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Observaciones sobre ciencia, poder político-militar y cuentas insaciables de resultados (y II)

Fuentes: Papeles de relaciones ecosociales y del cambio global

3. Si de pensar y no olvidar se trata La dependencia que los grupos de investigación tienen de la financiación pública y privada es tema conocido. Desgraciadamente esta última, que suele buscar resultados inmediatos en términos mercantiles y gananciales, está adquiriendo un protagonismo creciente que puede entrañar -y entraña ya de hecho- graves peligros que […]

3. Si de pensar y no olvidar se trata

La dependencia que los grupos de investigación tienen de la financiación pública y privada es tema conocido. Desgraciadamente esta última, que suele buscar resultados inmediatos en términos mercantiles y gananciales, está adquiriendo un protagonismo creciente que puede entrañar -y entraña ya de hecho- graves peligros que no nos son desconocidos. A ellos debemos enfrentarnos, frente a ellos debemos permanecer alertados y resistentes; sin duda, por supuesto que sí. Un ámbito más -muy importante y a veces olvidado- del necesario combate y de la imprescindible participación crítica de la ciudadanía, de las propias comunidades científicas y de sociedades que aspiran a otro orden de cosas.

Ilustremos este punto. La vacuna, la VSV-EBOV, que llega un año y medio después del anuncio oficial de la epidemia del Ebola, ha sido desarrollada por la Agencia de Salud Pública de Canadá. La licencia, en cambio, está en manos de la farmacéutica estadounidense Merck. Este es un ejemplo, no el único desde luego, de investigación e innovación pública y producción y beneficio crematístico privado al que antes nos hemos referido. De acuerdo.

Pero hay otros escenarios muy alejados que a veces se olvidan desde algunas perspectivas críticas. Un ejemplo. A mediados de 2006, la OMS lanzó un SOS internacional: se necesitaba la producción masiva, al coste más reducido, de la vacuna contra la meningitis A y C, con destino a los 23 países del llamado «cinturón de la meningitis» africano. Sólo una multinacional -«Sanofi Pasteur»- fabricaba la vacuna pero, dada la baja rentabilidad económica de su comercialización, había reducido drásticamente sus volúmenes de producción. África estaba al borde de la emergencia sanitaria. El color del dinero lo impregna todo, incluso la vida (es decir, la muerte en este caso) de millones de seres humanos.

La OMS pidió entonces a laboratorios públicos y privados de todo el mundo que dieran un paso al frente y encontrasen la manera de fabricar millones de vacunas a bajo coste. Ninguna multinacional respondió; las cuentas no cuadraban. Sí lo hicieron, en cambio, dos laboratorios públicos de sendas naciones del Tercer Mundo. El Instituto Finlay de Cuba y el Instituto Bio-Manguinhos de Brasil se asociaron para la creación de la vacuna vax-MEN-AC, específica para los tipos de meningitis que afectan a la región africana. En Cuba se produce el principio biológico y en Brasil se desarrolla el resto del proceso de producción, incluyendo la liofilización y el envasado. El precio final de cada dosis se redujo más de veinte veces. De los casi 20$ USA de la vacuna comercializada por la multinacional se pasó a un precio inferior a los 95 centavos. Desde entonces, la alianza Brasil-Cuba ha permitido fabricar vacunas para África, que son adquiridas y distribuidas por entidades como la propia OMS, UNICEF, Médicos Sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional.

Por esta misma senda, otra ilustración No hay en nosotros, por supuesto, ninguna idealización cegada de la Unión Europea marcadamente neoliberal, que poco a poco, con resistencias que no deben ser olvidadas, se está intentando imponer a la ciudadanía. Pero de esta crítica consideración no puede colegirse sin más que todas las instituciones de esta Unión se manifiesten siempre serviles a las órdenes de los grandes mandatarios europeos y a los objetivos, crematísticamente insaciables, de las grandes corporaciones de la UE. No es así. Sirva el ejemplo de algunas actuaciones del Defensor, defensora en estos momentos, del Pueblo Europeo [1]:

