Cuando decidimos conformar un movimiento político, de hecho asumimos el compromiso de la lucha por el poder. Esa definición la encontramos en muchos de nuestros documentos y repetidamente en nuestras intervenciones; es más, uno de nuestros planteamientos más importantes define esa lucha por el poder mediante nuevas formas de hacer política lo que equivale a […]
Cuando decidimos conformar un movimiento político, de hecho asumimos el compromiso de la lucha por el poder. Esa definición la encontramos en muchos de nuestros documentos y repetidamente en nuestras intervenciones; es más, uno de nuestros planteamientos más importantes define esa lucha por el poder mediante nuevas formas de hacer política lo que equivale a decir que emplearemos formas diferentes a las tradicionales para la lucha política por el poder.
Esta consigna de por si interesante, debe llenarse de contenido y sobre todo debe llevarnos a practicar esas nuevas formas de hacer política.
¿Cuáles son esas nuevas formas? Por lo que se ve hasta el momento, en lo electoral por lo menos no hay ninguna novedad. Las decisiones al igual que las ejecutorías hasta ahora aprobadas e implementadas no distan mucho de las conocidas costumbres políticas de la seudo-democracia burguesa que tenemos.
Podríamos decir, siendo cierto, que nuestra actividad política no se reduce al tema electoral, que permanentemente estamos trabajando con las comunidades y por las comunidades, pero es necesario que clarifiquemos si las actividades que realizamos corresponden al ámbito de lo gremial o a la esfera de lo político. Si tenemos en cuenta que toda lucha política busca en lo fundamental el ascenso al poder, deberíamos concluir que no toda lucha gremial lleva implícita la lucha política y que algunas o muchas veces, tan solo busca alcanzar reivindicaciones económicas y sociales, sin afectar en nada el sistema económico y político.
El tipo de democracia que nosotros defendemos y pregonamos, es aquella donde la mayoría de los ciudadanos toman las decisiones, no aquella donde sirven solo para darle un viso de legitimidad a lo que una minoría acuerda.
La razón fundamental de la democracia auténtica es el pueblo debatiendo, decidiendo y ejerciendo control sobre la ejecución de sus decisiones. Si hemos expuesto de esta manera la democracia que queremos, es un deber para nosotros practicarla.
Este es el motivo central de esta carta con mis opiniones para este momento de la lucha política, que otros llaman la coyuntura electoral.
¿Cómo avanzar entonces en la decisión tomada por el COPAN de participar en la contienda electoral venidera? Es una discusión necesaria. Seguramente si la abordamos con seriedad y responsabilidad encontraremos muchas que nos harán diferenciar nuestras prácticas de las formas tradicionales de hacer política.
Para empezar, diré que quizás la mejor manera de demostrar esa diferencia es reconociendo que el constituyente primario es el pueblo, por tanto es él quien debe decidir sobre su futuro. En este caso sobre el futuro del territorio, llámese éste para el caso actual Departamento, Municipio o Localidad.
Tenemos en esta ¨coyuntura¨ una oportunidad de oro para emprender una etapa de empoderamiento comunitario y popular. Me refiero a la construcción de los programas comunitarios de gobierno y la definición popular de las candidaturas. Pocos momentos como este logran despertar el interés de la comunidad sobre este tema. Este interés tiene que ver con la cercanía de los candidatos y las propuestas, ya que en ellas se discute y se plantean las necesidades del día a día de la población, de su territorio cercano y de los problemas que constituyen su cotidianidad.
Debemos ser conscientes que en la sociedad de hoy y sobre todo las nuevas generaciones desconfían de quienes gobiernan, que los códigos de obediencia y disciplina a las instituciones del Estado, los Partidos Políticos, incluso a la Religión no se acatan o se siguen como antes, por lo tanto, la política debe hacerse precisamente distanciándose de esas prácticas que han generado apatía y desconfianza en los ciudadanos.
También se debe hacer buscando dar respuesta a nuevas aspiraciones de la población, entendiendo los cambios de mentalidad sucedidos en las últimas décadas y la movilidad campo-ciudad ocurrida por diferentes razones, pero que dio como resultado que tengamos un país con mayoría de población urbana.
Esta realidad debe ser expuesta por las propias comunidades en escenarios, que aunque nosotros propiciemos, no necesariamente debemos controlar. Esto nos debe llevar a hacer la siguiente pregunta:
¿Somos un grupo que pretende ejercer control, cautivar un público para que elija a uno de los nuestros o a algunos de los nuestros para llegar a un cargo de gobierno y representar así a ese grupo de ciudadanos? O estamos pensando en ejercer la política para que sea el pueblo el que tome las riendas de los asuntos públicos y ejerza el poder mediante instrumentos (programa de gobierno comunitario y candidaturas populares) elaborados y escogidos por el pueblo mismo.
No debemos pensar que un programa de gobierno resulta comunitario solo por el hecho de que seamos nosotros y nuestros seguidores quienes lo elaboren. Ese horizonte comunitario debe ser mucho, pero mucho más amplio. Tampoco sería correcto decir que una candidatura es popular por ser escogida entre nosotros o en una convergencia o alianza donde nosotros estemos participando.
Otra pregunta pertinente: ¿El programa de gobierno que pretendemos que se construya tiene como finalidad legitimar una candidatura nuestra, una alianza o convergencia, o es su objetivo que el pueblo se apropie de la construcción de su futuro y de los destinos de su territorio ejerciendo el poder de manera directa? La respuesta a esta pregunta nos señalará sin equívocos el contenido y los destinatarios de la cartilla que venimos elaborando.
Una de las dudas que me han surgido es si estamos elaborando una cartilla para MAPA o dotaremos al pueblo de un instrumento político-pedagógico mediante el cual ejerza su derecho a participar en los asuntos públicos y en este caso particular, a decidir sobre el futuro de su municipio y departamento al igual que sobre las personas que ejecutarán la voluntad popular.
Es mi opinión que si pretendemos innovar en cuanto a nuevas formas de hacer política, debemos inclinarnos por propiciar la democracia directa del pueblo y que la cartilla debe posibilitar precisamente esto, entendiendo que el proceso es mucho más complejo que la cartilla misma y que por lo tanto no se debe circunscribir tan solo a ella.
También sé que no es una decisión fácil en estos momentos donde las expectativas y la dinámica electoral han tomado vuelo en muchos lugares y sobre todo porque la lógica electoral con la que muchos actúan los lleva a ver el momento como una coyuntura en la que se debe actuar con pragmatismo.
Pragmatismo que sin duda actúa en contravía de nuestros postulados y confunde a nuestra militancia y al pueblo sobre lo que realmente somos, representamos y deseamos alcanzar.
Iniciar este camino, será para nosotros ir en la dirección correcta, pues no debemos ver lo electoral como una coyuntura ni nuestro papel debe ser el de legitimarnos para representar al pueblo sino el de servir de avivadores, promotores y acompañantes de una nueva era de la acción política donde el pueblo decida sobre su futuro.
Hubert Ballesteros Gómez, Prisionero Político, cárcel la Picota.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.