» Se abre ante nosotros un amplio y luminoso camino de construcción socialista en la que al partido le toca la tarea de conducción. Esa conducción no será la de la orden mecánica y burocrática, la del control estrecho y sectario, la del mandar hacer, la del consejo que debe seguirse en cuanto a expresión […]
» Se abre ante nosotros un amplio y luminoso camino de construcción socialista en la que al partido le toca la tarea de conducción. Esa conducción no será la de la orden mecánica y burocrática, la del control estrecho y sectario, la del mandar hacer, la del consejo que debe seguirse en cuanto a expresión verbal y no por constituir un ejemplo vivo, la del privilegio de las ideas o de la historia pasada.
El partido del futuro estará íntimamente unido a las masas y absorberá de ellas las grandes ideas que después se plasmarán en directivas concretas; un partido que aplicará rígidamente su disciplina de acuerdo al centralismo democrático y, al mismo tiempo, donde existan, permanentes, la discusión, la crítica y la autocrítica abiertas, para mejorar el trabajo continuamente.»
Ernesto «Che» Guevara
Prólogo al libro El partido marxista-leninista, La Habana 1963.
Quienes suscribimos el presente texto hemos querido entregar a las bases del nuevo partido y a su dirección las razones por las cuales nos retiramos del proceso como un gesto de transparencia y respeto hacia la organización y a las personas con las que compartimos sueños, planes, ilusiones, proyectos e ideas. Hoy queremos aportar elementos que promuevan el debate abierto, respetuoso y argumentado en concordancia con lo que fue nuestra vida militante en la organización, considerando este ejercicio como un aporte más de nuestra parte al hoy partido FARC.
Empezaremos diciendo que la actual crisis del partido es producto de la falta de democracia a nivel interno, no se escucha a las bases del antiguo ejército, del anterior partido ni de quienes hicieron parte del movimiento bolivariano que llegan ahora a integrar el nuevo partido, y mucho menos se les da participación en la toma de decisiones. Cuestión de altísima gravedad, pues atenta contra el carácter popular, transformador y revolucionario al que podría aspirar la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Pero lo que reviste la mayor gravedad es que se han dado muestras, en repetidas ocasiones, de no estar interesados en corregir o cambiar estas prácticas.
Decimos que atenta contra el carácter popular en cuanto, la base, de acuerdo a la definición del MST, es «aquella parte de la clase explotada que decide y se dispone a dar sustento a un proceso de cambio externo e interno, propio y de la realidad en la cual actúa. Y que decide hacerlo a través de la organización y de las luchas colectivas y políticas», es decir, se está ignorando al pueblo hecho partido, a sus demandas, necesidades y a su proyecto de nueva sociedad. En consecuencia pierde su carácter popular, pues no es lo mismo el pueblo subordinado que el pueblo decidiendo, y a su vez pierde también su esencia transformadora y revolucionaria. Esto pone en duda la capacidad que tenga este proyecto de partido de establecer auténticos vínculos con la clase trabajadora, en cuanto no es capaz de construir con el pueblo organizado, difícilmente construirá con el «conjunto de trabajadores(as) que están siendo explotados, que se encuentran dispersos y sin organización que los vincule a una estrategia de superación de sus dificultades» conocido como masa, según el MST. En cuanto a la afirmación que realizamos respecto a que no hay la voluntad de querer corregir o cambiar estas prácticas, en especial por parte de las direcciones, debemos decir que quienes suscribimos el presente escrito hicimos llegar en repetidas ocasiones informes que daban cuenta de situaciones antidemocráticas en la construcción de la marcha patriótica y del partido (que prácticamente eran lo mismo).
Nos dirigimos a las diferentes instancias desde hace años, aun encontrándose las FARC inmersas en la espesura de la selva, llevando en muchas ocasiones estas impresiones personalmente. En ese entonces estábamos absolutamente convencidos que dichas prácticas eran responsabilidad de algunos personajes que estaban en Bogotá, aprovechando la distancia y la dificultad de las comunicaciones, características propias de la guerra. Pero con el establecimiento de la mesa de dialogo de la Habana y la posterior firma del acuerdo de paz, esa percepción que teníamos cambio, pues los hechos nos mostraron otra realidad.
