Quienes trabajan en la lucha contra la drogadicción, hablan de drogas de “inicio” o “entrada”, para referirse a aquellas sustancias por las que generalmente comienza el consumo. Similar función realiza el clientelismo, si nos referimos a la corrupción.
Cuando el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (9-10 de diciembre) reitera la necesidad de colocar la lucha contra la corrupción como prioridad decisiva, convoca a la militancia revolucionaria y a todo el pueblo patriota a mirar y hacer hacia dentro, considero importante tratar el tema del clientelismo en su concepto y naturaleza corrupta y desintegradora de la dirección y gestión pública. Coincido con la consultora mexicana Beatriz Navarro cuando afirma que el clientelismo resulta ser una pieza clave en la lucha contra la corrupción.
Clientelismo
Se asume que existe clientelismo cuando un directivo utiliza sus prerrogativas y poder decisorio en el aparato administrativo del Estado, los gobiernos, y en otras organizaciones e instituciones públicas, para instalar un sistema de beneficio privado y lucro personal, en el que actúa como patrón, y por el que pacta extraoficialmente con sus subordinados, y los convierte en clientes, con la garantía de recibir protección, bienes, recursos, premios y otros privilegios, que estos compensan con apoyos diversos para la consecución de los encargos e intereses del directivo-patrón, su perpetuación en el poder y la reproducción del sistema clientelar.
En el escenario político y académico europeo, latinoamericano y caribeño el clientelismo es un asunto que con mucha frecuencia emerge en el debate, y se ha investigado bastante en el ámbito de las Ciencias Sociales1. Algunos autores han llegado a plantear que es una institución permanente y estable de nuestros ordenamientos políticos2.
Desde el enfoque más aséptico de la academia burguesa, se afirma que se trata de una alianza diádica vertical entre dos personas de status, poder y recursos desiguales, en la que cada una de ellas juzga útil contar con un aliado superior o inferior a ella misma3. Es más consensual reconocer la carga de negatividad que porta, y entenderlo como problemática política y administrativa, problema persistente4, y también como disfunción de la democracia5, que lastra y entorpece el hacer gubernamental. La consideración del factor ético moral es el gran ausente en las definiciones prevalecientes en la academia y en el debate político sobre el tema. El estudio de la dimensión ética axiológica del tema no parece interesar.
La relación clientelar se fortalecerse en la medida que el jefe-patrón reparta protección y beneficios, y satisfaga las expectativas y demandas de sus clientes. También mediante la amenaza latente de utilizar la misma capacidad de pacto-beneficio, para aislar y perjudicar a quienes no colaboren con el sistema. Pero el clientelismo es mucho más que un intercambio instrumental de poder y servicios.
Los factores subjetivos hacen referencia al conjunto de creencias, presunciones, estilos, habilidades, repertorios y hábitos que acompañan a los intercambios y consolidan la relación entre los actores6. Se trata de un relacionamiento que establece lazos simbólicos que legitiman políticamente a los jefes-patrones y presentan un horizonte de “estrategias de supervivencia” para los clientes7. Donde el clientelismo se constituye en cultura política y como tal “tiene lenguaje, ritos, valores y comportamientos concretos y reiterados”8.
En el clientelismo el jefe-patrón concita los dos factores de dominación que tan sabiamente conceptualizó Antonio Gramsci (1891-1937): poder para hacer valer sus intereses con instrumentos de fuerza, y poder con instrumentos de coerción psicológica y beneficios que logran el consenso, y la “lealtad” de los clientes.
Origen y curso
Surgió el clientelismo para la cultura occidental en la antigua Roma. La clientela era el grupo de personas que tenía una relación de dependencia económica y política, acompañada de protección jurídica, a cambio de la defensa armada y política que les brindaba el patricio. Se trataba de una fórmula muy extendida en aquella época y que articulaba las relaciones sociales de poder de los patricios hacia otros grupos o sectores sociales y familiares.
