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Entrevista con Antonio García, comandante del ELN

«Ojalá fuera mañana el momento de firmar los acuerdos de paz»

Fuentes: Rebelión

Antonio García, histórico jefe militar del Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano, detalla por primera vez la agenda que están negociando con el gobierno de Juan Manuel Santos. Además, revela el rol de Venezuela como mediador inicial entre las partes.   En la primera entrevista exclusiva después de la realización del V Congreso del ELN, […]

Antonio García, histórico jefe militar del Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano, detalla por primera vez la agenda que están negociando con el gobierno de Juan Manuel Santos. Además, revela el rol de Venezuela como mediador inicial entre las partes.
 
En la primera entrevista exclusiva después de la realización del V Congreso del ELN, Antonio García, integrante de la Comandancia Central de la guerrilla desde los ´80, insiste en que la paz no se dará sólo acordando con las fuerzas insurgentes: «Nosotros no podemos negociar en nombre de la sociedad colombiana», aclara. Además, explica por qué el tema narcotráfico no es parte de la agenda y cuestiona el proyecto y el concepto de democracia del actual presidente colombiano.
 
La clandestinidad en la que la totalidad de los miembros del ELN siguen forzados a mantenerse impone que la entrevista deba desarrollarse por medios intrincados, también clandestinos. En este caso, el intercambio se da vía internet. Un diálogo entrecortado pero de ida y vuelta, aunque para ello hubiera que esperar horas o días para recibir las respuestas. Una conversación mediada por mecanismos básicos de encriptación, condiciones que impone la fuerza guerrillera como parte de una cadena de «postas» informáticas que garanticen la seguridad del entrevistado.
 
El medio obliga a imaginar su tono de voz, sus gestos; pero a la vez deja constancia directa de sus respuestas, que aquí se vuelcan tal cual las escribió, sin mayor necesidad de edición periodística. Sus palabras expresan un panorama más complejo y profundo respecto a las expectativas a corto plazo generadas tanto por declaraciones oficiales como por analistas que anuncian la «inminencia» de una solución al conflicto en Colombia: «La paz no es simulacro político y manejo mediático; un mal acuerdo puede ser más perjudicial que el mismo conflicto que vivimos», advierte.
 
– ¿Cómo, en qué circunstancias, se dio el primer encuentro con el gobierno del presidente Santos?
 
– Santos nos buscó. Sucedió hace dos años, a finales de agosto de 2012, justo cuando oficializaron el acuerdo de La Habana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias -FARC-. Fue el gobierno venezolano quien propició la ocasión: aprovechó una cita que nos brindó para escuchar nuestra lectura sobre la realidad vivida en Colombia y nuestra visión sobre la paz en el momento.
 
-¿Cuál fue la reacción de ustedes?
 
– El gobierno colombiano conoce de sobra nuestra disposición para el diálogo, pero nosotros no queríamos apostarle a la incertidumbre, pues Santos tiene un discurso ambiguo, habla de paz y de guerra al tiempo. Pero ante la sugerencia del presiente Chávez aceptamos escuchar a los emisarios del gobierno de Santos.
 
– ¿Qué resultó de ese cara a cara?
 
– Escuchamos sus puntos de vista, que no eran nuevos y que tienen que ver con lo que ellos llaman criterios para establecer un diálogo con la insurgencia: confidencialidad, diálogo directo y en el exterior. Varios de esos criterios no los compartimos, pero de todas formas acordamos que en un mes nos veríamos de nuevo.
 
– ¿Cómo se inició ese diálogo? ¿Qué tema trataron en primer orden?
 
– Como sucedió en otras ocasiones, esta tampoco fue distinta. El mes de plazo se transformó por obra de ellos en siete, y la siguiente jornada de trabajo acordada para dentro de cuatro semanas se pudo realizar con ocho meses de retraso. El inicio de la exploración tuvo un alargue o incumplimiento de 32 semanas. Es decir, hubo una pérdida de 15 meses, que no es culpa nuestra. Pese a eso, el gobierno en ocasiones dice que este proceso «marcha lento» o «con retardo» por culpa nuestra. Para nosotros la lección quedó aprendida: el gobierno no tiene prisa ni urgencias por la paz, así diga lo contrario.
 
– ¿Cuántas reuniones directas entre las partes se han realizado hasta ahora?
 
– Van cerca de 15 reuniones y tres largos ciclos de intercambio durante un año. Cada ciclo toma, en promedio, dos o tres semanas de trabajo continuo. Las reuniones son citas algo operativas. Son útiles para desatrancar asuntos de la agenda y detalles operativos.
 
