El título es bastante inhibidor por la complejidad que supone y la amplitud del tema: «La actualidad del socialismo», las reflexiones desde una mirada socialista, sobre lo que estamos viviendo hoy y las perspectivas, tratando de proyectar una mirada global. En el caso nuestro, estamos ante una nueva arquitectura, una nueva geografía del poder. Ciertamente […]
El título es bastante inhibidor por la complejidad que supone y la amplitud del tema: «La actualidad del socialismo», las reflexiones desde una mirada socialista, sobre lo que estamos viviendo hoy y las perspectivas, tratando de proyectar una mirada global.
En el caso nuestro, estamos ante una nueva arquitectura, una nueva geografía del poder. Ciertamente va a tener una repercusión enorme esta crisis del neoliberalismo a partir del estallido de esta burbuja financiero-especulativa que ha hecho que salgan los estados a rescatar a las Financieras y bancos de una manera concisa e insólita. Lo anterior, ni siquiera se puede imaginar más allá de las cifras en sí mismas lo que implica, el volumen que aquello implica. Y esto tiene particular importancia en el caso nuestro, en el caso de Chile, que se transformó por un período, no solo durante la dictadura, sino también durante los años de la democracia, de la reconstrucción democrática, en una suerte de «modelito». El modelo- y esta crisis en particular- ha hecho que de un golpe se reduzca de manera significativa una parte sustantiva e importante de los dineros que los trabajadores y las trabajadoras chilenos han cotizado y acumulado para sus pensiones a través de las administradoras de Fondos de pensiones (AFP).
Son muchos los temas que sugiere el tema actualidad del socialismo, y uno podría desde lo global, desde lo macro, ciertamente abordarlos desde distintos puntos de vista, porque son muchos los ámbitos desde los que podríamos reflexionar sobre aquello. Pero voy a desarrollar algo un poquito más acotado, ciertamente porque los chilenos, y particularmente nosotros los socialistas y la izquierda chilena, durante años y después del golpe en particular, teníamos una enorme capacidad de efectuar y elaborar todo tipo de tesis. Los cubanos nos decían: «Mira, chico, si ustedes toman todos esos documentos que han escrito, las múltiples tesis de caracterización de los primeros días post golpe, hasta después -si era fascista o bonapartista, y por lo tanto si creábamos alianzas del tipo de frente antifascista o un tipo de frente de liberación, etcétera, y ustedes pusieran esas tesis en un avión y las dejan caer sobre La Moneda, seguro que lo aplastan».
En general ocurría que cuando venían los allanamientos de las fuerzas represivas, aquello provocaba en las fuerzas que formábamos parte de la Unidad Popular y en distintos niveles de clandestinidad, más que agarrar y llevarnos los pocos fierros que tuviéramos, agarrábamos el mimeógrafo antes de escapar del cerco, de manera de poder reproducir inmediatamente una nueva tesis. Entonces, trataré de acotar más mis reflexiones esta tarde;
A propósito de ese binomio renovación y socialismo, socialismo y renovación, que se ha señalado como desafío al comenzar este evento; quiero partir señalando que a nosotros nos ocurrió exactamente lo contrario, de manera dramática, de lo que aquí se señalaba, porque hace bastante tiempo que en la izquierda chilena, y en particular los y las socialistas chilenos, estamos bastante carentes de reflexión, de autocrítica y de perspectiva.
Para entrar en este tema diría dos cosas; En primer lugar, algo que aparece como evidente, que ha sido aquí mencionado, que es que estamos gozando de nuevos aires, en todo sentido, particularmente en América Latina y el Caribe, en América Latina y en América del Sur. Es decir, estos debates que estamos haciendo hoy sobre el socialismo han vuelto a ver el día, han vuelto a adquirir ciudadanía. Hace diez años habría sido imposible imaginar que Brasil hoy estuviera gobernado por un dirigente sindical de los metalúrgicos como Luiz Inácio Lula da Silva, pero que además tiene que ver con un acumulado histórico del Partido de los Trabajadores y los movimientos sociales, que lleva a este proceso, que ha contribuido de manera importante en la arquitectura de la nueva geopolítica, y en otros procesos más recientes o simultáneos. Uno no habría imaginado que existiera un proceso de la dimensión y profundidad como el de Bolivia, la refundación del Estado encabezada por un dirigente cocalero de la envergadura de Evo Morales.
