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Cristianismo, ateísmo y agnosticismo

Fuentes: Rebelión

Los escépticos me decepcionan. Desempeñan en el terreno de la filosofía el mismo papel que la clase media en las luchas sociales. Comparten de forma inconsecuente los postulados de los ateos fisicalistas. Después diré por qué. Los ateos fisicalistas definen a Dios como un ser imaginario, esto es, un ser inexistente. Y concluyen que quien […]

Los escépticos me decepcionan. Desempeñan en el terreno de la filosofía el mismo papel que la clase media en las luchas sociales. Comparten de forma inconsecuente los postulados de los ateos fisicalistas. Después diré por qué. Los ateos fisicalistas definen a Dios como un ser imaginario, esto es, un ser inexistente. Y concluyen que quien cree en Dios, esto es, en un ser imaginario, es una persona irracional. Pero los ateos fisicalistas parten de una premisa falsa, puesto que para los creyentes Dios sí existe. De todos modos la afirmación de que Dios es un ser imaginario es una representación excesivamente simplificada de la religiosidad, supone una ruptura epistemológica con sus fundamentos históricos, antropológicos y sociológicos. Supone hablar de manera intemporal de un fenómeno que está determinado históricamente.

El ateísmo fisicalista

Por ateísmo fisicalista entiendo aquel ateísmo que se ha generado en las filas de los científicos que consideran que la física es la ciencia primera y que representa el mejor modelo de ciencia. La física, no obstante, visto bajo el punto de vista del ser humano, es la ciencia más abstracta que exista, estudia las propiedades más abstractas de la materia, el hombre no está en el centro de sus investigaciones. Circunstancia diferente ocurre con las ciencias sociales: la sociología, la psicología, la antropología y la economía. En todas estas ciencias el hombre es el objeto central de estudio. Esta circunstancia hace que los ateos fisicalistas sólo se preocupen de la existencia de Dios y no dediquen ninguna atención a su ser. Lo único que saben decir de Dios es lo que puede permitirles la física: bajo el punto de vista científico, bajo el punto de vista de los hechos observables y verificables, Dios no existe. No aportan más. No ocurre lo mismo en el ateísmo filosófico. Dios, a juicio de Feuerbach, no es más que la esencia humana puesta fuera del hombre. Aquí, con la ayuda de Feuerbach, nos preocupamos por el ser y la esencia de Dios, no simplemente sobre su existencia. Si a eso sumamos que la religiosidad cumple un papel central en la eticidad de las personas, muy poco podemos esperar del ateísmo fisicalista, que lo único que combate es si es racional creer en Dios o no. Si nos apoyamos en al ateismo fisicalista, un ateísmo eminentemente abstracto y simple, tenemos de antemano perdida la batalla contra la religiosidad.

Dios en sí mismo y Dios para el hombre

Escuchemos un fragmento de la segunda tesis de Feuerbach en su obra titulada Principios de la Filosofía del futuro: «El protestantismo ya no se preocupa, como el catolicismo, de lo que Dios es en sí mismo, sino únicamente de lo que Él es para el hombre; de ahí que ya no tenga, como aquel, ninguna tendencia especulativa o contemplativa; el protestantismo ya no es teología -en lo esencial, no es más que cristología, es decir, antropología religiosa». Esto ocurría en el siglo XIX, pero el desarrollo de la religión cristiana a lo largo del siglo XX ha convertido, en este sentido, a la iglesia católica en una iglesia protestante. Nadie, y hoy día menos, está preocupado por Dios en sí mismo, sino por Jesucristo, esto es, por Dios hecho hombre. Se trata de un hombre, Jesucristo, tomado por Dios. Aquí es donde está la clave de la religiosidad cristiana en la actualidad. Y aquí es donde está la máxima exigencia que se les debe hacer a los cristianos: que imiten a Cristo, que sean tan revolucionarios como él lo fue, que luchen por la liberación de los pobres. El ateo que sólo tiene en sus manos los recursos de las ciencias naturales nada de esto lo ve. Se limita a examinar a la religión desde fuera y desde los postulados de la ciencia. No conoce ni le preocupa la diferencia entre Dios en sí mismo, que es un ser del entendimiento, y Jesucristo, que es objeto de los sentidos. Y como no conoce a la religión por dentro, poco se puede esperar de su lucha.

La determinación histórica y nacional de la religiosidad

Esta postura, la de centrarse en lo que es Dios para el hombre, es vieja, podemos encontrarla ya en Thomas Müntzer, un capellán alemán del siglo XVI. Escuchemos sus palabras de la mano de Engels, en su obra La guerra campesina en Alemania: «Contraponer la Biblia a la razón significa matar el espíritu con la letra muerta, ya que el Espíritu Santo del que habla la Biblia no es algo que existe fuera de nosotros; el Espíritu Santo es precisamente nuestra razón. La fe no es otra cosa que el despertar la razón en el hombre, por lo cual hasta los paganos podían tener fe. Mediante esta fe, mediante la razón despertada será el hombre divinizado y bienaventurado. Por eso el paraíso no está en el otro mundo, hay que buscarlo en esta vida, y la misión de los creyentes es instaurar este paraíso, o sea, el reino de Dios, aquí, en la Tierra». Aquí hay historia y hay dialéctica. Hay transición de los contrarios, no hay fija rigidez intemporal de la racionalidad y de la irracionalidad. Hay dialéctica cuando se dice que el Espíritu Santo es nuestra razón, la razón del pueblo campesino para liberarse de la opresión del poder eclesiástico; también hay dialéctica cuando dice que la fe es el despertar de la razón, justo, el despertar de los pobres para quitarse de encima el yugo de los opresores.