-¿Cuál es la agenda concreta que ya está acordada entre el ELN y el gobierno?
 
– Hasta ahora, los puntos que se han ido trabajando y aún faltan concluirse son: 1-Participación de la sociedad. 2-Democracia para la paz. 3-Transformaciones necesarias para la paz (aún sin tratar). 4-Víctimas. 5-Fin del conflicto armado (aún sin tratar). 6-Implementación del acuerdo y refrendación de los mismos.
 
– Aún con dos aspectos decisivos pendientes, ¿cuál es el margen de avance en cada punto?
 
-En el primero, participación de la sociedad, el objetivo es que el proceso de paz incida o modifique el curso mismo de la dinámica política que el país conoce y ve. Del segundo, democracia para la paz, la discusión y definición de qué debe hacerse para darle vida a una democracia plena, real, aspecto que le corresponde asumirlo a la sociedad en pleno. En el tercero, transformaciones necesarias para la paz, los aspectos por transformar los debe identificar la misma gente, tomando en cuenta que la paz no tomará forma y contenido un día después de firmar los acuerdos. Para el cuarto, víctimas, es fundamental superar en conjunto: el desplazamiento y sus causas, verdad, justicia, reparación, no repetición, perdón y no olvido.
 
– Y ¿cuáles han sido los temas más empantanados?
 
Todos. Aunque suene raro, esto es así como resultado de una lógica de imposición con la cual el gobierno llega a cada cita. El gobierno veda, impide acercarnos a temas como son: Fuerzas Armadas, economía, Estado, soberanía nacional, cuestiones todas vinculadas a la génesis del conflicto. Son tantas las prohibiciones, que surge una pregunta: ¿de qué vamos a dialogar? Es evidente que la pretensión del gobierno Santos es someternos. Una intención sin preocupación por la solución de los problemas del país. La única materia que les interesa es la de las armas y la rendición. Pretenden desconocer, como dijo Nelson Mandela, que el uso de las armas no es un asunto moral sino un asunto estratégico. Esta máxima del luchador sudafricano es aplicable a Colombia, donde el uso de las armas por parte de la insurgencia impide el total manejo y abuso del poder, mantiene vigente y garantiza la posibilidad de un camino de solución y búsqueda diferente para la cotidianidad de millones de connacionales.
 
– Además de Venezuela, ¿qué otros países contribuyeron al encuentro y al avance de la conversación?
 
– Varios gobiernos sirvieron de conducto para que se hiciera contacto, bajo la condición de cumplir una fase exploratoria, directa y en el exterior. Ahora, luego de casi dos años de contactos, hay tres tipos de países vinculados a este proceso: garantes permanentes, garantes rotativos, y países acompañantes.
 
– ¿Puede precisar cuáles son los países en cada una de esas instancias y funciones?
 
– El acuerdo de confidencialidad establecido nos impide hacer esa precisión. Muy pronto, este pormenor será público. Sí podemos adelantar que para nosotros es fundamental que el continente esté vinculado a la paz de Colombia, y por esta vía, reducir las posibilidades de conflictos armados en la región.
 
– Considerando la historia de Latinoamérica y las insurgencias, ¿temen la injerencia de Estados Unidos?
 
– No es descartable. La historia nos alerta sobre este particular. Consideramos que el interés fundamental de los Estados Unidos por la paz de Colombia recae en desmovilizar a la insurgencia y proyectar una imagen de guardián contra el narcotráfico. Espera poder contar con la totalidad de las Fuerzas Armadas colombianas para apuntalarlas en su avance en el continente, tras los recursos naturales y el control del territorio.
 
– ¿El tema del narcotráfico no está entre los puntos hasta ahora tratados?
 
– Cuando el ELN tuvo el interés para trabajar por la superación de este fenómeno pocos se interesaron. Nosotros hemos sido claros y explícitos en que nada tenemos que ver con el narcotráfico, no tenemos ni hemos tenido cultivos, ni laboratorios, menos rutas o negocios, tampoco distribución de ningún tipo. Entendemos que es un fenómeno que ha permeado a la sociedad y al Estado, y el ELN estará dispuesto a hablar sobre el tema cuando la sociedad pueda tratarlo en su conjunto. Por otro lado, el Estado le dio la franquicia de ese negocio a los paramilitares y usarán sus utilidades para agredir a las comunidades y hacer contrainsurgencia. El Estado fue un aliado de los paramilitares.
 
