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Orlando Fals Borda, editor sentipensante y productor de publicaciones de izquierda

Fuentes: Revista Izquierda - Rebelión

¿Para qué? y Por qué se escribe o se comunica’? ¿Para quiénes se escribe? Y de allí deducir si el resultado ha sido útil o no en contextos determinados.Orlando Fals Borda, “Comentarios a la mesa redonda sobre Historia Doble de la Costa”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17, 1988-1989, p. 236 

Orlando Fals Borda fue un trabajador de la cultura, un sentipensante y, entre las múltiples facetas de su vida y obra, sobresalió como un difusor bibliográfico y un productor de material impreso en diversos formatos (libros, artículos, revistas) a lo largo de su carrera intelectual desde finales de la década de 1950 hasta 2008, cuando falleció. 

En este ensayo vamos a destacar algunas de las principales contribuciones como difusor bibliográfico y de cultura impresa de Fals Borda, concentrándonos en el momento en que se transformó en un autor marxista y en un revolucionario. 

Una recuperación crítica de esa experiencia de un momento de la historia de la cultura de la izquierda en Colombia, centrada en la década de 1970 ‒y con ecos que se escucharon más allá de ese momento‒, tiene sentido cuando vivimos en un mundo completamente distinto, por dos razones: porque las izquierdas realmente existentes han perdido sus tradiciones culturales y han asumido como normal la cultura hegemónica del capitalismo neoliberal y en momentos en que el mundo de la producción impresa, con tinta y papel, parece ser cosa de una época prehistórica y hoy se rinde un culto fetichista a las tecnologías de la información y a la digitalización de todo lo existente. 

Primera parte 
Antecedentes: un académico anfibio

El programa de publicaciones de la Facultad, muy amplio y acogedor, reflejó la misma tendencia holística. Nuestra producción más recordada, el libro La Violencia en Colombia, no sólo fue una arriesgada aventura interdisciplinaria, sino también intereclesial, como nos lo refregaron algunas voces torvas en el Senado de la República cuando se armó la gran polémica al respecto. –Orlando Fals Borda, “Cuarenta años de sociología en Colombia: problemas y proyecciones”, Revista Colombiana de Sociología, Vol. 1, No. 1, 2001 

Desde el momento en que fue fundador de la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional, en 1959, se evidenció la preocupación intelectual de Fals Borda de publicar textos de su autoría y de otros autores, una característica que pronto lo diferenciarían de gran parte de profesores e investigadores de su tiempo y de ahora. Aunque se supone que esa labor debería ser propia de un académico que dirige una facultad de sociología, eso no es tan evidente ni obvio en el medio colombiano, y lo era menos a comienzos de la década de 1960, en una sociedad y en una universidad profundamente conservadoras. En ese momento, en general la producción bibliográfica que se generaba en la UN era poca y de escaza calidad, un resultado obvio de la limpieza a la que había sido sometida a finales de la década de 1940, cuando, luego del 9 de abril, se entronizó el dominio clerical y se expulsaron a importantes docentes e investigadores, como parte de la reacción conservadora y de la dictadura militar. También debe considerarse, por supuesto, la inexistencia en Colombia de disciplinas sociales propiamente dichas. En ese sentido, la universidad pública no tenía una tradición de difusión editorial de gran alcance que incentivará la publicación de las obras de sus profesores. 

Fals Borda tenía una característica que desde ese momento lo diferencia de la mayor parte de académicos convencionales: la preocupación sobre cómo difundir y socializar los resultados de las investigaciones. A Fals Borda le interesaba ir más allá de la mera escritura y tenía en mente al público lector al que se dirigían las obras. Esta no es una preocupación común de los docentes universitarios y de los escritores convencionales, porque a ellos sólo les interesa escribir y buscar un editor. Más allá de eso, consideran que no les concierne lo que viene después con la edición, publicación y difusión de sus escritos, y más ahora con la infame lógica mercantil de “publicar o morir” en revistas indexadas.

Fals Borda pensaba de otra forma: era fundamental considerar el destino de lo escrito y, en su caso, que ojalá llegará a un público amplio que rebasase el ámbito universitario. Él tenía una sensibilidad especial con los libros, en varias dimensiones: era autor y por eso impulsaba su propia producción, y así se evidenció en varias publicaciones en la UN en la década de 1960; era un propagador y difusor de la obra de otros autores, que consideraba importante y debiera ser conocida; en su calidad de lector, lo caracterizaba la apertura mental y la pasión, sin que concibiera que eso lo colocaba en un plano superior a los otros académicos y al común de los mortales. Esa sensibilidad bibliográfica lo diferencia de gran parte de los académicos que, aunque compraran y leyeran libros y material impreso, no sentían la pasión por publicar y dar a conocer libros de otros autores. Solo esa pasión por los libros, como medio de difusión del conocimiento, explica que Fals Borda haya publicado en la Facultad de Sociología ‒en algunos casos en alianza con editoriales comerciales‒ más de 40 textos, entre folletos, monografías y libros. Algo que llama la atención en medio de ese desierto bibliográfico en que se ha convertido la UN en la actualidad, cuyos profesores, que son financiados con dineros públicos, ahora publican sus libros en editoriales de universidades privadas (como la del Rosario), en una clara muestra de fuga y regalo de conocimiento por parte de las universidades públicas al sector educativo privado.

Fals Borda hizo suyo, con respecto a la difusión de las obras, la formulación de Lym Smith ‒maestro suyo y con gran ascendencia académica e intelectual en su formación de sociólogo rural en Estados Unidos‒ quien había dicho a propósito de su principal obra:

Este libro ha sido escrito para los estudiantes de sociología rural, pero también está destinado a los trabajadores embarcados en actividades tendientes a aumentar el bienestar de las personas en la Tierra, y especialmente a aquellos servidores públicos responsables de la planificación, guía y realización de las políticas agrarias de la nación1 . 

En esta primera etapa de académico, Fals Borda se torna anfibio por sus múltiples actividades, entre ellas la construcción de redes académicas e institucionales con diversos ámbitos del Estado, durante el primer gobierno del Frente Nacional: 

Estas áreas de convergencia suponían la posibilidad para estos académicos activistas de salir de las fronteras físicas y epistémicas de la universidad, adquirir reconocimiento social e institucional y contribuir a un proyecto de construcción de nación, modernización institucional, desarrollo capitalista periférico, así como promover la alianza de la academia con el Estado2 . 

Ese trascender de las fronteras físicas y epistémicas de la universidad se aplica al caso de las publicaciones. Y por ello, Fals Borda entabla relaciones editoriales, a nombre de la UN, con editoriales del sector privado, entre ellas Tercer Mundo, con un objetivo concreto: socializar los resultados de las investigaciones a un público más amplio que el estrictamente universitario y no con la finalidad de que los profesores hicieran negocios privados y transacciones mercantiles, como sucede hoy. Y eso se evidencia con la publicación del libro La Violencia en Colombia (en dos volúmenes, entre 1962 y 1964), cuyo primer tomo fue publicado por Editorial Iqueima y a los dos meses la segunda edición por Tercer Mundo. 

Ese interés por las publicaciones se expresa en este hecho, contado por el mismo Fals Borda, en el que se interrelaciona su labor como académico con su función administrativa en el Ministerio de Agricultura: 

Cuando en la universidad empezamos a pensar en publicar e iniciar la serie de monografías sociológicas, que llegó a tener 30 o 40 títulos, y la Universidad Nacional no tenía dinero para publicar, ni tampoco para investigar, el único que estaba insistiendo en esas cosas era la Facultad de Sociología. Como no había dinero en la Universidad, yo hacía imprimir en el Ministerio de Agricultura y salía a nombre de la Facultad de Sociología3 . 

Un hecho destacado radica en que parte de los autores de esas publicaciones eran extranjeros (François Houtart, Eugene Havens, …) y algunas de sus investigaciones eran resultado de trabajos de campo en Colombia (un ejemplo el de Havens y su libro Barrancabermeja: conflictos sociales en torno a un centro petrolero [1966]. Fals Borda era consciente de que el esfuerzo de construir una sociología colombiana adecuada para nuestra realidad requería necesariamente de un diálogo con el conocimiento sociológico de su tiempo, en donde Fals Borda privilegiaba, de acuerdo con su formación funcionalista y rural, la publicación de autores que tenían afinidades intelectuales con él, aunque también había autores de tendencias diferentes, procedentes de Europa, pero en menor cantidad.

En cuanto al tiraje no está claramente establecido la cantidad de ejemplares de las distintas ediciones, pero si se sabe que de la monografía sociológica sobre El impacto de la violencia en el Tolima: el caso de El Líbano, de Roberto Pineda Giraldo, se publicaron dos mil quinientos ejemplares4 ; algo notable para la época y para hoy mismo, cuando las publicaciones académicas a veces no pasan de 30 copias, con tal de que le den puntos al autor, que deja un ejemplar para él y otros para los amigos. 

De esta época de académico anfibio, desde el punto de vista bibliográfico el hecho más destacado, resonante y de trascendencia histórica fue la publicación de La Violencia en Colombia, cuyo principal autor fue el sacerdote Germán Guzmán Campos, con la coautoría de Eduardo Umaña Luna y Fals Borda. La idea de publicar el libro surgió luego de un viaje al Líbano en 1961, en el cual varios profesores de la Facultad de Sociología le propusieron a Germán Guzmán la publicación de un libro que presentara parte de los resultados de la Comisión Investigadora de 1958. No sería ni el primero ni el último texto editado por la Facultad de Sociología referente a la Violencia, puesto que en 1960 se publicó la monografía de Roberto Pineda de la violencia en El Líbano y después se editó un texto de Camilo Torres, titulado La violencia y los cambios socioculturales.

