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Declaración de independientes de izquierda en apoyo del precandidato presidencial Jorge Arrate

«Para que la historia pueda ser (alguna vez) nuestra»

Fuentes: Rebelión

En Chile, tras un camino recorrido en la recuperación democrática, los esfuerzos acumulados por las fuerzas políticas y sociales que participaron en la lucha contra la dictadura han cristalizado. Después de 1988 el país evolucionó en la lógica de un modelo de «transición pactada» cuyos impactos en la realidad nacional y en la política son […]

En Chile, tras un camino recorrido en la recuperación democrática, los esfuerzos acumulados por las fuerzas políticas y sociales que participaron en la lucha contra la dictadura han cristalizado. Después de 1988 el país evolucionó en la lógica de un modelo de «transición pactada» cuyos impactos en la realidad nacional y en la política son innegables.

Ya no sufrimos la dictadura que condenó a miles de familias a la pobreza y a la exclusión; tampoco es posible asimilar a los gobiernos concertacionistas con la derecha, pero el proceso de democratización que han liderado muestra evidentes limitaciones en sus resultados. El temor sacrosanto a que se rompan los equilibrios macroeconómicos ha llevado a consolidar un modelo democrático visto por amplios sectores de nuestra sociedad como muy alejado de sus necesidades.

Se ha combatido parcialmente la pobreza pero no la desigualdad, causa originaria de la primera, y nacer pobre en el Chile de hoy sigue siendo una casi segura condena a mantener esa condición por el resto de la vida. A pesar que se han realizado cambios progresivos a la Constitución del ’80, la exclusión de vastos sectores sigue vigente; millones de jóvenes se mantienen al margen de los procesos de los procesos sociales y políticos y de definición electoral (ejemplo, en las últimas elecciones de la FECH ) no supera el 50% de participación estudiantil; y qué decir, en las elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales).

En relación a los DD.HH , nadie puede negar que se ha recorrido un camino importante (en general, los grandes responsables de las violaciones a los derechos humanos están detenidos); no obstante, la justicia todavía no es plena. Por otro lado, en la transición se ha verificado un nefasto proceso de destrucción y atomización de las organizaciones populares, que no han contado con los apoyos estructurales necesarios para su rearticulación. También se ha provocado un negativo proceso de monopolización de los medios de información y el estado ha carecido de políticas que garanticen el pluralismo.

El agotamiento de la «transición pactada» está cerrando un período de mucho mayor alcance como es el paso de un modelo de dominación a otro impulsado por la dictadura, proceso que ciertamente tiene elementos de transformación sicológica y cultural de alcances estratégicos.

Todo lo anterior demuestra que, más allá de esfuerzos e intenciones, Chile no logra la madurez democrática, llegando al punto límite de desarrollo que podía alcanzar bajo el modelo de transición pactada. El proceso iniciado y conducido sin la participación determinante de un movimiento popular y ciudadano ya avanzó todo lo que podía y no es posible esperar más cuotas de democracia que las que tenemos actualmente.

Se abre por tanto un nuevo escenario donde se irán definiendo nuevos componentes y actores y nuevos alineamientos que determinarán el esquema del futuro. En este proceso, la presencia o no de una alternativa desde la izquierda será determinante de tal esquema.

Ante la crisis, una nueva corriente que aglutine al progresismo

Ningún análisis serio de la situación política actual podría omitir la crisis económica, la cual sin duda alguna será un elemento gravitante para todos los actores de la coyuntura político-electoral, ya sea los que reclaman un rol más activo al estado o quienes se resisten a las presiones reguladoras. Algo de esto se aprecia en la política monetaria llevada a cabo por la autoridades del Banco Central, quienes hasta la fecha han reaccionado tardíamente con las señales dadas respecto de la tasa de interés, lo que está incidiendo directamente en las condiciones que enfrentan las inversiones.

La izquierda debe incidir en este escenario, levantando una corriente política que promueva una plataforma programática alternativa y se proyecte más allá de las elecciones de diciembre. Para ello existen dos factores favorables: por una parte la persistencia de un bloque social y político -aún inorgánico- que se alinea transversalmente en contra de la derecha política y económica, representada por la candidatura de Sebastián Piñera, que aunará sus fuerzas en la segunda vuelta. Este bloque representa genuinamente la fuerza que derrotó la continuidad de Pinochet en el plebiscito de 1988.

El segundo factor esta representado por las contradicciones existentes en el seno de la Concertación , que para sectores internos significativos está agotada, estado que también es percibido por el resto de los actores políticos. Si bien es cierto que la difícil coyuntura electoral tenderá a «ordenarla» so riesgo de perder frente a la derecha, el cálculo político desprovisto de ideas centrales no es suficiente para refundar la coalición. Los signos de agotamiento de su proyecto original son evidentes.

