Autoridades, dirigentes de partidos políticos y organizaciones sociales, estimadas y estimados representantes de las distintas agrupaciones de familiares y de víctimas de la dictadura. Compañeras y compañeros, amigas y amigos, señoras y señores: Al saber que debía intervenir en este acto oficial, por petición expresa de los familiares de ejecutados políticos y de nuestros compañeros […]
Autoridades, dirigentes de partidos políticos y organizaciones sociales, estimadas y estimados representantes de las distintas agrupaciones de familiares y de víctimas de la dictadura. Compañeras y compañeros, amigas y amigos, señoras y señores:
Al saber que debía intervenir en este acto oficial, por petición expresa de los familiares de ejecutados políticos y de nuestros compañeros Manuel Guerrero, Santiago Nattino y José Manuel Parada, quise indagar detalles sobre ese momento tan oscuro y terrible de nuestra historia. Me encontré unos periódicos, algunos números de El Siglo de aquellos tiempos de clandestinidad y de luchas contra la dictadura, que publican testimonios de los hechos. No se puede aceptar que se haya ejercido tal crueldad, tanta inhumanidad contra estos chilenos y que se haya mentido y se siga mintiendo con tanto cinismo, que se siga evadiendo la justicia y escondiendo la verdad respecto de miles de víctimas del odio genocida de militares y civiles, que desencadenaron el terror de estado, para prevaricar del poder que ejercieron sin contrapeso durante 17 años, en medio de tanta injusticia social que aún prevalece.
En 1989, saliendo ya de la dictadura, Sergio Campos, entonces conductor del diario de Cooperativa, expresaba: «Había un afán de los asesinos por ultimar a Manuel Guerrero, para impedir que ejerciera sus actividades. El era comunista y tenía derecho a serlo. Era dirigente gremial porque tenía la capacidad para hacerlo. Este constituye el mejor legado para sus hijos y para los dirigentes que puedan continuar su obra…»
Ese mismo año, Elena Reyes, viuda de Nattino, recordaba a su esposo como un hombre sencillo, un gran artista. «Era profundamente respetuoso del ser humano, a pesar de lo que desearan o pensaran. Provenía de una familia muy católica y respetaba mucho a la iglesia, más aún cuando vio que esta defendía a las víctimas de la dictadura… sentía, al mismo tiempo, que el p. comunista era el más auténtico, el que defendía de una forma más honesta al ser humano, en toda su integridad.» Agregaba Elena – «Es tan duro volver a esos días. No pude llorar, sólo recuerdo que grité. Ahora lloro porque siento tanta rabia…este crimen ni ningún otro puede quedar en la impunidad. Sería una paz falsa. Para que se construya una futura sociedad debe haber verdad, justicia y castigo a los culpables. Me he sumado a esas miles de voces que claman en las calles. «
Había también una niña de 14 años, Javiera Parada, que hizo un llamado en las puertas del Colegio Latinoamericano, en el mismo lugar desde donde el 29 de marzo de 1985, fueron sacados a viva fuerza el sociólogo José Manuel Parada y el profesor Manuel Guerrero. Con voz alta y a veces entrecortada dijo: «estoy segura que nadie duda que la democracia tiene que basarse en la verdad y la justicia, porque estoy segura que vamos a estar encadenándonos, vamos a estar diciendo que este problema no se puede transar a cualquier señor que intente ser presidente, sobre la base de transar estos crímenes tan horrorosos, de transar a Eduardo y a Rafael, de transar a la Paulina Aguirre, porque son muchos los muertos, no son sólo los que recordamos hoy día, son muchos muertos en las calles sobre los que nada se ha dicho, y esos muertos también merecen este acto y actos más grandes, merecen actos de miles y miles de estudiantes.»
Estas palabras testimoniales de Sergio, Elena y Javiera, son de ayer, de hoy y lo serán de mañana. Por eso estoy aquí, por estas voces y las de centenares de miles que exigen verdad y justicia. Y porque Parada, Nattino y Guerrero son nuestros compañeros, que como tantos hombres y mujeres de otros partidos y de organizaciones sociales, asesinados, ejecutados o desaparecidos, estarán siempre entre nosotros..
