Mientras las fuerzas del modelo avanzan, tratando de profundizar sus políticas, en todos los ámbitos posibles, sentando a la mesa a quienes están dispuestos a darles un respiro, los sectores que se oponen a dichos manejos, caprichosamente cultivan sus diferencias. Han transcurrido tres meses, desde que el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, hiciera un […]
Mientras las fuerzas del modelo avanzan, tratando de profundizar sus políticas, en todos los ámbitos posibles, sentando a la mesa a quienes están dispuestos a darles un respiro, los sectores que se oponen a dichos manejos, caprichosamente cultivan sus diferencias.
Han transcurrido tres meses, desde que el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, hiciera un llamado público a conformar un «amplio pacto social» en pos del Bicentenario de nuestra nación. Amplio, significaba sin grandes restricciones, en torno a temas centrales donde se lograra compartir criterios.
La clase política con su oportunismo, hizo del llamado la excusa perfecta, para reactivar con nuevos matices la estrategia de los acuerdos o consensos, el pacto logrado por el gobierno y la oposición de derecha, en temas como: el educacional, seguridad pública y seguridad social, hablan por sí mismo del nuevo impulso que ha tomado el modelo.
Carlos Larraín, presidente de RN daba importancia capital al resultado de los acuerdos en torno al tema educacional «… estamos sí, para avances concretos. Ejemplos bien específicos es lo que haganos en educación, esa va a ser la prueba de fuego a mi gusto». La Tercera 28/09/07. Dicho de otro modo, la derecha al hacerse cargo del llamado de la iglesia y del gobierno de la presidenta Bachelet, lo hizo, sintiéndose con la autoridad suficiente para imponer una nueva agenda, que pusiera en segundo lugar los temas sociales de mayor exigencia y así imponer sus términos.
La declaración de la primera mandataria, hecha en radio Futuro el 28/09/07 da cuanta del momento político que la concertación vive «aspiraría a que la oposición entienda que queda harto tiempo para las elecciones» y que «lo que los chilenos van a premiar es gobierno y oposición capaces de ponerse de acuerdo frente a los temas principales y la seguridad ciudadana es un tema fundamental».
La intervención del senador de derecha Hernán Larraín, es todavía más elocuente, «No tenían soluciones en materia educacional, se las dimos. No las tenían en materia de seguridad pública, también se las dimos, y en el Transantiago también lo vamos a hacer. Cada vez que sea necesaria una especie de salvataje, la Alianza estará disponible para apoyar al Gobierno, porque la gente merece soluciones». (Departamento de Prensa del Senado 26/11/07) Aprovechando la debilidad evidente del gobierno, tanto por el apoyo ciudadano perdido, como por las propias fisuras que se han producido dentro de la concertación, téngase presente, la crisis del PPD, que culminó con la salida de un senador y un diputado en ejercicio de las filas del partido y el tan bullado caso del senador Zaldivar, que se resolviera «entre gallos y media noche» con su expulsión.
Un gobierno arrinconado por sus errores, pagando altos costos desde la perspectiva de las fuerzas políticas instaladas en el poder, necesitaba con urgencia rearticularse, aunque fuera a costa de ceder la iniciativa parcial de los temas de discusión.
Así se forja, un acuerdo de gobernabilidad para las fuerzas políticas instaladas en el poder, sin riesgos a la vuelta de la esquina, obteniendo el gobierno una pausa en espera del segundo tiempo, con el objetivo de preparar sus nuevos rostros o desenterrando algunos, que están dispuestos a volver a la arena política.
La derecha en tanto, sigue expectante envuelta nuevamente en dos tipos de liderazgo, como son los de Piñera y Lavín y sin obtener los frutos esperados en cuanto a apoyo ciudadano se refiere, la teoría del desalojo, buscó establecer las diferencias, golpeando con mano firme los flancos débiles del gobierno, esperando mejores frutos que los obtenidos.
El «Aliancismo Bacheletista» de Joaquín Lavín, apostó en cambio, a la lógica de opacar las diferencias, romper los recelos de unos y otros, generando escozor en sus socios y siendo elogiado por sectores de gobierno, incluyendo a la presidenta, se abre de este modo, una brecha en la base de sustento del poder concertacionista, que está dispuesto a asumir un posible traspaso sin los traumas.
Para los sectores de izquierda, se está frente a un cuadro de contención social, donde los excluidos, teniendo mucho que decir, no logran articular un discurso capaz de dar un cuerpo político coherente, a los innumerables vacíos del sistema, los avances de mayor relevancia se lo adjudican los trabajadores, quienes lograron quebrar en algunos casos, la institucionalidad laboral vigente: los resultados más relevantes se dieron en la huelga de los forestales y los subcontratados de CODELCO.
A pesar de ese avance, la izquierda se encuentra en deuda, factores como: el sectarismo cultural, la radicalidad de opciones sin un piso social existente, la incapacidad de gestionar acuerdos concretos que favorezcan una alianza con esperanzas de futuro. Traen como secuela, la pasividad del PODEMOS que a estas alturas más que pacto, es un espectro político, que sin embargo, logra concitar un apoyo ciudadano respetable.
Mientras las fuerzas del modelo avanzan, tratando de profundizar sus políticas, en todos los ámbitos posibles, sentando a la mesa a quienes están dispuestos a darles un respiro, los sectores que se oponen a dichos manejos, caprichosamente cultivan sus diferencias, congelan sus logros, parcelan sus demandas, sin lograr concentrar ese dinamismo en dos o tres ideas fuerza, capaces de reinstalarlos social y políticamente como una alternativa.