Quién sabe que pensó Matías en el momento preciso cuando aquella bala le acribilló para siempre sus sueños de tierra madre. Tal vez sintió una lluvia de buganvillas amaranto en el pecho que se confundió irremediablemente con su furia de siglos. La misma que ahora nos embarga y nos duele, como chilenos, como mapuche de […]
Quién sabe que pensó Matías en el momento preciso cuando aquella bala le acribilló para siempre sus sueños de tierra madre. Tal vez sintió una lluvia de buganvillas amaranto en el pecho que se confundió irremediablemente con su furia de siglos. La misma que ahora nos embarga y nos duele, como chilenos, como mapuche de viento antiguo. Y por eso te escribo hermano mapuche, por eso te lloro hermana mapuche, porque las profundidades del silencio solo albergan la complicidad de los que callan y miran hacia el lado cuando la guerra quema la piel indígena desde hace centurias. Pero también están los que mienten y, desde la arrogancia del poder, hablan de terrorismo, cuando estos peculiares «terroristas» mapuche jamás han asesinado a nadie, por el contrario, los únicos muertos son dos jóvenes mapuche: Alex Lemun y Matías Catrileo quienes cayeron acribillados en una tormenta de luciérnagas azules que atravesó el terciopelo de la noche sureña la madrugada en que la policía hizo lo que sabe hacer mejor: matar. Y mataron en dictadura y matan en democracia, quedaron impunes en dictadura y quedan impunes en democracia.
Nos hablan del conflicto mapuche y del problema mapuche, cuando el conflicto y el problema lo comenzaron los chilenos cuando ocuparon militarmente territorio mapuche a fines del siglo diecinueve. Les arrebataron tierra y territorio, bosques y ríos, pájaros y montes, pero jamás pudieron quitarle sus sueños de dignidad. Entonces, cada cierto tiempo y desde siempre, el mapuche dice basta, cansado de la expoliación chilena que se viste de colono, latifundista, de empresa forestal y, por cierto, de la abisal violencia del winka que no puede soportar que le recuerden su morenidad.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que no todos somos el gobierno, no todos somos el Estado, no todos somos racistas, no todos renegamos de nuestras raíces.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que no estás solo en tu incesante periplo para que simplemente te dejen ser. Que somos muchos los que nos dolemos de tu dolor, nos reímos con tu alegría y que nos asombramos con el canto de las bandurrias.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que el asesinato de Matías nos alborota la garganta, nos oprime el corazón y nos ensombrece la mirada.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que la huelga de hambre de los hermanos y hermanas presos nos enfurece el alma ante el fuego de su sacrificio.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que tu lucha por la autodeterminación es también nuestra lucha
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que tu urgencia es nuestra urgencia.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que la furia contra la policía asesina es nuestra furia.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que la furia contra el gobierno racista es nuestra furia.
Por ello mi palabra urgente, para que sepas que nadie puede matar impunemente, que el gobierno debe responder por sus actos y debe cesar de utilizar la represión contra un pueblo que solo brega por sus derechos.
Por ello mi palabra urgente al pueblo mapuche, para que sepas que tiene la urgencia de la vergüenza, del dolor, de la ira, pero también de la esperanza, pues tengo la certeza que algún día la cordillera se estremecerá de fuego cuando los chilenos, por fin, reconozcan su india morenidad.
Tito Tricot es Sociólogo y Director del Centro de Estudios Interculturales ILWEN