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Nuestro gran puentecito

Fuentes: traslacoladelarata.com

Todos los ingenieros concuerdan que en este tipo de proyectos civiles hay calculado siempre un número de muertos y por eso se contempla de antemano un presupuesto para indemnizaciones. Desde el surgimiento de las mismas pirámides de Egipto, incluso antes, las grandes construcciones se levantan con sudor y sangre. Gustavo Restrepo, flaco, canoso y arrugado […]

Todos los ingenieros concuerdan que en este tipo de proyectos civiles hay calculado siempre un número de muertos y por eso se contempla de antemano un presupuesto para indemnizaciones. Desde el surgimiento de las mismas pirámides de Egipto, incluso antes, las grandes construcciones se levantan con sudor y sangre.

Gustavo Restrepo, flaco, canoso y arrugado por los años, brincó las barandas protectoras del Viaducto César Gaviria Trujillo con intención de saltar. El puente, que comunica a las ciudades de Pereira y Dosquebradas, se eleva sobre el valle aluvial del río Otún y alcanza una altura de 54 metros en su punto más alto, desde arriba la ciudad parece un pesebre navideño y los buses avanzan muy pequeños abajo. Ese día de junio de 2012, cuando los policías lo atraparon arriesgando sus propias vidas al borde del vacío, Restrepo vestía una camisa azul clara desteñida, zapatos del charol más ordinario y unos pantalones que le quedaban juagados en la cintura. Daba el aspecto de ser un desamparado y derrotado por la vida. Se dijo que tenía 51 años pero parecía de setenta. Se dijo que era la cuarta vez que intentaba arrojarse del puente ese año. Unos aseguraron que lo hacía por una pena de amor. Por problemas económicos, dijeron otros.

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