Un ciudadano irlandés pidió a la Agencia Europa de Medicamentos (EMA por sus siglas en inglés) acceder a una serie de documentos que contenían detalles de todas las potencias reacciones adversas graves relacionadas con un medicamento contra el acné. Su hijo se había quitado la vida después de tomar ese medicamento. La EMA rechazó la solicitud con el argumento de que las normas de la UE relativas al acceso a los documentos no se podía aplicar a los informes sobre posibles reacciones adversas graves a los medicamentos. Recurrió al Defensor del Pueblo. Tras su investigación, la Defensora concluyó que las normas de la UE sobre el acceso a los documentos sí podían aplicarse a todos los documentos en poder de la EMA. La Defensora recomendó, no puede imponer u ordenar, a la Agencia que revisara su negativa a permitir el acceso a los informes sobre reacciones adveras y, además, instó a EMA, en el marco de la política de información, a dar explicaciones adicionales para que la ciudadanía pudiera comprender con mayor facilidad los datos y su importancia.

La EMA aceptó, tuvo que aceptar finalmente, la recomendación del Defensor del Pueblo y anunció la publicación de los informes. Adoptó, se comprometió a adoptar, una política de información más activa, dirigida a mejorar la transparencia en asuntos relativos al acceso a los documentos en su poder.

No hay duda de que las prácticas pueden estar alejadas de los acuerdos y compromisos. También en este caso. No estamos ante en los compases iniciales de una rupturista revolución social, por supuesto que no. Pero las reformas alcanzadas en ocasiones tras movilizaciones ciudadanas pueden ayudar y algunas instituciones, incluso las de una UE muy amiga de la idea de un capitalismo como única alternativa económica e incluso civilizatoria, pueden conquistar algunas posiciones en una lucha prolongada y, desde luego, desigual.

Se dirá, se podrá pensar tal vez: idealismo pueril bienintencionado, pensamiento desiderativo, olvido o incomprensión del decisivo papel de las gélidas aguas del cálculo egoísta, desconocimiento de la militarización de la ciencia, humanismo trasnochado, alejamiento o embellecimiento de las prácticas reales de las investigaciones, ignorancia de la competitividad desalmada de las comunidades científicas realmente existentes, buenismo epistemológico, deseos afables frente a la suciedad de la ingrata y dura realidad.

Nada de eso, no vivimos en el Edén. Conocemos el lado oscuro de la fuerza, las inhumanas e injustas prácticas económico-sociales de los poderes políticos y de las multinacionales. No nos es desconocido en absoluto el corazón impío de estas tinieblas. Existen, además, ejemplos que nos ubican en coordenadas no menos admisibles donde la tecnociencia contemporánea ha jugado un papel nada marginal y en el puesto de mando… Aunque con algún matiz por supuesto.

4. Si de denunciar y criticar se trata

Además de ilustraciones atómicas hay ejemplos, más recientes, que nos sitúan en ámbitos científicos aparentemente más pacíficos e inocuos. Pero la realidad no se identifica siempre con la apariencia, tampoco en este caso.

The Minerva Research Iniciative es un programa diseñado por el ex Secretario de Defensa norteamericano Robert M. Gates en 2008. Su prioridad es lograr «una comprensión más profunda de las dinámicas sociales, culturales y políticas que dan forma a las regiones de interés estratégico alrededor del mundo». Existen antecedentes; los jasones [2] por ejemplo.

El programa fue dotado de un fondo inicial de 50 millones de dólares que se ha ido incrementando. Académicos estadounidenses, «expertos» que trabajan como analistas en temas relacionados con las políticas de seguridad, se financian con él. Los amplios recursos disponibles se concentran en las grandes universidades usamericanas. Defensa busca definir y desarrollar conocimiento básico sobre las fuentes de conflictos presentes y futuros con atención especial a la comprensión de las trayectorias históricas de territorios clave. Se apuesta por una «ciencia social de vanguardia» y por estudios interdisciplinarios de destacados científicos en estos campos.

