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Nuevo paradigma, nueva conciencia

Fuentes: Rebelión

“Todos los mártires de la clase obrera

 son víctimas del mismo asesino,

el capitalismo internacional.

El alma de esos mártires solo podrá encontrar su último

consuelo en la liberación de sus hermanos oprimidos”,

 Ho Chi Minh

Si estas contra el pacto criminal,

Debes estar contra el capitalismo.

La crisis del sistema mundo capitalista (Wallerstein) y por lo consiguiente de la sociedad que por lo general es una construcción de la modernidad, nos lleva a pensar que aún está la esperanza (Bloch) de crear algo nuevo, que dependerá en primer lugar, de la capacidad de promover cambios de actitudes y abrazar las angustias y las esperanzas de los pueblos, que construyendo resistencia y que de forma creativa buscan formas de rebelarse ante un sistema mundo que se niega a morir.

Un sistema mundo fortalecido en la modernidad y que tiene como objetivo “controlar, vencer y desconocer al Otro” (Dussel) y desarrollar su proyecto de civilización y que, para lograrlo, tenían que desaparecer a este Otro o reducirlo a su mínima expresión y en todo caso, asimilarlo e integrarlo a esa modernidad, cambiando su mente y su corazón. De ahí, la idea de convertir a este Otro, en el enemigo interno (Ba Tiul) que, desde 1519, cuando llegó la primera embarcación de españoles a Yucatán, saliendo de Cuba, con Cortés y otros, y condenando al Otro a ser saqueado, asesinado, torturado, despojado, desalojado y destruido, negándole el derecho a fortalecer su conocimiento de la vida, sus avances científicos y filosóficos, sus inventos como el cero, su forma organizativa como el komun, etc.

Entonces, al negarnos o al encubrirnos (Dussel), se permitió que el único conocimiento, el único modelo de desarrollo, el único sistema económico, el único sistema de vida, el único método científico y verdadero, era el europeo, el occidental, el kaxlan, el ladino.  Al hacernos creer que esa era la verdad, comenzamos aprender que “rezar el padre nuestro y santiguarnos” era aceptar que era el único camino para dejar de ser “salvaje”.  Que nuestros conocimientos deberían de volver a escribirse en el idioma y pensamiento del colonizador y bajo la observancia de él.  Que nuestras tierras estarían mejor cuidadas por él.  Qué para ser desarrollados tendríamos que consumir. Que no transmitiéramos nuestros conocimientos a nuestros hijos y estos a sus hijos, como hasta ahora.

Como sucede hoy, cuando nos enseñan que Estados Unidos es mejor que Europa, que estar en la ciudad capital es mejor, que tomarnos una selfi frente a un centro comercial es mejor.  Que estudiar y destruir nuestros bosques originarios y sembrar pinos es mejor.  Que nuestros abuelos fueron tontos, porque no utilizaron la moneda del occidente.  Que es mejor romper el corazón de la tierra para tener carreteras.  Que nuestros productos se venden mejor en el mercado.

Y así poco a poco nos volvieron dependientes (Marini, Dos Santos, Cueva).  Nos dijeron que, para llegar al desarrollo de ellos tendríamos que pasar por el subdesarrollo (Escobar, Leff, Amin).  Nunca nos dijeron que quienes ahora se consideran desarrollados fue porque se robaron nuestros bienes (Galeano).  Aprendimos que el occidente y quienes nos han invadido eran mejores. Han pretendido cambiar nuestra mente, de ahí el concepto de “ladinizaron” (Adams), de cooptados (Ba Tiul), de indio permitido (Hale).  Entendiendo el proceso de ladinización, dejar de pensarnos como “mayas” o “indios”, para pensarnos como blancos y desde los blancos.  A veces nos pensamos desde el occidente, desde Europa, desde Estados Unidos, y eso se llama “colonización” o aceptar las condiciones de cualquier sistema imperial.

Al entrar en crisis ese mundo nos arrastra a nosotros, porque nos pensamos como él.  Como occidentales.  Ahí está la lógica de la colonización, enajenarnos y alienarnos (Marx).  Y como tenemos miedo que se caiga, le seguimos permitiendo que entre y lo alimentamos como si nos hubiéramos contagiado del síndrome de la Malinche.  Y no solo como pueblos, también como países.  Nuestros gobiernos coquetean, si no es con Estados Unidos, es con China o con Rusia.  Nuestra mirada es el imperio o los países imperialistas, quienes nos colonizan, aunque nos estén metiendo la daga por la espalda. En el deporte, soñamos con el campeonato español, italiano, etc.  Nos cuesta pensarnos solos.  Como si no tuviéramos la capacidad para avanzar, para construirnos solos y para fortalecer un nuevo sistema que nos lleve a derrotar al capitalismo.