Un primer indicador fue la facultad que se otorgó al secretariado para tomar decisiones de forma autónoma sin previa autorización de la base, lo cual fue un atropello al principio partidario denominado dirección colectiva que permitía «hacer frente a las duras tareas que el partido debe cumplir en la lucha por la liberación de la clase obrera, (…) en la cual cada uno de sus miembros aporta su visión y su preparación para resolver los problemas y tareas del momento. Solo una dirección colectiva de este tipo es capaz de evitar que se caiga en posiciones individualistas» en palabras de Marta Harnecker. La violación de este principio permitió que se diera un manejo engañoso al espinoso tema de las armas, en cuanto se aseguró a la militancia y al país a lo largo de los diálogos con el gobierno, que las FARC jamás entregarían las armas, por el contrario, lo que habría es una dejación de las armas respetando el criterio que establecía el camarada Manuel Marulanda en cuanto a que «Nosotros haremos un acuerdo en algún momento, pero nuestras armas tienen que ser la garantía de que aquí se va a cumplir lo acordado. En el momento en que desaparezcan las armas, el acuerdo se puede derrumbar. Ese es un tema estratégico que no vamos a discutir» (6 de septiembre de 1998).
La dejación de armas en esencia era dejar bajo el cuidado de un tercero el material bélico de la organización como garantía de cumplimiento, realizando la destrucción del mismo solo cuando se hubiese logrado la plena implementación de los acuerdos logrados por el proceso de paz. Pero sin explicación alguna se entregan las armas a la ONU para ser destruidas sin que la implementación de los acuerdos se hubiese dado a cabalidad, y más grave aún sin que los prisioneros de guerra y los presos políticos que se encuentran retenidos por el Estado hubiesen recobrado su libertad en su totalidad; cuestión que nos genera un profundo dolor con quienes que se encuentran secuestrados por el Estado, además nos preguntamos si existe en el mundo algún caso en el que un grupo rebelde hubiera negociado la paz sin que la totalidad de sus integrantes y simpatizantes hubiesen sido liberados.
Para colmo de males, no conformes con ceder los únicos elementos que conferían peso en la negociación, tales como la ubicación del ejército revolucionario en el territorio nacional, revelando la misma al enemigo al ordenar la movilización y concentración de la tropa en áreas conocidas y la entrega de las armas y el dinero de la organización, también entregan las banderas de la asamblea nacional constituyente, entregando a las elites la decisión sobre el mecanismo de refrendación del acuerdo, entregando la iniciativa política al enemigo, que no desaprovechó la oportunidad y que a través de la promoción del No en el plebiscito, de forma abierta en el caso del uribismo y de forma velada en el caso de Santos, y su posterior victoria, modificó en un par de meses lo que no había podido concretar tras años de negociación en la Habana. Todo lo anterior nuevamente sin discusiones amplias, sin consultar a las bases, configurándose un grupo de privilegiados con el derecho a pensar y a decidir por el resto del movimiento; de allí la frase que ronda al partido desde hace un tiempo: «las decisiones se toman desde arriba». Aunque el resto del movimiento si debe sufrir las consecuencias de decisiones en las que no ha participado.
Estos eventos comienzan a indicarnos que las dificultades en cuanto a la construcción democrática del partido emanan de las comandancias, especialmente de las comandancias que conforman los organismos de dirección.
Posteriormente, al inicio del año en curso, somos convocados los militantes del partido a la Zona Veredal de Icononzo en Tolima; la razón: la estructuración del nuevo partido en Bogotá. Quien nos recibe es Carlos Antonio Lozada y otros excomandantes del antiguo bloque oriental. En dicha reunión se hablan de temas generales de la política, siendo esta más de carácter informativo, y en la cual Lozada aseguro: «No podemos tomar decisiones administrativas para la disolución de las estructuras, es una decisión de quienes viven la realidad», afirmando que la responsabilidad de la toma de decisiones sobre la estructuración del partido en Bogotá correspondía a quienes veníamos trabajando en Bogotá desde hacía años. Lo anterior tranquilizó a la militancia pues permitía tomar decisiones acertadas basadas en la línea marxista, recordando que «el marxismo no es otra cosa que el análisis concreto de la situación concreta» en palabras de Lautaro Rodríguez Rojas en el prólogo de «Con sangre en las venas» de Néstor Kohan.
