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Notas sobre corrupción: Dónde crece y cómo se manifiesta

Fuentes: Rebelión

En la última sesión del Consejo de Ministros el pasado año (28 de diciembre), el máximo órgano del Gobierno cubano, se pronunció por “un enfrentamiento efectivo al delito, a la corrupción y a las ilegalidades”.

Cúmplase en esta declaración la prioridad política que el V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (9-10 de diciembre) ha reiterado para con lucha contra la corrupción como prioridad decisiva. Certeza de la dirección gubernamental, porque el combate a reforzar tiene que tener necesariamente una naturaleza sistémica. Las Notas que comparto pretenden contribuir desde el conocimiento existente, su producción y construcción colectiva, con esta batalla impostergable del socialismo cubano.

Entender la corrupción en concepto, historia y actualidad (https://rebelion.org/notas-sobre-corrupcion-concepto-historia-y-actualidad/), como problemática social compleja, nos abre la perspectiva para buscar con mayor precisión las circunstancias particulares en las que existe y crece. Sobre todo, interesa conocer la peligrosidad de sus manifestaciones.

Hay compañeros que opinaron que el primer trabajo publicado por Rebelión era “muy conceptual”. Y les va razón. Acredito que en nuestra cultura política hay que incorporar más el debate sobre y desde “lo teórico”, como herramienta para la práctica en el movimiento revolucionario, tal como le solicitaba hacer Vladimir Ilich Lenin a los bolcheviques a principios del siglo XX. Si una dificultad está en que, por falta de saberes, técnicas y práctica, el intento de cumplir la tarea que refiero, en un material propiamente publicístico, sobre todo en lo que a síntesis se precisa, no siempre se alcanza. Me disculpo por ello.

¿Dónde crece la corrupción?

Las causas sistémicas de la corrupción se mantienen en silencio, y no hay ingenuidad en ello. Pero “lo sistémico” hay que aterrizarlo a lo concreto-social, en la cotidianidad del entramado social. Existen amplios debates en torno a las afirmaciones sobre las causas y consecuencias de la corrupción, ya que mientras algunos autores creen tener suficiente evidencia de causalidad, para otros está aún por demostrarse si las variables en cuestión son una consecuencia o una causa de la corrupción, o incluso un fenómeno paralelo.[1] Coincido en que la corrupción crece cuando hay motivación, oportunidad, aprendizaje y descontrol social. Con estos cuatro factores disparadores, coincide la mayoría de bibliografía jurídica y criminológica que trata sobre la etiología de esta problemática social.

El testeo de los factores endógenos que favorecen la corrupción, realizado por un equipo de investigadores chilenos,[2] apunta a cuatro: 1) la inexistencia o deficiencia de la ética personal y/o colectiva, administrativa, empresarial y/o política en los sujetos de la corrupción; 2) la ambición por enriquecerse, conservar posiciones de lucro y liderazgo, acumular prestigio, y trascender socialmente. 3) También el interés en mantener privilegios: intentar conservar un trato o lugar preferente, acelerar procesos o procedimientos, 4) la posibilidad de perder un negocio, una licitación o contrato.  Diane Vaughan enfatiza que la maximización del beneficio o afán de lucro es el factor motivador clave en la conducta corrupta.[3]

En el orden de los factores exógenos -propiciatorios-, los investigadores chilenos consideraron dos: 1) La falta de consistencia -educación y actuación- moral y cívica en el entorno organizacional donde ocurre el hecho, y 2) la existencia de un marco normativo laxo: de permisibilidades, de falta de exigencia individual y colectiva, deficientes controles internos y colusiones entre miembros de la organización. Los factores endógenos son considerados como criminógenos de la corrupción, por sobre los exógenos.

Naturaleza pluriofensiva

Es importante destacar que la relevancia más peligrosa de la corrupción reside en su naturaleza pluriofensiva.[4] La corrupción no solo se manifiesta en la zona de obtención del beneficio y lucro que persigue, sino que también posee un profundo impacto a nivel de los subsistemas sociales que le son inmediatos, en los ámbitos económicos, sociales, políticos, ideológicos, morales y psicológicos. Esa naturaleza agresiva contamina a los ambientes y a alas personas, penetra los tejidos sociales y sus sistemas de relaciones, e impacta en la psicología social, la vida, la cultura y moralidad cotidianas.

