alemania nazi, pero ejercen un terror de tipo fascista, hasta en la vida más cotidiana. Allí donde existen, ocupan el «nicho político» del fascismo y nos plantean problemas políticos nuevos (para nuestras generaciones) de la resistencia antifascista a gran escala.

El término de «Islam político» remite a un amplio abanico de corrientes que no entran todas en la misma categoría, ni mucho menos. Pero no hace tanto tiempo, una parte significativa de la izquierda radical internacional consideraba que el ascenso del fundamentalismo islámico (como el talibanismo) tenía un carácter progresista y antiimperialista. Sin embargo, incluso cuando se confronta a los Estados Unidos, representa una fuerza contrarrevolucionaria temible. Con la ayuda de la experiencia, actualmente son más raras las corrientes que mantienen posiciones «campistas», pero el «campismo» sigue presente, como un reflejo pavloviano: se contentan con condenar la intervención imperialista en Irak y Siria (que, realmente, hay que hacer), sin decir nada sobre lo que es y lo que hace el Estado Islámico ni llamar a hacerle frente.

Este tipo de posición impide totalmente plantear de forma clara el conjunto de las tareas de solidaridad. Ya no basta con recordar la responsabilidad histórica de los imperialismos, la intervención de 2003, los objetivos inconfesados de la intervención actual o denunciar al propio imperialismo . Hay que pensar las tareas concretas de solidaridad desde el punto de vista de las necesidades de las poblaciones víctimas y de los movimientos en lucha. Tomemos un ejemplo controvertido: desde este punto de vista, se puede estar en contra de la intervención imperialista y a favor de proporcionar armas pesadas por nuestros gobiernos a las fuerzas kurdas, que es una forma de responder a un llamamiento insistente y repetido de las organizaciones kurdas; ¿por qué negarse a hacerlo? No intento refugiarme detrás de un argumento de autoridad, pero encuentro el texto de León Trotsky de 1938 /3, que trata precisamente de estas cuestiones, realmente interesante y útil para nuestros debates de de hace unos años (guerra de las Malvinas, por ejemplo) y los actuales.

Los nuevos (proto) imperialismos

Después de 1991, las burguesías imperialistas tradicionales pensaban que penetrarían en el mercado de los antiguos países llamados «socialistas» hasta el punto de subordinárselos naturalmente e incluso se interrogaban sobre si la OTAN tenía cumplía aún una función respecto a Rusia. Esta hipótesis no era absurda como lo muestran la situación de China a partir de los años 2000 y las condiciones de adhesión de ese país a la OMC (muy favorables al capital internacional). Pero las cosas han evolucionado de forma distinta y no parece que esto hubiera sido tomado en cuenta en un inicio o seriamente por las potencias establecidas.

En China, se ha constituido una nueva burguesía en el interior del país y del régimen, a través, principalmente, de la «burguesificación» de la burocracia, auto-transformándose en clase propietaria por mecanismos que ahora se conocen bien /4. Se ha reconstituido sobre una base de la independencia (herencia de la revolución maoísta) y no como una burguesía cuyo origen está orgánicamente subordinada al imperialismo. ¿Es China un nuevo imperialismo? Al igual que con el concepto de fascismo, hay que precisar lo que se entiende por imperialismo en el presente contexto mundial. Por mi parte, utilizo la fórmula de «imperialismo en constitución» (sin garantía de éxito) /5. Por el momento, baste decir que China se ha convertido en una potencia capitalista para comprender que la geopolítica del mundo contemporáneo es muy diferente de hace cincuenta años. Volveremos sobre ello en el informe sobre la situación en Asia oriental.

Los BRICS han intentado actuar de forma concentrada en la arena del mercado mundial, aunque sin gran éxito. Los países que componen este frágil «bloque» no juegan todos en el mismo patio. China pretende jugar en el patio de los más grandes. A Rusia, también miembro permanente del Consejo de Seguridad y detentadora oficial del arma nuclear, le gustaría claramente, pero con muchos menos medios. Brasil, India, África del Sur pueden probablemente ser calificados de subimperialismos -una noción que se remonta a los años 1970- y de gendarmes regionales, pero con una diferencia notable: gozan de una libertad de exportar capitales mucho mayor que en el pasado. Ver el «gran juego» abierto en África con la competencia entre Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, India, Brasil, África del Sur, China…