En sistema clientelar de la sociedad esclavista romana, derivó en la relación servil de la época feudal. Con las revoluciones burguesas y el ascenso del liberalismo en los siglos XVIII y XIX, se proclamó “el fin” de las relaciones clientelares, ya que los ciudadanos, los políticos y funcionarios públicos, debían ser leales a las instituciones y al derecho constitucional. Sin embargo, el clientelismo sobrevivió en las relaciones del mundo burgués, reforzando en las nuevas circunstancias su condición de estrategia de dominación-sobrevivencia entre patronos y clientes.
Existe una literatura “amable” sobre el tema que afirma que, en la modernidad, el clientelismo se desarrolla a partir de la incapacidad del Estado -del régimen explotador capitalista diríamos- para garantizar el bienestar de todos los ciudadanos. En este sentido, se argumenta que las redes clientelares nacen como una forma alternativa de vinculación entre los ciudadanos y el Estado producto del fracaso de este último en garantizar la igualdad y universalidad en el acceso a políticas de bienestar9. En la cultura política de las élites gobernantes en la Europa mediterránea y otros países, en tiempos aún no muy lejanos se aceptaba como legítima la relación clientelar.
Predomina la visión crítica que considera que cuando los Estados se manifestaron incapaces de imponerse y marcar presencia en todo el territorio nacional, los espacios que quedan vacíos fueron ocupados por caudillos locales los cuales se organizaron con una lógica puramente clientelar, para buscan mantener sus espacios de poder10. En América Latina -en Cuba-, el clientelismo acompañó las relaciones políticas desde la época colonial, y se hizo institución en las repúblicas11. El vínculo del clientelismo con la corrupción se estableció con fuerza desde entonces.
El clientelismo alimentó las maquinarias partidistas para la obtención de votos. La ampliación y diversificación de los servicios e instituciones estatales y gubernamentales, y la gerencia de empresas de propiedad pública, facilitaron la expansión de las prácticas a todo el sistema público.
Un mito introducido en academia burguesa, es considerar la relación que se establece, como un tipo de contrato “voluntario” entre las partes. La historia demuestra que nunca esta relación clientelar, se ha establecido entre sujetos libres de decidir. Se trata de un sistema de relaciones que desde su origen está basado en la dominación, la desigualdad y la dependencia personal.
Los estudios realizados confirman que la desigualdad social y económica es una condición necesaria para el desarrollo del clientelismo12. Siempre ha sido un fenómeno afín a las relaciones de poder, que parte del interés de quien detenta ese poder, que es la que está en condiciones de construir y sustentar el sistema de protección y relaciones clientelares. La historia también manifiesta que el clientelismo es persistente en la cultura política y en las relaciones de dirección.
El capitalismo es el reino de las enajenaciones, entre otras, por incertidumbres. Para la inmensa mayoría de las personas resultan inexplicables las fragilidades que le circundan, desde el “misterio” de las crisis económicas y el cambio climático, hasta las inseguridades de la vida cotidiana. Las religiones constituyen una opción de acompañamiento, sustentan anhelos, angustias existenciales y promueven esperanzas. El clientelismo oferta “en la tierra” para el hoy, protección y garantías de beneficios. Y estas ofertas encuentran partidarios. En este criterio estudiosos como J. Adelantado y E. Scherer, confirman que los niveles de desigualdad tienden a destruir la noción misma de ciudadanía, y que la pobreza transforma a buena parte de la población en candidata a las prácticas clientelares y de cooptación13.
Corrupción y clientelismo
Durante mucho tiempo, los estudios sobre el clientelismo consideraron a la corrupción como un componente más del intercambio clientelar, resaltando la continuidad esencial entre uno y otro fenómeno; incluso era común que se emplearan “indistintamente los términos clientelismo y corrupción”14. Hoy es más aceptado el considerar que se trata de fenómenos distintos, pero con frecuente interconexión15.