En la tradición de las organizaciones criminales históricas, los clanes italianos de la Camorra, la Cosa Nostra o la mafia estadounidense, al comportamiento corrupto corresponde una mística que sobrevalora el bienestar y lucro por alcanzar, de manera que “el fin justifique los medios”. Funciona lo que se conoce como técnica de neutralización[5], a través de la cual, el egoísmo y el hacer repudiable, no lo son, y más, se convierten en justificativa moral que desconoce el principio de culpa ante la transgresión consciente del buen hacer y vivir.

La corrupción a nivel grupal crea una especie de “entumecimiento moral”, en el cual las actividades no éticas o ilegales parecen ser una parte normal de la vida y la rutina diaria. Generalmente no hay una negación o inversión de valores, sino del reconocimiento tácito de que sus intereses tienen prioridad sobre los valores socialmente constituidos.

Los criminólogos enfatizan el efecto condicionador de este tipo de organizaciones en el comportamiento de los individuos que reclutan y cooptan, que se convierten en delincuentes a través de las presiones de la “normalización” de lo inmoral, ilegal y corrupto. En la línea del aprendizaje, conforme a la teoría de la asociación diferencial de Edwin Sutherland[6], hoy confirmada en su esencia por los estudios contemporáneos, el comportamiento criminal se aprende como cualquier otro comportamiento. Se aprenden tanto las técnicas, como las motivaciones favorables para ese comportamiento patógeno.

Los procesos de socialización degradante que califican la corrupción, profundizan la enajenación de los sujetos implicados. El vaciamiento de la conciencia ética acarrea el deterioro de la conciencia moral y la cosificación mecanicista del sujeto, y lo conducen a la anomia social, a la pérdida de las solidaridades colectivas, y al más feroz individualismo. En este estado psíquico-socio moral de aislamiento y hostilidad, se reafirma la pertenencia y lealtad a la organización o grupo con el que se comparte la conducta socialmente reprobable[7].

La beligerancia de la corrupción contra lo moral, bueno y noble que potencia a los seres humanos y a la humanidad en su conjunto, se abalanza contra todas las filosofías e ideologías humanistas. En los que nos compete a los cubanos y cubanas, se trata de un ataque contrarrevolucionario, contra la hegemonía ideológico-cultural socialista.

¿Cómo se manifiesta la corrupción?

La corrupción se manifiesta a través de prácticas sociales que son difíciles de evaluar, cuantificar y describir. Entre las complejidades de la corrupción está que la mayoría de sus manifestaciones tienen un núcleo duro y una zona de penumbra. Nadie dudará que ofrecerle dinero a un funcionario público para adelantar la realización de un trámite, es un acto de corrupción. Pero hay una zona de penumbra: si se ofrecen elogios o se enaltece el ego del funcionario público, si se establece una promesa de deuda de gratitud y colaboración futura, para con ello obtener una rápida atención: ¿será corrupción?

La clandestinidad de las actuaciones y la simulación -y en esta la llamada también doble moral-, constituyen las dos estrategias básicas que utilizan los sujetos corruptos para ocultar sus procederes. Se podrá profundizar y clarificar un mayor número de casos, ampliar la zona dura de conocimiento y significado, pero siempre quedarán espacios de penumbra[8]. Y tal penumbra se utiliza y funciona como espacio de protección para el hacer de los corruptos.

Lo definitorio está en que la corrupción siempre va acompañada de la violación de principios y normas éticas y se realiza en la paralegalidad, la ilegalidad y el delito. Siempre se manifiesta como deslealtad y engaño. El mejor amigo de la corrupción, una vez cometida, es la impunidad de los corruptos. Sus más consecuente enemigos lo son la transparencia y el control social.

La corrupción como patología social, se caracteriza por articular conductas reprochables, acciones violatorias del Estado de Derecho y delitos. Entre estos están:

  • Conducta inmoral: Violación de principios éticos, actos de deshonestidad, mentira, deslealtad y simulación.
  • Violación de prácticas contra la ética administrativa, empresarial y política.
  • Violación de los reglamentos, códigos y normas éticas, administrativas y financieras.
  • Conspiración para corromper, comprometer y delinquir
  • Robo
  • Malversación.
  • Sobornos y cohecho
  • Extorsiones.
  • Fraudes.
  • Enriquecimiento ilícito.
  • Tráfico y manipulación de influencias.
  • Cooptación.
  • Nepotismo.
  • Abuso de poder.
  • Abuso de funciones: 
  • Acoso administrativo, laboral y político, en particular contra los militantes anticorrupción.
  • Atentados contra la integridad física, secuestro y asesinato.
  • Obstrucción de la justicia.
  • Impunidad.