Dos conclusiones:

1. La competencia entre potencias capitalistas se reaviva, sobre todo, con la consolidación de China, pero también de Rusia en Europa oriental. Sin lugar a dudas, se trata de conflictos entre potencias capitalistas; ahora bien, de conflictos cualitativamente diferentes de los del período anterior. En el pasado, defendíamos la República Popular (y la dinámica de la revolución) contra la alianza imperialista nipo-americana, sin alinearnos jamás con la diplomacia pekinesa; en este sentido, estábamos en su campo. Se verá (informe Asia) hasta qué punto la geopolítica regional se ha modificado, lo que implica por nuestra parte un posicionamiento diferente, «anticampista».

2. Más en general, en lo que se refiere a la libertad de circulación de los capitales, burguesías (incluso subordinadas) y transnacionales del «Sur» pueden utilizar las reglas concebidas tras 1991 por las burguesías imperialistas tradicionales para ellas mismas, haciendo más compleja que en el pasado la competencia en el mercado mundial.

Expansión capitalista y crisis ecológica

La reintegración del «bloque» chino-soviético en el mercado mundial ha permitido una enorme expansión capitalista alimentando el optimismo de las burguesías imperialistas. Y alimentando, también, una aceleración dramática de la crisis ecológica. No quiero extenderme sobre esta cuestión, pero sí subrayar que:

1. En este contexto no se puede plantear la cuestión de la reducción de las emisiones de efecto invernadero solo en el Norte; también hay que plantearla en el Sur.

2. La resolución del tema de la «deuda ecológica» en el Sur no debería favorecer el desarrollo capitalista mundial y beneficiar a las transnacionales nipo-occidentales implantadas en el Sur o a las transnacionales del Sur (del tipo de la agroindustria brasileña, etc.), lo que no haría más que alimentar cada vez más crisis sociales y medioambientales.

3. Sigue existiendo la necesidad de una solidaridad «norte -sur». Por ejemplo, en defensa de las víctimas del caos climático. Sin embargo, más que nunca, en las relaciones «norte-sur», lo que está al orden del día es una lucha común «antisistémica» desde el punto de vista de las clases populares: es decir un combate conjunto por una alternativa anticapitalista, una concepción diferente del desarrollo en el «norte» y en el «sur» (pongo comillas porque la heterogeneidad del «norte» y del «sur» es hoy tal que esas nociones pueden ser engañosas).

4. Si bien el punto de partida es el combate socio-medioambiental para «cambiar el sistema, no el clima», tiene por base los movimientos sociales, más que las coaliciones específicas sobre el clima. Me parece que, por tanto, habría que volver a discutir la articulación entre los dos. Si no se «ecologiza» el combate social (como lo que puede hacerse en las luchas campesinas o urbanas), la expansión numérica de las movilizaciones «clima» quedará en la superficie de las cosas.

5. Los efectos del caos climático se hacen sentir ya y la organización de las víctimas, su defensa y su autodefensa también forman parte del combate ecológico. Los efectos del supertifón Haiyan en las Filipinas superan en amplitud todo lo que se había previsto. El futuro anunciado se ha convertido en parte del presente. Esto tiene consecuencias desestabilizadoras que van bastante más allá de las regiones directamente afectadas y provocan tensiones en cadena (ver los refugiados de Bangladesh y los conflictos con India sobre la cuestión de los emigrantes).

Un mundo permanentemente con guerras

Mi hipótesis es que no vamos hacia una tercera guerra mundial del tipo de las Primera y Segunda, porque no asistimos a un conflicto por el reparto territorial del mundo en el sentido que tenía en el pasado. Pero los factores de guerra son muy profundos y diversos: nuevos conflictos interpotencias, competencias en el mercado mundial, acceso a los recursos, descomposición de las sociedades, ascenso de nuevos fascismos que escapan al control de sus progenitores, afectos en cadena del caos climático y de las crisis humanitarias de muy gran amplitud…

Esto quiere decir que ya hemos entrado de lleno en un mundo permanentemente en guerras (en plural). Que cada guerra debe ser analizada en sus especificidades. Sin embargo, necesitamos «puntos de referencia» para seguir teniendo una brújula en una geopolítica muy compleja: independencia de clase contra los imperialismos, contra los militarismos, contra los fascismos y el ascenso de los movimientos identitarios «antisolidarios» (racistas, islamófobos y antisemitas, xenófobos, castistas, fundamentalistas y demás).