Tampoco hubiésemos imaginado el avance significativo de Alianza País encabezada por Rafael Correa, y el avance tan interesante que viene de concluir en su primera fase respecto de la aprobación de la Constitución luego de ser elaborada por la Asamblea Constituyente y la visualización y las nuevas definiciones que ella hace de lo que es Ecuador en relación con el Estado y la economía, pero también con sus vecinos. Ciertamente no habría imaginado el despegue y profundización que iba a tener la revolución bolivariana en sus distintas fases, encabezada por Hugo Chávez Frías, ni que hoy, gracias a ese proceso, fuera parte del debate y de la práctica el debate sobre el socialismo del siglo XXI y ellos están intentando no solo teorizar, han tenido que construir e ir avanzando en una suerte de políticas paralelas al Estado tradicional conformado en lo que fue la Cuarta República, y toda la temática que eso ha generado y despierta en América del Sur.
Tampoco habríamos imaginado que la correlación conservadora de América Central estuviera cambiando, con la vuelta de Daniel Ortega en Nicaragua, con un socialdemócrata en Guatemala como Álvaro Colom, o incluso que países como Honduras con el presidente Zelaya a la cabeza, en niveles distintos, hubiesen ingresado al ALBA. Y por cierto en Chile, que somos un país machista, más allá de que llevamos cuatro gobiernos de coalición de la Concertación, que estuviera dirigido por una mujer como Michelle Bachelet, o en Argentina por Cristina Fernández de Kirchner. No necesito decirles a ustedes la importancia que ha tenido el gobierno del presidente Tabaré Vázquez con el Frente Amplio (FA), porque ustedes tienen además una experiencia de coalición de izquierda de larga data, de una larga acumulación de trayectorias y luchas. Y ciertamente mencionar también lo que representa el Presidente Lugo y lo que está ocurriendo en Paraguay.
Pero eso nos lleva a un elemento que aquí se ha señalado y que también tiene que ver con esta discusión de los y las socialistas: hay una emergencia de nuevos actores sociales y políticos, hay también una desaparición de algunas fuerzas políticas «tradicionales» del movimiento obrero y socialista, y hay otras que se tienen que poner al día o están a medio camino de ponerse al día respecto de esto, para dar respuesta a viejos problemas que siguen presentes. Pero también hay una emergencia de nuevos actores sociopolíticos, hay una irrupción y una mayor visibilidad de los movimientos sociales, de los movimientos campesinos, de movimientos indígenas, de los movimientos de mujeres, etcétera, del concepto de lo ciudadano en distintos niveles de interpretación que uno pudiera tener.
Hay emergencia de nuevos movimientos, como el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Bolivia; el mismo Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que tiene una explicación en otro tipo de acumulación y de cambio histórico, en el paso de la Cuarta a la Quinta República de Venezuela. Tenemos formaciones nuevas como Alianza País, en el Ecuador más los aliados como el Partido Socialista Frente Amplio de Ecuador y otros partidos. Y en muchos de ellos hay muchos militantes que vienen de esos partidos pero que han concluido en la necesidad de nuevos instrumentos y formaciones políticas. En Perú todavía hay fuerzas que formaron parte de la Izquierda Unida, como el Partido Socialista, que viene del Partido Unificado Mariateguista (PUM), junto a los partidos comunistas. Pero ha emergido hoy una fuerza como el Partido Nacionalista (PN) que significó que Ollanta Humala estuviera a punto de ganar la Presidencia de Perú en una disputa de una enorme complejidad y envergadura geopolítica, en la disputa que yo llamo por las tierras altas, las que van desde Quito hasta La Paz. Estamos hablando de territorios que tienen enormes reservorios de agua dulce, de gas y minerales, por lo tanto estamos hablando de una disputa geopolítica y geoestrategia entre las fuerzas de izquierda, populares y progresistas y las fuerzas conservadoras y del gran capital, que tiene que ver con nuestro continente, particularmente con América del Sur.
