Primero, me parece que plantear (La Nueva Mayoría) la idea de una «Una nueva Constitución para Chile» llama a engaño y crea falsas expectativas en la ciudadanía. Sobre todo, considerando que estamos frente a una crisis de esta democracia y, aunque nadie (elites) por temor a la reacción social admita que la crisis también es […]
Primero, me parece que plantear (La Nueva Mayoría) la idea de una «Una nueva Constitución para Chile» llama a engaño y crea falsas expectativas en la ciudadanía. Sobre todo, considerando que estamos frente a una crisis de esta democracia y, aunque nadie (elites) por temor a la reacción social admita que la crisis también es institucional; hecho indesmentible frente a la falta de credibilidad, confianza, honestidad y a los actos de corrupción que han tocado a todas las instituciones del Estado; políticos, religiosos, militares, gendarmería, algunos grandes empresarios y ahora también pseudos economistas.
Señalar que estamos frente a la posibilidad de una nueva constitución es una falacia que puede dejar muchos heridos en el camino. Crea, como dije al comienzo, falsas expectativas. Se puede tender a relacionar una nueva constitución con una ideal que resuelva todos nuestros problemas, y ¿si no es así? Una de nuestras grandes debilidades como chilenos es la poca tolerancia a la frustración. Como democracia y constitución van unidas, entonces, si estamos en presencia de una democracia como una deuda incumplida, el tema se complica. ¿Cuánto debemos esperar para corregir los defectos de nuestra peculiar democracia? Según Bobbio, esto tiene que ver con una condición dualista entre una democracia real y una ideal. De ahí, la idea de una democracia, como una promesa incumplida. Por lo tanto, no existe ninguna constitución ideal, si una real que surja del más amplio consenso y pacto de la sociedad toda, originada y legitimada por el pueblo soberano, que es el máximo poder constituyente. Por lo tanto, a mi modo de ver, una Nueva Constitución solo es posible a través de una Asamblea Constituyente.
Fray Camilo Henríquez decía al respecto: «La soberanía reside en el pueblo. Ella es una e indivisible» «Una porción del pueblo no es la soberanía, ni puede ejercer la potencia soberana del pueblo entero»
Por otro lado, pienso que es bueno precisar que en Chile jamás hemos tenido una Constitución democrática, donde el soberano, el pueblo sea el constituyente, solo las elites que han monopolizado el poder y que hasta hoy se resisten a democratizarlo, ampliar la democracia como ocurrió en el período 1964 y 1973, y que finalmente fue brutalmente abortado por las fuerzas armadas junto a la derecha criolla como un solo cuerpo, frente a la mayoría del pueblo que pagó muy caro y sigue haciéndolo por haberse atrevido a disputarle a las elites su histórico poder.
Ni la Constitución de 1833 fue una nueva, puesto que se sirvió de la de 1828. Tampoco la Constitución de 1925 puede señalarse como «Nueva Constitución» dado que fue el resultado de la serie de reformas que sufrió la de 1833. Por lo demás, la constitución liberal de 1925 que otorgó ciertas libertades, no resistió en el tiempo a las reformas para «democratizarla». Para muestra, solo voy a mencionar cinco hechos que no se pueden pasar por alto, menos olvidar.
1. Sólo en 1934 se le da derecho de sufragio a la mujer; pero solo para las municipales. Recién en 1949 se le otorga el derecho a votar en forma directa para las presidenciales y de parlamentario.
2. El año 1937 se prohíbe la sindicalización del campesino. La Ley de sindicalización campesina n° 8.811, prohíbe la sindicalización de los trabajadores del campo entre los años 1947 a 1967. Pero, si de bonos se trata (¿Cohecho? ¿Medida de neutralización, de contención?). En la década del 30 se usó la asignación familiar para evitar que los trabajadores se sindicalizaran. Establecía un 7% para los trabajadores sindicalizados y un 10% para los que no se hubiese sindicalizado.
3. En 1948 el gobierno de Gabriel González Videla establece la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (Ley 8.987), más conocida como Ley maldita.
4. En 1958, recién se establece la cedula única electoral. (Pretendía terminar con el cohecho, que hoy se disfraza bajo otras modalidades)
5. En 1960 se rebaja la edad de votar de los 21 a los 18 años. Pero no pueden hacerlos los analfabetos, en consecuencia que nuestro país recién entre los años 64 y 70 logró reducir el alto índice de analfabetos adultos (según la Unesco en 1970 el 11,7% de los adultos mayores de 15 años no sabían leer ni escribir). No saber leer ni escribir no significa que no se tenga opinión y derechos cívicos. Fue justamente durante el gobierno de la Unidad Popular que se otorga a los analfabetos ese derecho inalienable.