Desde hace muchos años se comenzó a hablar del proceso de descolonización (Fanón, Memmi, Césaire, Mignolo, Quijano, Dussel, De Sousa, Bonfill Batalla, Guzmán Böckler, los hermanos Bautista y muchos más).  También se habló de autonomía y libre determinación.  Si antes se planteó como alternativa la federación de naciones, el multiculturalismo, ahora se habla de plurinacionalismo. Pero muy pocas veces se habla de construirnos sin esa camisa de fuerza que se llama “Estado”. Las experiencias de este tipo e incluso aquellos movimientos que nacieron de procesos revolucionarios cuando se pensaba construir un sistema alternativo al capitalismo y que en ese momento, se llamó socialismo, sucumbieron al capitalismo, al mercado, al consumo, ejemplos: Rusia, China, Vietnam, hasta el modelo de Ghandi, adoptado por la India “el de la no violencia”. Los gobiernos que se gestaron con nuevas revoluciones como el de la pareja Ortega-Murillo, han quedado atrapados dentro del capitalismo, añorando alcanzar ese sistema mundo, que ha sido construido sobre la violencia y la muerte.

Las nuevas experiencias de socialismo siglo XXI, que comenzó con Chávez en Venezuela en 1999 y a la que le siguieron los gobiernos llamados “primer progresismo”: Lula, Evo Morales, los Kirchner, Correa, los gobiernos del ALBA; y los segundos progresismos: Petro, Lula 2.0, Arévalo, AMLO, Sheinbaum, Xiomara Castro, aunque se denominen antineoliberales siguen teniendo matices capitalistas, con un enfoque de explotación de los recursos y desalojos de indígenas en sus territorios, unos más que otros, sí, pero sigue siendo capitalista y lo peor aún, con Estados controlados por pactos criminales, pactos de elites, pactos de corruptos, en donde los más agresivos son militares formados en la guerra fría y narcotraficantes, quienes al final se alimentan de la corrupción y la impunidad.

Marx decía: un “fantasma recorre Europa” y se refería al fantasma del comunismo.  Poco tiempo después se decía que había un fantasma dormido y que era el único capaz de acabar con el capitalismo y que quienes hoy se autoidentifican como “pueblos originarios”.  Desde hace muchos años y repetido insistentemente que lo único que puede cambiar el mundo “es el sistema de vida de los pueblos originarios” (Papa Francisco, Leonardo Boff y muchos teóricos del “Buen Vivir”).  En los foros internacionales sobre biodiversidad y clima los jefes de Estado siempre concluyen que “hay que escuchar a los pueblos”.

Ante la crisis del sistema mundo y por consiguiente, ante la crisis que genera en el continente latinoamericano y en Guatemala, las opiniones, debates y propuestas, giran en que “hay que escuchar a los pueblos originarios”.  Todos dicen lo mismo.  “La respuesta está en la gran experiencia y vivencia de los pueblos originarios”.  Pero cuando los pueblos reclaman el derecho a existir y a decidir, entonces, al sistema capitalista no le parece.  Indistintamente si es progresista o no.  Porque cuando los pueblos originarios reclaman y presentan su forma de vida resurge el racismo.  Cuando los pueblos originarios demandan que se les escuche, se les acusa de no querer el “desarrollo”.  Si, es cierto, los pueblos originarios no quieren el” desarrollo”, porque es capitalismo.

Como hemos repetido muchas veces, los pueblos originarios quieren vivir.  Y para enfrentar la sobrevivencia, la respuesta no está en el “desarrollo”, sino en su sistema de vida.  Un sistema de vida que está anclado en el komun (EZLN, Escobar, Holloway).  Para llegar a eso hay que politizar todo.  La indignación, la pobreza, la incertidumbre, la sobrevivencia, todo hay que politizarlo.  No folklorizarlo, que es lo que hasta ahora se hace. Se habla de agua, pero no de tierra y territorio. Se habla de semillas, de biodiversidad, de medio ambiente, pero no de la restitución de tierra y territorios comunales.

Tenemos que pensarnos desde nosotros mismos, desde nuestras propias experiencias.  No viviremos si seguimos pensando desde el capitalismo.  Como dijera el Che: “tenemos que lograr un modelo desde aquí y a partir de lo que hay aquí”[1].  Los zapatistas en su viaje a Europa, decían: “no es que queramos que todos se hagan zapatistas”.  Cada pueblo debe imponer su modelo, su sistema de vida, para terminar de destruir al capitalismo y no inyectarle elementos para darle vida.  Por ejemplo, cuando decimos que defendemos la democracia estamos dándole vida al cadáver. Cuando exigimos que se respete el Estado de derecho le estamos dando sangre a Frankenstein (Rodríguez).

