Descendimos a la hora fijada para la convocatoria en el cruce de las avenidas Las Rejas con 5 de Abril. Hacia el infinito de los puntos cardinales decenas de humanos cruzaban miradas cómplices que develaban el sentimiento de la razón de estar presentes. Entre la multitud y al mismo tiempo que apareció Don Manuel Vergara, […]
Descendimos a la hora fijada para la convocatoria en el cruce de las avenidas Las Rejas con 5 de Abril. Hacia el infinito de los puntos cardinales decenas de humanos cruzaban miradas cómplices que develaban el sentimiento de la razón de estar presentes. Entre la multitud y al mismo tiempo que apareció Don Manuel Vergara, se escuchó un silbido que fue la señal para comenzar a caminar hacia el interior de la población aledaña. Con la mirada y la frente en alto avanzamos hasta un pasaje, en donde un pequeño escenario era agrandado con un telón rojo y negro de fondo.
Era nuestra primera vez que asistíamos a la conmemoración del Día del Joven Combatiente en el lugar donde fueron asesinados cobardemente Rafael y Eduardo hace 27 años.
A los pocos minutos, el pasaje ya se rebalsaba y seguían llegando corazones de miradas tristes, alegres y rebeldes. Entre la diversidad antropogenética una bandera mapuche flameaba al viento y se escuchó el primer grito entonado y dirigido desde lo profundo de la voz de una pobladora:
Compañeros Hermanos Vergara Toledo…. Presente
Ahora!….. y Siempre….. Ahora….. y Siempre
Ellos lucharon hasta Vencer…. o Morir….. Hasta Vencer…. o Morir
El sol ya se había escondido y el pasaje lo iluminaba la memoria y consecuencia de nuestras y nuestros caídos representados en sus familiares, pobladores, los que lucharon, los que aún luchan y los que se están sumando en la senda de la construcción de un territorio de justicia, solidaridad y paz.
Con la prohibición del registro audiovisual , se da comienzo al acto en voz de Don Manuel, quien da paso a Francisco Villa que entona «Mi Generación», aquella canción que reivindica y protesta por nuestra herencia nublada y que supimos sobrellevar con la valentía para proyectarla al futuro. Emociones, memorias, sueños y con los ojos puestos en los recuerdos, latió la generación de hermanas y hermanos caídos, de todos los que libramos la muerte, la que te cuidaba la espalda en las protestas de los años 80, esa con la que se hablaba en clave, esa con la que tomarse una cerveza en la calle era un acto de rebeldía contra la dictadura facista, esa generación con la que te juntabas en casas, parroquias y esquinas supuestamente seguras, esa generación que se entrenó y que obtuvo un título de físico‐químicos en la creación del pertrecho antirepresivo, con la que hacías panfletos a mano, papel y tijeras, con las que hacías correr los libros, cancioneros, cassettes, discos de vinilo y fotos prohibidas, en fin, la generación de los hermanos Vergara que ahora se juntaba con la de antes, la de hoy y la de mañana.
El tiempo avanzaba y se entonaban nombres que queríamos que volvieran a estar materializados en esa esquina, pero aunque sabíamos que ya eran cenizas, respiraban y latían con nosotros. Surgió el momento de recordar a todos y así se fueron gritando nombres desde el escenario y la multitud; Hermanos Vergara, Aracely Romo, Matías Catrileo, Alex Lemun, Claudia López, Cecilia Magni, Raúl Pellegrin, Ariel Antoniolleti, Norma Vergara y tantos más que se nombraron y no se nombraron. Simbólicamente se compartió pan amasado donado por las pobladoras, se encendieron velas y la voz de Doña Luisa Toledo marco el «vamos» para comenzar la marcha hacia la Villa Francia y la orden para que desde la oscuridad de los pasajes, decenas de antorchas de rostros rojo y negro se alzaran y que luego iluminaron la penumbra de la Avenida 5 de Abril, un pedazo de cemento que se encumbró con el paso firme y combativo como debía ser y hacer. Como dice el dicho, que pajarito nuevo, no sabe volar, nos acercamos a uno de nuestros guardianes para preguntar cual era la vía de salida segura frente a cualquier ataque de las fuerzas represivas. Con las tres alternativas de escape y la solidaridad de los pobladores, seguimos marchando con confianza. Nuestro avanzar junto a cientos de compañeras y compañeros se coloreaba al son de guitarras, tambores y consignas, dejando atrás una huella de posesión territorial expresada en una barricada cada dos cuadras. Sin embargo, las fuerzas represivas de esta democracia consensuada entre empresarios y asesinos se apostaban en cada calle perpendicular a una distancia de 100 metros. Un autobús del transantiago sin pasajeros apareció violentamente y se cruzó entre la multitud empujando algunos hasta casi caer al suelo, sin duda, una acción perpetrada entre el poder económico y la prensa defensora de la oligarquía, que seguramente estaba escondida con sus cámaras en algún departamento de luces apagadas. Pero esta provocación no tuvo éxito. La fuerza en los puños, las miradas vivas y nuestras voces caminaban libres, alegres y rebeldes. Desde la Villa Francia se unía más gente, familias completas que viven la voraz discriminación y represión en su cotidianeidad. Esta forma de sometimiento que motivó a muchos Jóvenes Combatientes y Consecuentes enfrentar la injusticia y hasta dar sus vidas. Una lógica, sencilla, científica, humanitaria e inmensa razón que no tiene argumentos que la puedan contradecir.
Llegamos hasta la calle donde debíamos parar y volver como nos habían indicado, y que fue el lugar donde apareció la muerte vestida de uniforme antibalas y antigases, con todo su armamento de miseria, aquellos que maltratan y asesinan por unos pocos pesos, esos que reciben migajas de quienes viajan por el mundo robando y transando en mercados internacionales lo que nos pertenece a todos, en definitiva, esos rastreros que se reproducen y que la selección natural los mantiene por que se alimentan de la escoria de quien los explota. Pero los kompas de rostro bicolor ya lo sabían, y rememorando la acción «a la antigua», pero en el cuerpo de los contemporáneos, con decisión inclaudicable protegieron la masa, la gente, la familia, los niños, los ancianos, los que no éramos de ese territorio. Los rostros de rojo y negro se convirtieron en el muro aguerrido y combatiente incapaz de derrumbar por el ataque mandatado por los que llevan un bicentenario de delincuencia protegidos por las armas, las leyes, el capitalismo, la iglesia y sus lacayos.
Finalmente, la represión organizada cumplió su objetivo y la marcha se dividió. A lo lejos, junto a cientos de personas vimos como las antorchas ingresaron a la población y comenzamos nuestra retirada con consignas y escuchando el enfrentamiento desigual entre la muerte y la vida.
Pero ese espacio y tiempo era nuestro, el corazón era combatiente y como una sola voz que germinó desde cada punto de la Villa Francia, entre los que nos divisábamos y los que no, entre los con cara cubierta y descubierta, entre los que nos retirábamos y los que se quedaban detrás de una barricada combatiendo, se escuchó, con más fuerza aún:
«Compañeros Caídos!, Presentes!, …..Ahora!, y Siempre!…. Ellos lucharon hasta Vencer!, o Morir!… Hasta Vencer!, o Morir!
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