Realmente las diferencias que se pueden listar no son significativas. Lo más tácito está en que en la corrupción existe plena conciencia de la inmoralidad de la conducta que se asume, y de serlo, de la ilegalidad de la acción que se realiza. Y en el clientelismo, los mecanismos manipulación y coerción psicológica que se despliegan para compulsan la acción clientelar, hacen que no todos los que participan, en particular los clientes, tengan necesariamente conciencia de estar realizando algo éticamente reprobable16. Por demás desde su origen hasta la actualidad, el clientelismo tiene en la oferta de protección para sus clientes un incentivo de regularidad.
En tanto partimos de que la corrupción es un problema macro social sistémico del régimen capitalista, este asume en su esencialidad la problemática clientelar. En el clientelismo se manifiestan los principales atributos conceptuales de la corrupción: La desestructuración de la moralidad y del buen hacer y vivir, en función de intereses espurios, con el objetivo de alcanzar protección, beneficio y lucro por medios inescrupulosos, que no pocas veces desconocen y/o violan normas legalmente establecidas y son potencialmente delictuosos.
En tanto partimos de que la corrupción es un problema macro social sistémico del régimen capitalista, este asume en su esencialidad la problemática clientelar. En el clientelismo se manifiestan los principales atributos conceptuales de la corrupción: La desestructuración de la moralidad y del buen hacer y vivir, en función de intereses espurios, con el objetivo de alcanzar protección, beneficio y lucro por medios inescrupulosos, que no pocas veces desconocen y/o violan normas legalmente establecidas y son potencialmente delictuosos.
Ya mencioné que para consultora mexicana Beatriz Navarro el clientelismo resulta ser una pieza clave en la lucha contra la corrupción. En publicación del del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) esta especialista afirma que el clientelismo está fuertemente relacionado con la corrupción, ya que puede llegar a crear un pacto tácito de complicidades en el poder ejecutivo, legislativo y judicial17.. Sus apreciaciones partieron de un estudio del BID en el 2015, que reveló que 10 de los 18 países latinoamericanos que lo integran tienen burocracias clásicamente clientelares El título de este estudio es de por sí un epitafio: “Clientelismo: veneno para las políticas públicas”18
Desde nuestra perspectiva el clientelismo se constituye como problemática ideológica, ética y socio política particularista y sistémica, afín al entorno problemático de la corrupción, que afecta los sistemas públicos de dirección política y administrativa contemporáneos, con el establecimiento en paralelo, en detrimento -o sustitución- de los sistemas oficialmente constituidos, de un intercambio desigual de favores, bienes, servicios, y otras satisfactores subjetivos, entre un jefe-patrón y los dirigidos o subordinados, que son convertidos en clientes. El clientelismo profundiza las relaciones de dominación, deshonestas y manipulativas que caracterizan al capitalismo.
El clientelismo domina, explota y corrompe y funciona siempre con consenso de sus clientes, que no dejan de ser nunca trabajadores y empleados enajenados en lo económico y en lo espiritual, oprimidos y explotados. Y en el consenso compartido con elementos de las clases trabajadoras y populares descansa su significativa sobrevivencia, y su más alta peligrosidad como corruptor ético, social y político. Por ello afirmamos que se constituye en sustrato y camino expedito para la corrupción.
¿Clientelismo?
Cuando le pregunté a mis estudiantes de postgrado por el término clientelismo no lo conocían, continué indagando y si sabían y rechazaban varias de las manifestaciones que caracterizan esta tipología de dirección política y administrativa. No pocos compartieron testimonios personales o cercanos en los que lo clientelar se manifestaba con nitidez.
El no saber de partida de mis jóvenes estudiantes y colegas de profesión, se explica al menos por tres razones: Una, partimos de rechazar todo lo realmente indeseable, feroz y negativo que ocurre en el mundo capitalista, lo pretérito de la Cuba neocolonial, y también lo que nos rodea en el mundo hegemonizado por el capital en el que vivimos. Entonces no estudiamos, ni mencionamos uno u otro fenómeno deleznable o excrecencia, ni nos percatamos que eso feo no murió, menos que se nos reproduce hoy entre nosotros, y si nos reflota a la vista, hasta lo rebautizamos con otro nombre.
