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Otto Morales Benítez abrió el primer camino de la paz

Fuentes: Rebelión

Si con una palabra se pudiera definir a Otto Morales Benítez no hay duda que ella es consecuencia. Toda su larga vida no hizo sino cumplirla a pie de la letra desde su temprana vinculación a la vida política. Este gran colombiano nos dejó el sábado 24 de mayo a sus 94 años.  Liberal a […]

Si con una palabra se pudiera definir a Otto Morales Benítez no hay duda que ella es consecuencia. Toda su larga vida no hizo sino cumplirla a pie de la letra desde su temprana vinculación a la vida política. Este gran colombiano nos dejó el sábado 24 de mayo a sus 94 años. 

Liberal a secas, siempre acompañó las grandes causas nacionales como la lucha por la democracia y la paz.

Contra el sectarismo

En ese trasegar nunca se arredró ante los enemigos del progreso social. Podríamos señalar un solo ejemplo de su firmeza de tantos de su larga carrera política. Siendo el parlamentario más joven y ya dirigente liberal, a los 29 años la Cámara de Representantes lo designó como el orador en las exequias de su colega, el liberal Gustavo Jiménez.

Jiménez caería asesinado en plena sesión de ese cuerpo colegiado junto con Jorge Soto del Corral tras los disparos propinados por el conservador Carlos del Castillo en la noche de los 40 tiros aquel 9 de septiembre de 1949.

En el sepelio masivo, que copó los cuatro costados de la Plaza de Bolívar, no vaciló en denunciar la dictadura de Ospina Pérez que ya se enseñoreaba en el país.

«La muerte de Gustavo Jíménez hace parte de ese afán sectario, de ese clima de delincuencia al que hemos llegado, de ese golpe mortal que se ha dado a la tranquilidad pública por quienes tienen la obligación de alcanzarla», denunció desde las escalinatas de El Capitolio.

Dos meses después, el 9 de noviembre, Ospina Pérez, quien ya había aplastado a sangre y fuego la insurrección gaitanista tras el crimen del caudillo el 9 de abril de 1948, cierra el Congreso de la República.

Otto Morales pasó a la clandestinidad como muchos dirigentes liberales y una vez comenzara el Frente Nacional, en 1958, analista y escritor prolífico de la realidad nacional, integra una comisión oficial de estudios sobre la violencia en la que sus juiciosas apreciaciones fueron tenidas en cuenta, en especial aquellas que citaban las causas objetivas y subjetivas del conflicto.

En la Comisión de Paz de Betancur

Ministro de dos gobiernos, uno de ellos del Frente Nacional, Morales Benítez es escogido por el presidente Betancur como presidente de la Comisión Nacional de Paz que se instala oficialmente el 8 de octubre de 1982, dos meses después de la apertura de la nueva administración destinada a un pronto y efectivo acuerdo con la insurgencia.

El acta de esta histórica sesión señala que Morales Benítez clausuró la reunión afirmando algo que sigue presente: «La paz es obligación de todos los colombianos y por alcanzarla debemos luchar sin que nadie se sienta al margen. No solo es un deber del gobierno. Es también una tarea de todos».

Y cumplió con ese deber. El 30 de enero de 1983, después de titánicos esfuerzos, Otto Morales les daba un parte de esperanza a los colombianos. Ese día tuvo lugar un acontecimiento de proporciones sísmicas en la vida política del país: se reunía por primera vez la Comisión Nacional de Paz con el Secretariado de las FARC en algún lugar del municipio de Colombia, Huila.

Un primer encuentro tras un intento frustrado por la presencia de comandos militares que iban por Manuel Marulanda a pesar de las órdenes de la Presidencia de no interferir la cita. El jefe de las FARC, que fue alertado de la amenaza, resolvió en esa ocasión no acudir salvando el comienzo de un proceso que marcó una etapa histórica en las largas negociaciones con la guerrilla.

Allí estuvieron presentes Otto Morales Benítez, como presidente de la Comisión, John Agudelo Ríos, quien presidiría meses más tarde dicha Comisión y firmaría los acuerdos de La Uribe, Rafael Rivas Posada y el comunista autorizado por el partido, Alberto Rojas Puyo. Por parte de las FARC, Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas y Jaime Guaracas. De todos ellos solo sobreviven Rojas Puyo y Guaracas.

El encuentro con las FARC

Del encuentro en Colombia, salió una declaración conjunta de la que Morales Benítez fue su artífice principal. «Debemos celebrar la propuesta para que, con la participación de todos los partidos y de las fuerzas progresistas del país, se establezca el marco de la nueva convivencia y de la paz política, atendiendo los nuevos desarrollos democráticos que todos los sectores políticos vienen reclamando desde hace varios años», anotaba el documento.