El libro suscitó reacciones de diversa índole, entre las que deben destacarse las críticas sin fundamento provenientes de los sectores más retrógrados de los partidos tradicionales y de las altas jerarquías eclesiásticas que atacaban a los autores, pero no se preocuparon por leer la obra ni rebatir sus argumentos. Por ejemplo, el representante a la Cámara Gustavo Salazar García dijo que los autores del libro “se ganan la vida de una forma más indigna que unas cortesanas”. Álvaro Gómez Hurtado afirmó que la obra “era un relato mañoso y acomodaticio, respaldados por unos documentos secretos”. Por su parte, el Cardenal Arzobispo de Bogotá, Luis Concha dijo: “Monseñor Germán Guzmán, autor principal del libro… no solicitó de la Autoridad Eclesiástica la licencia para imprimirlo como lo manda el Canon 1386 del Código de Derecho Canónico”. Un coronel de la Policía, Bernardo Camacho Leyva, sentó su “más airada protesta por las injustas afirmaciones que contra el Ejército y la Policía hacen los autores del libro”5. En palabras del mismo Fals Borda, el libro fue “una publicación trascendente, pues la reacción que provocó fue amplia, variada e intensa”6.

En el Congreso de la República se realizó una sesión especial y secreta para discutir el libro y el debate público que suscitó en la prensa se convirtió en una caja de resonancia que amplificó su circulación. La primera edición fue de 1000 ejemplares, la mayor parte de los cuales se destinaron a entidades públicas y a ciertos personajes. La segunda fue de 5000 ejemplares. En 1962, El Tiempo lo declaró el libro del año. Desde entonces se ha reeditado en seis ocasiones por varias editoriales. 

Segunda parte 
Sentipensante anfibio: Fals Borda, editor, productor y promotor bibliográfico

Contra esas miopes actitudes (seguir produciendo una ‘historia muerta’, sin compromiso con procesos sociales reales que desbordarían las especificidades profesionales) nos levantamos los coautores de la Historia doble, porque hemos preferido colocar todas las reglas y técnicas de nuestras artes al servicio de la dinámica colectiva para trabajar con la historia viva, esto es, la que se siente en la dinámica de las aspiraciones y luchas de los pueblos. 

Orlando Fals Borda, “Comentarios a la mesa redonda sobre Historia Doble de la Costa”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17, 1988-1989, p. 234.

Cuando Fals Borda se hace marxista y revolucionario llevó a la práctica una actividad que desde el siglo XIX ha caracterizado a importantes revolucionarios del mundo: emprendió la producción, edición y publicación de material escrito, de diversa índole. Y con esa práctica enriqueció una tradición que se remite a los revolucionarios del siglo XIX, entre ellos Marx y Engels, que en el siglo XX fue continuada por personajes de la talla de Lenin, Gramsci, Rosa Luxemburgo y, más cerca de nosotros, José Carlos Mariátegui. Y en Colombia, Fals Borda continúa con la tradición de periodistas populares y revolucionarios, como Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, Jacinto Albarracín, quienes se destacaron por la edición de periódicos y de revistas, pero menos de libros. Todos los nombrados, de Colombia y otras latitudes, tienen en común que entienden la importancia de la palabra escrita como medio de formación política e ideológica, inscritos en la lógica de la ilustración que concibe a la imprenta como un artefacto que irradia luz, ayuda a la gente a salir de la ignorancia y les concede acceso a ciertos saberes que les posibilitan convertirse en sujetos políticos y luchar por su emancipación.

Fals Borda en el período 1971-2008 va a tener una trayectoria en el terreno de la edición de libros, revistas, historietas gráficas, en las que participa directamente y también impulsa a ciertos autores, en su momento noveles escritores e investigadores, o recupera obras y autores de otros momentos de la lucha revolucionaria. 

Además, el proyecto de difusor cultural y bibliográfico está inscrito en el marco de las izquierdas colombianas en la década de 1970, un momento en que en Colombia existía una cultura de izquierda, con sus propios símbolos, rituales, héroes, consignas, lugares de sociabilidad, librerías, teatros y un cierto tipo de costumbres y tradiciones y editoriales que difundían libros y revistas desde perspectivas de izquierda y anticapitalistas.

Lo que hace Fals Borda se inscribe en ese contexto de efervescencia cultural de las izquierdas ‒una efervescencia relativa, por supuesto‒, una de cuyas expresiones más notables era la publicación de periódicos, revistas, libros y folletos. Existía un libro de izquierdas, que se generaba en las editoriales que florecieron por entonces en Medellín y Bogotá, entre las cuales estaban La Oveja Negra, La Pulga, Tigre de Papel, La Carreta…7 . Es el momento en que existe a nivel nacional un número significativo de editoriales que producen textos escritos de diversa índole (periódicos, revistas, materiales mimeografiados, folletos, historietas…), ligados a las tradiciones revolucionarias de Colombia, América Latina y otros lugares del mundo, un momento, por lo demás, en que yo me formé políticamente y tuve la ocasión de participar en la edición de un periódico y de algunos libros. Por esta razón, acá habló no solo desde la perspectiva y la distancia que requiere el saber histórico, sino de mi propia experiencia y recurro, en parte, a mi memoria como una fuente de la historia. 

Vamos a examinar en esta segunda parte las variadas formas de difusión bibliográfica de literatura generada por y desde las izquierdas y la contribución de Orlando Fals Borda, que pasa de ser un académico anfibio a un sentipensante anfibio

Formas de difusión de material impreso

Como parte de esa cultura impresa de las izquierdas existían diversas formas de difusión, la mayor parte de las cuales son retomadas y enriquecidas por los equipos de trabajo con los que Fals Borda se movía, porque debe resaltarse que su labor no era individual, como él mismo lo recalcaba con frecuencia. Así lo expresaba en 1975, en Historia de la cuestión agraria:

[…] el presente libro no es solo resultado de una consulta bibliográfica, ni es la creación exclusiva de un escritor que tuvo el privilegio de saberlo todo y de tener un acceso monopólico a las fuentes disponibles. Representa el esfuerzo sostenido y coordinado de grupos de diversas regiones del país, conformados por campesinos e intelectuales, que participaron con el suscrito en el diseño del estudio, discutieron con él el manuscrito en diversas etapas y ocasiones, le aportaron datos concretos para corregir y enriquecer el texto y orientaron la acción política o gremial, cuando era el caso de acuerdo a los análisis resultantes. Por eso, este libro puede considerarse como un producto colectivo al que hemos contribuido personas interesadas en conocer mejor la realidad colombiana, y a quienes nos anima también la urgencia de actuar sobre esa realidad para hacer avanzar el proceso revolucionario de nuestra sociedad8 . 

Su influencia en ese terreno es notable, más aún si se recuerda su previa trayectoria como editor de textos universitarios, lo cual le daba una experiencia acumulada que contribuyó a reinventar la tradición editorial del mundo de izquierda en Colombia. Uno de sus aportes más significativos, al mirar la calidad editorial de su mejor obra, Historia Doble de la Costa, se constata con la mezcla de lenguaje sencillo y directo, la utilización de fotografías, material gráfico, mapas, testimonios orales, documentos procedentes de los “archivos de baúl” y la novedosa forma como lo expuso a un amplio público. Y eso era posible porque Fals Borda dio un paso en dirección a emanciparse de la academia, con todas sus taras y limitaciones, trascenderla con publicaciones que tenían como destinatario un público más amplio que los meros lectores universitarios. Lo expresó claramente en varias oportunidades, de las cuales citamos esta:

En el caso de la Historia doble, allí quedan expresados con nitidez sus propósitos: no se escribió como historia formal ni como historia final, para las elites o para los académicos, sino ante todo para suministrar a las clases subordinadas de la sociedad elementos de lucha ideológica que les permitan defenderse de las injusticias que padecen. […]. Juego mis cartas a la luz del sol y no aparentando neutralidad valorativa. Esas son algunas de las reglas alternativas que he aprendido con centenares de personas sencillas, reglas que creo tan significativas como aquellas con las que inicie mi carrera científica9 . 

Libros y folletos 

Fals Borda participó como autor, productor y difusor de libros y folletos desde el momento en que se crea La Rosca, en 1971. Desde ese momento y hasta su disolución, a comienzos de 1976, La Rosca publicó 10 libros y una historieta ilustrada. Fals era autor y coautor de cuatro de esas obras, en las cuales se van perfilando los aspectos centrales de la IAP. 

En forma paralela, Fals Borda participaba en la Editorial Punta de Lanza, cuyo primer libro fue editado en 1972, el del sociólogo Álvaro Camacho Guizado, Capital extranjerosubdesarrollo colombiano. No sabemos exactamente hasta qué año existió formalmente, pero todavía en 1987 aparece como sello editorial, junto con Foro Nacional por Colombia, de las Memorias de un Taller de IAP que se hizo en Bogotá en noviembre de 1986. Esta editorial publicó una veintena de títulos de autores nacionales y extranjeros.

Entre algunos de los libros que publicó Punta de Lanza se encuentran la segunda edición de El hombre y la tierra en Boyacá y de Capitalismo, hacienda y poblamiento en la Costa Atlántica de Fals Borda, La explotación indígena en Colombia de Juan Friede, Hacia un marxismo vivo del italiano Lucio Colleti y el que más celebridad va a adquirir por su impacto más allá del momento en que fue editado, el del simposio de 1977 en Cartagena, que fue publicado en dos volúmenes con el título Crítica y política en las Ciencias Sociales [1978].

Adicionalmente, es claro el influjo de Fals Borda en algunas de los libros que editó Carlos Valencia Editores (1975-1991), puesto que allí se publicó su Historia Doble de la Costa, se reedito su Historia de la cuestión agraria en Colombia y la segunda edición del libro de Ignacio Torres Giraldo (María Cano, mujer rebelde), pero ahora con otro título: María Cano, apostolado revolucionario, que es obvio deducir fue propuesto por Fals Borda. 

De esta experiencia editorial, pueden destacarse algunos aspectos, inscritos en la lógica y preceptos centrales de la Investigación Acción Participativa [IAP].

