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Entrevista a Michel Wieviorka

Odio recargado

Fuentes: Revista Debate

Michel Wieviorka, uno 
de los académicos más prestigiosos y originales a la hora 
de pensar la globalización y el multiculturalismo, explica 
en qué consisten las nuevas formas de intolerancia: neorracismo, neoantisemitismo, islamofobia y otros males.

El teórico francés es un especialista en alteridad, violencia y nuevos movimientos sociales y, desde el 2006, preside la Asociación Internacional de Sociología. Fue discípulo de Alain Touraine, a quien sucedió al frente del Centro de Análisis y de Intervención Sociológicos de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Estuvo de paso por Buenos Aires invitado por la Universidad de San Martín.
A pedido de Debate, detalló -en un español casi perfecto- en qué consisten los nuevos discursos y prácticas del odio racial y religioso, la sed de otra política por parte de los Indignados de los países centrales y las posibilidades concretas de que Oriente y Occidente aprendan a vivir juntos.

¿A qué se refiere con «neorracismo»?

La palabra «neorracismo» apareció en los años 80 y 90, en ciertos países, con varias formas, pero la idea siempre es más o menos la misma: el racismo clásico-biológico (aquél que dice: «esta persona tiene tal color de piel y por eso es inferior físicamente, fisiológicamente») no funciona más o funciona menos. No significa que haya desaparecido totalmente sino que cambió. ¿Cómo? Con el supuesto de que las diferencias importantes no son físicas sino culturales o religiosas. Y que éstas son tan fuertes que la gente que las encarna nunca va a aceptar los valores de la sociedad occidental. El caso norteamericano es muy claro. El viejo racista dice que los negros son físicamente diferentes. El neorracismo dice cosas como «los negros son gente que tiene familia monoparental, son gente que no quiere trabajar, que quiere recibir dinero del Estado». Los negros serían personas que culturalmente no pueden participar del credo norteamericano.


¿Cómo funciona el neorracismo en Europa?

Es similar. Allí los nuevos racistas dicen: «Estos musulmanes son irreductiblemente diferentes, no quieren ni pueden integrarse a la Nación. La cultura no puede cambiar». Cuando es una verdad evidente que las culturas cambian: la Buenos Aires de hoy no tiene nada que ver con la de hace cincuenta años. Hablar de diferencias irreductibles entre las personas es reproducir una idea de naturaleza dentro del discurso que se presenta como cultural. Yo vivo en un país donde hay unos seis o siete millones de musulmanes. ¡Y podemos vivir juntos perfectamente! La idea de que el Islam es lo contrario de la modernidad es falsa. Países como Indonesia o Turquía son países muy modernos. Hoy ya nadie puede decir que «Modernidad» sea lo contrario de la religión. La Modernidad es símbolo de objetividad, de la razón, el derecho, los valores universales, y del otro lado estarían las emociones, las pasiones, las tradiciones, las religiones. Pero todo eso se combina constantemente. Entonces, no hay por qué oponer Modernidad e Islam. El desafío es cómo articularlos.


¿Cómo interviene en este mapa el desgaste de los grandes relatos (desde la idea de Nación hasta las identidades colectivas) en favor del individualismo?

No es contradictorio que en las mismas sociedades haya más individualismo y se fortalezcan las identidades colectivas. Las identidades colectivas son el fruto de los deseos individuales de la gente y no únicamente de lógicas de reproducción. De la misma manera, hay mucha gente que piensa en términos de individuo, que dice: «Quiero un Estado más fuerte, quiero un Estado que administre los servicios públicos, que va a beneficiarme a vivir como individuo.» No es contradictorio el crecimiento del individualismo con la idea de un Estado fuerte. Articular la perspectiva del individuo y la colectiva es absolutamente necesario: no podemos pensar el mundo solamente como una colección de individuos. Hoy sabemos muy bien que el neoliberalismo no funciona ya que no sólo llevó al fracaso a los países periféricos sino, ahora también, a los centrales. Y tal vez necesitemos el mercado, el capitalismo, pero seguro necesitamos regulación, Estado, negociaciones colectivas, instituciones.

¿Qué características tiene el neoantisemitismo?

Antes de la Segunda Guerra Mundial el antisemitismo era principalmente religioso, por esta idea que compartían católicos y protestantes de que los judíos habían matado a Cristo. Por otro lado, eran acusados de tener una relación particular con el dinero y de estar conectados con las finanzas mundiales. Hoy, la crítica del capitalismo por parte de la izquierda, a veces, puede incluir cierto discurso antisemita. Un ejemplo muy contemporáneo es ese porcentaje de gente dentro de los Indignados de Nueva York que cree que «Hay demasiados judíos que controlan las finanzas norteamericanas». Con la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, después de la creación del Estado de Israel, muchas cosas cambiaron. Pero el antisemitismo no desapareció sino que se transformó. Todavía hay gente que asocia a los judíos con el poder del dinero y de los medios, pero lo que es nuevo es la conexión entre los judíos, Israel y el sionismo. Hay gente que dice: los judíos están conectados con el Estado de Israel, el Estado de Israel es un Estado que somete a los palestinos, entonces, hay que juzgar a los judíos de todo el mundo por su conexión con Israel. Y por eso el antisemitismo en ciertos sectores de la izquierda está muy a la vista.


