En los días finales del 2019 y en los iniciales del 2020 la intermitencia del Paro nacional se deja sentir, aunque la pausa seguramente será utilizada para la reflexión y el análisis de los alcances de esta gran movilización social de los colombianos al igual que sus proyecciones estratégicas en su objetivo de transformar la […]
En los días finales del 2019 y en los iniciales del 2020 la intermitencia del Paro nacional se deja sentir, aunque la pausa seguramente será utilizada para la reflexión y el análisis de los alcances de esta gran movilización social de los colombianos al igual que sus proyecciones estratégicas en su objetivo de transformar la sociedad y el Estado neoliberal imperante.
Una caracterización de esta acción colectiva bien puede acudir a la categoría de «acontecimiento verdad» elaborada por Bodiou en su pensamiento sobre el milagro del acontecimiento. Los hechos ocurridos con ocasión del paro del 21 son un momento histórico de la protesta popular de la sociedad civil.
Para saber de los impactos sociopolíticos de las revueltas populares en Colombia bien se puede retomar la producción clásica de reconocidos historiadores y politólogos. Me refiero a la obra de Indalecio Liévano Aguirre «Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia»; a los trabajos de Renán Vega Cantor, sobre la protesta popular y configuración del capitalismo en Colombia; a la producción teórica de Mauricio Arcila; a los análisis de Leopoldo Munera; a los aportes de Jorge Orlando Melo.
Por supuesto, tales expresiones ciudadanas conmueven y alteran el orden tradicional y abren otros horizontes en la configuración de la nación, de su sociedad y del Estado. Colombia ya no será la misma en adelante luego del potente estallido del pasado 21 de noviembre.
El Paro recogió el hilo histórico de la más reciente acción colectiva expresada en el Paro cívico de Buenaventura; la amplia votación por la candidatura presidencial de Gustavo Petro; la copiosa votación en la consulta anticorrupción; la victoriosa huelga universitaria; y la Minga indígena caucana.
Analizar el paro del 21 obliga a recurrir a diversos enfoques para determinar su contenido, sus actores y sus objetivos estratégicos.
La economía aporta en su examen de las implicaciones del modelo neoliberal y su crisis; la sociología lo hace al ofrecer el cuadro de la desigualdad, el desempleo, la pobreza, la vulneración de los derechos, la violencia, la insurgencia de los jovenes; la geopolítica para mostrar las protestas globales y regionales; la geografía para indicar las expresiones territoriales de la revuelta social; la filosofía para indicar el sentido de los relatos y las discursividades prevalecientes.
En mi opinión, tanto el enfoque histórico como el político ayudan mucho a entender la protesta extendida del 21 de noviembre.
Desde la historia es posible valorar los acumulados sociales y el papel de la memoria histórica, corta y larga, en la continuidad de una prolongada lucha contra el poder oligárquico y plutocrático imperante.
Desde el análisis político es posible enfocar la reflexión en la crisis orgánica, la crisis de la hegemonía política, la construcción de la contrahegemonia popular y la guerra de posiciones en el campo político para desalojar del poder central a las elites tradicionales asociadas con el bipartidismo.
Ese análisis político debe permitir identificar nuevos sujetos y subjetividades en las protestas, vacíos en los liderazgos populares tradicionales (Sindicalismo y Comité burocrático del paro), autonomía y soberanías populares y nuevos escenarios de la acción colectiva.
Sobre esto último me parece pertinente pensar en los campos territoriales de la protesta.
Los comités departamentales y municipales del paro deberían avanzar ya en la construcción de unos pliegos de peticiones, que al tiempo que recojan las demandas nacionales del pliego de los 13 puntos, incluyan los problemas regionales, los cuales deben ser discutidos en los procesos de elaboración de los Planes de desarrollo de los nuevos alcaldes y gobernadores.
Una estrategia como esta debe permitir vincular nuevos sectores ciudadanos a la movilización popular del 2020.
Los Comités del paro departamentales deberían convocar reuniones en los primeros días de enero para ordenar estas demandas y para determinar repertorios de acción como los bloqueos a los grandes centros urbanos (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla) que obliguen a los nuevos alcaldes y gobernadores a resolver las más agudas situaciones sociales en materia de empleo, movilidad, derechos humanos, paz, vivienda, salud, educación, etc.
Nota. Nombrar un Sargento del Ejército, quien lidero el No contra la paz en el plebiscito del 2016, como nuevo Secretario de paz de Cali es un perfecto disparate que desconoce el movimiento social por la paz que ha tenido tanta audiencia en la Capital del Valle del Cauca. Ojala el flamante alcalde de Cali, Jorge Ivan Ospina, corrija ese error. Uno no puede confiar la construcción de la paz a quienes desconocen el acuerdo de paz con las Farc.
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