Para nuestra sorpresa, tiempo después llega un escueto documento denominado «circular» en el que se ordena disolver las diferentes estructuras de trabajo y se presentan unos sectores en los que los militantes deben inscribir su accionar político, además de restringirse a un área geográfica específica de Bogotá que de acuerdo al ordenamiento territorial de la burguesía corresponde a las localidades. Hacemos énfasis en cuanto a que fue una orden desde arriba, dado que a la base no se le convocó para la discusión y la determinación del plan de acción. Además genera suspicacia el instrumento utilizado para comunicar estas disposiciones, pues al consultar la definición encontramos que «Una Carta Circular es un documento que se utiliza para ordenar o informar sobre un asunto a un conjunto de personas de un grupo interno. Este tipo de carta es enviada por un superior a sus subordinados.»
Este episodio fue afirmando que quienes tienen cargos de responsabilidad en el proceso no están interesados en promover la dirección colectiva, rompen con este principio rector del partido leninista, lo que también indica que hay una renuncia progresiva al carácter marxista-leninista de la organización, y que su dirigencia está dando pasos para llevar a las FARC hacia esa dirección.
Por otra parte observamos que la desconexión dada entre el secretariado y la base en el periodo de la negociación del acuerdo, en cuanto a la explicación de los propósitos políticos de la negociación y su articulación con el objetivo estratégico de la lucha que es la toma del poder para la transformación profunda de la sociedad (no la reforma de la misma dejando intacta la estructura), dejó de lado otro principio rector del partido leninista: La disciplina consciente. Frente a ello Marta Harnecker explica que «la disciplina de una organización de vanguardia es totalmente diferente de la disciplina que impone la burguesía en sus instituciones, en los centros productivos, en el sistema escolar, en el ejército regular, etc., la disciplina burguesa es impuesta por una autoridad que no admite críticas y cuyas órdenes deben cumplirse en forma ciega. La burguesía solo tiene interés en que sus instituciones funcionen; no tiene interés en que sus subordinados entiendan el mecanismo de funcionamiento de ellas ni los fines a los cuales ellas están destinadas, ya que en el fondo, todas las instituciones burguesas sirven a los intereses de esta clase. En estas condiciones, la disciplina solo se mantiene por la amenaza al castigo, por el respeto del orden por el orden, y no porque el subordinado considere que ella es necesaria.
La disciplina de una organización revolucionaria, en cambio, está basada en la comprensión y acuerdo por parte de sus miembros de los fines que el partido persigue. Es una disciplina consciente, admitida por todos, convencidos de que ella es necesaria para vencer en la lucha en la que están comprometidos sus intereses de clase. De esta manera, cada militante llega a sentirse responsable de mantenerla por su compromiso revolucionario. δ por ello que esta disciplina está relacionada con la democracia dentro del partido y con el ejercicio de la crítica y la autocrítica.» Lo anterior Constituye otro indicador respecto a la renuncia progresiva al carácter marxista-leninista de la organización.
Al trascurrir el año y ante los permanentes incumplimientos del gobierno nacional, además de las dificultades internas que mencionamos en este documento y muchas otras que no mencionamos para no hacer más extensa la argumentación, aparece en el panorama la necesidad de realizar el congreso constitutivo del nuevo partido. Todo ello en medio de bastantes inconformidades por parte de la militancia y ante la necesidad de una dirección que ante las burlas de la institucionalidad del gobierno y por ende de las elites en cuanto a la implementación del acuerdo necesitaban de la rápida consolidación del nuevo partido. El congreso constitutivo del nuevo partido apareció ante nosotros, la base, como una oportunidad esperanzadora para corregir el rumbo que había tomado el partido, para combatir los vicios que venían minando la ética revolucionaria de la organización, pero sobre todo para conformar una formidable herramienta de lucha contra la injusticia y la barbarie que reina en el país.
