Palabras para la presentación, finales de noviembre, del monográfico 6 de R-existencias, editado por la Asamblea local de IU de Jaén.
Queridas amigas, queridos amigos:
Me han llegado los monográficos que editáis en vuestra maravillosa R-existencias, esos extraordinarios (no exagero) cuadernos de formación, ¡de alta formación por supuesto!
Lo dicho en otras ocasiones: si no existieras (que existís, no cabe duda escéptica sobre este nudo por rebuscada, «filosófica» e hiperbólica que esa duda pueda ser), tendríamos que inventaros, tendríamos que postular y cuidar vuestra existencia. Como existís, alegría, felicidad, goce, reconocimiento y agradecimiento.
Permitidme una breve nota sobre el cuaderno que dedicáis a Paco Fernández Buey y José María Valverde, en el que habéis tenido la gentileza de incorporar una breve nota biográfica que escribí sobre nuestro amigo y maestro. Gracias.
Incluís en el cuaderno dos textos de José María Valverde, uno de mis profesores en la Facultad de Filosofía de la UB a mediados de los setenta. Ignoraba la existencia del primer trabajo y recordaba bien la del segundo, el publicado en mientras tanto. «En este traspiés de la historia» es el hermoso título que Valverde le dio. Paco me habló de él en algunas ocasiones. Con acuerdo y admiración. Dejadme que os comente un paso de este material que diría el otro maestro.
La historia de los últimos cuarenta y tantos años, escribía Valverde en 1990, ha seguido siendo capitalista y Cuba lo visualizaba y lo seguía visualizando con el inaudito escándalo de haber puesto en la orilla misma de los USA el único país del subcontinente, entonces, no ahora por lucha, fortuna y mucho esfuerzo, y aún quizá del continente, si separamos Canadá, matizada Valverde (que había vivido allí), donde todas las personas tienen resueltos sus mínimos vitales. En tal perspectiva, proseguía, desde 1917 hasta entonces, las distorsiones y aberraciones eran humanamente difíciles de evitar. Es cierto, empero, señala que «una mayor calidad moral e intelectual por parte de los dirigentes… podía haber salvado mucho de lo que hay que lamentar». Mucho. A lo que añadía: «incluso en los últimos años, ya sin sangre ni truculencias, todo había ido mejor si Gorbachov hubiera sido «alguien» (entrecomillaba el alguien, era muy duro políticamente Valverde cuando se ponía en ello) y no un confuso y sentimental palabrero, hábil solo en la pequeña táctica e íntimamente teñido de propaganda capitalista, al fin y al cabo heredero de la nulidad burocrática de Brezhnev».
Estaba escribiendo en 1990, la URSS no había desaparecido aunque ciertamente estaba herida de muerte. Yo la visité ese mismo año, en agosto. Cuando leímos el paso, algunos pensamos: ¿no se habrá pasado un pelín esta vez el camarada Valverde, no se le ha ido el izquierdismo sanguíneo, todo él, a la aorta y de ahí ha irrigado toda su mente sin orden y sin apenas concierto?
Y no, no era Valverde el que andaba muy confundido en este tema. Algunos sí y de largo. Un ejemplo: el que suscribe en muchos momentos de aquella historia de la reforma y transparencia.
Paco, a finales de los noventa, habló de este y del otro artículo. Fue en una de sus conferencias, en una de sus grandes conferencias. Tampoco la había escuchado, tampoco había leído la trascripción.
No se trata de resumir el texto. Vale la pena leerlo. Sí me gustaría destacar el paso en que el autor de Para la tercera cultura, libro que les recomiendo con todas mis fuerzas, señala que para comprender los hábitos, costumbres y razones del otro, de los otros, del prójimo lejano (¡qué hermosa expresión!), no puede ese comprender ser sólo tolerar la diferencia o añorar la virtud del buen salvaje, o incluso subvencionar unas cuantas manifestaciones populares, más o menos folklóricas, o crear reservas naturales para especies en extinción y para turistas razonables… o menos razonables.
No, no se trataba de eso. La comprensión de los hábitos, costumbres y razones del otro debería ser autocrítica de la propia civilización productivista y expansionista. De ambas características. Tenía que ser, siguiendo a su admirado Bartolomé de las Casas, «restitución de aquellos bienes del otro que un día decidimos -nosotros por supuesto- que eran nullius, cosa de nadie y de todos y, por tanto, sobre todo nuestras». Si la tolerancia, concluía Paco en este punto, tenía que ser igualitaria y comprensiva de la diversidad, no excluyente en definitiva, si tiene que ser justa y respetuosa, entonces tendemos que pensar en un nuevo Derecho Internacional de gentes que respete otros valores y no sólo ni especialmente los mercantiles o mercantilizados, es decir, una ampliación (feminista, ecologista, antimilitaristam del buen vivir, no consumista, no fáustica, no núcleo-atómica) de la vieja Declaración ilustrada, que no hay que despreciar en absoluto, de los Derechos del ser humano, no sólo del hombre.
Razón razonable, la temperada, la que es necesario vindicar, era, siguiendo la expresión de Valverde (y algunas ideas de su admirado Otto Neurath), racionalidad, austeridad en el sentido noble de la palabra y el concepto, prudencia, autolimitación e incluso mala conciencia, conciencia desventurada, crítica sentida de nuestro salvajismo, crítica del etnocentrismo y sus variantes.
Gracias pues…Perdón, me olvidaba. No sé quien ha escrito las presentaciones y notas que acompañan al dossier pero todas ellas son magníficas, excelentes. Gracias por ellas, gracias por las revistas de formación, por vuestro incansable trabajo y, sobre todo, gracias por vosotros.
¡Quién pudiera estar con vosotras compañeras, compañeros! ¡Vivan los andaluces de Jaén, los ciudadanos altivos y dignos, que vivan décadas y décadas, hasta enterrar en las márgenes de la historia y en senderos de abyección los agentes (serviles) del mal y el Capital, a la economía neoliberal y a la Cia criminal! ¡Y el género humano, amigos, es la Internacional: no lo nacional ni por supuesto la trasnacional!
Salvador López Arnal es nieto del cenetista asesinado en mayo de 1939 -delito: «rebelión militar»-: José Arnal Cerezuela.