En ese contexto, que uno no habría dimensionado antes también se producen los avances (llenos de contradicciones) para los procesos de integración. Por primera vez desde su nacimiento la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) ha servido para poner freno inmediatamente y gestar un proceso de solidaridad entre los estados miembros con el proceso democrático y legítimo que encabeza Morales en Bolivia. Se han debilitado otros procesos e instancias como la OEA. Y ciertamente estamos viendo contradicciones en estos procesos, porque está también la discusión sobre las asimetrías. Ustedes lo conocen más que nosotros respecto al debate en el Mercosur y de su proceso de constitución.
Nos encontramos en un contexto que- sin perjuicio de compartir lo que ha dicho Enrique Rubio- ciertamente podría tener regresiones para los procesos de democratización y de apropiación desde el punto de vista de los movimientos sociales y políticos progresistas y populares. Por ejemplo, vengo de participar en un evento hace unos días en España de solidaridad con la lucha del pueblo saharaui y el Frente POLISARIO, encuentro en el que había mucha gente de Europa y había una interesante delegación de América Latina, y me impresionó en ese encuentro la alta expectativa política que ha despertado la elección de Barack Obama, más allá de que es un dato de enorme envergadura cultural para la sociedad estadounidense, por lo que implica, casi equivalente a John Kennedy. Se trata de una expectativa positiva, ciertamente, más allá de sus impactos reales. Yo lo tomo con pinzas, pero con respecto a los temas de segregación y de discriminación que tiene esa sociedad, por cierto lo es. En síntesis, nos encontramos en un escenario global más favorable, interesante y desafiante.
Yo vengo de un país que inició una transición democrática -después de una dictadura de la dimensión de la de Augusto Pinochet y de refundación capitalista bastante más débil, casi inexistente. Hemos hecho una transición y un proceso de cambio con la lógica de la «medida de lo posible y del posibilismo», y desde el punto de vista de una política socialista con un perfil muy subordinado y minimalista y con un balance de que hemos avanzado en estos temas, particularmente en materia de democratización institucional, pero no ha cambiado el balance del modelo de acumulación económico ni cultural. Y en esto, a propósito de Antonio Gramsci, los socialistas en particular, el Partido Socialista de Salvador Allende, tenemos un déficit gigantesco, lo tenemos todos los demócratas, pero en particular en la izquierda y dentro de ella, nosotros los socialistas. Estamos en una suerte de bancarrota cultural, y porqué el Chile de hoy es un país individualista y neoliberal en todo sentido, donde el individualismo, el debilitamiento del tejido asociativo fue profundo y proporcional al proceso de liberalización de la economía. Proceso que se materializó en políticas de ajuste estructural bajo lógicas de dictadura, pero que la Concertación ya en el gobierno no modificó en lo esencial a partir del inicio de la transición democrática del gobierno del presidente Aylwin hasta el día de hoy.
El propio Secretario General del Partido Socialista de Chile de la época, hasta 1973, el compañero Carlos Altamirano, señaló hace poco en un medio de prensa que el gobierno del presidente Ricardo Lagos, que fue considerado fuera de nuestras fronteras por muchos como un gobierno progresista, había sido el «mejor gobierno de centroderecha en la historia del siglo XX en Chile». Lagos, fue el primer militante de dos partidos, del Partido Socialista y el Partido por la Democracia, un partido instrumental al cual también concurrió en su fundación un sector del socialismo. El propio Altamirano a cuyas opiniones sobre el gobierno de Lagos hago referencia fue uno de los artífices del proceso de renovación del socialismo, del debate inicial del socialismo chileno el que se inició para nosotros en el medio de un reflujo gigantesco y bajo condiciones de dictadura.