Dos ejemplos de los temas seleccionados [3] en la lista de los catorce ganadores elegidos entre las más de 300 candidaturas que se presentaron para el período 2013-16: «La fortaleza de las normas sociales a través de las culturas: implicaciones para el conflicto y la cooperación intercultural.» (Michele Gelfand, Departamento de Psicología, Universidad de Maryland), «La Geografía Humana de la Resiliencia y del cambio; los derechos de la tierra y la estabilidad política en las sociedades indígenas de América Central» (Jerome Dobson, Kansas, presidente de la American Geographical Society). Este segundo aspira a dilucidar el impacto de estos factores en «las capacidades del Ministerio y las implicaciones generales para la defensa nacional de los EEUU». Dobson no identifica los países en los que incursionará ni los pueblos indígenas que serán «objetos de estudio». Pretende definir, digitalizar cartográficamente y evaluar, los regímenes del uso de la tierra de las municipalidades indígenas. Con sus datos y resultados, los militares tendrán «nuevas capacidades para realizar la investigación geográfica humana, comparables con (pero más avanzadas que) aquellas que se emplearon extensivamente durante las dos guerras mundiales».

Minerva organiza conferencias con paneles de universitarios y de miembros del Departamento encargados de elaborar estrategias. También con responsables de operaciones militares. En ellas se habla de las investigaciones en marcha y de los impactos del programa en las ciencias sociales. En 2013, la reunión (que suele ser anual) tuvo lugar en la Universidad de California. Contó con la presencia de su Comité Directivo, del subsecretario para Estrategia de Defensa, Daniel Chiu, y del coordinador del Consejo Nacional de Inteligencia, Christopher Kojm. Entre los asuntos tratados destacaron: «Tecnología, poder y seguridad en China», «Movilización para el cambio. ¿Quién se hace terrorista?», «Cambio climático, acceso a los recursos y seguridad».

No falta en la lista de proyectos los de la antropóloga Montgomery McFate, la iniciadora del programa de científicos empotrados en las brigadas de combate de las guerras de Irak y Afganistán. La doctora McFate dirige el programa «Conocimiento cultural y Seguridad Nacional» y en Antropología militar intenta responder al siguiente interrogante: qué podemos aprender de la experiencia de vida y del legado intelectual de los científicos sociales que contribuyen directamente a las operaciones militares [4].

No se trata sólo de ciencias físicas, químicas y afines y del uso bélico de los sofisticados desarrollos técnicos que posibilitan. Cabe hablar, es necesario hablar, de las ciencias sociales y de su contribución al diseño y realización de las operaciones militares. No hay duda. Las terribles dimensiones son ésas.

Pero también existen hay otras perspectivas que exigen más matices.

5. Si de señalar escenarios más humanos y justos se trata

A finales de julio de 2012, Annie Thébaud-Mony [ATM] no aceptó la Legión de Honor que la entonces ministra del gobierno Cécile Duflot quería concederle. En una carta abierta dirigida a la entonces responsable de Igualdad, Territorios y Vivienda de la República francesa, esta investigadora de unos 70 años de edad explicaba que con su rechazo quería denunciar «la indiferencia» de la que es objeto la salud laboral y la «impunidad» de los «crímenes industriales». Era indecente aceptar la condecoración después de llevar décadas y décadas trabajando sobre muertes obreras, tiempo en el que ella había dado «la señal de alarma sobre la situación en la que trabajan los obreros, los peligros que corren para su salud, los peligros industriales a los que son expuestos», sin que se hubiera producido ninguna mejora real, efectiva, en sus condiciones laborales. Las recomendaciones que ha ido realizando a lo largo de su dilatada carrera científica nunca han sido tenidas en cuenta por poderes públicos de muy diferente signo político.

En una entrevista con Terra eco [5], ATM añadió algunas razones complementarias para explicar su actitud.

Hace más de quince años que el amianto ha sido prohibido en Francia; en España se prohibió años después, en 2002 [6]. Se pensaba que a esta excelente, aunque muy tardía decisión, se sumaría la prohibición de otros productos industriales cancerígenos. Pero no ha sido así. Los «industriales» saben perfectamente que «ciertos productos que obligan a sus empleados a utilizar son peligrosos y que las condiciones de trabajo son patógenas». Es una exposición dañina y deliberada de la vida ajena. «Las modificaciones del derecho del trabajo protegen más a los industriales y a los empleadores que a los asalariados», denuncia ATM. En Francia y, desgraciadamente, en casi todos los países del mundo.