Ante ello debemos decir que aunque se elaboró un documento plagado de tecnicismo y enredados conceptos rimbombantes con afanes academicistas denominado «las tesis de Abril», que contenía planteamientos centrales para la construcción del nuevo partido, este documento fue sometido a discusión de las diferentes estructuras de Bogotá, lo cual generó grandes expectativas respecto a estos nuevos aires de participación. También debe decirse que los borradores de estatutos y de plataforma no estuvieron disponibles para toda la militancia, pero con los cuales contamos debido a que fueron «filtrados» de manera clandestina debido a diversos intereses que desconocíamos y sobre los cuales haremos referencia posteriormente. En esta dinámica las estructuras a las que pertenecemos elegimos los delegados al congreso de forma democrática y transparente, acogiéndonos a los criterios de participación que se determinaron para el desarrollo del mismo, dando discusiones previas que elaboraron líneas centrales que serían llevadas a la máxima instancia de nuestra organización (el congreso) por parte de dichos delegados.
Efectivamente el día tan esperado llegó, y con él, una serie de revelaciones que dejaron un sabor agridulce en nosotros. En primer lugar quedó en evidencia la conformación de fracciones al interior del partido lideradas por antiguos comandantes que no quieren dejar de serlo (siendo estos los intereses a los que hacíamos mención anteriormente); estas fracciones corresponden en gran medida a la anterior subdivisión por bloques, emergiendo ante la base vergonzosas pugnas internas por cargos, direcciones pero sobre todo por el control del partido. Esta situación se hizo evidente, por ejemplo, cuando se hicieron presentes varias personas que intentaron ingresar al evento sin haber sido elegidas como delegados por alguna estructura, con el beneplácito de reconocidos excomandantes, buscando establecer mayorías de forma fraudulenta para incidir en las decisiones que se tomarían en el congreso y en las votaciones para la elección de la dirección nacional. Por otra parte, dentro de las controversias dadas en el congreso, se abandona el marxismo-leninismo como la línea central del partido, promovido por la mayoría de los ex-comandantes de las FARC, argumentando que este cambio era de carácter táctico en perspectiva de la lucha electoral que se avecinaba y de la necesidad de lograr el crecimiento en cuanto al número de militantes para poder conservar en el tiempo la personería jurídica del partido, manifestando que esta línea política ha sido profundamente desprestigiada por los medios de comunicación de la burguesía, pero que los principios no iban a cambiar aun cuando no se plasmaran en los estatutos que rigen al partido, es decir, se estableció un acuerdo verbal.
Frente a ello recordamos la antigua controversia dada en los años 40’s con la aparición de Earl Browder (secretario general del partido comunista de los Estados Unidos) y el browderismo, que argumentaba también desde la trinchera táctica que era necesario suavizar el discurso con la excusa de la lucha contra un enemigo en común (en ese entonces el nazi-fascismo) pero que se encamino a la renuncia de los principios transformadores y revolucionarios planteando la conciliación entre el socialismo y el capitalismo, negando la lucha de clases. Para nuestro caso, esta corriente fue promovida por el partido liberal al interior del Partido Comunista Colombiano debido a la gran influencia con la que contaba gracias a esa política de alianzas «tácticas» que tanto daño le han hecho al proceso revolucionario en Colombia. Fue tal la influencia, que en el segundo congreso del PCC de agosto de 1944, el liberal Alfonso López Pumarejo envía como delegado al congreso de los comunistas al ministro de trabajo (también liberal) Adán Arriaga, y en el que el PCC toma la decisión de cambiarse el nombre llamándose Partido Socialista Democrático.
Volviendo al congreso de las FARC en 2017, también se ratificó la decisión de no lanzar un candidato propio a la presidencia, cuestión que se había comunicado en reuniones previas como la realizada en la zona veredal de Icononzo Tolima y aunque no se determinó cual sería la postura del partido en la contienda electoral por la presidencia, persistía en el ambiente la intención de apoyar a Humberto de la Calle, cuestión que por lo menos para nosotros no dejaba de ser controversial.
Frente a lo relatado anteriormente, decimos que dejó un sabor agridulce porque el congreso sí abrió el debate a la militancia y las decisiones fueron tomadas por todos los asistentes, aún con las inconformidades que pueda haber. Cuestión que generó esperanza en cuanto a la posibilidad de que el partido recompusiera su camino y lograra construir de forma colectiva la organización que el país merece para la conquista de sus derechos.