Ante este panorama el eje de la candidatura y el programa que se constituyan en torno a Jorge Arrate, más las fuerzas de la izquierda extraparlamentaria, son las que tendrán en sus manos la posibilidad de construir un dique de contención a la derecha en sus pretensiones de hacerse del gobierno.

Coyuntura electoral e izquierda extraparlamentaria

A diferencia de coyunturas anteriores en las cuales la izquierda (principalmente el PC) era la «convidada de piedra», ahora estas fuerzas son consideradas un actor significativo y la Concertación , impulsada por los sectores progresistas, se ha visto obligada a aceptar la exigencia de terminar con su exclusión, estableciendo como primer paso la figura del «pacto por omisión». Pese a lo insuficiente de este mecanismo y a las tensiones que genera al interior del bloque oficialista, especialmente en la DC , su aplicación en las elecciones municipales pasadas marca un precedente y permite desarrollar una política de alianzas más amplia entre sectores de la Concertación y la izquierda extraparlamentaria, que movilizará a distintos actores del espectro político y causará alarma en la derecha. Esta última acusará permanentemente de «izquierdización» al conglomerado oficialista; fustigará particularmente a la DC , en relación a haber cedido a «cálculos electorales», y buscará acarrear aguas hacia la «nueva mayoría» y el sector del PRI, que supuestamente representarían el centro político.

Para la DC el pacto por omisión será un factor de tensionamiento permanente, sumado a otras aristas como las relaciones con Cuba y su negativa total a incluir la legalización del aborto terapéutico en el programa de Frei, entre varios otros temas y provocará diversos grados de desacuerdo en el oficialismo. Esto a pesar que la Concertación ha cerrado filas en torno al candidato DC, con diversos grados de costos internos. Pero también esta nueva situación ha planteado un desafío a la izquierda y sus instancias: han aparecido nuevos actores, a consecuencia del grado de descomposición y autocensura permanente de los partidos tradicionales, en particular del PS (MAS y «socialistas allendistas»).

La emergencia de estos nuevos liderazgos y discursos podría fortalecer a la izquierda y a su referente principal (Juntos Podemos), pero también debilitarla y entrampar esta instancia, si es que las ambiciones personales no se supeditan a la construcción de unidad entre actores tan diversos. Existe un serio riesgo de que surjan desconfianzas y disputas entre las diferentes instancias, que podría obstaculizar el potenciamiento de la izquierda, impidiéndole salir de la crisis casi existencial y autorreferente en la que ha estado sumida desde hace más de una década. El que la izquierda pueda llegar al Parlamento supone un trabajo conjunto fr todos los sectores políticos sensibles al tema.

La vía del pacto por omisión implica negociaciones bastante complejas y por lo tanto no es un «juego de suma cero». Más bien, se trata de desarrollar una política lo suficientemente flexible para que la izquierda extraparlamentaria pueda participar en un espacio que hasta ahora le está vedado. Por consiguiente, no puede entramparse en discusiones sobre la cantidad de cupos en el pacto, sino aceptar el hecho de que la política se construye en base a dinámicas graduales, en las cuales uno es más que cero.

Las posiciones inflexibles, la disputa tendencial y la supuesta emergencia de un espacio conformado por grupos cuyo común denominador pareciera el haber sufrido experiencias traumáticas con el PC y ser profundamente críticos al mismo, confunden al adversario principal: más que hacer política para debilitar la opción del candidato – empresario Sebastián Piñera (representante de los grupos empresariales más influyentes del país) y diferenciarse de la oficialista, pareciera que este sector está en una lucha fratricida entre algunos de sus potenciales aliados. La política de estos últimos lleva a cuestionar y obstaculizar cualquier acercamiento (instrumental, circunstancial o temático) con las distintas vertientes de la Concertación ; no obstante, lo anterior pareciera realizarse en un plano discursivo y «para la galucha», ya que en los hechos hay instancias de participación de representantes de los sectores más beligerantes en iniciativas de gobierno (nos referimos, por ejemplo, a la inclusión del senador Alejandro Navarro en la visita oficial a Cuba, entre otros indicadores).

Para enfrentar estos problemas se hace urgente impulsar instancias de participación social y política de la sociedad civil. Algunos sectores visualizan la realización de primarias para elegir un candidato como la única forma posible de participación. Sin embargo, resulta llamativo que las ideas, propuestas y contenidos programáticos aparezcan bastante más difusos que los nombres de los candidatos, convirtiendo el mecanismo en un fin en sí mismo. Resulta extraña la renuencia de dichos sectores para entender el obstáculo real en términos económicos y materiales que implica su implementación, cuestión no menor ( la Nueva Izquierda estima que su realización alcanzaría un costo del orden de US$100,000).

