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Para el arte y la cultura desde el Estado: atropello y represión

Fuentes: Rebelión

La ciudad de San Juan de Pasto, capital del Departamento de Nariño, en Colombia, es el epicentro de una de las manifestaciones artísticas y culturales más importantes del país, y que significa la viva expresión de los sentimientos, tradiciones y visiones de una vasta región que abarca las cimas de los Andes, la planicie de […]

La ciudad de San Juan de Pasto, capital del Departamento de Nariño, en Colombia, es el epicentro de una de las manifestaciones artísticas y culturales más importantes del país, y que significa la viva expresión de los sentimientos, tradiciones y visiones de una vasta región que abarca las cimas de los Andes, la planicie de la costa pacífica y el mirador de la región amazónica. Hablamos de los Carnavales de negros y blancos. En ellos, el día 6 de enero es el momento culminante con el desfile magno, en el cual las carrozas elaboradas por el pueblo, bajo la dirección de los maestros artesanos, plasma su idiosincrasia mediante las figuras, el color y la música, de una forma tan particular y elaborada, que le ha valido la designación de Patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad.

Pues bien, en este espacio que no es algo distinto a una oportunidad de exteriorizar la inclusión, la equidad, los derechos, el respecto a nuestra madre Tierra, la Pachamama, se acaba de presentar un inaudito acto de censura y constreñimiento por parte de la actual dirigencia municipal y departamental, tan afín al gobierno central. A la carroza «Nariño, todo por la paz, nada para la guerra», que fue auspiciada por la Gobernación que terminó su mandato el 31 de diciembre, no se le permitió participar en el desfile, y adicionalmente, agentes de la policía impidieron su movilización por las calles de la ciudad.

La carroza, que obviamente estaba por fuera del concurso, fue elaborada mediante un trabajo de varios meses por los reconocidos maestros Barrera, Díaz, Galíndez y Burbano. De una notable belleza, esta obra tiene dos características fundamentales: primero, el haber sido elaborada con materiales naturales y reciclados, usando técnicas ancestrales que los maestros desean recuperar y conservar para las nuevas generaciones, y segundo, un mensaje de protección y conservación de la flora, la fauna, el agua, el aire, mediante la paz entre los colombianos.

El atropello cometido contra el pueblo y contra el Carnaval, claramente muestra el pensamiento proclive a la guerra de quienes, desde el gobierno central y por medio de sus áulicos regionales, continúan promoviendo la explotación, depredación y destrucción de la madre naturaleza, fomentando el odio, la exclusión y la violencia entre los colombianos. Su cultura, o mejor, su subcultura, es la de la muerte.

No otro es el origen de acciones criminales, como la muerte de Lucy Villarreal, gestora artística y cultural, asesinada el 24 de diciembre en la zona de influencia de Tumaco, luego de dictar un taller a niños de ese municipio. Lucy era integrante del colectivo coreográfico Indoamericanto, que el día 3 de enero, en otro desfile emblemático, el Canto a la Tierra, obtuvo el primer lugar.

Ante las dificultades, amenazas y peligros, tenemos que aferrarnos al arte en todas sus expresiones, con pensamiento libre, abierto, incluyente, diverso, y armonizado con la naturaleza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.