Dos: La categoría contradicción la estudiamos en los cursos de filosofía, pero luego desaparece en buen parte de nuestro quehacer profesional. La enseñanza desde lo contradictorio del régimen opresor, sus fuerzas y sus sujetos, no es una fortaleza en varias de nuestras disciplinas y en casi todas las carreras sociales. Como maestro de Historia he estado en batalla constante para hacer y enseñar una historia que tenga contrarios. Y las disciplinas de la dirección social no se han escapado de esta situación.
Tenemos -y lo digo con seguridad y aprecio- excelentes profesores y cursos universitarios sobre las ciencias de la dirección social. Se estudian estas ciencias en varias carreras de pregrado, y en el postgrado. Están además los sistemas de formación y capacitación de las escuelas ramales del Estado y el Partido. Pero hasta dónde he indagado, en estos cursos no se estudia con regularidad el mundo real y feo de las deformaciones en y del capitalismo. Y no conozco que el estudio del clientelismo sea materia de frecuente atención.
Tres: Manteniendo la mirada en el campo académico, y en relación al no abordaje de la temática clientelar en nuestro país, diremos que, no han aparecido estudios que busquen en nuestro socialismo, emparentar relaciones de dominación susceptibles de ser encuadradas en el tipo “patrón-cliente”. La literatura que en algún momento se ha referido al tema, lo coloca en el mundo político burgués, solo en su manifestación electoral antes del triunfo de la Revolución o fuera del país, Suma que, como sucede en la academia internacional, el estudio de la dimensión ética axiológica del tema, ha estado ausente.
Si el clientelismo fue una de las lacras de los corruptos gobiernos de la Cuba neocolonial, que olvidamos mencionar y estudiar, si actuamos como si tal fenómeno no hubiera existido, y nos manejamos en la contemporaneidad hegemonizada por el capital, como si estuviésemos fuera de toda posibilidad de “contaminación”: Claro que mis jóvenes estudiantes y colegas, que la mayoría no sobrepasa los 25 años, no podían conocer el término.
¿Cuántos cubanas y cubanos más, patriotas, cultos inteligentes, dirigentes y dirigidos de menos y más de 25 años, no conocen, no saben identificar, ni manejarse frente al clientelismo? ¿Sin conocimiento, cómo estar seguros de que este problema-flagelo no nos afecta?
Las presentes Notas de clase, que compartí con mis estudiantes y colegas en el curso de educación política que imparto en mi Universidad19, tienen el propósito de contribuir al saber militante, al saber para hacer y defender la Revolución.
Notas:
1 Tulia Falleti, y otros (Comps.): Clientes y Clientelismo en América Latina. Udishal. Buenos Aires, 1997; V. Dockendorff y otros: Populismo en América Latina: Una revisión de la literatura y la agenda, Revista de Ciencias Sociales, No. 24, 2010, pp. 27-58 Universidad Arturo Prat Tarapacá, Chile. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/708/70817738002.pdf
2 Emilio Moya Díaz y Daniel Paillama: Clientelismo y corrupción en contextos de baja estatalidad, una relación mutualista, Revista de Sociologia e Política, Universidade Federal do Paraná vol. 25, núm. 64, pp. 73-98, 2017. Disponible en: https://revistas.ufpr.br/rsp/article/view/57136
3 J. Leca e Y. Schemeil: «Clientelisme et neopatrimonialisme dans le monde arabe”, International Political Science Revue num.4, 1983.