Participación

Algunos de los libros que se publican son resultado de procesos de índole colectiva, como los que son firmados por La Rosca, donde aparecen reflexiones teóricas, metodológicas, éticas y políticas sobre el sentido de la investigación. Entre estos pueden mencionarse: Por ahí es la cosa; Causa popular, ciencia popular. Debe insistirse en que Fals Borda resaltaba que sus obras, aunque fuesen firmadas por él, eran un producto colectivo, debido a la participación de organizaciones sociales, tal y como se va a enfatizar en forma reiterada a lo largo de la obra que generó después de 1970. Al respecto dice en las últimas líneas de Mompox y Loba, el primero de la magistral tetralogía Historia doble de la costa: 

Decidí suspender temporalmente la tarea investigativa y pulir y completar lo que tenía con el fin de compartir el texto y hacerlo circular en la región y fuera de ella, sin mayor dilación. Es la última regla metodológica que deduzco del actual esfuerzo: el tratar de mantener vivo el frente ideológico por parte de los científicos sociales, especialmente aquellos que sienten el compromiso con el cambio radical de nuestra sociedad subdesarrollada y dependiente, y que quieren vivir y actuar en consecuencia10. 

Recuperación crítica: En este ámbito se destacan algunos aspectos:

Recuperación de autores que escribieron o publicaron libros con perspectivas críticas y en ese momento [década de 1970] olvidados, o no incluidos, en el panorama bibliográfico colombiano. Entre esos sobresale Ignacio Torres Giraldo, del cual fueron publicados sus libros María Cano, mujer rebelde y La cuestión indígena en Colombia. Así mismo es destacable la reedición de un libro que en la década de 1940 había tenido alguna repercusión, el de Juan Friede, El indio en la lucha por la tierra. 

Recuperación de personajes históricos del mundo plebeyo y popular: Otro elemento de la acción editorial de Fals Borda está referido al rescate de figuras trascendentales en las luchas sociales del país, entre los cuales se rescataron dos, a partir de obras directamente relacionados con ellos: María Cano y Manuel Quintín Lame. De la primera se publicó el texto mencionado de I. Torres Giraldo, inédito hasta ese momento, que es el mejor recuento de la vida de la Flor Roja del Proletariado Colombiano y del segundo se rescató su manuscrito de la década de 1930 que fue publicado en dos ocasiones, con los títulos En defensa de mi raza[1971] y Las Luchas del indio que bajó de las montañas al valle de la civilización [1973]. En la caratula del primer libro mencionado aparece la célebre fotografía de Quintín Lame cuando fue aprisionado por los terratenientes del Cauca en 1915, fotografía que cobraría celebridad de ese momento en adelante.

Promoción de autores que luego se destacan en el campo de la investigación: Aparte de editar a diversos autores en las dos editoriales señaladas, cabe anotar que Fals Borda contribuyó a la edición de libros de personas que en esos momentos eran desconocidas en el mundo de la investigación y que luego, y hasta el momento actual, siguen activos y son muy conocidos. Son dos los autores a los que promocionó Fals Borda, en dos libros que abrieron frontera en sus respectivos terrenos, ligados a procesos agrarios y populares. En su orden Esclavitud y libertad en el Valle del Río Cauca [La Rosca, 1975], de Mateo Mina, el seudónimo de la pareja de australianos conformada por el médico Michael Taussig y la arquitecta Anna Rubbo. En la presentación de esta obra nos dice Fals Borda: 

La rebeldía no tiene color […] De esa tradición de lucha se nutren los grupos que ocuparon el valle del Río Palo y la región de Puerto Tejada, que son motivo de la cuidadosa atención en el presente libro. […] El libro de Mina, escrito con sencillez y claridad, quiere estimular la organización popular. […] Pertenece, por lo mismo, a esa corriente intelectual comprometida con las luchas del pueblo, que escribe con conciencia proletaria y que quiere que lo que descubra se coloque al servicio de los intereses de las clases trabajadoras11. 

En la segunda edición de la obra, publicada por la Universidad de los Andes, en 2011, uno de sus autores, Taussig, devenido posmoderno, de alguna forma reniega del libro, al decir que se abochorna del lenguaje utilizado ‒el que Fals Borda destacaba como el principal aporte de ese libro‒ porque resulta 

difícil no fruncirse ante algunas de sus formas de expresión y ante el tono piadoso de predicación que raya en la demagogia. La distinción tajante y maniquea entre ricos y pobres, así como entre blancos y negros, recuerda la obra de Franz Fanón, médico de Martinica, en escritos como Los condenados de la tierra, carentes de la sutileza [¡!] de la realidad. A la luz de hoy, parece también exagerado el énfasis en una visión simplista del capitalismo. De haber utilizado un lenguaje más cuidadoso, se hubiera podido recalcar lo mismo con mayor fuerza. […] Sin embargo, esa forma de expresión ‒la de división tajante entre ricos y pobres‒ ese lenguaje de lucha de clases y división racial, es como se expresan los pobres, o por lo menos como se expresaban en esa época y en ese lugar12. 

¡Sin comentarios con respecto a aquello de que la lucha de clases es un lenguaje de los pobres de la época en que Taussig era Mateo Mina! 

El otro autor que va a trascender es el economista Absalón Machado, del cual se publicó su primer libro El café. De la aparcería al capitalismo [1976] en Punta de Lanza. Luego este autor ha escrito muchos libros dedicados a los temas agrarios, hasta los más recientes Relatos sobre reforma agraria en Colombia, en tres volúmenes.

Ciertos autores, que aparecieron en las ediciones promovidas por Fals Borda, después renegaron de sus posturas anticapitalistas y dieron un viraje radical hacia la derecha. El caso más relevante es el del italiano Lucio Colleti, un autor en ese momento de izquierda y con una larga tradición de lucha, al cual se le publicó Hacia un marxismo vivo. Este texto tiene una presentación que firman los editores pero que, seguramente, redactó Fals Borda, donde se dice: “[…] el marxismo no puede ser una ciencia, sino es al mismo tiempo práctica revolucionaria”. La segunda parte de este escrito fue traducido del francés por Fals Borda, para darse cuenta de su interés en que se difundiera dicho escrito13.  

Pues este individuo, que fue militante revolucionario durante gran parte de su vida, al final viro estrepitosamente hacia la extrema derecha. Así, en la década de 1990 militó en las filas del movimiento Forza Italia, se convirtió en consejero de Silvio Berlusconi y fue elegido dos veces como diputado de ese partido, hasta su muerte en 2001. Por supuesto, nadie puede leer el futuro e imaginarse las cabriolas políticas de ciertos individuos, que pueden pasar de la izquierda a la derecha en el momento menos pensado y eso, en las últimas décadas, en Colombia y el resto del mundo ha sido tan frecuente que, como lo dijo alguna vez Günter Grass, produce torticolis, de tanto girar la cabeza al ver pasar los que desfilan hacia el bando del capitalismo realmente existente. 

Esos son los gajes del oficio de editor de izquierda, que Fals Borda asumió con compromiso y responsabilidad, teniendo en cuenta la importancia de una determinada obra en un contexto concreto, y con el objetivo de que sirviera a los sectores subalternos.

Devolución sistemática: Historietas gráficas 

Debe destacarse en la devolución sistemática que realiza Orlando Fals Borda de sus investigaciones un elemento innovador: presentar fotografías e ilustraciones en sus libros. Así lo hizo en Historia de la cuestión agraria y en Historia doble de la costa. Y, en términos del conocimiento histórico, hay una novedad en el trato que él les da a las imágenes visuales: las trata como fuentes históricas y sirven para ilustrar y hacer más atractivos y ágiles sus libros.

Este aporte de Fals Borda poco ha sido retomado en los libros y artículos de historia que se escriben en Colombia, en que pocos son los que se esfuerzan por acompañar sus investigaciones con material gráfico. Por nuestra parte, esa enseñanza del maestro la hemos retomado y aplicado en varios de nuestros libros sobre historia de Colombia, empezando por Gente muy rebelde.

La preocupación con respecto a la manera cómo lo gráfico se convierte en un medio de difusión ‒en una época en que no existía Internet ni el celular‒ se concreta en materiales ilustrados que quieren llegar incluso a gentes que no saben leer ni escribir, como muchos campesinos. 

En Historia de la cuestión agraria en Colombia, Fals Borda precisó lo que, en términos de devolución sistemática, concierne a las formas de comunicación: 

La comunicación del resultado de este esfuerzo tomó diversas formas: folletos históricos ilustrados (‘nivel uno’), cuadernos para cuadros (‘nivel dos’), conferencias mimeografiadas para universitarios y profesionales (‘nivel tres’), y series de elementos audiovisuales14. 

Acá quedan claras ciertas cosas, algunas de las cuales ya se han planteado, pero que pueden recalcarse nuevamente: la preocupación por el destino de los productos intelectuales. Estos tienen finalidades políticas en términos de formación ideológica, cultural e histórica; los materiales surgen del estudio de los movimientos, con participación de estos, y regresan a ellos; se comprende la heterogeneidad y diversidad de los sujetos y su diferente grado de formación cultural y política y por eso se preparan materiales de diverso tipo, destinados a cada uno de ellos teniendo en cuenta esa diversidad. 

Entre los destinados al nivel uno, configurado por campesinos, indígenas, trabajadores, que no tienen cultura letrada, e incluso en muchos casos son prealfabetos, se diseñaron cartillas con dibujos y textos breves, esto es, historietas gráficas. De esos materiales, y referidos directamente con la labor editorial de Fals Borda y de los equipos que trabajaron con él, se publicaron varios: el primero reconstruye en líneas generales la historia de la Concesión Barco y la lucha de los trabajadores petrolero del Catatumbo, titulado El petróleo es del pueblo colombiano [1971], destinado a los obreros de Tibú y se puso en circulación a raíz de un curso sindical. Este es un texto hoy olvidado y, que yo sepa, solo mencionado por Ernesto Parra en su estudio de La Rosca, aunque no hace ningún análisis del mismo. Esa cartilla la descubrimos en nuestras investigaciones sobre los trabajadores petroleros. 