– Entonces, ¿qué pretende el ELN de estas negociaciones?
 
– Establecer una agenda que abra y permita a la sociedad colombiana, por si misma (nosotros no podemos negociar en su nombre), identificar y definir el país que sueña y que es posible hacer realidad. Un mal acuerdo puede ser más perjudicial que el mismo conflicto que vivimos. Nosotros no tenemos afán de firmar cualquier acuerdo. Pues, dada su trascendencia puede perjudicar al país. Hacer un correcto uso del tiempo en la construcción de una agenda y su diseño para una solución es esencial en cualquier diálogo.
 
– ¿El ELN considera que hay democracia en Colombia?
 
– Cuál democracia, cuando la política ha sido privatizada por el capital particular y cuando los derechos básicos son negados en las puertas de los hospitales. Cuando la gente continúa muriendo por falta de alimento y al desempleo lo quiebran en las cifras oficiales, pero, la realidad reafirma su drama cada día. El Gobierno parte del supuesto de que está es una sociedad democrática. Esto es un claro error.
 
-¿No es contradictorio afirmar esto ante la inminencia de una mesa de negociación?
 
-No hacerlo sería un error y una indisposición para la paz de fondo. No alcanzan a reconocer, pese a todas las evidencias, que este es un Estado de minorías que no representa a la sociedad en su conjunto. Un Estado sin legitimidad que tiene que acudir al autoritarismo para poder someter el descontento social. No aceptan o no quieren reconocer que aquí no hay espacios para una vida plena de participación ciudadana. Los niveles de injusticia que reinan son inocultables. No entienden que la ausencia de democracia es lo que da pie a la insurgencia y que sin democracia será muy difícil aclimatar la paz.
 
– Teniendo en cuenta los resultados negativos de anteriores procesos de diálogo, ¿cree que este intento sí saldrá airoso? ¿Con qué certezas se presentan a este nuevo intento?
 
Sólo el tiempo dará su veredicto. Son las transformaciones con las que proceda el establecimiento las que hablarán de su real voluntad de cambio. Por nuestra parte, sabemos, podemos enumerar cinco certezas:
 
1. La insurgencia no va a negociar por la sociedad, ni la llegada al acuerdo de paz garantizará que la vida cotidiana sea menos traumática que la vivida con el conflicto.
 
2. Una solución política del conflicto colombiano será viable en la medida que el Estado reconozca la naturaleza política del conflicto. De tal reconocimiento se desprende el carácter de las mismas medidas o reformas que es necesario cumplir para remover las causas del conflicto, entre las cuales hay entre otras, una importante: el cambio de la doctrina militar que orienta el accionar de las Fuerzas Armadas.
 
3. Para que la negociación que apenas estamos redondeando en su estructura formal gane dinámica, es fundamental que el Estado deje a un lado su insuperable lógica de que la contraparte va a incumplir.
 
4. La paz no es un problema de simulacro político y manejo mediático, con una dosificación que el establecimiento va entregando a la sociedad de acuerdo a los intereses del Estado o del mismo Ejecutivo. No puede ser así. Es necesario un manejo abierto de las Mesas de paz, que motive y haga partícipe en estos procesos al conjunto nacional.
 
5. Es fundamental una democratización de la sociedad colombiana. Es indispensable que el estado y que la clase política reconozcan el carácter político del conflicto. Un sine quanom para nosotros, para poder arrancar y ganar confianza en las posibilidades de un diálogo.
 
– El ELN es una fuerza alzada en armas. ¿Por qué esa insistencia en remarcar la naturaleza política del conflicto?
 
– Mientras no acepten esta premisa, las soluciones que definan serán erróneas. Aceptar esa definición «como político» determina un diagnóstico que no es el que usa y favorece el poder y la clase política. Diagnóstico que desprende un tipo de medidas e impone al conjunto social las reformas que el país necesita para superar la situación de conflicto. No podemos aceptar que el carácter del conflicto es ideológico, como sucedió en la Guerra Fría, porque no lo es. Tampoco que tiene por motivación el enriquecimiento ilícito, y por tanto, que su motor es el narcotráfico, porque esta no es la realidad ni es nuestro quehacer. Menos, que su naturaleza descansa en el terrorismo. No, su naturaleza es política pues así permite afirmarlo el contexto en medio del cual surgió y en el cual se prolonga por cincuenta años.
 