Desafortunadamente los hechos recientes hicieron trizas las esperanzas que podríamos abrigar, pues después de la celebración del congreso constitutivo se toman una serie de determinaciones que desconocen la voluntad de las mayorías, rompen con la democracia interna y eliminan de la práctica el centralismo democrático en el partido. En palabras de Álvaro Cunhal en su libro Un partido con paredes de cristal «democracia debe significar una intervención efectiva de las organizaciones de base y de los miembros del colectivo en el examen de los problemas y en la elaboración de la orientación partidaria. La democracia interna presupone el hábito de escuchar, con respeto efectivo e interés de comprender y aprender opiniones diferentes y eventualmente discordantes. Presupone la conciencia de que, como regla, el colectivo va mejor que el individuo. Presupone la conciencia, en cada militante, de que los demás camaradas pueden conocer, ver y analizar mejor los problemas y tener opiniones más justas y más correctas.»
En primera medida, de forma inconsulta y contrariando la determinación del congreso se lanza la candidatura a la presidencia de Timoleón Jiménez, con el agravante de que dicha determinación fue conocida por la militancia a través de RCN y Caracol en vez de que hubiera sido dada a conocer previamente por el mismo partido. En segundo lugar, después de haberse aprobado los estatutos y dentro de estos los mecanismos de conformación de los organismos de dirección en los diferentes niveles, estableciendo que se realizarían desde la base en adelante, la dirección nacional informa a la militancia de Bogotá que no va a permitir la realización de la asamblea distrital del común para trazar los planes y para la elección de su dirección; en lugar de ello se impone una dirección elegida por la dirección nacional, perpetuando prácticas clientelares en las que «los recomendados», «los apadrinados» de algún antiguo comandante asuman cargos de responsabilidad, contrariando nuevamente las determinaciones del congreso; comunicando esta determinación en una reunión en la que la militancia expresa su inconformidad frente a esta decisión y ante lo cual Carlos Antonio Lozada con Sergio Marín hacen oídos sordos argumentando que esa es una decisión ya tomada, cuestión irrespetuosa con esa gente del común que le da sentido a la organización.
Estos hechos, afectan gravemente los cimientos del partido, teniendo en cuenta que «el congreso es el órgano máximo de decisión del partido. Es, a su vez, el punto de culminación del desarrollo del proceso democrático dentro del mismo. (…) La relación entre la necesidad de ejercer la democracia como forma de alcanzar la unidad y la homogeneidad en torno a la línea política y, por otra parte, el centralismo como exigencia de plasmar dicha unidad y coherencia a la hora de desarrollar dicha línea política, adquiere su más amplio sentido democrático en el congreso» según Marta Harnecker. Además agrega respecto al centralismo democrático que «el partido del proletariado es una organización para dirigir la lucha de clases, y por ello es fundamental que tenga una conducción única que defina las actuaciones inmediatas que el partido debe realizar en los distintos momentos de la lucha. Esta conducción única se hace posible porque ella refleja una línea general de acción que ha sido discutida por todos los miembros y ha sido acordada por la mayoría. Aquellos cuyas posiciones han quedado en minoría deben someterse en la acción a la línea que triunfa, desarrollando junto a los demás miembros las tareas que se desprenden de ella. Es entonces la existencia de esta línea de acción clara y su acatamiento por los militantes lo que permite la unidad de acción del partido y una conducción única centralizada.»
Por tanto podemos afirmar que con las últimas determinaciones han logrado derribar otro pilar fundamental del partido leninista, el centralismo democrático, y con ello han avanzado significativamente en cuanto al abandono del marxismo-leninismo como eje conductor de la lucha. En resumen, las opiniones que más pesan son las de los ex-comandantes de mayor rango de las diferentes fracciones del partido y las de quienes les hablan al oído, cuestión que rompe con la democracia interna y los principios partidarios promoviendo el burocratismo además de las prácticas clientelares. En definitiva no pueden llamarse nuevas formas de hacer política a estas conductas que no se distinguen en nada a las realizadas por los partidos tradicionales de las elites.