Los que si son bien conocidos son los cuatro dedicados a las luchas agrarias en la Costa Atlántica, que han cobrado celebridad con el paso del tiempo. Las cuatro historietas de Ulianov Chalarka son resultado de un trabajo colectivo, que se apoyaba en materiales generados por los campesinos en encuentros, talleres, foros y en algún tipo de documentación. Cada historia versa sobre un tema concreto y es narrada por un personaje popular: Juana Julia Guzmán, luchadora popular, en El Boche; el campesino Wilberto Rivero, en Lomagrande; Víctor Licona, dirigente agrario de la década de 1920, en Tinajones; e Ignacio Salgado, activista comunitario de San Onofre, en Felicita Campos

Su audiencia son en principio los campesinos de Córdoba, porque estos son los protagonistas de la historia y a ellos está dirigida con el fin de sistematizar y devolver los materiales para que sirvan en sus luchas concretas. 

No tenemos información sobre la cantidad de ejemplares publicados en su primera edición. Después han sido reeditados y recientemente publicados en la colección de siete obras de Fals Borda que publicaron la Biblioteca Nacional y la UN. 

Este tipo de comunicación gráfica se inscribía en un ámbito más amplio tanto de Colombia como de otros lugares del mundo y nuestro continente, en cuanto al esfuerzo de divulgación que hacían diversos autores. Al respecto, puede mencionarse al caricaturista mexicano Rius, quien en ese mismo instante publicaba ‒y se editaron en Colombia‒ libros de historietas gráficas sobre la vida de Lenin, de Marx, el Manifiesto comunista (con el título de Para principiantes). Y en Colombia eso se expresó en el esfuerzo de otros colectivos, menos conocidos que el de Fals Borda, entre los que se destacaron el Taller 4 Rojo y Jorge Villegas. 

Asimismo, como elemento anecdótico y trágico que vale la pena recordar, se publicó una Historia socioeconómica de Colombia [1492-1825] [Editorial El Armadillo, Bogotá, 1978], escrito por Alfredo Camelo, un personaje que era miembro del grupo Movimiento de Autodefensa Obrera [ADO o MAO], participó en la ejecución de Rafael Pardo Vuelvas en 1978, estuvo en prisión y permaneció en la cárceles de La Gorgona y La Picota durante nueve años y luego se exilió en Europa, muriendo en extrañas circunstancias en Suiza en 2021, donde se tienen serias sospechas de que fue asesinado.

Revistas

Entre 1974 y 2008, Orlando Fals Borda estuvo involucrado en cuatro revistas, de las cuales fue fundador, escritor y difusor. 

Alternativa [1974-1980] y El Taller Cuatro Rojo

En febrero de 1974 comenzó a circular Alternativa, el medio de comunicación impreso más importante de la izquierda colombiana en la segunda mitad del siglo XX. En ese proyecto confluyeron personajes del mundo de las letras, la investigación social y del periodismo, entre otros Gabriel García Márquez, Orlando Fals Borda, Jorge Villegas Arango, Bernardo García, Enrique Santos Calderón y, más tarde, se vincularon Daniel Samper Pizano y Antonio Caballero. Asimismo, participó en el equipo fundador el Taller 4 Rojo [T4R], una novedosa propuesta de gráfica política que venía existiendo desde hacía varios años y cuyos miembros tenían vínculos con organizaciones sociales y políticas. 

Alternativa es hija de su tiempo, a nivel nacional e internacional. Aparece en un momento de gran movilización política y social en el país (cuyo hecho más significativo fue el Paro Cívico de 1977), de acciones populares de diversos sectores (estudiantes, obreros, indígenas, campesinos, sacerdotes, mujeres). En el plano internacional tiene gran impacto la Revolución Cubana, la derrota de Estados Unidos en Vietnam, el golpe de Estado en Chile en septiembre de 1973. En el panorama de las izquierdas sobresalían las acendradas disputas ideológicas y políticas entre diversos sectores legales y clandestinos. 

Y en el plano cultural se destacaban la canción social, el Nuevo Teatro, la Teología de la Liberación, la Teoría de la Dependencia, nuevas formas de producción estética que cuestionaban el papel conservador del arte y el artista tradicional. Existía una importante producción editorial de las izquierdas, con periódicos, revistas, folletos, guiones teatrales, carteles, afiches y otras formas de difusión escrita. 

Desde el principio, el contenido de Alternativa reflejaba

tres posiciones diferentes, pero convergentes en el propósito de estimular el desarrollo de espacios de información y debates alternativos: 1. Un periodismo independiente de los grandes consorcios existentes (esta era la idea de Enrique Santos Calderón y sus amigos). 2. Una expresión de información y debate de los grupos de base adscritos a los programas populares de Investigación-Acción (Fals Borda) y 3. Una expresión de izquierda amplia, democrática, pluralista que abriera vías de comunicación y debates políticos y culturales a amplios sectores progresistas marginados o censurados (García Márquez). Alternativa fue un proyecto periodístico, no un proyecto de un grupo político15. 

En rigor, la revista se proponía cuatro cosas: contrainformar, en contravía de la gran prensa; investigar y efectuar análisis en profundidad desde una perspectiva marxista; informar con detalle sobre las luchas populares, y fomentar la unidad de la izquierda16. Este último propósito, como se sabe, casi imposible de cumplir, pero interesante como planteamiento movilizador. 

Su primer director fue el economista Bernardo García y su primer comité editorial estuvo configurado por García Márquez, Fals Borda y Jorge Villegas, que a los pocos números sería sustituido por Enrique Santos Calderón. Su primer número se consagró al tema de La contraguerrilla en acción y fue un éxito porque se vendieron diez mil ejemplares. Su popularidad aumentó porque algunos policías y militares quisieron impedir su circulación. De ahí en adelante, en medio de crisis y avatares, se mantendría durante seis años, al principio con una periodicidad quincenal y luego semanal. Soportó varias crisis y rupturas. En la primera, que nos interesa resaltar, resultó expulsado Orlando Fals Borda, como veremos más adelante.

Alternativa apareció como una publicación de izquierda, independiente, que no era el órgano de ningún partido ni fuerza organizada, pero sí quería expresar los intereses de todas las izquierdas. Del primer número llamó la atención su lema Atreverse a pensar es empezar a luchar, que se mantuvo hasta el último número de la revista, en 1980. La frase encerraba toda una filosofía sobre el periodismo independiente, una concepción que compartían Fals Borda y La Rosca, la cual se expresó en su primer editorial:

La inaplazable necesidad de sacar adelante una publicación que reinterprete hoy críticamente esta realidad nacional tergiversada y suministrar material de análisis a las organizaciones populares y profesionales comprometidas con el cambio, nos ha llevado a crear esta revista, que aparecerá quincenalmente en todo el país […] Alternativa busca contrarrestar la desinformación sistemática de los medios de comunicación del sistema y se ha comprometido a servirle en forma práctica política y pedagógica a todos los sectores de la izquierda colombiana17. 

Sus columnas eran un intento de materializar sus objetivos. Había artículos de fondo sobre el bipartidismo, el militarismo y la represión. La Carta al Lector era una breve página editorial. Qué hay de nuevo en Macondo estaba consagrada al humor político. La historia prohibida, propuesta y al principio desarrollada por Fals Borda y Jorge Villegas era un esfuerzo por presentar otra visión de la historia, comprometida con las luchas populares, principalmente en Colombia. La Voz de la Base daba a conocer, narrada por sus protagonistas, las luchas y proyectos de origen popular. El Zancudo, que portaba el lema de José María Vargas Vila [El zancudo el único contra quien el gringo nada pudo] estaba dedicado a analizar al imperialismo, sus formas de dominación y las rebeliones de los pueblos sometidos. Noticiero Latinoamericano era un espacio donde se informaba de las luchas que se adelantaban en el resto del continente. No tenía pauta publicitaria de índole comercial, salvo cuando se incluía algún aviso pago de editoriales y librerías de izquierda. 

Alternativa desde el principio y hasta su primera ruptura, tuvo la influencia política del M-19 y no es casual que la aparición de la Revista [12 de febrero de 1974] coincidiera, con pocas semanas de diferencia, con la presentación pública de este grupo político que entró en escena con la recuperación de la Espada de Bolívar [17 de enero de 1974]. Que el M-19 tuvo que ver con el funcionamiento de Alternativa no es ninguna hipótesis o suposición, pues así lo reconocieron sectores de diversas tendencias políticas, empezando por uno de sus fundadores, Enrique Santos Calderón ‒quien luego retornó a su clase y a la Gran Prensa, deambuló por los más diversos sectores del espectro político del establecimiento, llegó a ser Director de El Tiempo en la época uribista y presidio a la Sociedad Interamericana de Prensa [SIC], una entidad terriblemente antipopular y nada democrática, al servicio de Washington. Esa participación del M-19 también la reconocieron años después, algunos de sus militantes. Así lo hizo Carlos Vidales: 

El M-19 miro con simpatía la formación de la revista. Varios de los periodistas de Alternativa, o bien fuimos reclutados por el M-19 cuando ya trabajamos en ella, o bien eran miembros del M-19 antes de la fundación de la Revista. Las instrucciones fueron siempre claras: no se trataba de usar Alternativacomo una voz del Eme, se trataba de ayudar a que la revista se consolidara y creciera como un medio independiente, amplio, democrático y generoso. Había que dar ejemplo de no-sectarismo18. 

