Colombia ha presenciado una de las más potentes movilizaciones de su historia. El paro agrario de millones de campesinos, con sus novedosas formas de lucha de bloqueo de carreteras y movilizaciones públicas, ha significado otro nivel en la acción colectiva política. La política ya no será, en adelante, el monopolio de los partidos y la […]
Colombia ha presenciado una de las más potentes movilizaciones de su historia. El paro agrario de millones de campesinos, con sus novedosas formas de lucha de bloqueo de carreteras y movilizaciones públicas, ha significado otro nivel en la acción colectiva política. La política ya no será, en adelante, el monopolio de los partidos y la desgastada institucionalidad del Estado. Hacia el futuro los movimientos sociales, agrarios, estudiantiles, obreros y de las clases medias, tendrán centralidad en el acontecer de la sociedad nacional.
El paro agrario ha hecho su tarea y las conquistas son formidables.
Es un acumulado que se debe valorar en sus justas proporciones. Ya hay varias Mesas de concertación y diálogo y los acuerdos alcanzados llevan implícito un importante saldo en la disputa por el excedente económico. El presupuesto de la vigencia fiscal del año 2014, incluye partidas adicionales por 1500 millones de dólares para realizar inversiones en el desarrollo de la economía campesina.
Y no es sólo eso. La ganancia simbólica, identitaria, social y política es notable. Desconocerlo es completamente necio. Infantil y equivocado. El Presidente Juan Manuel Santos ha convocado para el próximo jueves 12 de septiembre una reunión para proyectar un Pacto rural que trace nuevas estrategias frente a la problemática social de los campesinos. Es probable que tal acuerdo recoja los consensos logrados en La Habana, en el marco de los diálogos con las Farc/ep, expresión de la resistencia revolucionaria campesina.
Lo lógico, para el movimiento campesino y sus organizaciones sindicales es hacer presencia en dicha reunión para visibilizar, aún más, ante la opinión pública su agenda posterior. Sin duda, su participación recibirá la mayor atención de los medios de comunicación, pues han sido los protagonistas centrales del curso histórico reciente. Es lo que explica la enorme solidaridad expresada por el resto de la sociedad frente al atropello y la violencia de la policía y los otros mecanismos represivos.
Todavía más. Es la oportunidad para que dicho movimiento social presente nuevas estrategias de acción como poder constituyente real. En su capacidad constituyente, la movilización campesina debe focalizar su potencia en la realización de consultas populares que legitimen la demanda de anulación de los Tratados de Libre Comercio/TLCs, la adopción de una política agraria para los 12 millones de campesinos que viven en la pobreza y la suspensión de las ilegales apropiaciones de los territorios estatales en la altillanura de la Orinoquía por parte de conocidos conglomerados plutocráticos, que han recurrido a oscuras maniobras jurídicas para ampliar sus latifundios.
Es el movimiento agrario victorioso quien debe convocar al resto de la sociedad con un pacto rural por la democracia, la paz y la justicia social. No perdamos esta oportunidad en circunstancias en que la ultraderecha ha sido colocada a la defensiva.
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