El cuadro de enfermedades profesionales del régimen general de la Seguridad Social francesa enumera la mayor parte de los problemas músculo-esqueléticos (PME por sus siglas). En 2009, un gobierno presidido por Sarkozy revisó este cuadro y endureció los criterios de reconocimiento de los PME y, con ello, la indemnización de los asalariados. Deben trabajar entonces los ciudadanos-obreros hasta quedar impedidos, pregunta la científica y humanista francesa.

En lo concerniente a la exposición de los trabajadores asalariados a los productos cancerígenos, «ninguna medida se ha llevado a cabo a pesar de las alertas». En Montluçon, en el departamento francés de Allier, Adisseo, una empresa que produce la vitamina A de síntesis para la alimentación animal, utiliza desde los noventa un cancerígeno potente, el cloracetal C5. Desde hace unos diez años la molécula ha aparecido en la cadena de producción de la empresa. Algunos trabajadores han desarrollado cáncer de riñón y ello «a pesar de que existen productos alternativos que permiten fabricar la vitamina A sin usar el cloracetal C5». Pero Adisseo no quiere ni siquiera oír hablar de ello. ¿Por qué? Porque los cambios en la línea de producción tendrían costes, disminuiría la acumulación de capital, descendería la rentabilidad empresarial, les haría, proclaman horrorizados, menos competitivos. De este modo, sin introducir modificación alguna, ubicando siempre los cálculos costes-beneficios en un lugar destacado del puesto de mando y dirección, las trabajadoras se ven expuestos al peligro de sustancias tóxicas. «Esto es un crimen industrial», afirma, sin eufemismos encubridores, la comprometida científica francesa.

Los asalariados del país de Jean Jaurès no trabajan en condiciones adecuadas. En los sectores de la química, la petroquímica, el automóvil, la metalurgia y, por supuesto, en la industria nuclear, la situación laboral es frecuentemente nociva. No tanto en la fase de producción, aunque también en ocasiones, donde «las medidas de confinamiento son sobre todo eficaces y muchos procesos son automatizados», sino en la fase de mantenimiento y en la limpieza y gestión de residuos. Es en estos procesos cuando los trabajadores entran directamente en contacto con productos cancerígenos.

La directiva REACH (Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas) de la UE, donde se calcula que cada año fallecen por cáncer de origen laboral más de 30 mil trabajadores, está vacía de sentido. La observación crítica de ATM, a la que probablemente se sumaría complacido el científico y activista Jorge Riechmann, apunta a que la Reach ha introducido un principio positivo, ya que los industriales tienen que efectuar pruebas de no toxicidad del producto que van a utilizar… pero hay un retraso abismal. «Sólo algunas decenas de productos son examinados y ninguno ha sido prohibido en esta etapa».

Existe una verdadera «epidemia de cáncer» entre los trabajadores en su opinión. No es una exageración, vivimos un fuerte agravamiento de las desigualdades tóxicas. En 1980, un trabajador industrial «tenía cuatro veces más riesgo de morir de un cáncer antes de los 65 años que un mando superior». En 2000, veinte años después, la proporción es diez veces superior, más del doble. Estos cánceres están relacionados con la exposición en el puesto de trabajo y durante un largo período de tiempo a múltiples sustancias cancerígenas y no, por el contrario, a las especificidades biológicas de cada trabajador, el nudo que la industria y sus científicos y políticos asalariados y serviciales suelen señalar.

La paradoja social y científica que ATM denuncia puede formularse así: los riesgos se incrementan al mismo tiempo que aumenta nuestro conocimiento de ellos. Adquiere también una importancia decisiva el hecho de que los trabajadores no tengan posibilidades reales de elección. En numerosos sectores, «el modo de funcionamiento dominante es la subcontrata del trabajo», con la correspondiente subcontrata de los riesgos. La servidumbre salarial causa estragos.