El país saludó con alborozo la noticia y todos los medios desplegaron sus primeras planas con la buena nueva que anunciaba un camino de paz después de veinte años de la intervención militar en Marquetalia que abriera el despeñadero del horror.

La declaración planteaba nuevas entrevistas y se pedían reuniones con los altos mandos militares, lo que nunca se dio y que hasta ahora ha sido posible en la mesa de La Habana tras los fracasos de La Uribe, Caracas, Tlaxcala y el Cagúan.

Una vocación conciliadora en medio del miliarismo

Morales Benítez, a su regreso de Colombia, dijo en un reportaje a El Tiempo que «los dirigentes de las FARC no son aventureros sino seres con convicciones» y añadía que estaba «convencido que las FARC quieren la paz».

El primer gran paso se había dado. Por primera vez, tras los bombardeos a Marquetalia que buscaban desalojar al «puñado de bandoleros» como los medios conservadores calificaban a los campesinos, un gobierno en la práctica le otorgaba estatus político al grupo alzado en armas y que contaba con un programa de reformas profundas de las estructuras del país.

Unos días antes del histórico encuentro de Colombia y como previendo lo que se venía, se dio un extraño episodio. El 24 de enero apareció en la revista del Ejército un artículo del general Fernando Landazábal, ministro de Defensa, contra el proceso de negociaciones con las FARC.

El general manifestaba que «las Fuerzas Armadas deben disponer su ánimo para una contienda de proporciones incalculables e imprevisibles que llevaría al país a una nueva fase de violencia».

La respuesta del país fue inmediata: rechazo total a la convocatoria de guerra del ministro y un llamado a rodear al presidente Betancur.

Los enemigos agazapados de la paz

Cinco meses después de la cita con el secretariado de las FARC, el 31 de mayo de 1983 Otto Morales renuncia a la Comisión Nacional de Paz en carta a Betancur. En ella afirma su memorable frase de que «los enemigos de la paz están agazapados por dentro y por fuera del gobierno» y añadía que «esas fuerzas reaccionarias en otras épocas lucharon como hoy contra la paz».

Morales sindicaba al militarismo de impedir el diálogo con la guerrilla y confirmaba que existía un complot contra el proceso de apertura democrática abierto por Betancur.

Después de 29 años de esta declaración, mostrando la coherencia política de toda su vida, este caldense con una de las mayores culturas políticas del país y que todo lo matizaba con las más sonoras carcajadas que recuerde el país, en una de sus últimas entrevistas sobre el proceso de paz concedida a Camila Zuluaga en e El Espectador, el 11 septiembre de 2012, pocas semanas ante de iniciarse do el actual proceso de La Habana, enfatizaba en lo mismo mientras lanzaba dardos al ex presidente Uribe.

A la pregunta de por qué fracasaron las negociaciones con Betancur, atinó diciendo que fue «por la oposición de los sectores poderosos del país, que decían: no, no y no al entendimiento Arrasamiento y muerte a esos vagabundos. Los mismos disparates del doctor Álvaro Uribe. Es lo mismo, si me quiere entender, disparates godos y del Opus Dei».

«Toca negociar»

» Los colombianos tenemos la obligación de ayudar y apoyar al presidente Santos en la búsqueda de la paz. No estar poniéndole palos en la rueda, no estar imposibilitando que las cosas se cumplan», subrayaba.

Para Morales quienes se oponen al proceso de paz «son los cacaos del país, ¡por Dios! Son la gente importante, los grandes industriales, los banqueros, etc. Si usted hoy les pregunta, insultan y dicen que yo estoy diciendo mentiras».

Provocador de toda la vida, decía las cosas sin tapujos recordándole a la periodista que «lo que hicimos en aquel proceso con las FARC estaba bien hecho y de ahí para acá viene la voluntad de negociación en el país, que la rompe Álvaro Uribe, quien resuelve echarle bala a todo mundo, y si usted se deja, también le echa bala».

Y culminaba la entrevista con su aseveración permanente respecto a terminar el conflicto mediante la vía militar y cuyas palabras adquieren hoy toda su dimensión: «No lo van a poder acabar. La organización de la guerrilla es muy estructurada. Este es un país muy difícil, porque es un país de ríos navegables y muchas montañas, y las guerrillas están muy bien localizadas; ellos saben cuál es el terreno. ¡Toca negociar!».

Otto Morales nos ha dejado, pero su legado y su permanente consecuencia muestran por entero que en el país siempre habrá voces que levantan como lo primero la búsqueda de la reconciliación. Como lo dijera en aquella primera reunión de la Comisión convocada por Betancur: «La paz es una tarea de todos».

 

Roberto Romero Ospina, Centro de Memoria, Paz y Reconciliación

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.