Profesora de enfermería jubilada por la Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de Fatiga Crónica), enferma rebelde, activista de y en el 15M, firme defensora de la sanidad pública, escritora sobre biopolítica y resistencia, luchadora de amplio y largo recorrido, Clara Valverde Gefaell es coordinadora del Equipo Aquo de Formación en la relación terapéutica, trauma generacional y activismo. […]
Profesora de enfermería jubilada por la Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de Fatiga Crónica), enferma rebelde, activista de y en el 15M, firme defensora de la sanidad pública, escritora sobre biopolítica y resistencia, luchadora de amplio y largo recorrido, Clara Valverde Gefaell es coordinadora del Equipo Aquo de Formación en la relación terapéutica, trauma generacional y activismo. Entre sus numerosos artículos y libros, cabe destacar No nos lo creemos. Una lectura del lenguaje neoliberal (Icaria, 2011)
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El capítulo 5º de tu libro lleva por título: «¿De verdad nos afecta?». ¿De qué depende la forma en la que las personas desarrollan impactos psicoemocionales de conflictos políticos y sociales? ¿De su personalidad, del país, de la cultura de las familias?
CV: El impacto que tiene la transmisión generacional de la violencia política del siglo XX sobre nosotros varía dependiendo de las vivencias de la persona, de su interpretación de las mismas, de los roles en su familia, de las dinámicas familiares, de las habilidades comunicativas y emocionales. También depende de lo que ocurrió a sus padres y abuelos. Y claro, el país y la cultura tienen que ver con los efectos porque tienen que ver con lo que ocurrió.
¿Por qué los impactos psicoemocionales no se pueden clasificar en positivos y negativos? La defensa de ideales democráticos y de justicia, por ejemplo, la represión sufrida por ellos, ¿no es, no debería ser en sí misma, un impacto positivo para las futuras generaciones de la persona represaliada?
CV: Los ideales democráticos yo los veo como positivos y seguramente también los lectores de esta web. Pero las ideas e ideales políticos no tienen que ver con el tema de este libro que es el impacto psicoemocional transgeneracional.
Los impactos psicoemocionales se pueden decir que son más o menos dañinos pero lo de «positivo» o «negativo» no son categorías, son opiniones. Los «expertos» que gobiernan hoy en día (médicos elegidos por las administraciones, políticos, etc) intentan infantilizar la sociedad con ideas como el «pensamiento positivo». El ser humano es más complejo y rico que eso. Con palabras como «positivo» y «negativo», se intenta decir cómo debemos comportarnos en la sociedad. Dicen, por ejemplo, que hay que vivir una enfermedad de forma «positiva». ¿Y si uno la quiere llevar con indignación?
Se pueden tener ideas políticas que inspiren justicia en futuras generaciones, pero eso no tiene nada que ver con nuestra salud mental.
Hablas de los silencios que cubren nuestra historia cotidiana, la historia de España. ¿No ocurre así también en muchos otros lugares del mundo? Pienso en Alemania por ejemplo o incluso Francia, aunque las cosas puedan ser algo mejores en estos dos países.
CV: Sí, Francia y Alemania tienen unos silencios preocupantes. Aunque han llevado a cabo ciertos gestos, sobre todo en Alemania, sigue habiendo un gran silencio. El colaboracionismo en esos países es un tema tabú y está en el centro de su trauma transgeneracional. Y en Holanda…no hay mucho investigado sobre Holanda pero hay mucho ahí también. Claro que en el Estado español nos llevamos el premio de silencios 75 años después del fin de la Guerra Civil.
¿La memoria es individual o colectiva?
CV: Para que haya una memoria colectiva, los individuos tienen que hablar, compartir. No solo de lo que ocurrió a los abuelos. También cómo eso ha afectado a cada uno individualmente, en la familia y en la colectividad.
¿Por qué sostienes que los profesionales de la salud mental en España no han sido formados en asuntos de la transmisión generacional de la violencia política? ¿No eres tú misma un contraejemplo?
CV: En el Estado español no se está haciendo. Otra persona y yo hemos hecho algunos talleres. Pero vamos, que hemos podido llegar a solo unos 100 profesionales de la salud mental. Y nadie más está haciéndolo.
Yo me formé en Canadá. Viví en Canadá hasta casi los 40 años con lo cual mi formación y mis conocimientos no los adquirí aquí.
Hablas del duelo colectivo realizado en otras culturas. Nos das algún ejemplo. Por cierto, ¿qué es eso del duelo congelado?