No quiero centrarme exclusivamente en Chile, pero Chile ha sido usado durante la dictadura por los ideólogos del neoliberalismo y los organismos multilaterales como un modelo a exportar, particularmente en varios temas, el sistema de fondo de pensiones, las isapres, etcétera, y también ha sido usado a posteriori en este debate -en mi opinión enteramente sesgado, por no decir falso- para sentar diferencias y distancias entre las llamadas izquierdas vegetarianas en relación a las izquierdas carnívoras o más populistas, frente a temas que tienen que ver con esta discusión de fondo, que tiene que ver con nuestra visión respecto de los temas del rol del Estado con la economía, el nivel de regulación, la vinculación respecto al control y gestión de nuestras riquezas naturales y el desarrollo, el tipo de democracia en relación a este binomio democracia representativa con democracia participativa, cómo eso se articula en recoger, articular y dimensionar los intereses de clase, en los ámbitos sociales, culturales y diversos de una sociedad. En el debate de esas distintas visones y en el debate socialista o desde una visión progresista, ciertamente también la experiencia chilena ha sido usada como un falso «modelo» para algunos, particularmente entre los social liberales y social demócratas. Las veces que he tenido la oportunidad de ser invitado al Uruguay he dicho «por favor, no copien Chile». Tampoco en el debate de la centroizquierda, porque así como tenemos cosas en las que hemos logrado avanzar, ciertamente tenemos muchos déficits bien severos en esas materias.
Hoy estamos a 20 años del 5 de octubre de 1988, cuando la sociedad chilena se confrontó bajo la lógica de la institucionalidad pinochetista con la presión de los movimientos sociales, de la oposición, a través de grandes paros nacionales y de movilizaciones que llevaron a que empujáramos, no que derrotáramos la dictadura con la dimensión y la densidad que requería. Por tanto tuvimos un inicio de transición extremadamente débil y con una correlación de fuerzas que nos significó durante mucho tiempo tener y vivir bajo cuidado -teníamos a Pinochet como comandante en jefe, en el primer período del gobierno democrático del presidente Aylwin. Pero también con una autocensura que fue mucho más allá de cualquier lógica razonable desde el punto de vista de los objetivos democráticos y las reformas económicas básicas, de pago de deuda social y de reabrir un cierto proceso de democratización hacia una perspectiva progresista.
El balance hoy, a 20 años del 5 de octubre de ese año, es que tenemos una sociedad con una enorme concentración económica, con niveles de desigualdad y exclusión altísimos. Por cierto, a la gente con dinero en Chile le está yendo muy bien y hay un pequeño sector con mucho poder perfectamente inserto en la economía globalizada. Por cierto que hemos logrado reducir ciertas intermediaciones, focalizar de mejor manera, establecer subsidios directos e indirectos con una cierta lógica de desarrollo básico que permita reducir pobreza más dura, pero los niveles de desigualdad han aumentado inaceptablemente de manera significativa.
Por eso estamos francamente en medio de un debate y bastante contentos de que la realidad, no solo la chilena sino la realidad de América Latina, nos interpele de nuevo. El Partido Socialista -soy miembro de su Comité Central, por lo tanto soy parte también de esa contradicción, el partido de Allende, ha devenido en un partido conservador. Esto forma parte de nuestra propia reflexión. Es decir sobre la necesidad de que finalmente efectuemos la discusión, no ya de las cosas positivas, sino que hagamos la discusión sobre la política estratégica del Partido Socialista, como fuerza allendista, como fuerza revolucionaria y transformadora que es parte de una coalición. En Chile hoy tenemos un sistema electoral binominal, que consagra la exclusión de un sector de chilenas y chilenos; el Partido Comunista, que tiene entre el 5 y el 7%, no tiene un solo parlamentario ni parlamentaria, y que es miembro de la coalición Juntos Podemos viene de tener alrededor del 9% en las elecciones municipales, hace unas semanas, y por lo tanto la diversidad se ha limitado severamente.