¿Cómo se clasifica la corrupción?

Existen en la literatura académica y política internacional varias clasificaciones sobre las tipologías de la corrupción. Una de las más consensuales clasificaciones lo hace definiendo el sector de realización, ya sea administrativo, empresarial o político.

Se afirma la corrupción administrativa, cuando el comisor tienen su fuente principal de poder y sus mecanismos y canales de realización en instituciones administrativas del sector público: agencias, institutos, escuelas y universidades. Dentro de los factores de dirección y la burocracia administrativa surge esta tipología de la corrupción, entre directivos y funcionarios con responsabilidades decisoria sobre contratación, evaluación laboral, salarios, estímulos y premios materiales y morales; activos financieros, bienes y aseguramientos técnico-materiales. Los directivos y burócratas corruptos trabajan para garantizar la impunidad de sus actos, a través del fomento del clientelismo, y la opacidad y falta de transparencia sobre su gestión.

Recibir sobornos y cometer los delitos de cohecho y abuso de poder, resulta lo más recurrente en la corrupción administrativa. Además de manifestarse en las conductas, acciones y los delitos ya listados, la corrupción administrativa se revela en operaciones y acciones particulares que expresan:

  • Violación del objeto social y legal de la entidad administrativa.
  • Extralimitación de funciones administrativas.
  • Actos en perjuicio de la actividad económica y de la contratación.
  • Premios y favoritismos.
  • Exenciones y permisibilidades.
  • Pagos sin resultados proporcionales al trabajo realizado.
  • Violación de contratos laborales.
  • Fraude informativo.
  • Adulteración de nóminas.
  • Falseamiento de los estados contables
  • Prevaricación.
  • Desfalco.

La corrupción empresarial es la que se realiza por y en el contexto de las empresas del sector público, mixto y privado, sus gerencias y funcionarios. Esta corrupción se enmarca dentro de los delitos llamados de cuello blanco. Se le nombra crimen corporativo, cuando la realizan las grandes empresas transnacionales. Se trata en este caso de operaciones delictivas de gran calado “perpetradas por organizaciones o individuos que actúan en nombre de organizaciones”[9].

El pago de sobornos y la incitación y beneficio por el delito de cohecho están entre las manifestaciones criminológicas más significativas de esta tipología de corrupción. La corrupción empresarial se manifiesta además en la articulación de conductas y acciones reprobables y criminógenas que le son propias:

  • Violación del objeto social y legal de la entidad empresarial
  • Evasión fiscal.
  • Falseamiento de los estados contables.
  • Adulteraciones de precio
  • Violación a las normas de patentes, marcas comerciales y derechos de autor.
  • Desvío de recursos: 
  • Publicidad engañosa o preventa engañosa.
  • Mal uso de los fondos en quiebras y bancarrotas
  • Uso ilegítimo de información privilegiada.
  • Utilización fraudulenta de patrocinios.
  • Espionaje industrial y comercial
  • Colusión.
  • Desfalco.

Nos referimos a corrupción política -también asumida en la literatura académica y en la prensa como corrupción pública-, cuando las fuentes, mecanismos y canales de realización se despliegan desde la denominada sociedad política y la burocracia que lee es afín: Jefes, directivos y funcionarios de Estado y gobierno, legisladores, presidentes de gobiernos territoriales, alcaldes y concejales; directivos y funcionarios de los partidos, las organizaciones políticas, lobistas, grupos de presión y otros sujetos de constitución y asociación eminentemente política

La corrupción política tiene como eje principal una distorsión en los procesos de toma de decisiones, donde el decisor en interés de su beneficio y lucro o de terceros, crea oportunidades para unos, y barreras y costos para otros. Los comisores de corrupción política anulan la democratización, reducen las libertades y derechos cívicos, y violan la legalidad, y evaden los controles y contrapesos políticos y judiciales[10]. La corrupción política también articula las operaciones y acciones indecorosas, ilegales y criminales ya referidas, y suma otras que le son características, entre estas:

  • Violación del objeto social y legal de la política: De la Constitución, las leyes y disposiciones que la cumplimentan, de los estatutos y normas de los partidos y organizaciones políticas.
  • Mentira política.
  • Conspiración política.
  • Extorsión política.
  • Difamación política.
  • Fraccionalismo.
  • Caciquismo.
  • Compadrazgo.
  • Despotismo.
  • Cobro de protección política.
  • Pagos por imagen, propaganda y publicidad engañosa.
  • Fraude y manipulación electoral.
  • Lobbies y concertaciones.
  • Dilapidación de recursos materiales y financieros.
  • Apropiación de bienes y recursos financieros.
  • Disfrute de bienes y recursos de dudosa procedencia.
  • Judicialización de la política.