CV: El duelo congelado es el duelo que no se hizo o pudo hacer que se ha quedado pendiente, estancado. En otros sitios y culturas se han hecho comisiones, procesos grupales, talleres, leyes y otras herramientas para ayudar y hacer públicos y colectivos los duelos relacionados a la violencia política.
Si no se hace el duelo, es como si la muerte aún estuviera presente. El argentino Juan Gelman escribió en su libro Hoy: «Los caminos del duelo eluden el deber cumplido, tienen audacias para sobrevivir, países, escondrijos de estar. La imposibilidad de borrar huellas anda en el real con péndulos indetenibles, su semejanza con la muerte es un escándalo».
Sí, es difícil hacer el duelo de pérdidas grandes como son las de la violencia política, pero es necesario hacerlo.
¿Podemos superar el miedo y el silencio que tenemos muy interiorizados? ¿No es mejor arrastrar con ellos y vivir como se pueda? A lo loco, a lo loco, decían y cantaban, se vive mejor. ¿No es así?
CV: Vaya, ¡no conozco esa canción! Bueno, si alguien quiere vivir a lo loco, pues que lo haga. Aunque no creo que la locura sea muy agradable para los que la sufren.
El silencio se supera hablando. No hablar por hablar. Hablar desde nuestros corazones, desde el yo, desde el nosotros.
Sí, podemos ir superando el miedo hablando de nuestras emociones más profundas, de lo que no parece tener sentido ni lógica, de lo que nos da vergüenza decir.
Es una paradoja: arrastramos miedos que no son nuestros y que nos amargan la vida porque tenemos miedo a sentir. Miedo al miedo.
En realidad cuando nos dejamos sentir nuestras emociones, nuestra fragilidad, somos más fuertes. Las corazas que llevamos puestas no nos hacen fuertes, nos desgastan con su peso. Al quitarnos la coraza y dejarnos sentir esa fragilidad emocional, somos más fuertes, más valientes. Y podemos conectar mejor con los demás. Podemos ser un nosotros más fuertes.
l dejarnos sentir, somos más capaces de conectar y también de crear, de escribir, de tocar la vida más de cerca.
¿Por qué nos penetra tanto el miedo a la autoridad? ¿Por qué es tan autoritaria en nuestra alma esa autoridad?
CV: Porque han sido muchos, muchos años de represión. ¡Es comprensible!
¿Qué tipo de maltrato especial sufrieron las mujeres durante la guerra y en otros momentos de nuestra historia? ¿Son, sois si me permites, el sector más vulnerable de los sectores vulnerables?
CV: Los niños creo que son los más vulnerables en las guerras. Y los ya vulnerables: los discapacitados, etc. A las mujeres también las reprimieron muchísimo, porque siendo un país machista, no se toleraba (y no se tolera, esto lo vemos con la ley de Gallardón sobre el aborto) que las mujeres se liberaran. Se las veían como inmorales y pagaron por eso. Y hubo todo tipo de violaciones y vejaciones contra las mujeres.
¿Cómo se maneja la rabia que sentimos frente a determinadas injusticias? ¿No es bueno tenerla?
CV: Sí, la rabia es muy útil. Da energía, nos mueve. Es importante conectar con la rabia. Me indigna ver que estos gobiernos neoliberales nos están machacando y la gente no se enfada. Dice mucha gente, suspirando: «es lo que hay». Y también dicen: «tener un trabajo hoy en día es un regalo». Me dan ganas de sacudirlos por los hombros y preguntarles: «¿Dónde está tu rabia contra los que te maltratan?»
Pero en la transmisión generacional de la violencia política se nos ha transmitido una rabia y unas ganas de venganza que nuestros padres y abuelos no fueron capaces de expresar. ¡Era tan enorme! Y a través del inconsciente de dos generaciones ha crecido.
Ahora está en nuestras manos la no fácil tarea de elaborar esas rabias explosivas y que nos controlan para poder convivir con la rabia y poder utilizar la energía de la rabia sobre el ahora.
La depresión es rabia que no se ha expresado en su momento y que se ha acumulado.
En nuestros talleres, el tema de la rabia ha sido central. La mayoría de los participantes admiten que tienen miedo a su rabia. Muchos dicen: es que si la muestro, va a ser tan enorme que no sé qué podría pasar.
Hay trabajo que hacer sobre elaborar las viejas rabias heredadas y dar la bienvenida a la rabia que tenemos ahora, sobre el ahora, sobre lo que vivimos ahora y sobre lo que nos debería ocupar.
Hablas de los síntomas de diferenciación. ¿Y eso qué es?
CV: La violencia política siembra desconfianza. Los síntomas de diferenciación es esa desconfianza crónica con los que son nuestros aliados. Es el buscar de una manera obsesiva lo que nos separa. Si el otro dice blanco, pues decimos negro. Buscamos las diferencias, lo que nos separa. Nos da miedo lo que nos une.