Como izquierda fuimos 17 años excluidos por una dictadura de la entidad y la brutalidad que Pinochet y lamentablemente en términos prácticos hemos excluido casi 19 años en los gobiernos democráticos de la Concertación a un sector de la izquierda, nosotros los socialistas en el gobierno. Es un tema complicado, sobre todo cuando estamos preguntándonos desde dónde nos planteamos la actualidad de la construcción de un proyecto socialista, progresista y anti neoliberal en nuestra sociedad. Felizmente, estos temas y procesos han vuelto a ser actuales y aquello está ocurriendo en América del Sur.
Por cierto, también hay cosas positivas que mencionar. Hemos tenido en estos últimos años grandes movilizaciones de jóvenes estudiantes que no habían nacido cuando se produjo el golpe militar, que nacieron con el advenimiento de la democracia -el fenómeno de «los pingüinos»-. Los jóvenes lograron colocar el tema del cambio y reforma de la ley general de educación, que privilegia el lucro en la educación, y que por lo tanto han generado nuevos niveles de movilización. Tenemos una sociedad en la que hay más de 2.680.000 jóvenes que han cumplido los 18 años y no se han inscrito en el registro electoral. Y no hemos podido lograr un cambio porque tenemos un sistema electoral binominal que consagra el binominalismo, que consagra el pensamiento único y que hace que todos se vayan al centro. Y tenemos una Constitución que lleva la firma del presidente Ricardo Lagos, reforma que limó los aspectos más conservadores de la Constitución Pinochetista desde el punto de vista de la relación con las instituciones, de los poderes del Estado y los ciudadanos, pero que mantiene en lo esencial el modelo neoliberal y la visión en todos los aspectos centrales de la economía de un Estado subsidiario. Tenemos también un problema, que no resolvimos y que deberíamos enfrentar; necesitamos una nueva constitución a través de una constituyente, y que establezca la forma en que participa la sociedad civil en ese proceso.
Y todo en este contexto que señalé, se produce el debate de los y las socialistas sobre el futuro, de cuáles son los temas centrales para la construcción de un proyecto allendista, o más bien para la recuperación de un proyecto allendista para Chile. En un país que tiene una economía en la que más del 70% es privada, un país que tuvo un gran avance al nacionalizar el cobre, pero que con las políticas y leyes de los últimos años se ha ido desnacionalizando una parte importante de su producción en favor de la minería privada.
Aquello también forma parte de nuevos y viejos debates que se han puesto nuevamente en vigencia tanto por las demandas del movimiento popular, los estudiantes, los trabajadores, como por los temas que adquieren nueva fuerza en el movimiento socialista y progresista que están puestos hoy y que han vuelto a adquirir ciudadanía. Porque ustedes quizás no lo vieron ni lo han vivido así, pero para nosotros ha sido bien dramático durante un tiempo largo el nivel de concesión hasta en el lenguaje que se produjo en un cierto sector de la llamada izquierda o socialismo renovado, todo se señalaba o mencionaba con la frase que antecedía el «como decíamos antes» para mencionar culposamente conceptos o palabras que eran propias de la izquierda.
Ahora se llama «la gente», a lo que antes era «el pueblo», etcétera; podría nombrar innumerables casos y ejemplos del desarme ideológico en un sentido de aprehensión cognitiva, que se refleja en el debate político del socialismo chileno durante un período importante. Y de cómo durante un período importante dominó el discurso y la política del posibilismo, es decir «no podemos hacer más que esto pues nuestra correlación es débil o frágil», y si uno entra en esa lógica era obvio que se perdía fuerza y vitalidad socialista en favor del pragmatismo y del desarme ideológico. Para cambiar es necesario abrir un debate sobre si se puede ser socialista con una lógica pragmática casi absoluta, donde es lo posible y donde se puede generar un sólo «poquito de regulación», «un poquito de reforma», es decir sólo un poquito de todo. Ciertamente ese es un tema y debate más global que tenemos pendiente.