– ¿Qué tiempo le dan a esta negociación?
 
– Nadie puede determinarlo pues las variables son muchas. Para nosotros, ojalá fuera mañana el momento de firmar los acuerdos. Como hemos dicho, basados en hechos reales no en supuestos; para facilitar el desarrollo de cualquier agenda estamos dispuestos a trabajar con la intensidad y dedicación que sea requerida.
 
– ¿Cuál considera que es el resultado tras 50 años de existencia del ELN?
 
-Lo hecho por nosotros no lo ha realizado ningún Estado del mundo: 50 años sosteniendo una fuerza peleando, creando mecanismos para construir una economía propia, unas formas de convivir con la sociedad en distintas partes del país. Recuerde que todo Estado tiene ingresos propios vía impuestos que garantizan su funcionamiento. En nuestro caso, nosotros no tenemos tales pagos garantizados, sin embargo nos hemos sostenido y aquí seguimos. Al volver la vista atrás y mirar nuestra continuidad y realidad actual, veo una comunidad, un proyecto de vida donde están conectadas varias generaciones. Aquí hay valores, principios. Hemos construido una forma de ver y luchar por la vida, la nuestra y la de nuestro pueblo, con un sueño de país que no es local sino continental y mundial.
 
¿Por qué «Antonio García»?
 
Conocido como Antonio García desde hace casi 30 años, este comandante guerrillero comenzó su labor política mientras estudiaba ingeniería en la Universidad Industrial de Santander. Allí se destacó como líder estudiantil y desarrolló su gusto por las ciencias y el arte. En los inicios de los ´80, tras la reunificación del ELN, fue designado en la máxima instancia de conducción de la organización, el Comando Central -COCE-. En 1991, su rostro se hizo conocido a partir de su participación en los diálogos de Caracas y Tlaxcala. Fue la primera vez que un miembro del Comando Central del ELN se enfrentaba al gobierno en una mesa de diálogo.
 
«Admiro y leo a al Maestro Antonio García Nosa (escritor y político socialista colombiano), pero no fue quien motivó el seudónimo que hoy tengo. Fue una casualidad de seguridad en 1986, cuando al firmar los documentos públicos de la primera Cumbre de comandantes de la Coordinadora Nacional Guerrillera me coloqué sin pensar mucho el nombre de Antonio… con otro apellido que no era García; cuando en la noche leyeron los textos y me mencionaron recordé que ese era el nombre propio de un compañero y lo colocaba en serio riesgo. Al día siguiente modifiqué mi apellido y coloqué uno que se parecía: resultó ser Antonio García, sin pensar tampoco en el Maestro. Sólo me di cuenta muchos meses después, lo que más me preocupaba en ese momento era la seguridad del compañero, que por fortuna no resultó afectado».
 
Un Congreso Nacional clandestino para reactualizar tácticas y estrategias
 
El pasado 7 de enero, día en que se cumplían 50 años de una de las acciones fundantes de esta fuerza insurgente (la toma de Simacota en 1965), el ELN dio a conocer un video en el que muestra delegaciones de guerrilleros reunidos en un lugar selvático ambientado con banderas del sacerdote Camilo Torres y de Simón Bolívar. «El solo hecho de nosotros realizar nuestro V Congreso, reunir a toda la comandancia del ELN de las diferentes regiones del país, da prueba de lo que es nuestra fortaleza» afirma en la cinta el comandante ‘Pablo’ del Frente de Guerra Oriental.
 
La declaración política, leída por el Primer Comandante Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino), inicia con un saludo de año nuevo y una mención al contexto latinoamericano, del que destacan los «esfuerzos democratizadores» y mencionan a los gobiernos de Ecuador, Nicaragua, Chile, El Salvador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Cuba, Venezuela y Argentina.
 
El texto confirma la voluntad de negociación: «El gobierno ha planteado su disposición a poner fin al conflicto armado y para ello ha convocado a la insurgencia. Asistimos a este diálogo para examinar la voluntad real del gobierno y del Estado colombiano; si en este examen concluimos que no son necesarias las armas, tendríamos la disposición de considerar si dejamos de usarlas». Esa es la referencia directa al tema que, en los últimos días, despertó expectativas tras la insistencia del presidente Santos en convocar al ELN a «llegar a un acuerdo lo más pronto posible sobre los puntos en la agenda que hemos venido discutiendo desde hace algún tiempo».
 
(*) Versión completa de la entrevista publicada en el periódico Tiempo Argentino.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.