En este agitado panorama, hay sectores que cuestionan la relación con la Concertación y en los hechos tratan de entorprecer cualquier relación que pueda establecerse con el bloque oficialista. Pese a reiterarse en diferentes ocasiones el carácter instrumental del pacto por omisión, la estrategia (o su forma de llevarla a cabo) es visualizada (explícita o implícitamente) como una «cooptación», «amarillismo», y «subordinación», siendo los más empecinados en tal postura aquéllos que hasta hace muy poco eran parte del conglomerado oficialista, entre ellos un senador elegido con votos de la Concertación , y otros que incluso siguen formando parte de este conglomerado. La inflexibilidad que en esta actitud se demuestra aparentemente es un efecto de la ruptura con sus anteriores lugares de militancia, cuestión que se está anteponiendo a la necesidad imperiosa de fortalecer la izquierda a través de políticas concretas, realistas y propositivas.

A lo anterior se suma una suerte de anticomunismo de izquierda que, debido a responsabilidades de todos los actores involucrados, especialmente el PC, continúa existiendo con distintos argumentos.

¿Campaña electoral o creación de fuerza política?

Este tema también tensiona a los sectores de la izquierda extra parlamentaria: se percibe, por los factores anteriormente señalados, una necesidad de perfilamiento y diferenciación sobre la construcción de consensos básicos, que debieran impulsar al conglomerado. Si bien ambos esfuerzos pudieran ser complementarios, la realización de una campaña implica objetivos, metas, movimientos, acciones, y metodología distinta a la creación de una instancia orgánica. Desde ya, en relación a amplitud, y a trabajar con todos aquellos que estén por los objetivos de la campaña (en nuestro caso, que Arrate sea el abanderado de la izquierda y que, en un segundo momento, tenga una alta votación).

Ello, si bien no bastará para posicionar a la izquierda y a los sectores que lo apoyan en el escenario político, sí influirá de manera decisiva para la creación de una instancia orgánica, cuestión también necesaria, pero que debiera tener diferentes fases: si bien debe ser señalado como objetivo general, los esfuerzos para la creación del mismo, debieran materializarse post elecciones, digamos al día siguiente de éstas.

Es preciso destacar que la instalación de un candidato único de la izquierda y del progresismo en Chile ya sería de por sí un salto cualitativo tanto por el origen, el discurso y el carácter único que éste tendría como representante de este arco, presentándose como un hecho inédito en cuanto estuviera personificado en el compañero Jorge Arrate. También, yendo a la campaña misma, la cobertura de los candidatos presidenciales en sustancialmente distinta a los de los candidatos al parlamento, tiene un alcance nacional e internacional, lo cual debe ponderarse en un escenario de crisis y de coyuntura electoral no sólo nativa sino regional. En este contexto, la posibilidad de plantear posturas o propuestas concretas que incidan en la sobredeterminación de un escenario político estrecho es de vital importancia. Es más, permite una relación con el mundo ciudadano y organizado mucho mas activo: «el candidato deberá tener una opinión sobre lo que pase aquí y allá».

Quizás no sea el momento de opinar cómo se debe articular con la campaña parlamentaria, pero es evidente que el discurso del candidato presidencial deber ser coherente con aquéllos que la izquierda y el progresismo lleven al parlamento, así como todos los actores sociales y políticos que en cada comuna, distrito y sector social se plieguen a esta campaña o deban llamar a votar por los candidatos de la Concertación. A diferencia de lo que pudiera esperarse, no es un escenario cerrado y sin posibilidad de incidencia. De allí que el tema de las propuestas en la construcción no sea una cuestión menor, ya que ello colocará a prueba lo que es central: ¿cuál o cuáles son los consensos mínimos o básicos a los que es posible arribar?

Construcción de alternativas

Un objetivo que debiera estar presente en ambas fases, como es la construcción de alternativas, debe ser realizado de manera plural, diversa, multidireccional y participativa. Hay muchos grupos, muchos actores, fuera y dentro de la Concertación que se deben sumar a este proceso, contradictorio y difícil. Con todos ellos debemos ser capaces de construir un nuevo sentido común por sobre el pensamiento único, centrado en el bien común y en los derechos humanos integrales de las personas.

Dante Donoso Ch.
Alejandro Núñez S.
Coral Pey G.
INDEPENDIENTES DE IZQUIERDA POR ARRATE