El Partido Comunista de Chile ha obtenido tres escaños en la Cámara de Diputados en las elecciones legislativas celebradas el 13 de diciembre junto con las presidenciales. Se trata de los camaradas Guillermo Teillier (presidente del PCCh), Lautaro Carmona (secretario general) y Hugo Gutiérrez, uno de esos tenaces abogados de derechos humanos que, junto con […]
El Partido Comunista de Chile ha obtenido tres escaños en la Cámara de Diputados en las elecciones legislativas celebradas el 13 de diciembre junto con las presidenciales. Se trata de los camaradas Guillermo Teillier (presidente del PCCh), Lautaro Carmona (secretario general) y Hugo Gutiérrez, uno de esos tenaces abogados de derechos humanos que, junto con otros compañeros como Eduardo Contreras, Fabiola Letelier o Nelson Caucoto, ha logrado romper la impunidad de los represores de la dictadura militar.
La elección de tres diputados comunistas, gracias al acuerdo instrumental suscrito por el PCCh y la Concertación (coalición de socialistas y socialcristianos que gobierna el país desde 1990) para romper la ley electoral impuesta en su día por Pinochet para excluir a la izquierda del Congreso Nacional, tiene un hondo significado político e incluso emotivo. En la noche electoral, cuando se confirmó la victoria de Teillier en los populares municipios de San Miguel, Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo (en la región metropolitana de Santiago), los militantes, simpatizantes y dirigentes reunidos en el Comité Central entonaron los versos de La Internacional.
Y no era para menos después de la brutal represión fascista que asesinó a dos direcciones clandestinas enteras en 1976 y a centenares de militantes, de los años de zafio anticomunismo, de una Transición pactada por las fuerzas reformistas y la dictadura bajo los auspicios de Washington. A partir del próximo 11 de marzo tres comunistas volverán a ocupar asiento entre los 120 escaños de la Cámara de Diputados, algo que no sucedía desde septiembre de 1973, cuando el Partido tenía 26, además de 9 senadores (de 50), entre ellos compañeros como Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, Jorge Insunza o Gladys Marín.
Asimismo, el candidato presidencial de la izquierda, el socialista allendista Jorge Arrate, logró la mejor votación alcanzada desde el final de la dictadura por este sector, el 6,21% de los votos, un porcentaje estimable, pero también revelador del amplio camino que queda por recorrer en Chile para convertir a la izquierda de nuevo en alternativa de poder. En todo caso, el apoyo alcanzado por Arrate, que se nutre esencialmente del electorado comunista, será decisivo para la próxima batalla que enfrentan las fuerzas democráticas en Chile: derrotar a la derecha en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que tendrá lugar el 17 de enero y enfrentará al conservador Sebastián Piñera y al democratacristiano Eduardo Frei, candidato de la Concertación.
El proceso de descomposición que sufre la Concertación, confirmado por el 29% logrado por Frei el 13 de diciembre y el sorprendente 20% alcanzado por el díscolo Marco Enríquez-Ominami (ex militante socialista), abre, sin embargo, un proceso político interesante. El 19 de diciembre el Comité Central del PCCh aprobó pedir el voto para Eduardo Frei en la segunda vuelta tras aceptar éste los doce puntos programáticos que le presentaron. Frei es consciente de que sólo podrá gobernar a partir del 11 de marzo si es capaz de construir una nueva mayoría política, que rebase las fronteras de la Concertación e incorpore propuestas de calado de la izquierda, esencialmente la elaboración de una nueva Constitución que sustituya a la heredada de la dictadura.
Porque no será un trago fácil para muchas personas de izquierda votar por este candidato el 17 de enero. A la hostilidad de la Democracia Cristiana chilena hacia los gobiernos de Evo Morales y, sobre todo, Hugo Chávez, se une el balance de su anterior mandato presidencial (1994-2000), caracterizado por su adhesión acrítica al modelo neoliberal y su intensa labor diplomática para lograr el retorno de Pinochet de Londres.
Sin embargo, una victoria de la derecha (sería la primera en unas elecciones presidenciales desde 1958 y la segunda desde 1932) significaría un retroceso hasta los tiempos de la dictadura, porque se restaurarían las políticas económicas neoliberales más ortodoxas y en materia de política internacional el gobierno de Piñera podría convertirse en otro puñal del imperialismo en el corazón de América Latina.
El próximo 11 de marzo el Partido Comunista, la principal fuerza de la izquierda chilena, regresará al Parlamento. Con él las luchas y las exigencias de los trabajadores y el pueblo volverán al centro de la política nacional. Ayer con Neruda, Volodia y Gladys, hoy con Guillermo, Lautaro y Hugo. Pero antes, de cara al 17 de enero, se apresta a construir un programa político que permita la unidad de las fuerzas democráticas e impida el retorno al oscurantismo.
El 18 de junio de 1947 el senador Pablo Neruda tomó la palabra para defender la lucha del Partido Comunista junto al pueblo. Eran los meses previos a la aprobación de la ley que decretó la ilegalización del Partido y la persecución de sus militantes, entre ellos el poeta, que tuvo que partir al exilio a caballo por los abruptos pasos de la cordillera andina. «El Partido Comunista -proclamó Neruda en el Senado- ha surgido de las entrañas del pueblo y ha sido una fuerza fundamental en el progreso social, en la defensa de la soberanía de la patria y en la educación cívica de las masas populares… Los comunistas chilenos seguiremos con mayor firmeza la lucha en nuestro territorio por una vida más digna para el pueblo de Chile y saludamos la lucha de todos los pueblos por su liberación en todos los puntos de la tierra».
El 11 de marzo Pablo Neruda regresará al Parlamento chileno y, con él, Luis Emilio Recabarren, Elías Lafferte, Ricardo Fonseca, Galo González, Julieta Campusano, Eduardo Miño, Luis Alberto Corvalán, Víctor Jara, Enrique París, Víctor Díaz, Fernando Ortiz, José Manuel Parada, Daniel Menco, Ramona Parra, José Weibel, Volodia Teitelboim y miles y miles de comunistas anónimos que consagraron y consagran su vida a construir el socialismo en Chile.