Los «emprendedores» industriales, al igual que los financieros o los ejecutivos de fondos de inversión, se burlan de los poderes públicos. A pesar de las numerosas informaciones científicas contrastadas, «ponen constantemente en duda los peligros que sus empleados corren». La ciencia, los conocimientos científicos, no son en este caso amigos serviles. Por si faltara algún detalle más falsario, cínico y cruel en el paisaje, tienden a presentar estos peligros profesionales como inevitables y normales. Es lo que hay, dicen, se dice, se afirma, se repite… pero no es de ninguna de las maneras lo que debería y podría existir. Es una gran estafa política y sociocultural su supuesta y falsa inexorabilidad. Además, denuncia ATM, cuando hay un accidente de trabajo se indemniza mal y sin examinar la causa del peligro industrial responsable de lo sucedido. No hay ciencia sino existe consciencia

La comprometida científica francesa pone finalmente énfasis en la señalada creciente subcontratación de asalariados (práctica más que extendida en la citada industria nuclear, también en la nipona o en la española) y en «las instituciones representativas del personal que sistemáticamente son silenciadas en las empresas de subcontrata». El arma prioritaria, la condición necesaria (aunque no suficiente) para la mejora real, para la dignificación de las condiciones laborales, es la información -veraz y contrastada- a los trabajadores y trabajadoras de los peligros que corren en el desempeño de sus tareas. Cuanto más clara, concisa y documentada, mejor que mejor; contra mejor buena ciencia, mayor humanismo crítico se abre ante nuestros ojos y prácticas. La acción y las protestas alocadas, sin solidez, aunque comprensibles en numerosas ocasiones dada la más que justa indignación que las mueve, no conducen a ninguna parte, a ningún lugar en el que podamos asirnos con confianza.

«Indignación y lucha documentada», rebeldía, protesta y ciencia crítica, éste es el lema central en opinión de Annie Thébaud-Mony. También es el nuestro

Notas

1) Por la misma senda. En 2014, la Defensora del Pueblo, la iniciativa AllTrials y multitud de organizaciones se opusieron frontalmente a la EMA cuando la agencia propuso que los datos de los ensayos clínicos se pudieran consultar únicamente en un formato de solo lectura, en una pantalla, sin poder descargarlos, grabarlos y estudiarlos. Tras la polémica, la EMA dio marcha atrás, aunque permitirá que la industria elimine de sus ensayos información que considere confidencial por motivos comerciales (además, los ensayos clínicos anteriores a 2015 no se harán públicos de manera proactiva sino previa petición). Pero muchas organizaciones médicas ya han puesto en duda la necesidad de algunas de estas censuras.

2) Los jasones eran grandes científicos del mundo académico norteamericano (Eugene Wigner, Charles Townes, Hans Bethe, Luis Álvarez, Murray Gell-Mann, Steven Weinberg, Val Fitch, Leon Lederman, y Henry Kendall) que, durante la guerra fría, asesoraron directamente al Departamento de Defensa del gobierno (véase Ann Finkbeiner, Los jasones. La historia secreta de los científicos de la guerra fría. Paidos, Barcelona, 2007, traducción de Albino Santos Mosquera).. El Pentágono, probablemente, es la principal fuente de investigación mundial en los temas más diversos que tengan interés para sus objetivos (desde la física nuclear hasta la antropología cultural pasando por la toxicología).

3) http://minerva.dtic.mil

4) A partir de Gilberto López y Rivas , «Los académicos al servicio del imperio: The Minerva Research Iniciative». www.jornada.unam.mx/2014/04/11/index.php?section=opinion&article=025a2pol

5) http://www.terraeco.net/Les-industriels-mettent,45726.html (traducción castellana de Carmen García Flores en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155395).

6) Véase el excelente e imprescindible estudio: Francisco Báez Baquet, Amianto: un genocidio impune , Málaga, Ediciones del Genal, 2013.

Fuente: Papeles ecosociales y del cambio global , n.º 133, primavera de 2016.