En el momento en que aparece la revista eran militantes del M-19 Carlos Vidales, redactor, Carlos Sánchez, redactor y fotógrafo, Sebastián Arias, redactor, Nelson Osorio, redactor, Carlos Duplat, diagramador. Así las cosas: “Según estas cuentas, además del diálogo entre Bateman y Santos, el hecho era que, por así decirlo, la mitad del equipo de Alternativa en 1974 era del M-19; aunque algunos de ellos ni lo sabían, por el grado de compartimentación que existía19.  

En esa primera ruptura fueron altamente responsables los del M-19 porque, al final, luego de que Fals Borda planteara que debían considerarse las solicitudes de los trabajadores y este fuera apoyado por los del M-19, decidieran hacer toldo aparte. Pero la solicitud de Fals, que era genérica, incluía a gran parte del personal que era del M-19. En concreto, Vidales y Fals Borda crearon Alternativa del Pueblo. Sintetizando: 

El M-19 y Alternativa no solo compartieron varios de sus miembros y la amistad entre sus creadores, sino que fueron realmente muy parecidos: ambos nacieron como mitos de ruptura con las tradiciones de la izquierda colombiana, pero ninguno de los dos pudo escapar a sus tentaciones: intelectualismo, vanguardismo, dogmatismo, unidad por arriba, y, desde luego, antisectarismo sectario 20. 

Y uno de los miembros del M-19 y de Alternativa, Carlos Duplat ‒quien realizaba labores de diagramación‒ también era miembro de La Rosca. 

Por otro lado, un elemento fundamental de Alternativa desde el punto de vista comunicacional, en general, y en el ámbito de la izquierda, en particular, que impacta desde el primer número es su apuesta gráfica, la cual también tiene una historia escondida. Esa historia está referida de manera directa al Colectivo Taller 4 Rojo [T4R], que había sido creado en 1970 por los artistas plásticos Diego Arango [1946-2017], Nirma Zarate (1936-1999) y el arquitecto e investigador social Jorge Villegas [1934-1977].

Jorge Villegas Arango, un individuo tan polifacético como Fals Borda, había creado ESE (Ediciones ESE, 1968), con la cual publicó tres libros, incluyendo su extraordinario Petróleo, oligarquía e imperio. Él fue uno de los fundadores del Primer Taller 4 Rojo en 1970, a partir de su experiencia en el DANE, donde conoció a Bernardo García y a los artistas plásticos Diego Arango y Nirma Zarate. Con esos artistas elaboró y publicó La destrucción de una nación indígena [ver Ilustración] y El Papa visita a Colombia. Allí había una propuesta gráfica, crítica y comprometida. 

La creación de Alternativa es resultado de afinidades creativas y de afinidades electivas, de tipo estético, periodístico, comunicacional y, al principio, político. Entre esos sectores, que participan en la idea original de Alternativa sobresale el T4R por la elaboración de material visual, impactante y llamativo. Este Taller hizo un esfuerzo por vincular “investigación y creación, práctica y teoría, tradición y contemporaneidad”. Su propósito era hacer activismo social desde las bases populares, “sin ceder ante el facilismo, manteniendo un elevado nivel estético, lejos del panfleto y la propaganda llana” 21.  

El T4R fue una agrupación de artistas que mostró su interés en problemas nacionales e internacionales, y que incursionó en una forma decidida y original en el asunto de vincular el arte con las luchas sociales. En este colectivo confluyen intereses diversos con una finalidad explicita: utilizar el arte gráfico como un medio de difusión y de formación política. El T4R se comprometió en forma directa con luchas sociales y participó en marchas y movilizaciones y diseñó obras específicas para actividades de movilización indígena, obrera, estudiantil y campesina. Sus acciones se daban tanto en las aulas y talleres como en las calles y lugares de sociabilidad política de sectores populares. 

El T4R tenía un amplio repertorio visual: carteles, pancartas, publicaciones. Los crearon y luego los emplearon en varios medios, entre ellos Alternativa. Se destacaron por emplear la fotografía en forma versátil. Era una estrategia de apropiación y reciclaje de imágenes propias y ajenas con el fin de comunicar desde una perspectiva de contrainformación.

El Taller 4 R fue importante en los momentos previos a la creación de la revista y en los primeros números al dotarla de identidad gráfica, la cual se mantendrá durante los seis años de existencia de Alternativa, aunque los miembros del T4R se hayan ido retirando de la revista. Participaron en la producción de artes, diagramación, diseño y armada. Elaboraron composiciones para las caratulas y contracarátulas. Introdujeron la práctica de presentar fotografías a color, fotomontajes, collages, caricaturas políticas que funcionaban de manera independiente del contenido escrito como una especie de editorial gráfico y visual.

La unión de Alternativa y Taller 4 Rojo generó una expresión artística comprometida y le dio visibilidad, desde el punto de vista gráfico, a realidades ocultas en la prensa colombiana. Los artistas que lo conformaron tenían trayectoria individual: Nirma Zarate era pintora y grabadora; Diego Arango, era artista, filósofo y antropólogo con estudios en varios países; Umberto Giangrandi [1943], un pintor y grabador italiano que llegó a Colombia en 1966, profesor de la UN; Carlos Granada [1933-2015], con un estilo impresionista intentó fusionar lo típico del país con un enfoque filosófico para develar los problemas colombianos; Jorge Mora [1950], fotógrafo y pintor; Fabio Rodríguez Amaya [1950], pintor y escritor 22. 

Entre la labor de difusión que efectuó el T4R, con gran impacto en el imaginario de la izquierda de la época, se encuentran sus denuncias de los crímenes de Estados Unidos en Vietnam [ver ilustraciones] y la reivindicación de la figura de María Cano [ver figura]. En ese rescate se identifican con lo realizado por Orlando Fals Borda, con quien trabajaron en diversos proyectos y actividades. Este aprendió de alguna manera del T4R la importancia de la comunicación gráfica, como se va a notar con el impulso a las cartillas gráficas que se editaron en la Costa Atlántica.

En forma simultánea y a la sombra de la otra ruptura, la visible, que dará origen a Alternativa del Pueblo, se presenta una poco conocida, que origina la división y retiro de parte del equipo del Taller 4 Rojo. Se trata de la negativa por parte del comité editorial, y más específicamente de Enrique Santos Calderón, a incluir e involucrar a los artistas en las discusiones políticas y decisiones editoriales de cada número. Uno de los miembros del T4R, Fabio Rodríguez, lo recuerda así: 

La experiencia de Alternativa es la forma más burda, primitiva y vulgar de lo que se llama en ciertos ámbitos la división del trabajo. Ese grupo de intelectuales, no artistas […] establecieron una división neta: ustedes los artistas ejecutan las cosas que nosotros hacemos […], en términos más sencillos, es como si Alternativa, queriéndolo o no, haya sido una agencia de publicidad: yo soy el Director y el copy writer, entonces yo ideo la campaña y yo escribo los textos de tu campaña, y tú eres el pintor, el artista, y vas a ejecutar prácticamente lo que se requiera para hacer la revista. Ese es el problema a mi juicio central, del debate entre la dirección de Alternativa y el Taller 4R 23. 

Umberto Giangrandi, otro de los miembros del T4R enfatiza la crítica a la división del trabajo, entre quienes escriben e investigan y los que ilustran, que fue el asunto que llevó a una parte de ellos a retirarse de Alternativa:

Nosotros no queríamos ser simples ilustradores de los artículos que otros escribían. Queríamos estar en pie de igualdad con todos los intelectuales que hacían parte del proyecto editorial; no ser unos carga-ladrillos […] Los artistas teníamos una formación ideológica, política y plástica que nos permitía participar en pie de igualdad en los análisis que se estaban desarrollando sobre los problemas de la realidad colombiana, con un pensamiento crítico construido en imágenes. El Taller 4 Rojo, para ese momento, no era un simple colectivo de diseñadores gráficos, sino un grupo, al igual que los directores de la revista, también había construido una posición política y, por otra parte, también había establecido una obra visual crítica. Por ello insistimos en la solicitud de un puesto en la dirección editorial de la revista, que nos fue negado24. 

Ahí está planteada una cuestión de fondo sobre el papel de los artistas como pensadores y luchadores políticos, que se expresa en su producción estética, pero también en su rol de seres que reflexionan sobre los problemas del país de tú a tú con los escritores. Este asunto quedó en el tintero del debate desde hace medio siglo cuando se presentó esta crisis oculta de Alternativa y hoy debería seguir teniendo vigencia, aunque no esté de moda hablar del asunto.

Alternativa del Pueblo [1974-1975]

La segunda revista en la que participa Orlando Fals Borda es Alternativa del Pueblo, de corta vida ya que solo llegó a editar 18 números. Su origen está relacionado con la disputa interna en Alternativa, que afloró en el No. 18, en noviembre de 1974. Un hecho de fondo explica la primera ruptura de Alternativa: discrepancias en cuanto a su línea editorial y a su relación con los movimientos sociales. El sector de La Rosca, con Fals Borda a la cabeza, señalaba que Alternativa no podía plantearse la sustitución de los movimientos sociales y políticos de índole revolucionaria, ni suplir sus órganos de expresión periodísticas y tampoco se podía convertir en un grupo político. 

Luego, para la edición del No. 19, los trabajadores [que lo eran, pero también gran parte de ellos eran militantes del M-19] se tomaron la revista e incluyeron en ese número los señalamientos de la contraparte, la de Fals Borda, criticando al sector de García Márquez y Santos Calderón. 