Te refieres al nacionalismo en varios momentos del libro ¿A qué tipo de nacionalismo te refieres?
CV: Los hipernacionalismos que ponen lo territorial por encima de la justicia social.
¿Milosevic fue el único causante de la destrucción de Yugoslavia como creo que afirmas? ¿No fueron muchos otros los que abonaron y agitaron destrucciones de acero y desencadenaron huracanas de terror?
CV: Fueron muchas personas y factores. Pero cito a Milosevic porque él, en sus discursos, utilizaba lo que los teóricos llaman «el trauma escogido», por ejemplo, una fecha del pasado para levantar a las masas a seguirle ciegamente y repetir viejos desastres.
«Los sufrimientos que no se verbalizan se manifiestan a través del cuerpo». ¿Por qué, de qué manera? ¿A todos y todas del mismo modo?
CV: Desde el punto de vista científico, la somatización es cuando la tensión psicoemocional afecta los puntos débiles del cuerpo de la persona. Eso va a depender de cada persona, de su constitución, de su genética, etc.
Pero hay gente que tiene mucha tensión psicoemocional e inconsciente y que no les sale por el cuerpo. Les sale por la mente.
Es muy diferente de una persona a otra.
Yo miro la somatización también desde una visión, si me permites, poética. Es como si la historia atropellara al cuerpo. Somos seres heridos por la historia. Necesitamos elaborar, poner en palabras y en emociones lo que llevamos por dentro.
Pero no vamos a dejar de llevar en nuestras células la historia de nuestra tierra. Las cicatrices seguirán ahí y las tenemos que enseñar y compartir. Pero tenemos que limpiar las heridas. Ha llegado el momento de poner el cuerpo en la historia pero con palabras, con palabras emocionadas, que salgan del cuerpo.
Expresar las emociones libremente reduce el malestar físico, afirmas. Tienes algún ejemplo a mano.
CV: Pongamos que sientes pena. Si lloras, luego sentirás alivio.
Afirmas que, entre los descendientes de las víctimas, de manera inconsciente, hay una mayor tendencia al masoquismo. ¿Tienes algún estudio o algún argumento para ilustrar tu afirmación? ¿Hay también un incremento de la pulsión de muerte, de las pulsiones autodestructivas?
CV: Sí, la pulsión de muerte es enorme en países y regiones en las que ha habido años de violencia política y no se ha elaborado. Todos los teóricos de la transmisión generacional de la violencia política escriben sobre esto. Sobre el masoquismo y la autodestrucción, hay un libro muy interesante coordinado por Serge Tisseron, Le psychisme à l’épreuve des générations. Clinique du fantôme. En ese libro está el trabajo de Pascal Hachet sobre la toxicomanía y la transmisión generacional que es de lo mejor sobre el tema, en mi opinión.
Te cito de nuevo: «La drogodependencia, en su etiología colectiva, tiene que ver con los «fantasmas» de los abuelos que vivieron traumas y acontecimientos vergonzosos». ¿Nos lo explicas un poco? ¿El toxicómano anestesia su dolor heredado con la droga?
CV: El drogodependiente busca alivio para su dolor, dolor suyo y dolor heredado. Es comprensible que busque alivio. Y lo encuentra muy fácilmente en la droga. El problema es el drogarse le impide poder elaborar sus emociones, las anestesia y no puede acercarse a ellas. Ya no las tiene a mano. Y claro, luego se causa otros problemas de salud por el consumo de la droga misma.
Pero el drogodependiente no es muy diferente de muchas personas en la sociedad que no consumen drogas. La gente tiende a, en vez de enfrentarse a sus emociones y herencias, anestesiarse con televisión, fútbol, comiendo mucho o demasiado poco, comprando, etc. Estos actos repetitivos sirven para lo mismo: anestesiarse.
Haces referencia a la manera de introducir la sustancia en el cuerpo y su relación con el trauma transgeneracional. Recuerdas la introducción de la heroína en los años ochenta en Catalunya y Euskadi. ¿Cuál es, te pregunto, la relación entre esa epidemia policialmente abonada y la transmisión generacional de las violencia política en el siglo XX?
CV: En Francia se ha investigado en los drogadictos descendientes de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra de Argelia.
En el Estado español no se ha investigado. Creo que sería muy importante hacerlo.
Pasamos al capítulo siguiente si te parece.
CV: Me parece.
[*] Las seis primeras partes de esta conversación pueden leerse en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184575, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184931, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185274 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185551
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185753 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185921
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