Cuando se escucha hablar al ministro de Defensa acerca de las fuerza armadas, sobre todo al referirse al «glorioso ejército de Chile», uno se pregunta ¿De qué está hablando? ¿Cuáles son esas grandes glorias? ¿Permite realmente la historia del ejército chileno calificarlo como ejemplar, no deliberante, respetuoso de la Constitución y las leyes? La verdad […]
Cuando se escucha hablar al ministro de Defensa acerca de las fuerza armadas, sobre todo al referirse al «glorioso ejército de Chile», uno se pregunta ¿De qué está hablando? ¿Cuáles son esas grandes glorias? ¿Permite realmente la historia del ejército chileno calificarlo como ejemplar, no deliberante, respetuoso de la Constitución y las leyes? La verdad es que no, pues la historia del ejército chileno, desde que Bernardo O’Higgins azuzó u ordenó (para el caso da lo mismo) los asesinatos de Manuel Rodríguez y los hermanos Carrera entre los años 1818 y 1821, ha sido una seguidilla de levantamientos y masacres contra el pueblo, o sectores del pueblo chileno, que alcanzó su máxima expresión con el golpe de Estado de 1973. Los antecedentes historiográficos así lo certifican, los hechos son indesmentibles.
En el transcurso del siglo XIX varias guerras civiles son testigo de los costos en vidas provocados por el ejército; y durante el siglo XX, principalmente en su primera mitad, el ejército masacró compatriotas en varias provincias del país. Ejemplos: Matanza de la Escuela Santa María de Iquique (1907), Masacre Obrera de Magallanes (1920), Matanza de San Gregorio (1921), Matanza de la Coruña (1925), Masacre de Ranquil (1934), Violaciones permanentes de los Derechos Humanos (1973-1990). Esto, sin contar los cientos de muertos por la represión ejercida contra huelgas y manifestaciones populares en las calles. Durante los gobiernos de la Concertación y de Sebastián Piñera, si bien no ha sido el ejército el encargado de reprimir las legítimas protestas sociales, lo ha hecho Carabineros -que es una policía militarizada- con resultado de muerte en más de una oportunidad.
Es importante hacer notar que el ejército ha sido siempre el brazo armado de la oligarquía chilena, cuya oficialidad proviene de este sector social, que es el que detenta el poder económico y político en el país. En la actualidad esa oligarquía se manifiesta a través de la derecha pinochetista-portaliana, siendo su cara más pública la Unión Demócrata Independiente (UDI), que de demócrata sólo tiene el nombre. Las FFAA también tienen el apoyo permanente de siniestros personajes con tribuna pública y poder social, tales como Agustín Edwards, Sergio Melnick, Raúl Hasbún, Sergio Onofre Jarpa, Carlos Larraín, Iván Moreira, Jorge Medina, etcétera.
Más de alguien seguramente dirá que existen oficiales y conscriptos democráticos, comprometidos con las leyes y que respetan el poder civil. Es cierto que debe haberlos, pero ¿hasta qué punto es férreo su compromiso democrático? Otros recordarán a los generales Prats, Bachelet y Schneider, y está bien, pero no debemos ser ingenuos, porque «una golondrina no hace verano». Otros podrán decir que las FFAA cumplen una labor social durante accidentes de envergadura o catástrofes naturales, como fue el caso de la búsqueda de los cuerpos de las víctimas del accidente aéreo en Juan Fernández, que incluyó la presencia en terreno del mismísimo ministro de Defensa. De todo aquel despliegue, nace la pregunta ¿Se habría realizado un operativo de esa magnitud, en tiempo, dinero, personal y tecnología, si las víctimas hubiesen sido obreros o campesinos? Jamás vimos despliegue tal por parte de algún ministro de Defensa o de parte de las FFAA para dar con el paradero de los cuerpos de los Detenidos Desaparecidos. Tampoco sucedió cuando en el año 2005 desaparecieron 17 niños mapuche de la Comunidad Rupumeica, en el lago Maihue, al hundirse un lanchón en que viajaban treinta y tres personas.
Durante la masiva marcha de trabajadores, para conmemorar el 1º de Mayo en Santiago, en el año 1912, los manifestantes enarbolaron un letrero que versaba: «el ejército es la escuela del crimen». Creo que después del golpe de Estado de 1973 aquella frase se quedó corta. Por eso siempre recuerdo las expresiones de don Lucho Corvalán, en cuanto a que debemos estar siempre alertas… «Por si las moscas». La «gloriosa» historia del ejército chileno y el constitucionalismo de las FFAA son sólo un mito más.