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Revolucionar la vida de la negritud americana

Omowale

Fuentes: Rebelión

Malcolm X canceló la hipocresía política de las Américas; desde Nueva York hasta Esmeraldas, pasando por cada una de las capitales de los países americanos. A los de allá, más o menos, les dijo: «tenemos un enemigo común. Eso es lo que tenemos en común: tenemos un opresor común, un explotador común y un discriminador común».


«Omowale, que dicen que en yoruba -si lo estoy

pronunciando correctamente, y si no lo estoy pronunciando

correctamente es porque en 400 años no he tenido oportunidad de hacerlo».

-Malcolm X

 

Omọ naa pada si ile [1] I

Las teorías son ineficientes justo ahí cuando verdades más precisas, más endurecidas por la calle cultural (y política) o tienen la estética Rastafari del descontento componen el mensaje de la palabra suelta. Unas rimas y un ritmo sin las desesperanzas del martirizador púlpito dominical. El optimismo y el pesimismo juegan a la ruleta mañanera con aquellos que salen a ‘buscar su Madre de Dios’ en estas ciudades ajenas. Aun sentados en la mesa de los derechos no tengas esa audacia cruel de llamarles ‘comensales’, como habría dicho el hermano Malcolm X. Hay preguntas respondidas con los argumentos de la invencible resignación o la superposición de falsas razones perjudica la explicación. ¿Preguntas? Están a flor de labios de las comunidades. Todos preguntamos a quienes se cree ya retornan del viaje o con la metáfora del respeto están encaramados en el soberado de la sabiduría. Son días de confusión.

Nada, ahí está ese mundo social que fue así y así lo será. No hay otro país en este siglo XXI, todavía es igual al que está escrito en los libros escolares. La colonialidad ministerial del confort. Fastidia escuchar el mismo relato desmotivador sobre lo nunca fueron nuestros países, relato enseñado y aprendido al braveo de la calificación, incluye los eternos próceres blancos y se ha incorporado la estafa del multiculturalismo. El pragmatismo oficial cuida la continuidad del racismo «por todos los medios necesarios».

«La educación es un elemento importante en la lucha por los derechos humanos» [2] , explicaba Malcolm X refiriéndose a la educación de la niñez y juventud afroamericanas. «Fueron las manos de tu abuelo las que forjaron la civilización y fueron las manos de tu abuela las que mecieron la cuna de la civilización» [3] .

Omọ naa pada si ile II

Las revoluciones personales y colectivas comienzan con preguntas, avanzan con la búsqueda de respuestas y tienen una etapa (o muchas etapas) de confrontación con aquello que siendo arcaico e injusto tiene el poder de la costumbre. La costumbre política tiene denominaciones emocionalmente eficaces, aun si son perversas. Lo infinitamente genial y prometeico es mover a voluntad el axê de las potencias divinas o humanas. «Entramos negros y salimos afrodescendientes» [4] , escribió el hermano Romero Jorge Rodríguez. Se salió de la hojarasca al reconocimiento de las raíces africanas, pero aún estamos en la cotidianidad heroica del cimarronismo con sus apelativos despectivos, sin embargo en la reapropiación cultural y política de la palabra ‘negro’ medio milenio de racismo siente crujir sus estructuras.

El gentilicio aethiops (cara quemada) [5] facilitaba la designación amistosa de aquellos que el «sol quemó» como se proclama el Cantar de los Cantares bíblico. No era una denominación racial como tampoco lo fue niger, utilizado por los romanos «para describir el color de la piel de diversos pueblos con los que Roma entró en contacto en el norte de África» [6] . Siglos después, en las Américas, se vivía la huida de la piel oscura con las aproximaciones vergonzantes del tipo que fuera. Hasta que Malcolm X negó su apellido de esclavizado, habló de los bonitos nombres africanos y se asumió víctima de Norteamérica. Se proclamó negro a la vez que afroamericano. Conexión y transición cultural que continúa.

Omọ naa pada si ile III

La gente negra de las Américas no tenían visa a los paraísos inventados por las religiones, si calificaban en la escala de servidumbre llegaban hasta el acompañamiento de los dueños de la plantación o de las minas. Algún progreso lamentable, porque durante siglos al diablo y sus legiones le endosaron nuestra identidad. La diversidad no tenía cabida en el cielo católico, no sé si en otras religiones. Aún el paraíso está en disputa pluriétnica. Malcolm X tumba murallas y su verbo habría de magnetizar a otras inteligencias. «Una raza es como un individuo; hasta que no use su propio talento, se enorgullezca de su propia historia, exprese su propia cultura y reafirme su existencia, nunca podrá realizarse» [7] . Él fue el individuo de esa ‘raza’ que llegó a decirlo no tanto como profecía y mucho más como ciudadano desde ese mismo momento. Y trasladó la disyuntiva a la calle, al barrio atestado de historias heroicas, a la conversación del bar, a la plantación del siglo XX, a la reflexión de los renacientes grupos cimarrones. Ahí en el punto de quiebre definitivo: «o eres ciudadano o no eres ciudadano. Si eres ciudadano eres libre; si no eres ciudadano eres esclavo» [8] . Ya no esclavizado, por tu dejadez o cobardía serías esclavo.