4 Pedro Rivas: En los márgenes del Derecho y el Poder. Crisis de la representación, clientelismo, populismo, Tirant Humanidades, Valencia, 2019. Disponible en: https://journals.openedition. org/revestudsoc/51859
5 José Cazorla Pérez: “El clientelismo de partido en la España de hoy: una Disfunción de la democracia”, en Antonio Robles Egea (Comp.): Política en penumbra. Patronazgo y clientelismo políticos en la España contemporánea. Ed. Siglo XXI. España, 1996. Disponible en: https://www.cepc.gob.es/sites/default/files/2021-12/16919repne087043.pdf
6 Javier Auyero: Clientelismo político en Argentina: doble vida y negación colectiva. Perfiles Latinoamericanos, No. 20, 2002, pp.33–52; P. Torres: De políticos, punteros y clientes. Reflexiones sobre el clientelismo político. Buenos Aires: Espacio Editorial, 2007. Disponible en: http://politicayplanificacionsocial.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/sites/190/2012/04/Auyero-J-2002.pdf
7 Julio Leonidas Aguirre: Redes clientelares. una perspectiva teórica desde el Análisis de Redes Sociales. Documentos de Trabajo CIEPP, 83, 2012. Disponible en: https://www.ciepp.ar/images/ ciepp/docstrabajo/doc2083.pdf
8Hernán Ibarra: Clientelismo, corrupción y criminalidad organizada. Íconos, 15, 2003, p 156 Disponible en: https://repositorio.flacsoandes.edu.ec
9 Julio Leonidas Aguirre: Vínculos entre políticos y ciudadanos en América Latina: la persistencia del clientelismo político más allá del giro a la izquierda. Iberoamericana, 13(50), 2013, pp.163–167. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/26569
10 Pablo José Torres: De políticos, punteros y clientes. Reflexiones sobre el clientelismo político. Buenos Aires: Espacio Editorial. Torres, P., 2007. De políticos, punteros y clientes. Reflexiones sobre el clientelismo político. Buenos Aires: Espacio Editorial, p.31.
11 Lariza Pizano: Caudillismo y clientelismo: expresiones de una misma lógica, Revista de Estudios Sociales, Universidad de Los Andes Bogotá, Colombia No. 9, junio, 2001, pp. 75-83. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/815/81500909.pdf.
12 Ruth Sautu, y otros: Clientelismo político y reproducción de la pobreza en una comunidad indígena del norte argentino. In CLACSO, ed. Procesos de Urbanización de la pobreza y nuevas formas de exclusión social: Los retos de las políticas sociales de las ciudades latinoamericanas del siglo XXI. Bogotá: Siglo del Hombre, 2008. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/clacso-crop/20120628104308/16sautu2.pdf
13 José Adelantado y Elenise Scherer: Desigualdad, democracia y políticas sociales focalizadas en América Latina. Estado, Gobierno, Gestión Pública, No. 11, 2008, p.117–134. Disponible en: https://revistaeggp.uchile.cl/index.php/REGP/article/view/14143
14 Ramón Máiz: Jama, caleta y camello: la corrupción como mecanismo de autorrefuerzo del clientelismo político. Revista Mexicana de Sociologia, 65 (1), 2003, p.4. Disponible en: http://revistamexicanadesociologia.unam.mx/index.php/rms/article/view/5941/5462.
15P. Torres: De políticos, punteros y clientes. Reflexiones sobre el clientelismo político. Buenos Aires: Espacio Editorial, 2007, p 16
16 S. Corzo, S., 2002. El Clientelismo político como intercambio. Working Papers, 206. Institut de Ciències Polítiques i Socials. 2002, p 14.
17 Beatriz Navarro: ¿Por qué el clientelismo favorece la corrupción?, Ideas que cuentan, Blog del BID, 8-12-2015. Disponible en: https://blogs.iadb.org/ideas-que-cuentan/es/el-arte-contra-la-corrupcion/
18 Banco Interamericano de Desarrollo: Clientelismo: veneno para las políticas públicas, Departamento de Investigación BID, Volumen 33 enero – Abril, 2014.
19 Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona en La Habana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.