Respecto al último principio partidario que resta por abordar, el de la crítica y la autocrítica, observamos que fue uno de los primeros en ser atropellado. Desde hace años, tanto quienes elaboramos el presente texto como camaradas que aún siguen en el partido, realizamos las pertinentes críticas en los diferentes espacios, encontrando poca o nula disposición para recibirlas y mucho menos para corregir las conductas erróneas, por el contrario, generaron señalamientos y ataques a nivel personal que buscaban deslegitimar a quienes las hacíamos, llegando al punto, en algunos casos, de acusar de infiltrados a quienes se atrevieron a realizarlas. Frente a ello es necesario recordar que Lenin fue el mayor promotor de la crítica y la autocrítica, afirmando que «la actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas importantes y más fieles de la sinceridad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha producido y examinar los medios para corregirlos; esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es instruir a la clase primero y después a las masas.» Vemos en esta actitud grandes problemas de arrogancia que incrementan en relación directa con el cargo que ocupan en el movimiento, es curioso que no acepten críticas de la base, pero en el marco del proceso de paz hayan sido tan sumisos para aceptar las malintencionadas críticas del enemigo. Es tan agudo el problema que no se ha querido ver que las críticas que aparecen en las redes sociales son el síntoma de que al interior del partido los militantes no encuentran espacios de discusión efectivos, de participación y construcción colectiva a través de la crítica y la autocrítica.
Un ejemplo de ello es la descontrolada pluma de Gabriel Ángel, que no rinde cuentas a nadie y no se subordina al sentir del partido; En días recientes leímos un artículo de este autor respecto a unas críticas que aparecieron en redes sociales generándonos sorpresa respecto a la forma tan ligera de abordar el tema, pues no se preocupó en lo más mínimo por indagar sobre las causas de este fenómeno, como nos sugería Lenin hace unas líneas, en vez de ello salió con inusitada ferocidad a atacar a quienes expresan inconformidades con el proceso por las redes sociales, para descalificarlos y centrar sus ataques en la ortografía o la redacción, cuestión reprochable que traiciona la tradición popular del proyecto histórico llamado FARC EP, que no se le olvide a Gabriel Ángel que quien lo formo fue un humilde campesino que en principio tal vez tampoco sabía ortografía y redacción, pero que tuvo la claridad política para conformar un ejército rebelde que fue capaz de disputar el poder a la oligarquía además de enfrentar al imperialismo con valentía pero sobre todo con dignidad. Lo más sorprendente de tan desafortunado escrito son los argumentos con los que pretende invalidar las críticas hechas, mostrando un absoluto desinterés por las vidas cegadas por el terrorismo de Estado en los tiempos de la paz, desestimando estos hechos en cuanto no son voluminosos para él, frente a lo cual afirmamos que la vehemencia con la que debemos rechazar estos actos no puede depender del número de asesinados, la muerte de uno solo de los líderes sociales o de los ex-combatientes amerita una lucha sin cuartel. Tampoco compartimos su visión respecto a los alcances que tuvo la guerrilla para defender el territorio nacional respecto al saqueo que pretendió implementar la oligarquía y las multinacionales, pues según Gabriel Ángel, fue poco o nada lo que pudieron hacer las FARC para frenar estas iniciativas; nos preocupa que estas afirmaciones correspondan a un repentino arrepentimiento de la lucha armada.
Por otra parte, queremos expresar nuestra inconformidad con las definiciones de unidad y amplitud que promueve la dirección actualmente al interior del partido. Hacemos un llamado para no repetir errores del pasado realizando alianzas con fines electorales con sectores de la burguesía como el partido liberal por ejemplo; anteriormente mencionábamos que el PCC aplico esta táctica y los resultados fueron desastrosos, terminando en ocasiones instrumentalizados por la misma burguesía para sus fines, además de afectar el juicio ético de los revolucionarios, funcionando en clave de las lógicas electoreras profundamente corruptas. La amplitud para la construcción del partido debe pasar por criterios populares y de clase, la amplitud no puede permitir meter al enemigo a la organización y permitirle tener influencia en la misma. Creemos que la unidad debe construirse con quienes comparten de forma autentica nuestros mismos propósitos, con los revolucionarios, con el pueblo; no podemos repetir esa triste historia en la que el PCC fue capaz de aliarse ampliamente con los liberales, pero que difícil fue establecer alianzas con el camilismo. La historia está allí precisamente para no repetir esos errores que le costaron a Colombia no poder tener el país que merecen sus gentes.
