Definitivamente Santos podría hacerse merecedor a un premio Oscar de la Academia por su extrema habilidad para engañar y seducir a la sociedad; los estropicios cometidos por su gobierno y que logran ser descubiertos, se presentan como desaguisados de funcionarios subalternos, que no consultan la egregia sabiduría de su jefe o como malos entendidos que […]
Definitivamente Santos podría hacerse merecedor a un premio Oscar de la Academia por su extrema habilidad para engañar y seducir a la sociedad; los estropicios cometidos por su gobierno y que logran ser descubiertos, se presentan como desaguisados de funcionarios subalternos, que no consultan la egregia sabiduría de su jefe o como malos entendidos que son susceptibles de reparar.
La semana que pasó se desató una polémica por las declaraciones del Departamento Nacional de Planeación (DNP), que concluyó luego de trabajar con una nueva metodología para la medición de la pobreza, que quien obtuviera ingresos de al menos 190.000 pesos mensuales (102 USD) no tenia de que preocuparse, porque se encuentra por fuera de esa categoría, es decir, que quien amaneció en los inquilinatos o en los cambuches de paroy, con un reverbero para calentar la aguapanela como desayuno y cocinar los granos de arroz que sirven de almuerzo, el que inicia el día pensando en la larga caminada para llegar al lugar donde instala su venta informal, con el carnet del Sisbén embolatado porque la calificación que le hace la encuestadora le dio 51.1 y no podía subir de 51; pensando en el estudio de sus hijos porque no ha conseguido los uniformes, ni los cuadernos y los libros que le exigen; angustiado por la vecindad en la que circula bazuco a raudales, la que consumen los muchachos de la pandilla que azota al barrio, carentes de un campo deportivo y oportunidades de trabajo; ahora gracias a esta novedosa y extraordinaria metodología propia de aguzados técnicos universitarios, ya sabe que si logra una venta de más de 6.334 pesos diarios (3,4 USD), ha logrado salir del infierno de la pobreza: es otro de los logros del gobierno de la manguala nacional.
Es el caso de Ruperto un trabajador informal, que ahora llaman ilegal, que no sabe si podrá continuar con la venta de gelatinas de pata de vaca que fabrica, porque los del Invima le cayeron y le exigieron registro sanitario para lo cual debe atender un enorme listado de requisitos que debe cumplir para poder fabricar y comercializar su producto: diligenciar los formatos de solicitud y consignar un dinero, tener en cuenta que el lugar para producirlas debe estar separado del sitio de residencia, además del carnet de manipulación de alimentos, el lugar donde las prepare debe tener condiciones de asepsia propias de una clínica, pues estos funcionarios no cuentan dentro de sus categorías con la producción artesanal, ahora todo hay que hacerlo como las grandes multinacionales, pues así se moderniza al país, aunque eso le cueste el trabajo a miles de Rupertos que no pueden cumplir con estas exigencias, pues ni a crédito bancario tienen acceso porque no tienen como demostrar ingresos ni ofrecer garantías.
Esto parece un cuento de hadas con un final feliz para los pobres y los indeseables trabajadores informales, los primeros desparecerán por decreto y los segundos arruinados por la profusa normatividad que aniquila sus negocios sin necesidad de que lo haga la competencia, así el país en el papel solo tendrá la prosperidad de los sepulcros, a la que sin duda contribuirán los TLC que sin medida anda suscribiendo Santos por todos los puntos cardinales del planeta.
Hernando José Gómez, el flamante director del DNP, curiosamente jefe negociador del TLC con los Estados Unidos, podrá calificar para premio Nobel de Economía, pues nadie antes había encontrado una fórmula para eliminar la pobreza y aunque es prematuro, no dudamos que este gobierno nos ofrecerá otras maravillas como reducir el salario mínimo por oneroso, ampliar la edad y las semanas de cotización para la pensión y prodigar nuevas ventajas a la inversión extranjera para salvarla del descalabro en otras latitudes en las que surgen por doquier indignados.