Es curioso ya que el propio Marx era judío.

Marx ha escrito textos que fueron publicados bajo el título «Reflexiones sobre la cuestión judía». De ese texto hay dos lecturas: una, que dice «Marx, aun siendo de origen judío, habla de los judíos en términos muy violentos». Yo me inclino más por otra lectura que dice que Marx critica al capitalismo y al dinero, y no tiene intenciones de criticar a los judíos sino al judaísmo y a las religiones en general. Pero es cierto que en la Unión Soviética (y no únicamente ahí) hubo tradiciones de antisemitismo de izquierda. Todavía hoy hay gente que critica el capitalismo y que conecta esta crítica con el odio a los judíos. A fines de los años 90, hubo gente que empezó a decir que el nuevo antisemitismo es la mezcla del izquierdismo anticapitalista y del islamismo, que hay una mezcla de las dos lógicas. La verdad es que eso no existe. Yo me dediqué a estudiar eso durante quince años y, realmente, no encontré movimientos en los que el islamismo radical (que puede ser anti Israel y/o antisemita) se toque con la izquierda. Son lógicas políticas muy distintas.


¿Es correcto hablar de políticas racistas por parte de algunos gobiernos europeos?

Hay que ser muy prudentes, es un terreno muy complejo. Yo, por ejemplo, no considero que la crítica al velo sea necesariamente racista. Hay racismo cuando el que habla o el que actúa considera a los otros como diferentes desde el punto de vista biológico. Lo que hay en Europa son políticas públicas que no son explícitamente racistas pero que no están muy lejos. El gobierno francés lleva adelante una política muy dura contra los inmigrantes. Es una política realmente tan brutal que la gente la asocia con el racismo. Y, si bien no está muy lejos de él, no se puede decir que el gobierno francés sea racista, como lo fue el de África del Sur, por ejemplo.

Usted menciona al 11-S como puntapié de un proceso de redescubrimiento del Estado, ¿por qué?

Me refería a que el movimiento altermundista (cuya expresión contemporánea son los Indignados) apareció a fines de los años 90. Lo que pasa es que frente a los atentados del 11 de setiembre de 2001 (y la guerra contra el terrorismo, etcétera), el altermundismo, primero, se debilitó. El altermundismo no había sido tan fuerte hasta ese momento porque los Estados eran muy activos. Pero lo que aparece luego es un nuevo tipo de altermundismo que se fortalece en la medida en que pierde peso el Estado de Bienestar. Lo que reaparece es una nueva formulación de la crítica altermundista que plantea que el problema es el capitalismo financiero, el problema es la falta de democracia. Entonces la idea no es cambiar el mundo, el cuadro de la acción ahora se da mucho más dentro del Estado nacional.

¿Qué evaluación hace de los Indignados?

«Indignado» es una palabra pre-política y, a veces, anti-política. La indignación puede ser de izquierda, de derecha, fascista, racista… Hay muchas maneras de indignarse, no es una palabra muy útil. Lo que llama la atención es que estos movimientos no son revolucionarios, no dicen que quieren tomar el poder. Hay gente que los critica diciendo que son movimientos de clases medias, de pequeña burguesía. No siempre es así y decir eso no es más que descalificar a los actores. No me interesa esa postura. Están los que dicen que lo más característico de estos movimientos es el uso de las redes sociales. Pero todos usamos las redes sociales. Lo que más me llama la atención es lo que todos tienen en común dentro de su heterogeneidad. Lo que dicen en Nueva York no es lo mismo que lo que dicen en España, Israel o Grecia. Pero en todas estas situaciones hay un deseo de pensar de manera diferente lo político. Y por eso contribuyen al reencantamiento de la política, eso es lo más importante. Claro que hay actores que hablan con las viejas categorías del marxismo. Pero lo más interesante es cuando los actores dicen que, si bien los partidos políticos no los representan, no quieren acabar con la democracia sino transformarla.

¿Y qué les falta a estos movimientos?

Lo más difícil para estos actores es identificar al enemigo. Para un obrero de los años 50 estaba muy claro: su adversario era el patrón. Pero hoy, ¿quién es el contrincante? El capitalismo financiero es demasiado abstracto como para representar un adversario real. Saben lo que quieren: un mundo más justo, donde haya menos inequidades, menos exclusión, más justicia social. También hablan de género, de ecología. Por eso estos movimientos no cuadran dentro de los partidos tradicionales y se plantean la necesidad de inventar otras formas de acción política. Nos dicen que necesitamos nueva vida democrática. Son muy democráticos, muy políticos desde este punto de vista. Lo que falta es blanquear con quién confrontan estos actores, eso todavía es mucho más difícil de definir.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/2012/03/23/5201.php