Y con respecto a la Constitución de 1980, se puede hermanar con la de 1833 por tres factores. Uno. 1. Haberse generado tras un acto de violencia, (guerra civil de 1829-1830, golpe de Estado 1973). 2, Su carácter autoritario; un gobierno con un fuerte centralismo del poder. 3. Una constitución otorgada; propia de las monarquías y las dictaduras. Su fin: limitar su poder, en la forma y no en el fondo, antes de perderlo todo. El régimen militar y cívico de Pinochet se vio forzado a hacerlo para no mostrarse como un régimen autoritario. Una tiranía disfrazada de dictadura. Y 4. Su carácter neutralizador, referidos a los mecanismo que hacen prácticamente imposible cambiar la actual constitución. Como son:
1. Las leyes orgánicas constitucionales que exigen altos quórums.
2. La existencia del Tribunal Constitucional. Un poder, no sé si desconocido para la gran mayoría de nuestro pueblo.
3. Y en última instancia los que se oponen, recurrir a la Corte Suprema de Justicia.
4. También el mercado como un fin que captura al individuo separándolo de la comunidad, de la condición de sujeto cívico. La gran contradicción entre el ser, el tener y el hedonismo, y como resultado la indiferencia y el individualismo.
5. Los efectos de la excesiva concentración de la información y de la economía.
6. Los efectos de la despolitización (gobierno de Pinochet), y hoy, los intentos por terminar con el ramo de filosofía en nuestra educación, y los esfuerzos desplegados para reducir las horas del ramo de historia.
7. La confusión y desconocimiento entre política y políticos, propio de la carencia y ausencia de la educación cívica.
8. El fuerte apego que tiene el chileno por el orden, sin importar que tipo de orden, ni de donde venga. El rechazo al conocimiento y a la información crítica. Y
9. el rechazo y miedo a los cambios, asociados a caos. Por lo demás, es esto últimos, el recursos que muchos usan (elites) para neutralizar los cambios. «peor en nada» y otros refranes populares están en el ADN de muchos.
Por lo tanto, cuando hoy se nos habla de una Nueva Constitución, dos son los puntos vitales que no están resueltos, menos clarificados; sus contenidos y los mecanismos. Aunque la NM ha dado ciertas señales que permiten suponer que no serán justamente las grandes mayoría las que terminaran imponiendo sus criterios.
Finalmente, algunas preguntas, que a mí me parecen claves para entender el tema: 1. Qué se propone la Nueva Mayoría: ¿una nueva constitución o reformas? 2. ¿En qué plazo y tiempo? Considerando que este año 2016 y el 2017 son años de elecciones. 3. ¿Será tarea del próximo gobierno? Y si el próximo gobierno es nuevamente de derecha. Jugar con los plazos, no será para la Nueva Mayoría una suerte de manipulación y extorsión política, para que el pueblo vuelva a votar por los que en más de 25 años, poco o nada han hecho para democratizar el país, para reducir las más indignante brecha social.
Con respecto al mecanismo, el ex ministro Peñailillo, el delfín de Bachelet ante una consulta sobre los mecanismos, dijo: «(…) escuchamos todas las sugerencias, pero, es el gobierno y la presidenta la que decide». Y 4. ¿Cuáles serán los contenidos finales? Es bueno recordar que las consultas y los cabildos no son vinculantes, de manera que será el ejecutivo, las elites en el parlamento, los poderes fácticos los que decidan el mecanismo y los contenidos. No es muy difícil equivocarse sobre las decisiones que adoptará nuestro parlamento; tan cuestionado, deslegitimado y tan coludido con los dueños de Chile.
Y por último, ¿Ha sido escuchada las demandas ciudadanas? La voz del pueblo. ¿Cuál ha sido el fin de las grandes reformas; de la educación, de la salud, de las AFP, de la propiedad del agua, de la privatización del mar?, y de otras. Hoy, es real dudar y para los que se han apoderado del poder el ideal es volver a engañar sembrando falsas expectativas, ahora, sobre una Nueva Constitución para Chile. De igual manera, al terminar mi análisis, no puedo dejar de recordar lo que no señalara con tanto acierto el prestigioso escritor, intelectual alemán Heinrich Böll Stiftung: «Involucrarse es la única forma de seguir siendo realista»
Jorge M. Villalobos Gálvezes es Profesor de Historia y Magister en educación, Gestión y Cultura. Puente Alto 28 de septiembre de 2016.
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