Hay que saber que del cómodo ateísmo del que hoy disfrutamos los ateos se lo debemos en parte a personajes de la altura histórica de Thomas Müntzer, y en parte a decenas de años de luchas sociales y de sangre derramada en los campos de batalla y en las cárceles. No en vano decía Engels que la filosofía religiosa de Tomas Müntzer se aproximaba al ateísmo, y su programa político se acercaba al comunismo. Müntzer no sólo dotó a sus concepciones religiosas de una profunda radicalidad, sino que encabezó gran parte de los movimientos de los campesinos alemanes contra el poder feudal. Porque la religiosidad tampoco puede separarse de la lucha de clases, ni por el lado de la opresión ni por el lado de la liberación. Creo que en la concepción de los ateos fisicalistas falta su componente histórica y su componente antropológica. De ahí su simpleza en la concepción de Dios y de la religiosidad. Hablamos aquí de razón histórica, de la razón de los campesinos y de los plebeyos para liberarse de la opresión feudal, no de la razón abstracta del físico y del matemático que piensa en una razón intemporal, carente de determinaciones históricas, nacionales y sociales.

Contenido y forma de los discursos religiosos

Como no indagan ni analizan la religiosidad atendiendo a sus determinaciones históricas y nacionales, los ateos fisicalistas son incapaces de diferenciar en los discursos religiosos el contenido de la forma. Es cierto que Müntzer habla del reino de Dios, pero ya da un paso hacia al materialismo cuando quiere hacer realidad el reino de Dios en la Tierra, pero da un paso mayor aún en esa línea de pensamiento cuando por Reino de Dios entiende «un régimen social sin diferencias de clase, sin propiedad privada y sin poder estatal aislado, opuesto a los miembros de la sociedad y ajeno a ellos». Esto es lo que hay que descubrir y estudiar en ciertos fenómenos religiosos: bajo una forma religiosa se muestra un contenido enteramente materialista y revolucionario.

La determinación histórica de la comunicación entre líderes y masas sociales

Quiero seguir insistiendo en la determinación histórica de la religión, ayudándome de Engels, quien dice a este propósito que Müntzer se dirigía a las masas en el único lenguaje comprensible para las masas: el de la profecía religiosa. Esta es una prueba, una evidencia, que tanto la religión con la razón, tanto el pensamiento como el lenguaje, no pueden superar los marcos históricos donde los personajes viven y hacen la historia. Esto es una prueba del grandísimo error en el que incurren aquellos que hablan de la razón como una facultad humana igual a sí misma para todos los tiempos, que puede darse o no darse, y todo dependiendo de la voluntad de cada cual. No por otra razón he sacado a colación los textos de Feuerbach, con el propósito de destacar el aspecto antropológico, los textos de Marx, con el propósito de destacar el aspecto sociológico, y los textos de Engels, con el propósito de destacar el aspecto histórico. Si Müntzer le hubiera hablado a las masas de aquel entonces desde el punto de vista filosófico abstracto o bajo el punto de vista de la física, nadie lo hubiera escuchado, no hubiera encendido el corazón de las masas y no hubiera alimentado sus conciencias en la idea de que otro mundo era posible.

Las determinaciones de la religiosidad como postulado y como objeto de estudio

No nos dejemos engañar por las trampas argumentativas de los ateos fisicalistas. No es lo mismo aceptar una determinación como postulado, la religiosidad tiene una componente sociológica, que hacer de esta componente el objeto de estudio. Puesto que cuando yo afirmo que no tienen en cuenta la componente sociológica, la componente histórica y la componente antropológica de la religión, los ateos fisicalistas con un ademán molesto me responden: «¿Quién le ha dicho a usted que nosotros negamos que la religiosidad tenga una componente sociológica, una componente histórica y una componente antropológica? Esos son inventos de su cabeza, dominada como está por los dogmatismos de la dialéctica hegeliana.» Esta es su respuesta. Una respuesta intelectualmente no honesta. Una trampa para incautos. Porque repito: una cosa es aceptar como postulado que la religión tiene una componente antropológica, una componente sociológica y otra componente psicológica, y esto no cuesta nada hacerlo, y otra muy distinta es hacer de esa determinación el objeto de estudio.

El agnosticismo

Hablemos, por último, del agnosticismo. El agnóstico dice: yo no sé si Dios existe o no existe. Duda por partida doble: por una parte, duda de que Dios exista, y por otra parte, duda de que Dios no exista. Los escépticos extremistas son amantes de la duda. Pero todas las dudas tienen muchas migas. Si duda de que Dios no exista, esto implica que admite la posibilidad de que Dios pueda existir. Admite entonces, por una parte, que Dios no es un ser imaginario, y por otra parte y en tanto comparte la concepción de los ateos fisicalistas, admite que pueden existir seres imaginarios. Todo un contrasentido. El escepticismo que hace de la duda no sólo el punto de partida sino también el punto de llegada, el escepticismo no metodológico sino el epistemológico y ontológico, sólo lleva a caminos sin salidas. De ahí que el escéptico pueda coquetear tanto con las creencias religiosas como con los postulados más extremos del ateísmo, tanto con el ateísmo fisicalista como con el ateismo filosófico. Su posición es saltar entre los extremos de la contradicción, afirmar tanto un lado como en otro y conciliarlos. Y ya lo dije al inicio de este trabajo: el escéptico desempeña en el terreno de la filosofía el mismo papel que la clase media en las luchas sociales.

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Francisco Umpiérrez Sánchez

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