El propio debate sobre nuestra relación como partido con la sociedad, de nuestra relación y organización militante como partido, podemos ejemplificarlo en nuestro debate sobre el padrón militante del Partido Socialista Y esto no es poco, somos un partido miembro de la coalición -que tiene entre sus filas a la presidenta de Chile, que fue dirigente del partido, miembro del Comité Central, de su dirección. El partido tiene un padrón de alrededor de 120.000 afiliados. En nuestro último Congreso partidario, que fue en marzo de este año, no participó en elegir a los y las congresales al evento más del 7% del total de militantes y adherentes que forman parte de ese padrón y que tenían la responsabilidad de participar en definiciones que eran muy relevantes. Eso también tiene que ver con el estado y el debate del socialismo y de los temas que nos convocan. Tiene que ver con el estado de movilización que tiene una sociedad y que tienen los partidos que buscan encarnar en el pueblo y en los trabajadores la idea socialista. Hoy, siendo un partido en el gobierno, no somos capaces de convocar más del 7%, y de ese 7% una parte no menor corresponde hoy a un partido que ha devenido en una practica bastante cupular. Por ejemplo, luego de 18 años de estar en coaliciones en el gobierno, el grueso de los delegados a ese congreso eran funcionarios de gobierno, funcionarios de distintas instancias ministeriales, lo que también afecta el debate y la autonomía de la opinión y de las posturas políticas, el que al mismo tiempo de formar parte de un gobierno de coalición pretende representar los intereses populares y de los trabajadores.
Yo soy partidario la corriente de los socialistas allendistas, y ustedes percibirán cuál es el matiz, cuál es la posición que tenemos, pero en el marco del Partido Socialista cuando se debate y se vota hemos llegado a que incluso se tome nota de cómo votan distintos funcionarios, y eso puede implicar pérdida eventual y en muchos casos pérdidas concretas de trabajo. Eso nos ha llevado a anquilosarnos, y refleja obviamente la tensionalidad que se produce entre ser un partido con ADN popular y de los trabajadores versus la concepción de la responsabilidad, de la gobernabilidad, y de una situación permanente y tensionante, que a veces se resuelve de mejor o peor manera. Tiene que ver con la lógica del compromiso, que refleja un distorsionado concepto de la lealtad.
¿A qué somos leales?, ¿somos leales al programa de gobierno comprometido ante los chilenos, en el caso de los socialistas, que estamos en el marco de una coalición?, ¿o somos leales a los cargos que tienen y ejercen determinadas compañeras y compañeros? Eso también ha generado una tensionalidad cuando hablamos de ese debate, cuando lo hacemos en concreto, cuando se trata de gobernar y al mismo tiempo querer ser siendo fieles a un ADN popular y enfrentar la lógica neoliberal.
En este contexto estamos debatiendo los y las socialistas respecto de lo que viene en el futuro, pero también estamos haciendo nuestro balance. Llevamos casi 19 años de gobiernos de coalición en los cuales el PS se distanció de nuestra tradicional, antigua e histórica alianza con los compañeros y compañeras del Partido Comunista de Chile y otras fuerzas de izquierda. Alianza política y social que dio origen al momento más luminoso de democratización profunda y revolucionaria que ha experimentado la sociedad chilena encabezada por el presidente Salvador Allende y la Unidad Popular, ciertamente en estos últimos años tomamos una ubicación distinta. El Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda quedaron fuera, fueron parte del precio del tipo de transición que se impuso, y que impuso una lógica dominante que licenció al movimiento social y a una parte importante de la sociedad. Esto caracterizó el tema de las alianzas y las coaliciones.