El asunto no sólo era periodístico y de orientación política, ya que tuvo repercusiones laborales y hasta jurídicas. García Márquez fue demandado por ser patrón de la empresa periodística y por problemas de índole contractual. La demanda fue retirada al poco tiempo porque incluso esa decisión le pareció excesiva y equivocada a Jaime Báteman, jefe máximo del M-19, que era amigo de Santos Calderón, frecuentaba la revista y tenía incidencia en sus militantes que estaban dentro de Alternativa

En ese Número 19 hay una beligerante replica a lo que se decía en el número anterior. Al respecto en un editorial con el que estaba de acuerdo Fals Borda se afirmaba: 

Sería absurdo esperar que de la noche a la mañana nuestra revista se convierta en lo que queremos que sea: una auténtica publicación proletaria al servicio de las clases trabajadoras […] Por defender estos principios, nos han acusado y nos acusan de querer formar “grupo político”. Es que el grupo de la vieja dirección es incapaz de comprender que el periodismo, si no educa, orienta y organiza, no es periodismo revolucionario. No comprende, tampoco, que asumir estos deberes con el pueblo, no significa necesariamente “hacer partido”, sino establecer relaciones fraternas con los partidos y grupos existentes25. 

La división se materializó con la publicación de dos revistas para el Número 20: la de Fals y el grupo del M-19 y la de García Márquez y Enrique Santos Calderón. Cada revista hizo toldo aparte. El editorial de Alternativa es un telegrama de Gabo en donde, entre otras cosas, afirma que La Rosca, “cuya suculenta financiación me parece sospechosa […] intentaba maniobras para imponer en Alternativa una dirección encaminada a imponer divisiones”26. 

En esa revista aparece un artículo que se refiere a la pugna interna y dicen “no se trata de desplegar rollos de ideología, ni de aplicar mecánicamente a la etapa actual colombiana citas de Marx, Lenin o Mao”. A renglón seguido plantearon dos cuestionamientos centrales: ¿la prensa popular solo puede ser producida por partidos? ¿En el periodismo revolucionario no cabe la profesionalización, solo se puede hacer a través del activismo político?27.

Lo cierto es que en adelante apareció Alternativa del Pueblo, controlada por el M-19, y Fals Borda estaba allí, pero según él lo manifiesto en una entrevista su función fue de simple colaborador28. Allí publicó por adelantado gran parte del material que constituirá su libro Historia de la Cuestión Agraria.

¿Qué estaba pasando en el fondo del asunto? Había sucedido que desde diciembre de 1973 se creó un Comité Coordinador Interregional como resultado del trabajo político de La Rosca, que cada vez tendía a convertirse en una organización política, aunque siempre hubieran planteado lo contrario. Era claro que resultaba difícil desligar los estudios de la acción política concreta. 

Esto llevo a que, teniendo en cuenta el éxito de Alternativa, el Comité exigiera que esta se convirtiera en su vocero, máxime cuando se decía que la revista era controlada por un grupo socialista, trotskista, (ligado a su director Bernardo García) y que las tendencias dominantes en el Comité eran M-L. Por eso, en una reunión que se realizó en la finca Prometeo, cerca de Cali, en septiembre de 1974, se señaló que ya era hora de que la revista saliera a nombre del Comité y se cambiara al director, sin prescindir de García Márquez ni de Santos Calderón. Pero estos dos últimos se enteraron y decidieron actuar primero, expulsando a Fals Borda del comité editorial el 11 de octubre de 1974. “Fals asumió en ese momento el peso del incidente, y como a pararrayo se le vinieron encima todas las vindictas y acusaciones, incluyendo rescoldos de malintencionados conflictos anteriores”29.

A raíz de este hecho, Fals propuso que salieran dos revistas y que se dirimiera el enfrentamiento sin hacer mayor ruido, pensando que el asunto se podría detener allí. Para llegar a acuerdos viajó a Londres para hablar con García Márquez y entre los dos, luego de una conversación cordial, se llegó a un arreglo que se expresó en un documento firmado por ambos, en el que se solucionaba el problema laboral, la cuestión se cerraba y no habría más ruido al respecto. Esta tregua de Londres fue rechazada por el Comité Inter-regional que ya estaba publicando Alternativa del Pueblo y, para completar, separó a Fals Borda de la nueva revista. 

El M-19 había propiciado la ruptura de la revista desde dentro ‒a nombre de una nebulosa reivindicación laboral de empleados de clase media, buena parte de los cuales eran miembros de esa organización‒ y desde fuera los sectores M-L que controlaban el Comité habían pugnado porque la revista se convirtiera en su órgano periodístico. Y Fals Borda quedó en el medio, y fue el principal damnificado, porque Alternativa del Pueblo duró muy poco, se le excluyó de la misma y luego vino la ruptura entre La Rosca y la revista por sus diversas orientaciones políticas. Como lo sintetiza Ernesto Parra Escobar:

No fue mucha la vida que quedó ni para la nueva revista ni para el Comité Coordinador Inter-Regional. Los directores de “Alternativa del Pueblo” empezaron a hacer los mismos errores de producción, orientación y administración que se le habían imputado a la revista opositora. Nunca cumplieron con el cometido propuesto de llegar a las clases trabajadoras con su propio mensaje. La circulación de la revista bajó catastróficamente mientras se consolidaba en definitiva la otra “Alternativa”, lo que dio a entender que su concepción original, en la que había intervenido decididamente La Rosca, había sido correcta en cuanto a los fines y medios de la publicación en la coyuntura de la época30. 

Fals Borda, que aparecía a la luz pública como la cabeza visible y pensante del grupo que fundó Alternativa del Pueblo, no figuraba en los créditos de la nueva revista, fue marginado de su elaboración y luego, a los pocos números, La Rosca anunció que se retiraba de dicha publicación.

Aunque intentó mantener el estilo de la otra Alternativa fue perdiendo calidad periodística, no obtuvo audiencia, sus ventas cayeron drásticamente y cerró en el número 38. Para confirmar que había sido un parapeto del M-19, solo baste recordar que sus principales miembros ‒Carlos Vidales, Carlos Sánchez, Sebastián Arias‒ apenas había terminado Alternativa del Pueblo crearon Mayorías, una revista ‒también se publicaba un periódico con el mismo título‒ de Anapo Socialista, el nombre legal del M-19, que le hacia una apología destemplada a Rojas Pinilla y, en menor medida, a María Eugenia, la hija del exdictador, y ambos eran presentados como supuestos emblemas de la revolución en Colombia.

Respecto a los vínculos entre Fals Borda y su esposa Cristina Salazar con el M-19, Paulo César León asevera: “Si bien había diferencias secundarias, Fals y Cristina su esposa continúan cercanos al ‘Eme’, como lo prueba el hecho de que ella sirvió de fiadora para comprar una casa donde guardaron armas para el ‘Eme’ en 1978 (luego del robo al distrito militar del Cantón Norte)”31. Eso afirmó años después Carlos Duplat, que había sido miembro de La Rosca y diagramador en la primavera Alternativa, militante activo del M-19, encarcelado y torturado en 1979, tras la represión que se desató luego de los sucesos del Cantón Norte.

Fals Borda evitó hablar del asunto de Alternativa del Pueblo y prácticamente no la volvió a nombrar e incluso no considera su existencia. Este fue un momento amargo en la vida del sociólogo y por eso procedió a olvidarlo. De ahí que al refundar Alternativa en 1996 diga que esta es la segunda y no señalé nada respecto a Alternativa del Pueblo, como si no hubiese existido y él no hubiese sido uno de sus impulsores.

Años después, con un tono de fuerte autocritica, Fals Borda sostuvo que la crisis de Alternativa fue, para la izquierda “una prueba de fuego que demostró tanto su idealismo como su nefasta capacidad suicida”. Calificó a esa revista de haber sido prisionera, incluyéndolo a él mismo, de “fascinante macondismo y utopismo desmesurado”. Recalcó que “Colombia le debe mucho a Alternativa pues el país sigue necesitando un periodismo crítico, rebelde y serio, que hizo de aquel semanario el fenómeno comunicativo de la época”32.

Alternativa, tercera etapa [1996-1999]

En 1996, por iniciativa de Orlando Fals Borda se revivió Alternativa. Aunque esta circuló durante tres años y publicó en total 24 números no tuvo la trascendencia de la primera Alternativa. Eso se explica, primero porque los tiempos habían cambiado a nivel colombiano e internacional y porque gran parte de los fundadores y periodistas de Alternativa en la década de 1970 habían dado el viraje hacia el centro y la derecha en términos políticos, hasta el punto de que algunos de ellos [Hernando Corral, por ejemplo] terminaron siendo uribistas. Otros, a la par de sus volteretas ideológicas, se habían vuelto periodistas convencionales y se incorporaron a la gran prensa (Enrique Santos Calderón llegó a ser Director de El Tiempo y Presidente de la reaccionaria Sociedad Interamericana de Prensa) y García Márquez patrocinaba medios comerciales que no tenían mucho que ver con posturas de izquierda, como la Revista Cambio. A diferencia de la primera Alternativa, la de finales de la década de 1990 si contiene publicidad de entidades privadas. 

Esta Alternativa contó con la colaboración de plumas muy importantes, entre otros, Eduardo Galeano, Alfredo Molano, Laura Restrepo y el propio Fals Borda, que era el impulsor de la publicación. En el editorial de su primer número, con el título “La Alternativa que soñamos”, se fija su postura:

En 1974, cuando nació la primera revista Alternativa, creíamos sus fundadores que era conveniente separar dos tareas vitales para todo organismo: el pensar y luchar. Aquel espejismo conceptual nos costaría caro, por la dolorosa mitosis que sufrimos. Pero parece que no ha sido en balde, porque hoy, con nuestra nueva revista, vuelve a avizorarse la síntesis necesaria. Ahora podemos empezar a trabajar con un lema parecido al originario, que unifica los momentos: “Sentir, Pensar, Actuar”.

[…] además, de reconocernos como seres de afectos y emociones, trabajar simultáneamente en los frentes del intelecto y la práctica, sacándolos tanto del plano académico, como en el demagógico en el que se les tiende a dejar. Ello quiere decir: combinar, sumar, converger, solidarizar, reconstruir, consolar, amar y confiar en nosotros mismos con discernimiento y pasión. Tareas que casi nunca han sido políticas de Estado, ni incluidas en plataformas partidistas o institucionales. 