Hoy conocemos a los hechores directos del crimen, que están condenados, pero los autores intelectuales y Pinochet, el principal responsable, para vergüenza de nuestra justicia y de nuestra institucionalidad, aún se encuentran impunes. Que bueno que están condenados los jefes de la DINA y que se avanza en otros casos emblemáticos, pero queda tanto por hacer, si de 600 casos de detenidos desaparecidos sólo se han recuperado 4. Que no se limite, que no se ponga trabas, que no se cierren las investigaciones y a los juicios.
A algunos les gustaría que el pasado desapareciera, que olvidemos, que ahoguemos nuestras penas en el sometimiento a una realidad injusta, perversa e hipócrita. Que nos conformemos con la estadística de los ejecutados, de los detenidos desaparecidos, de los torturados, de los presos políticos de ayer y de hoy; que nos conformemos con las reparaciones; que nos despojemos de los sentimientos de humanidad profunda y de reencuentro entre los chilenos basados en verdad y justicia que se anidan en nuestros corazones y en nuestras conciencias. Que aceptemos mansamente las maniobras tendientes a establecer lo antes posible la impunidad.
No señores, no vamos a dejar de luchar, no olvidaremos, no transaremos jamás esta noble causa.
Centenares de miles de personas, un millón dijeron varios medios de prensa, fueron a despedir a nuestra querida compañera Gladys Marín, admirada entre otras cosas por su entrega a la causa de los derechos humanos. Efectivamente una consigna transitaba de extremo a extremo en la gran columna que la acompañó al cementerio general: verdad, justicia, no a la impunidad. No hay mucho más que decir al respecto. Fue una formidable expresión del sentimiento popular que no se puede dejar de tener en cuenta.
Nuestra sociedad necesita de verdad y justicia, como necesitamos del agua, o del aire que respiramos. Sólo pensemos en los niños que nacieron, vivieron y crecieron en medio de estos horrores, pensemos en los hijos de los desaparecidos, de los ejecutados, de los torturados, de los expatriados. De aquellos que estuvieron separados de sus padres y quizá nunca comprendieron el por qué. Que comisión ha entrevistado a los niños de entonces para conocer de su temores, de sus traumas síquicos, de sus sentimientos de indefensión. Debemos escribir nuestros testimonios, resguardar la memoria, dar a conocer el pedazo de verdad que cada uno de nosotros posee, para que estos hechos no se repitan, pero no por temor a las consecuencias que podrían derivarse por expresarnos libremente, sino principalmente porque necesitamos también construir una democracia de verdad, sin exclusiones.
Pensemos también en los hijos de los torturadores y responsables de estos crímenes. Cuantos sentimientos de culpa no se anidarán en muchos corazones. Necesitamos de la verdad de los responsables de violaciones a los derechos humanos. Es una verdad liberadora de toda nuestra sociedad.
Confío en que los artistas, que ganaron el concurso para construir aquí en un lugar tan cercano a los crímenes, el memorial recordatorio de Nattino, Parada y Guerrero, sabrán plasmar nuestro grito de protesta y la necesidad de que un nuevo hombre y mujer, libres de temores y de sentimientos de culpa transiten por nuestra Patria. No queremos una lápida fría, necesitamos del alegre sentir de la vida plena. Que la piedra, el granito, el hierro o el bronce, se plasmen en una eterna y ardiente señal de nuestra incansable y permanente lucha por verdad y justicia.
A nombre del Partido Comunista agradezco a las instituciones y familiares que hacen posible esta obra de arte, comprometida con la causa de los derechos humanos y entrego nuestro más profundo sentimiento de fraternidad y solidaridad a los familiares de nuestros queridos compañeros Manuel Guerrero, Juan Manuel Parada y Santiago Nattino.
Con ellos, mil veces venceremos.
Santiago, 30 de marzo de 2005