Al cumplirse 33 años del golpe militar en Chile se calcula que durante la tiranía hubo unos cinco mil asesinados, cifra superior a los caídos en Nueva York en 2001, aunque en el primer caso no hubo ningún Ben Laden pues el único terrorismo criminal estuvo a cargo de los jefes de las fuerzas armadas […]
Al cumplirse 33 años del golpe militar en Chile se calcula que durante la tiranía hubo unos cinco mil asesinados, cifra superior a los caídos en Nueva York en 2001, aunque en el primer caso no hubo ningún Ben Laden pues el único terrorismo criminal estuvo a cargo de los jefes de las fuerzas armadas y policía uniformada comandados por Augusto Pinochet cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de traición.
Razón tuvo el orbe para estremecerse aquel once de septiembre porque la paranoia homicida inicial estaba marcando lo que ocurriría durante 17 años en un país que se caracterizaba por su avanzada democracia liberal. Clausurados los órganos de información, silenciadas las radioemisoras, perseguidos los periodistas, las denuncias de los crímenes fueron obra de la prensa extranjera.
«Casi todas las mañanas se descubren cadáveres a lo largo de la Avenida Departamental en la zona periférica de Santiago» escribía Bovi Sourander el 28/10/73 en el periódico sueco «Dagens Nyheter». Puntualizaba: «Se les encuentra cerca de las paradas de los autobuses, donde aterrorizan más a la gente. Sus rostros han sido desfigurados a golpe de culata, para que no se les pueda reconocer».
La conocida revista estadounidense «News Week» tituló el ocho de octubre, «Carnicería en Santiago» para dar cuenta de que su reportero había logrado ingresar en Santiago a la Morgue (depósito de cadáveres). Leamos:»En la planta baja yacían 150 cadáveres. En el piso de arriba había por lo menos otros 50 cuerpos. Todos estaban desnudos. En otro lugar, la Universidad Tecnológica, se había contabilizado 200 muertos. El periodista concluye: «Las cifras del depósito de cadáveres por si solas indican que el régimen está matando a 200 chilenos por día únicamente en la capital»
Kjell Johanson, también del Dagens planteó el 23 de octubre que la represión se estaba dirigiendo ahora en contra de la gente común. Es al obrero chileno al que se está cazando, enfatiza. Apunta: «Un obrero que abiertamente apoyó a Allende y el socialismo, sabe que es lo que le espera. ¡Está marcado, como un judío de la Alemania nazi».
En ese mismo reportaje se mencionan declaraciones del general Gustavo Leigh (miembro de la Junta Militar) al periódico chileno «Tribuna» (financiado por la CIA) Proclama el aviador: «Queremos exterminar al marxismo para siempre. Pero no se puede alcanzar esta meta sino eliminando a todos los partidarios del régimen anterior» (sic) Luego, el texto incluye frases de Leopoldo Torres Boursault, abogado español, secretario general del «Movement Internacional des Jurists Catholiques y quien investigó en Chile entre el siete y el 13 de octubre/73. Afirma Torres: «El uso de la tortura y las ejecuciones es tan sistemático que se acerca a la definición acuñada por la ONU sobre el genocidio».
Charles Eisendrath, corresponsal de «Time» (EEUU) señala el 24 de noviembre que «En la confusión de la revuelta que acompañó al golpe y el caos de los días siguientes varios miles de personas murieron o fueron heridas». El reportero logró obtener el texto de la orden impartida a los soldados que el día once atacarían el palacio presidencial de La Moneda. Escribe: «Su misión de acuerdo con la orden secreta del día era ‘restaurar la normalidad institucional’-en la más democrática nación latinoamericana- e ‘impedir que una dictadura desastrosa se instalara en el poder».
Los fusilamientos, sin juicio alguno por cierto, comenzaron el día del golpe, pero para hacerlos más «legales» Pinochet y los suyos declararon el «Estado de Guerra Interna» mediante el Decreto N* 5 del 22/9/73. Más adelante, se crearían aparatos especializados en la matanza de reales o supuestos opositores: la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) reemplazada por la Central Nacional de Información (CNI)
Muchos de los que fomentaron y respaldaron el golpe de estado, léase por ejemplo la Democracia Cristiana, quedaron muy frustrados con la «institucionalidad» creada por la dictadura que consistió básicamente en:
– Clausura del Parlamento o Congreso Nacional;
– Supresión de todos los partidos políticos;
– Liquidación de la Central Obrera y sindicatos;
– Disolución del Poder Local (Municipios);
– Eliminación de todas las garantías constitucionales.
Lo reseñado explica la inmediata reacción mundial en contra de los golpistas. El 12 de septiembre se efectuó en Paris un desfile de protesta con 50 mil personas en tanto condenaban el golpismo los partidos Socialista y Comunista. Gaston Deferre, alcalde Marsella y líder del PS apuntaba: «Los (norte) americanos no aceptaron nunca la política de independencia de Allende». Georges Marchais, secretario general del PC comparó el hecho con el «pustch»de los generales en Argelia en 1958 que llevó al poder a De Gaulle.
En Italia, el fuerte repudio y la solidaridad con el pueblo chileno, provocaron además roces en la coalición gobernante que integraban los partidos Demócrata Cristiano y el Socialista. Este último atacó con fuerza el papel pro golpista del PDC chileno.
En Argentina los periodistas le preguntaron a Juan Domingo Perón su opinión acerca de la participación de Washington en el golpe. Respondió: «Eso no se puede demostrar, pero creo firmemente que sí hubo porque conozco todo este proceso. No puede ser de otra forma. Los comentarios de ayer (referencia al día 12/9/73) indican que hubo farra en el Departamento de Estado». (Farra es americanismo por fiesta)
El gobierno de Cuba condena con indignada energía la barbarie fascista desatada en Chile» expresaba de inicio una declaración oficial publicada en «Granma» el 23 de septiembre. Continuaba: «Las fuerzas armadas prosiguen la persecución, la tortura y el asesinato de los militantes de la Unidad Popular. En medio de esta ferocidad criminal cobra insólita saña la cacería inhumana contra los exiliados revolucionarios de Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay». El día 29 y en la Plaza de la Revolución hablaron para rendir homenaje al presidente mártir, Fidel Castro y Beatriz Allende, una de las hijas que había podido salir de Chile.
Apenas perpetrado el golpe, en México surgieron expresiones masivas de repudio. El primer desfile de esa naturaleza en las calles de la capital mexicana fue encabezado por Renato Leduc, periodista y grande poeta, a quien acompañaban artistas y líderes políticos. Hubo asimismo encono oficial, al extremo de que el presidente de la República, Luis Echeverría rompió las relaciones diplomáticas con la tiranía.
La nómina del repudio sería interminable, mas, ¿Qué ha ocurrido con los principales protagonistas? Enjuiciado ante los tribunales no sólo como responsable de asesinatos sin cuenta sino además lisa y llanamente por robos, enriquecimiento ilícito y delitos análogos, Augusto Pinochet es una vergüenza para el propio ejército.
En lógico contraste, en Chile, la región latinoamericana y buena parte del planeta, Salvador Allende ha adquirido la calidad de presidente-héroe.