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¿Olvidada, América Latina?

Fuentes: Insurgente

Hace poco, un ex alto funcionario del Gobierno norteamericano, seguido por algunos analistas en su mayoría norteamericanos también, planteaba que Washington estaba desconociendo, digamos que haciendo a un lado, a América Latina. Que concedía una importancia casi excluyente a otras regiones del mundo, entre ellas el Oriente Medio, y entre otros objetivos, a cercar a […]

Hace poco, un ex alto funcionario del Gobierno norteamericano, seguido por algunos analistas en su mayoría norteamericanos también, planteaba que Washington estaba desconociendo, digamos que haciendo a un lado, a América Latina. Que concedía una importancia casi excluyente a otras regiones del mundo, entre ellas el Oriente Medio, y entre otros objetivos, a cercar a la potencia emergente, competitiva, que es China.

¿Los Estados Unidos colocando en un segundo plano geopolítico a su tradicional traspatio: la América india, africana, diversa, nuestra? Bueno, si esto fuera verdad, sería relativa, como toda verdad. ¿Por qué? Los hechos hablan por sí solos. Comentaristas de izquierda vienen alertando sobre el más que evidente aceleramiento de los programas de desestabilización y de amenaza militar contra Venezuela, Bolivia y Ecuador. Poco después de la amenaza de Bush de lanzar una posible Tercera Guerra Mundial sobre Irán, por la soberana decisión de desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos, el secretario de Defensa de los Estados Unidos de Norteamérica, Robert Gates, visitó a El salvador, Colombia, Chile, Perú y Surinam, y no precisamente como turista, sino en una misión oficial que, según el propio Pentágono, consistió en consolidar planes para la modernización y la profesionalización de las Fuerzas Armadas de esas naciones.

Y aquí aparece, obvia, la contradicción entre la realidad y el llanto -perdón, la queja- del ex alto funcionario del Gobierno norteamericano sobre el supuesto olvido de América Latina por la Casa Blanca. Qué olvido puede ser éste, me pregunto, cuando es secreto a voces la existencia de programas de entrenamiento para guerras irregulares contra insurgencias populares latinoamericanas, algo similar a lo que se está estableciendo en el propio Ejército gringo, que aprende de su estrepitoso fracaso en Iraq.

¿Así que olvido de América Latina, no? ¿Y el denunciado reforzamiento de los planes de la administración de George W. Bush para derrocar al Gobierno de Hugo Chávez? Recordemos que, poco después de referéndum del 2 de diciembre sobre la reforma constitucional, fue hecha pública una carta escrita al jefe de la CIA por un alto funcionario de la embajada de Washington en Caracas. La carta detallaba la llamada Operación Tenaza, en el ámbito de la cual Washington ya había entregado millones de dólares a la oposición, incluidos líderes de manifestaciones estudiantiles y soldados potencialmente golpistas. Según la epístola, ya estaban logrando el uso de la jerarquía católica y los medios de comunicación en Venezuela y casi todo el mundo para describir al Presidente como un dictador y un fascista y para acusar a su gabinete de fraude electoral, en el caso de que los antichavistas perdieran la consulta popular.

Miren si la Casa Blanca otorga prioridad a América Latina que, siempre según la carta a la CIA, se hallaba a término un plan de utilizar paramilitares y las bases militares con tropas norteamericanas en Colombia y Curazao. ¿Contra quién? Contra la Venezuela bolivariana, sin duda alguna.

Ahora, en estos planes desestabilizadores, las oligarquías locales están sirviendo de quinta columna al Imperio. Baste el ejemplo de Bolivia, Ecuador, inmersos en procesos revolucionarios. En esas naciones hay movimientos con cuantioso financiamiento tratando de crear zonas separatistas. Zonas de abundantes riquezas naturales cuyo desgajamiento del poder central paralizaría al Gobierno. ¿Cuáles? Pues Guayaquil, en Ecuador, y Santa Cruz y cinco otros departamentos, en Bolivia. Algo parecido se ha estipulado para Venezuela, con respecto a Zulia, estado que cuenta con la mayoría del petróleo del país.

Pero, en fin, ¿qué quedaría de la opinión de que la Casa Blanca no concede la debida prioridad a América Latina? Ojalá esto fuera un hecho. Porque lo que muchos apreciamos es una creciente injerencia del imperialismo en nuestro subcontiente.

Claro que verá quien quiera ver. El Imperio teme que resulte insalvable la crisis por la que atraviesa. Observa con temor cómo pierde estabilidad el reino mundial del dólar, que se deprecia ante el euro. Y tiembla más ante propuestas como la iraní, secundada por el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y de Venezuela, Hugo Chávez, en el sentido de sustituir el dólar por el poderoso euro en las transacciones petroleras.

Washington teme, asimismo, la integración representada por el MERCOSUR, el Banco del Sur, el ALBA, Petrocaribe, entre otras entidades. ¿Qué mayores incentivos para la injerencia estadounidense que esa integración, los procesos revolucionarios que la promueven y por supuesto que razones como el petróleo? Eso, por favor, que se lo responda el ex alto funcionario del Gobierno norteamericano y los analistas que hablan y hablan de que la Casa Blanca ha dejado de otorgar prioridad a esta región del planeta.