Lo importante y lo fundamental

Las manifestaciones que mencionamos y la clasificación que utilizamos y otras que puedan emplearse, se circunscriben a los fines de estudio y análisis, pues con mucha frecuencia la corrupción administrativa, se articula con la empresarial y la política y viceversa. Súmase que no son estas las únicas manifestaciones ni clasificaciones de corrupción que existen. Lo importante es estudiar y aprender activamente, para el hacer. Nos moviliza a los revolucionarios cubanos una etica –ciudadana, y una cultura político-jurídica en torno al proyecto de sociedad alternativa al capitalismo que construimos.

La corrupción como patología social, esta inserta en la dinámica de un problema social complejo, que más allá de identificación y caracterización, precisa de reorganización, readaptación y eliminación. Tengamos presente que José Martí nos precisó que no podemos eludir las miserias humanas, sino que debemos considerarlas: “quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas”[11]. Y en esta dimensión el estudio y aprendizaje que promovemos pretende aportar a lo fundamental.

Lo fundamental está en que el saber militante, nos permita impactar a nivel micro, meso y macrosocial. Que el conocimiento de las manifestaciones y tipicidades de este complejo fenómeno, nos alerte y organice mejor, en la labor de identificación y diagnóstico, profilaxis, enfrentamiento y pedagogía social. Para encaminarnos hacia una formación -formación para los dirigentes y los dirigidos- que blinde en valores, y a la vez sea capaz producir medidas concretas, viables, posibles y realizables -no consignas ni declaraciones del deber ser-, para contener, disminuir y prevenir.

Notas:

[1] Ana María Arjona Trujillo: La corrupción política: una revisión de la literatura. Departamento de Economía Universidad Carlos III de Madrid, Documento de Trabajo 02-14 Serie de Economía 04 Julio 2002, p 21. Disponible en: https://e-archivo.uc3m.es/handle/10016/38

[2] Sebastián Salinero Echeverría y otros: La corrupción en el mundo de los negocios. Una aproximación criminológica teórica y empírica para el caso chileno, Ius et Praxis vol.25 no.3 Talca dic. 2019. Disponible en: https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-00122019000300333&script=sci_arttext

[3] Diane Vaughan: “Toward Understanding Unlawful Organizational Behavior. Michigan”, en: Law Review (Nº 80), 1982, pp.1377-1402

[4] Raúl Carnevali y Osvaldo Artaza: “La naturaleza pluriofensiva y transnacional del fenómeno de la corrupción. Desafíos para el Derecho Penal”, en: Revista Ius et Praxis, No. 22), 2017, pp. 53-90. pp. 54-65.

[5] Gresham, Sykes, y David Matza: “Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia”. Cuaderno CRH 52, 2008, pp 163-171.

[6] Edwin Sutherland: Principles of Criminology, University of Chicago Press, Chicago, 1924

[7] Todd Haugh, (2016): “The criminalization of compliance”. En: Notre Dame Law Review (Vol. 91), 2016, pp. 1255 y ss.

[8] Andrés Botero Bernal: La corrupción: tensión entre lo político y lo jurídico, Opinión jurídica. Facultad de Derecho de la Universidad de Medellín Vol. 3, No. 6 p 41. Disponible en: https://revistas.udem.edu.co/index.php/opinion/issue/view/118

[9] John Braithwaite: “Criminological Theory and Organizational Crime”, en: Justice Quarterly, Nº 6, 1989, p. 334; S. Simpson, y otros: (2013): “An empirical assessment of corporate environmental crime-control strategies”, en: The Journal of Criminal Law and Criminology (Vol. 103, Nº 1), 2013 p. 510.

[10] Antonio Argadoña: La corrupción y las empresas, IES Bussines School. Universidad de Navarra, 2007. Disponible:

[11] José Martí Pérez “Maestros ambulantes”, en Obras Completas, vol. 8 (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975), 291.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.