En ese contexto estamos iniciando un debate pendiente sobre el balance y hemos pasado por muchos cambios en un decurso de tiempo histórico muy corto. Por ejemplo, en el año 68, en uno de sus congresos más históricos el PS plantea que es imposible transitar hacia el socialismo y transformar el poder exclusivamente por medios pacíficos. Y dos años después obtiene la Presidencia el compañero Salvador Allende, mediante la vía electoral de la democracia «burguesa» como la caracterizábamos por aquel entonces. Y tres años después sufrimos el golpe militar y finalmente viene todo el proceso de recuperación y de lucha antidictatorial que marcó a Chile, pero que nos transformó muy profundamente.
Al reflexionar sobre el socialismo en la actualidad, sobre el socialismo hoy, cuando uno escucha, con todo el cuidado y respeto por no contar a cabalidad con todos los elementos y la profundidad del debate que ustedes están desarrollando ustedes, yo he querido poner énfasis en este balance autocrítico para contribuir a la reflexión. Comparto la reflexión de Gramsci de que más allá del pesimismo de la razón, uno guarda y percibe el optimismo de la voluntad por todos lados.
Chile transformó su base productiva, se transformó culturalmente, hoy día por ejemplo lamentablemente lo ciudadano en las zonas urbanas de aglomeración mayor lo representan los malls y los grandes centros comerciales de consumo y se han debilitado los espacios de socialización de los barrios, haciéndose cada vez más necesaria la resistencia cultural y la construcción de espacios de socialización y de identidad colectiva. Tenemos un problema no menor con nuestro pueblos originarios, los mapuches, que no solo es el reconocimiento constitucional, tiene que ver con el tema de la propiedad tierra, tiene que ver con relación de las comunidades con las empresas forestales, con los derechos y uso del agua, etcétera. Entre paréntesis, los derechos de agua se entregaron y privatizaron a un valor irrisorio, fue entregada el agua, fue privatizada por la dictadura, pero después esa lógica no ha sido modificada por los gobiernos en los cuales los socialistas hemos participado. Cuando se puso a votación el tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos hubo solo un diputado socialista que votó en contra (el cro Sergio Aguiló).
Y en aquel entonces, quienes nos oponíamos a ese TLC fuimos derrotados por un margen importante. Pero lo más grave es que no hubo debate real sobre ese Tratado y sus implicancias para nuestro modelo de desarrollo. Teníamos un desacuerdo y rechazo de fondo a los términos de la negociación, contenidos y concepción de ese tratado de libre comercio. Y sin embargo, en la Cámara de Diputados, lamentablemente hubo solo un compañero nuestro que voto en contra. Varios esgrimieron distintos argumentos para fundamentar la aprobación: lealtad con la coalición y pragmatismo al sostener que no se había negociado tan desfavorablemente. A pesar de los argumentos esgrimidos en su contra no logramos que fueran asumidos por la mayoría de los parlamentarios del partido y que se generara un cuestionamiento y debate crítico. El peso del pragmatismo y del pensamiento único hegemónico tuvo también un impacto severo en el partido de Allende.
Resumiendo, los desafíos han venido de los nuevos aires que recorren nuestra América y también de nuestra realidad. Pero el resurgimiento y reposición de un conjunto de temas que estaban muy debilitados en el partido de Allende ha tenido que ver con una nueva correlación en la sociedad chilena que se expresa en demandas de transformaciones de mayor profundidad y que requieren de un nuevo proyecto alternativo al neoliberalismo y por lo tanto, de nuevas alianzas para construir esos cambios. También con compromisos que no fueron cumplidos por los propios gobiernos de coalición de la que hemos formado parte. Por de pronto la necesidad de una nueva Constitución y de una nueva relación entre el Estado, la economía y la sociedad chilena que fue planteada en 1989 y que hoy continúa pendiente.
Muchas gracias,