Los modelos no se deben transportar, eso decíamos hace muchos años.  Mariátegui, decía: “que no sea calco ni copia”.  Un nuevo sistema nace de los corazones mismos de los pueblos, y cuando decimos pueblos, hablamos de todos, sin excepción.  Por eso, la insistencia de articular desde la diferencia y no desde la igualdad.  Todos los pueblos son diferentes el uno con el otro y a lo interno.  No se pretende ser iguales. La igualdad es un engaño del sistema mundo.  Hay que diseñar un nuevo sistema (Escobar) y ese diseño tiene que nacer de lo más profundo de la humanidad y para la humanidad misma.  Debemos sentir lo rico, lo sabroso de la comunalidad para construir algo nuevo.  No se puede construir un mundo diferente si estamos en un mundo que nos ha comido, matado, perseguido.  Hace muchos años, al calor de los movimientos indígena del sur, decía en un artículo que para “fundar hay que refundir”. Porque tenemos que cambiar el modelo de Estado, de república, de país.

Para eso se requiere de las manos de todos y todas, pero esos todos y todas deben saber vivir o querer vivir comunitariamente, comunalmente, no individualmente.  De ahí la idea de la comunalidad.  Destruir el consumismo y el acaparamiento.  Cambiar actitudes (Rauber). Una comunidad que se hace proyecto, no una “comunidad como paraíso”, como cuando pensamos e idealizamos “la ancestralidad”, o cuando pensamos a las “autoridades indígenas” como la gran maravilla, sin criticarlas.  Eso también es racismo.

Como describimos en otro de nuestros aportes: “la comunalidad y el sujeto o los sujetos[2] son una construcción permanente”, no son estáticas, son dinámicas.  Y se construyen mutuamente, relacionados, interdependientes, etc.  En tanto que, en el capitalismo, que si consumes estás desarrollado, si tienes una casa de cemento es por tu propio esfuerzo, si estudias es por tu propio esfuerzo, etc.  En cambio, desde la perspectiva de los pueblos originarios, “todo se va haciendo, se va aprendiendo, se va construyendo, se va analizando”, como la idea del “nuk’uj”, que es la idea de ensayo, proyecto, inicio.  Y se crea, se construye desde la colectividad.

El sistema mundo occidental, es decir el capitalismo neoliberal-extractivista, está en crisis. Ha llevado al mundo hacia la autodestrucción y aunque invente actividades, locales, regionales o mundiales o se camuflaje de progresismo, de media izquierda, de medio socialismo, sigue siendo de explotación y de destrucción. De esa cuenta, el único sistema que puede refundar al capitalismo, reformar algo nuevo y que es un paradigma contrahegemónico, anticolonial, antipatriarcal, antirracista, es el sistema de los pueblos, anclado en la idea del komun, como sistema de vida, donde todas se constituyen mutuamente de forma complementarias y diferentes.

Quienes podrán abanderar, por decirlo de algún modo, este nuevo modelo de movimiento o de pueblos en movimientos, son aquellos que añoran o viven con la esperanza que algún día puedan volver a ser autónomos de cualquier modelo imperialista, parasitaria.

No se construye o se diseña un paradigma de vida de forma muy “esotérica”, “paranormal” o “mesiánica”.  El paradigma o el sistema de los pueblos, tampoco será producto de una espiritualidad pentecostalista, alejado de la realidad de los pobres.  Debe ser un paradigma con una espiritualidad viva y dinámica, no nahualistico.  Debe ser una espiritualidad, que tenga por seguridad que el enfrentamiento entre quienes añoran seguir con el capitalismo va a ser fuerte, como la pelea de Jun Ajpu’ e Ixb’alamke y los Oxlaju’ Kame’ y su construcción también será exigente, porque debe enfrentar la destrucción ecológica, ambiental y humana que deja el viejo paradigma y sanarlo.

Finalmente, esto exige del consorcio o la articulación de todos los pueblos que añoran seguir viviendo y que no descansan su sueño en la democracia y el Estado, porque deben tener claro que la solución o la erradicación de la muerte ocasionado por este sistema mundo en crisis, no se puede construir desde ella. Por eso, el fracaso de la participación política de nuestros hermanos y nuestras hermanas dentro del Estado.  ¿Cuántos años de integrarlos a los Estados y nada ha cambiado?, porque el sistema no cambiará desde adentro, si quienes van no cambian su vida, si siguen pensándose desde el capitalismo, aunque se identifiquen como miembros de los pueblos originarios.  El cambio vendrá de la conjunción de todos y todas, con nuestra diferencias y complementariedades, pero su origen está en la “nueva conciencia humana, colectiva y diversa”, de ahí la idea, “cambio de actitudes”.

Notas:

[1] https://www.lahaine.org/mundo.php/el-che-comprendio-que-la

[2] Y cuando decimos sujetos, nos estamos refiriendo a todos el conjunto que algunos llaman biodiversidad y biocultural.  De aquí nace el principio que todos tienen derechos y todos somos seres vivos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.