En este contexto, la herencia «campista» es particularmente peligrosa. Conduce a colocarse en el campo de un régimen (Assad…) contra una buena parte del pueblo o de una potencia capitalista (en Asia oriental: Estados Unidos en nombre de la amenaza china o China en nombre de la amenaza estadounidense; Rusia u Occidente en el caso de Ucrania). En cada ocasión se abandona a una parte de las víctimas (que se encuentran en el lado equivocado), se alimentan nacionalismos agresivos y se santifican las fronteras heredades de la era de los «bloques» cuando precisamente debemos borrarlas.

Seguimos siendo tributarios de esta herencia más de lo que creemos. Cuando, en Francia, hablamos de Europa, eso significa de hecho la Unión Europea o en el mejor de los casos una Europa del Oeste ampliada y es en este marco en el que elaboramos alternativas. Pero Europa, es también Rusia y hay que pensar alternativas que incluyan los dos lados de la frontera ruso-oeste-europea (incluso el Mediterráneo). Esta cuestión es particularmente importante en Eurasia, pues es el único continente que ha sido hasta ese punto configurado por la confrontación revolución/contrarrevolución y el enfrentamiento de los «bloques».

Los límites de la superpotencia

Los Estados Unidos siguen siendo la única superpotencia en el mundo; sin embargo, pierden todas las guerras que han emprendido (de Afganistán a Somalia). ¡Hasta ese punto es llamativo! La causa de ello está probablemente en la globalización neoliberal que les prohíbe consolidar (en alianza con las élites locales) logros militares temporales.

Quizá sea, también, una consecuencia de la privatización de los ejércitos, jugando un papel creciente las firmas de mercenarios, así como las bandas armadas «no oficiales» al servicio de intereses particulares (grandes empresas, grandes familias…). Decididamente, el Estado no es ya lo que era.

Se trata, también, de que esta potencia, por muy súper que sea, no tiene los medios para intervenir en todos los rincones del mundo en condiciones de inestabilidad estructural. Tendría necesidad de imperialismos secundarios capaces de respaldarle. Pero la constitución de un imperialismo europeo ha abortado; Francia y Gran Bretaña solo disponen de capacidades muy limitadas; Japón debe romper aún las resistencias de la sociedad civil a su remilitarización completa.

Las guerras están ahí para durar, bajo múltiples rostros. Por tanto, beberíamos interesarnos, de nuevo, a cómo se desarrollan, sobre todo en lo que respecta a las resistencias populares, para comprender mejor las condiciones de su lucha, la realidad de la situación, las exigencias concretas de la solidaridad…

Quien dice guerras debería decir movimiento antiguerra. Siendo las guerras muy diferentes las unas de las otras, la constitución de movimientos antiguerra en sinergia no es algo que carezca de dificultades. La mirada militante dirigida desde Europa (occidental) sobre esta cuestión parece pesimista, como consecuencia de la corrosión y la impotencia que ha introducido el «campismo» en las principales campañas emprendidas en este terreno. Pero sí que hay movimientos antiguerra, en particular en Asia. Y en Eurasia, me parece que la superación de las fronteras heredadas de la era de los bloques se hará esencialmente sobre esta cuestión.

Notas

1/ Ver la resolución del XV Congreso mundial de la IV Internacional disponible en francés en ESSF artículo 3973. Les résistances à la mondialisation capitaliste, une chance pour un nouvel internationalisme.

2/ Para una presentación de esta cuestión, ver en particular Michel Husson «Notes sur l’impérialisme contemporain – Théories d’hier, questions d’aujourd’hui», http://hussonet.free.fr/ncs14w.pdf

3/ http://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro5/T09V234.htm

4/ Ver Au Loong Yu, China’s Rise : Strength and Stability, Merlin Press, Resitance Books, IIRE, 2012. Traduction française partielle : » La Chine : un capitalisme bureaucratique. Forces et faiblesses «, chez Syllepse (2014).

5/ Voir sur ESSF (article 32424), Ambitions chinoises – Un impérialisme en constitution : http://www.europe-solidaire.org/spi