[…] Debemos ser francos: si vamos a vivir en paz y progreso, algún día, con justicia, equidad, decoro y holgura, tendremos que descartar estructuras, prácticas y costumbres que no sirven más que a estos propósitos. No parece haber ninguna otra salida que reconstruir sociedad y cultura con urgencia existencial, y resguardar sólo aquellos valores congruentes con la tarea reconstructura y con nuestra visión.

En otra parte del editorial, puntualiza la razón por la cual retoma el nombre de la primera Alternativa y no menciona a Alternativa del Pueblo:

A esta alternativa, visionaria de altas aspiraciones y respetuosa de lo que merece preservarse, queremos ahora dedicar la aventura editorial en que estamos embarcados. Por eso deseamos llamarla otra vez Alternativa. La rebautizamos así para que nos recuerde siempre nuestro compromiso con lo que ella representa como formadora de opinión para toda la colectividad; así la levantada en armas, como la desarmada y la oficial; la central como la periférica; la opulenta como la indigente. Para que entre todos lleguemos a la Arcadia posible.

Es interesante resaltar lo que acá se señala de incluir como destinatarios a los diversos sectores de la izquierda, incluyendo la armada, con lo cual se retoma el principio formulado en 1974 y que, entre aciertos y errores, se mantuvo en las dos primeras alternativas. Y eso es bueno señalarlo, porque a mediados de la década de 1990, cuando aparece la nueva versión de Alternativa, el establecimiento periodístico y mediático, así como el bloque de poder contrainsurgente batía tambores de guerra y negaba la existencia de conflicto interno y arreciaba el terror paramilitar.

Y, eso sí, esta nueva Alternativa enfatiza el compromiso falsbordiano con las causas populares, al señalar claramente que

[…] Queremos que Alternativa sea vocera de los sin voz y receptáculo y transmisor de protestas y propuestas de personas y colectividades de todos los sectores descontentos con la estructura del poder, o preocupados justamente por su situación, como la juventud, las etnias, los artistas y las mujeres.

En ese editorial se agradece a la Alternativa de los seis años y se agradece a los fundadores de la revista original, señalando que esos colegas “sembraron la semilla de la alteridad entre nosotros durante esa década de enconados conflictos, en los que a veces perdimos la fraternidad”33. El editorial lo firman Orlando Fals Borda, como Presidente de la Sociedad Alternativa, y María Teresa Herrán, como directora.

En esta presentación editorial ni en el conjunto del primer número, ni de ninguno posterior, no se nombra a Alternativa del Pueblo. Fals Borda reconoce, entre líneas, que se equivocó en 1974, al propiciar la escisión. Incluso, lo que parece fuera de tiempo, invita a Santos Calderón, García Márquez y todos los que participaron en la fundación de la Revista en 1974 a que “se incorporen a la nueva etapa”.

Ni a Santos Calderón, ni a García Márquez ni a los que quedaban de 1974 les interesaba una nueva Alternativa, porque gran parte de ellos estaban muy bien localizados en los círculos de poder, económico, mediático e informativo y no les caía bien que se recordaran sus épocas de “calenturientos izquierdistas”. Habían sido incendiarios a los veinte, pero ahora en su madurez eran bomberos y no querían ningún acercamiento con esos viejos tiempos, que todos ellos querían olvidar y borrar de sus biografías de éxito en el capitalismo realmente existente. Uno de esos periodistas, Hernando Corral, miembro del ELN, dirigente sindical y de la primera Alternativa, terminó siendo un seguidor recalcitrante de la extrema derecha en la primera década del siglo XXI, autocalificándose de “uribista-leninista” y llegó a ser Director de Ahora, un medio de prensa del uribismo.

Por ello, no sorprende que Santos Calderón, en el libro que consagró a Alternativa, más para promocionar a García Márquez, diga en forma despectiva e inexacta que el intento de revivir la vieja Alternativa “tras un par de números fue abandonado”. Y presenta su propia versión de lo acaecido, en la que no menciona que él también fue próximo al M-19 y más allá de 1974, pues el M-19 siguió influyendo en fases posteriores de Alternativa e incluso estuvo detrás de la creación de Firmes, con el que la Revista se lanzó a la arena política, y cuando Santos Calderón fue candidato a un escaño al Consejo de Bogotá. Por lo tanto, tenía intereses políticos e ideológicos y no fue un personaje neutral en esa pelea y mucho menos cuando hablaba desde la posición que ya ocupaba, en 1999, ccomo Director de ese periódico de “extrema izquierda” que se llama El Tiempo, en ese entonces propiedad de la familia Santos.

Fals Borda señaló después que dos elementos contribuyeron a que esta revista no perdurara tanto tiempo como la primera y tuviera poca circulación: de un lado, soportó el ataque de los sectores más derechistas de este país, con AUV a la cabeza, que se expresaron en denuncias judiciales que esos sectores adelantaron contra la revista por algunas de las denuncias, premonitorias de los nexos paramilitares del entonces gobernador de Antioquia; y, de otro lado, soportó la asfixia mediática y económica que la liquidó.

Adicionalmente, el cierre se precipitó porque los equipos de la revista fueron destruidos por sujetos encapuchados, como expresión del “Estado terrorista y mafioso” que impera en Colombia34.

Revista Cepa [2006-2022]

El último esfuerzo editorial de Orlando Fals Borda se materializó en la publicación de la Revista Cepa. En un principio se sostiene que “esta revista se abre para todas las vertientes y corrientes intelectuales y políticas que tienen nicho en el Polo, así como también en los contingentes mayoritarios independientes”. En esta ocasión, Fals Borda es claro y directo, al afirmar en el primer editorial que CEPA es una revista que surge con el fin de “apoyar y estimular los trabajos organizativos y de dirección del principal actor político nuevo que está cumpliendo la histórica misión de abanderar el cambio necesario: el Polo Democrático Alternativo [PDA], luego del formidable avance en las elecciones del 28 de mayo de 2006 […]”.

Se proclama que esta es una “revista ideológica”, una necesidad para que “hurgue hasta el fondo de procesos y situaciones […]”. Reivindica el hecho, “reconocido con alguna frecuencia”, de que es normal que “cada partido o movimiento aspira a tener su propia versión, como vínculo con cuadros y activistas, y con el gran público. Esto es comprensible y no siempre fácil de alcanzar”. Recuerda al respecto su propia experiencia y se remite a lo acaecido en 1974: 

En nuestro caso hemos buscado inspiración en notables revistas del pasado que ejercieron considerable influjo en la opinión nacional, como la “Alternativa” fundada en 1974. […] Su historia de triunfos y luchas, contradicciones y conflictos, es un semillero de experiencias que, a nuestro juicio, no puede despreciarse. 

Por eso la recordamos como hada tutelar en este nuevo intento de descubrir, apreciar y revivir las raíces y ramas fundamentales de nuestra sociedad real ‒no la de las elites europeizantes‒, raíces hoy en peligro de ser destruidas por fuerzas externas e internas, colonizadas o compradas. 

Como lo hizo Fals Borda desde la década de 1970, en la presentación de CEPA reafirma la importancia de analizar, estudiar, pensar, denunciar y luchar, puesto que “Los tiempos son ominosos y no podemos quedarnos mudos ni quietos. Hay mucha manipulación de hechos, ocultamiento de delitos y fraudes electorales, crímenes impunes, abusos de poder, intimidación terrorista, desplazamientos forzados interminables, intervención extranjera y multinacional que están destrozando nuestra nación”.

Claramente, plantea que en esos momentos sus objetivos políticos tienen un horizonte preciso, y para eso propone la creación de un Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo (su sigla seria CEPA, de ahí el nombre de la revista): la construcción de una democracia radical y un socialismo raizal. En consecuencia, la Revista apunta a fortalecer a las fuerzas que apuntan a construir una democracia radical, “de raíces populares auténticas, pegante ideológico firme de pura cepa, como sería el SOCIALISMO RAIZAL o autóctono que algunos ya han esbozado.”

Con esos objetivos es preciso reforzar el trabajo ideológico de formación y educación política, encaminado en concreto a fortalecer internamente al Polo Democrático, puesto que “Creemos que sin vínculos ideológicos no podrán prosperar juntas las nuevas fuerzas que constituyen el Polo en su vibrante diversidad. Y a este esfuerzo abierto de construcción ideológico-política, para buscar continuidad y poder, dedicaremos también secciones permanentes de esta revista”. 

En la última fase de su prolífica existencia Fals Borda retomó el tono combativo y directo de la época de La Rosca e incluso reivindicó ‒sin nombrarla‒ la concepción leninista de la prensa popular. De alguna forma, recuperó la consigna de Alternativa del Pueblo, porque nuevamente enfatizó la lucha, algo que se desdibuja en la Alternativa III, con el lema “Atreverse a pensar y luchar es empezar vencer”.

Es preciso destacar que Fals Borda fue de las pocas personas letradas de este país que no sucumbió al embrujo autoritario del uribismo, como si le ocurrió, en forma vergonzosa a gran parte del establecimiento académico, intelectual, artístico y cultural colombiano. Es un elemento que dignifica a Fals Borda y que quedó como legado de su accionar vital, en uno de los peores momentos de nuestra historia. Para grandeza de él y vergüenza de todos aquellos académicos que se plegaron ‒e incluso se convirtieron en voceros e ideólogos‒ del uribismo, hasta el punto de llegar a justificar sus crímenes y delitos atroces. Esto es bueno recordarlo, porque hoy la casi totalidad de los que algún día fueron uribistas lo niegan y se hacen los locos, como si ellos no hubieran sido coparticipes, cómplices y responsables de las infamias de ese régimen despreciable, como sí lo caracterizó claramente Fals Borda. Y, en forma paradójica, muchos de los que jamás fueron seguidores de Fals Borda, en su centenario ahora son fervientes falsbordianos, incluyendo a algunos uribistas de comienzos del siglo XXI.