Consideramos que la única garantía real para la implementación de los acuerdos es la capacidad de movilización con la que el partido cuente y esto deriva del trabajo de base que se tenga en los territorios. Los hechos han demostrado que el trabajo de base es aún incipiente en Bogotá como para defender los acuerdos, lo que implica que la tarea central del partido en Bogotá es el trabajo con la comunidad, con el pueblo. Pero ganar el corazón del pueblo implica tiempo, construcción de confianza en el partido, ética y coherencia, por lo que será muy difícil obtener resultados rápidos. Lanzarse a captar los votos de la gente sin construir lo que hemos mencionado en este momento terminará de desprestigiar al partido, además de ser una actitud poco honesta que buscará instrumentalizar a la comunidad para alcanzar fines electorales.
Las mujeres y hombres que hemos elaborado esta carta nos vamos porque encontramos que tenemos profundas diferencias con la dirección y sus apadrinados (con contadísimas excepciones), no con las bases que trabajan a diario, de forma trasparente y desinteresada, dirigimos una crítica fraterna a un sector importante de la militancia que teme expresar sus inconformidades (que sabemos que las tienen), pues sabemos la admiración que despertaban los antiguos comandantes guerrilleros (nosotros también la sentimos), pero es impresentable que realizar una crítica, exigir que hagan bien su trabajo, respeten a la base, rindan cuentas, se les exija que escuchen y no se hagan los sordos, se convierta en una especie de herejía, de sacrilegio. Ellos deben subordinarse al partido, eso es auténtica disciplina, y si hacen mal su trabajo pueden ser criticados, sancionados y hasta removidos de sus funciones, reasignándolos a otras. Sus años entre el monte y el sacrificio hecho generan respeto, fue por eso que las organizaciones, los movimientos, y en general todos los procesos nos subordinamos a ellos durante 50 años, permitiendo que tomaran las decisiones en lo político, lo económico, lo social y lo militar, sufriendo desde nuestros lugares de combate las consecuencias de ello (tanto positivas como negativas), es por ello que no tenemos deuda alguna que pagar a ese sacrificio que realizaron en su momento, y es por ello que criticamos que reclamen a nombre de ello la potestad de tomar decisiones de forma autoritaria y la conducción autocrática del proceso. Quienes hicimos parte del proceso e integramos el movimiento bolivariano, las milicias urbanas, y el partido en distintas fases de nuestra vida no somos una ficha más, una cifra, somos proyectos de vida que le entregaron todo a este sueño y hoy se van para seguir entregándolo todo pero a un proyecto que se proponga vencer.
Quienes nos vamos del partido no dejamos de ser marxistas – leninistas, creemos en el proceso revolucionario y estamos convencidos de que se irá conformando una nueva vanguardia a la que apoyaremos. Construir movimiento dentro de la masa es a lo que apostaremos.
Enviamos esta carta no solo a los organismos de dirección sino a la militancia en general para evitar señalamientos infundados, chismes y calumnias. Dar discusiones desde la invalidación personal y no desde los argumentos, señalar de desviados a quienes critican o hacen algo nuevo no corresponde al comportamiento de un revolucionario. Recibiremos con buen agrado todas las críticas, siempre y cuando estas se den con la altura política que exige un debate de esta magnitud. Tenemos la esperanza de que sea un inicio para erradicar esas prácticas reprochables que vienen de antaño.
Recordamos la carta que envió Timoleón invitando a quienes no creen en este proyecto a que se fueran y pues como efectivamente no creemos en que se tenga éxito por las razones aquí expuestas, aceptamos la invitación y nos retiramos.
En palabras de Ali Primera
» Cuando el soldado no sirva a la Patria en el jardín de un general. Cuando las águilas se arrastren, cuando no se hable por hablar, cuando no existan oprimidos, entonces, le cantaré a la paz.»
Fraternalmente
Erika, Oscar, Jennifer, Leo, Fredy, Jeison, Paula y Javier.
Fuente original: http://anncol.eu/index.php/opinion-3/549-renuncia-a-la-farc-rosa