Omọ naa pada si ile IV

Malcolm X canceló la hipocresía política (de polis o «actuación común de una ciudadanía) de las Américas; desde Nueva York hasta Esmeraldas, pasando por cada una de las capitales de los países americanos. A los de allá, más o menos, les dijo: «tenemos un enemigo común. Eso es lo que tenemos en común: tenemos un opresor común, explotador común y un discriminador común». También ahora al leerlo hay candelillas en el reconcomio, no importan los años de sus decires, el flow posee las semillas de la motivación. Para las repúblicas cimarronas de pocos kilómetros cuadrados urbanos, con el nombre de histórico de oportunidad (Harlem, La Trinitaria, El Callao o Favela) les cuadró el mensaje: «No te acosan por ser metodista o bautista; no te acosan por ser demócrata o republicano; […] Te acosan porque eres negro. A ti te acosan y a todos nosotros nos acosan por la misma razón» [9].

Es una lluvia de tinta que mancha a todos, mujeres y hombres, en cualquier calle o callejón que te encuentres. Eres eso, una persona negra. Ahora los Estados americanos no dicen que tienen un «problema negro», es solo para distribuir la culpa al revés de las riquezas. La mayor porción de culpa es tuya porque vives en el territorio de las minas de oro, en los bosques, en el agua dulce corriente o en los manglares. O porque emigras a las ciudades después que envenenaron tus aguas dulces. ¡Ah, al Estado no le alcanza dinero para invertir! Los funcionarios estatales elaboran complicados diagnósticos y enredan el dato tanto que para desenredarlo se necesitan más siglos de conversaciones, pero mientras llegan los acuerdos continúa el acoso político y cultural. No hay un «problema negro» los negros son el problema (sin las comillas de la corrección social).

Para los del norte el Mayflower, para nosotros el barco encallado en Portete. Ninguno peregrinó a la Tierra Prometida. Todo fue acarreo, acopio, venta en grupo o al menudeo. En cada etapa capitalista sobresalía la voluntad de vida. Por eso llegamos hasta aquí.

Omọ naa pada si ile V

La historia es instrumento político para las Comunidades Negras de las Américas, redondeo unas palabras del maestro Juan García. «De todos nuestros estudios, la historia es que más puede recompensar nuestras investigaciones» [10] . No se trata, entonces, de vivir o malvivir la historia, sino cambiarla, modificarla para revolucionar la vida de la negritud americana. Los revolucionarios negros calculaban el potencial de cada palabra. Nuestra sobrevivencia y nuestra resistencia estuvieron soportadas en la oralidad. ‘La palabra suelta’ es más que un sinónimo. La experiencia milenaria de los griots y la memoria colectiva fue la respuesta eficiente a la deshumanización sistemática. Algunos sucumbieron y fueron los negros domésticos o de la casa (house negroes) y estaban los cimarrones o negros del campo (field negroes). Los dos grupos creían con criterios opuestos, en la libertad (uhuru), ambos corrían en direcciones opuestas en busca de lo mismo. Triunfan a perpetuidad los del fondo de la plantación (real o metafórica). «Los negros del campo: ellos eran las masas. Siempre había más negros en los campos que en la casa». Siempre habrá, Malcolm X.  

Notas:


[1] ‘El hijo vuelve a casa’, en yoruba.

[2] Habla Malcolm X, Pathfinder Press, Estados Unidos de América, Nueva York, 1993, p. 92.

[3] Óp. Cit., p. 93.

[4] Rodríguez, Romero Jorge, «Entramos Negros; salimos Afrodescendientes», Revista Futuros, Vol. 2, Núm. 5, México / Canadá, Rostros y Voces – Citizen Digital Facilitation (CDF), 2004.

[5] La imagen de los negros en el teatro del Siglo de Oro, Baltasar Fra Molinero, Siglo XXI de España Editores, S. A., Madrid, 1995, p. 2.  

[6] Óp. Cit., p. 2.

[7] Habla Malcolm X, Pathfinder Press, Estados Unidos de América, Nueva York, 1993, p. 103.

[8] Óp. Cit., p. 76.

[9] Óp. Cit., p. 30.

[10] Óp. Cit., p. 34.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.