CEPA tuvo tres momentos: el primero, entre el número inaugural y el Número 5, el segundo un solo número doble, el 6-7, un breve instante de transición y el tercero, el más prolongado entre el número 8 y el 34.

Los compañeros de CEPA que estuvieron al frente en ese momento de transición posibilitaron una experiencia extraordinaria con el maestro Fals Borda, al lanzar una nueva edición de la Subversión en Colombia poco antes de su fallecimiento, que se editó con el sello de la Revista.

El día de la presentación del libro, en un auditorio abarrotado en el antiguo teatro México de Bogotá en la calle 22 con sexta, el maestro fue acompañado por unas dos mil personas. Al final, apabullado por la emoción, Fals Borda dijo que ahora si podía morir en paz. Y en efecto, falleció pocos días después de ese multitudinario evento de homenaje a su vida y su obra.

El mismo día de su funeral, en las horas de la tarde nos reunimos unas diez personas, entre las cuales se encontraban los responsables de la primera etapa, con el objetivo de evaluar qué sucedería con CEPA, el último proyecto editorial y periodístico de Orlando Fals Borda. Claramente se perfilaron dos posturas: una, la de los fundadores, que consideraron que CEPA ya no tenía razón de ser con la muerte de su director y animador principal; otros sostuvimos que el mejor homenaje consistía en seguir publicando la revista, que no debía morir con la muerte física de Fals Borda, y debía preservar el espíritu sentipensante del maestro. 

En el ambiente de esa reunión parecía imponerse la tendencia de los fundadores de la Revista, que habían acompañado a Fals en la aventura de lanzar el primer número y mantener los primeros cinco, a que la Revista dejara de circular, y ya no había nadie que pudiera asumir el reto de dirigirla y mantener su publicación. Pero, por esos azares del destino, Germán Roncancio, compañero recientemente fallecido, propuso que yo fuera el Director. La propuesta fue sorpresiva para todos, incluyéndome a mí. Hubo silencio, porque me habían lanzado al ruedo a asumir semejante reto. Sin pensarlo dos veces dije que sí, que asumía la dirección y que quería mantener por mucho tiempo a CEPA para que se preservara más allá de su muerte física el último esfuerzo editorial de Fals Borda. Con tanteos, publicamos el No. 8 de la Revista, cuyo tema central fue un homenaje a Fals Borda. Y de ahí en adelante nos mantuvimos durante quince años, hasta el No. 34. Y publicamos un libro en el que compilamos una parte representativa de lo hecho por CEPA en esos quince años.

Desde el momento en que asumí la dirección de la Revista planteé que era pertinente mantener una publicación ideológica de alto nivel político y teórico. Dejé claro que yo no pretendía emular al gran maestro, sino que, en forma humilde y modesta, quería continuar con su legado en términos ideológicos. Por supuesto, eso quería decir que se le iba a imprimir a la revista un perfil en concordancia con mi perspectiva política e ideológica. Y eso fue lo que hicimos durante quince años ininterrumpidos, con unos criterios claros: CEPA asumía plena independencia y ya no iba a ser vocera del Polo Democrático ‒decisión importante que, con el tiempo, mostró sus ventajas‒ y no iba a ser el órgano informativo de ningún sector político particular, sino que quería ser la expresión abierta, amplia y pluralista de todos los sectores de izquierda, legales y armados. 

Último número de Cepa, fines de 2022.

Esta idea nos granjeó muchos problemas y malentendidos, porque hubo intentos de que CEPA se convirtiera en vocero de un determinado sector político. Yo me opuse a ese criterio y hasta el final logramos preservar nuestra independencia. Eso se facilitaba y se podía hacer por una elemental razón: nuestra independencia económica, puesto que esta fue una revista de autogestión, financiada por nosotros mismos, sin publicidad. Eso sí, por supuesto, que nuestro impacto y circulación fue mínimo, puesto que solo publicábamos 1000 ejemplares y aparecíamos dos veces al año. Por esta razón, cada CEPA era resultado de un denodado esfuerzo y siempre pensaba que iba a ser la última. Y así nos mantuvimos durante tres lustros, hasta que a comienzos de 2023 ya no pudimos eludir la situación, que es también una expresión de la debilidad ideológica, educativa y cultural de las izquierdas, para la mayoría de la cual solo importan las situaciones coyunturales inmediatas, pero no los esfuerzos de largo plazo que buscan formar y sedimentar procesos, más allá de los avatares electorales…

A pesar de todo, y contra viento y marea, nos satisface decir que, con dignidad, con la cabeza en alto y hablando claro y directo, en medio de la peor andanada de la extrema derecha en Colombia, mantuvimos una revista sentipensante, como muestra de la vitalidad del ideario del maestro Fals Borda, su fundador y conductor durante su primera fase. 

Página de cierre del folleto ilustrado El Boche (1973).

  Citado en Jaime Eduardo Jaramillo, Estudiar y hacer sociología en Colombia en los años sesenta, Universidad Central, Bogotá, 2017, p. 208. 

 J. E. Jaramillo, op. cit. p. 216.

3   Alfonso Torres, Lola Cendales y Fernando Torres, “Uno siembra la semilla, pero ella tiene su propia dinámica” Entrevista a Orlando Fals Borda, Dimensión Educativa,Bogotá, 2004, pp. 24-25.

4   J. E. Jaramillo, op. cit. 

5   Todas estas afirmaciones aparecen citadas en Orlando Fals Borda, “Introducción”, en La Violencia en Colombia, Tomo II, [1964], Taurus, Bogotá, 2005, pp. 24, 28 y 37. 

6  O. Fals Borda, La violencia, T. II, p. 42. 

7   Ver al respecto Juan Guillermo Gómez, Cultura intelectual de resistencia. (Contribución a la historia del “libro de izquierda” en Medellín en los años setenta), Desde Abajo, Bogotá, 2005. 

8   Orlando Fals Borda, Historia de la cuestión agraria en Colombia, Publicaciones de La Rosca, Bogotá, 1975, p. vi. [Énfasis nuestro].

9   Orlando Fals Borda, “Comentarios a la mesa redonda sobre Historia Doble de la Costa”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17, 1988-1989, p. 236. 

10  Orlando Fals Borda, Mompox y Loba, Historia doble de la costa 1, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1979, p. 167B. [Negrilla en el original].

11  Orlando Fals Borda, Presentación, en Mateo Mina, Esclavitud y libertad en el Valle del Rio Cauca, Publicaciones de La Rosca, Bogotá, 1975, p. 10. [Énfasis nuestro].

12  Mateo Mina [Michael Taussig y Anna Rubbo], Esclavitud y libertad en el Valle del Río Cauca, Universidad de los Andes, Bogotá, 2011, pp. 16-17. [Énfasis nuestro].

13  Lucio Colleti, Hacia un marxismo vivo, Punta de Lanza, Bogotá, 1976, pp. v-vi. 

14  O. Fals Borda, Historia de la cuestión…p. vii. 

15   Entrevista a Carlos Vidales, citada en Luis Alfonso Mena, Periodismo independiente en Colombia. La historia de la revista Alternativa [1974-1980], Universidad Libre, Cali, 2020, pp. 74-75. 

16  Carlos Agudelo, Atreverse a pensar es empezar a luchar. La historia de la revista Alternativa, Crítica, Bogotá, 2022, pp. 79 y ss.

17  Alternativa, No. 1, 15.28 de febrero de 1974.

18  Carlos Vidales, entrevista citada en L. A. Mena, op. cit. 

19  Paulo César León Palacios, “El M-19 y la subversión cultural bogotana en los setenta: el caso de la revista Alternativa”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 35, 2008, Nota 18, pp. 194-195. 

20  Ibid.

21  Equipo Transhistor(ia) [María Sol Barón Pino y Camilo Ordoñez Robayo], Rojo y más Rojo; producción gráfica y acción directa, Fundación Gilberto Álzate Avendaño, Bogotá, 2014. 

22  Taller Historia Crítica del Arte, Arte y disidencia política: memorias del Taller 4 Rojo, Editorial La Bachué, Bogotá, s.f. 

23  Citado en Equipo Transhistor(ia), op. cit., p. 255. 

24  Citado en Taller Historia Crítica de Arte, op. cit., p. 229. 

25   Alternativa, No. 19, octubre 24-29 de 1974, p. 1. 

26   Alternativa, No. 20, noviembre 11-24 de 1974, p. 1. 

27   “’Alternativa’ y ‘Alterna-rosca’. Debate sobre la prensa de Izquierda”, Alternativa, No. 20, noviembre 11-24 de 1974, p. 5.

28   P. C. León Palacios, op. cit., p. 206.

29   Ernesto Parra Escobar, La Investigación-Acción en la Costa Atlántica. Evaluación de La Rosca, 1972-1974, s. e, Cali, 1983, pp. 28-29. 

30   E. Parra, op. cit., p. 29. 

31   P. C. León Palacios, op. cit., p.206, nota 50.

32  Citado en Enrique Santos Calderón, “Una breve historia…”, prólogo a AlternativaLo mejor de la revista que marcó a una generación, Debate, Bogotá, 2020, p. 25. El autor cita en forma imprecisa un artículo de Credencial No. 50, en donde aparecerían las declaraciones de Fals Borda. Ese artículo no está ni esa revista ni en Credencial Historia No. 50, en los números anteriores o posteriores. Este descuido a la hora de citar con precisión nos ha impedido conocer en forma directa lo que dijo Fals Borda sobre Alternativa. Y no sabemos, en consecuencia, de donde procede la información citada por Santos Calderón. 

33   “La Alternativa que soñamos”, Alternativa, No. 1, Nueva Época, agosto 1996, pp. 6-9.

34   Cepa No. 1, 1986, p. 3. Descargar artículo

Fuente: https://revistaizquierda.com/editor-sentipensante-orlando-fals-borda-productor-de-publicaciones-de-izquierda/

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