Poco antes de su muerte Engels escribía en su introducción a «La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850» de Marx lo siguiente: “Cuando se aprecian sucesos y series de sucesos de la historia diaria, jamás podemos remontarnos hasta las últimas causas económicas. Ni siquiera hoy, cuando la prensa especializada suministra materiales tan abundantes, se podría, ni aun en Inglaterra, seguir día a día la marcha de la industria y del comercio en el mercado mundial y los cambios operados en los métodos de producción, hasta el punto de poder, en cualquier momento, hacer el balance general de estos factores, múltiplemente complejos y constantemente cambiantes; máxime cuando los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos durante largo tiempo antes de salir repentinamente y de un modo violento a la superficie[1].”
Resulta conveniente traer a colación esta extensa cita para explicar los acontecimientos políticos del momento, ya que permite por un lado, dimensionar las dificultades y limitaciones que supone analizar el desarrollo político en un periodo de corta duración (como se propone este escrito) y por el otro, establecer las tareas y retos que se presentan al conjunto del movimiento popular.
No «podemos remontarnos hasta las últimas causas económicas» para explicar el estallido social que vive el país estos días. Ello no significa desistir del análisis, sino por el contrario, se trata de aquilatar en su justa dimensión la influencia de las múltiples determinaciones económicas en el desarrollo político. El balance de estos factores es ya bien conocido por las clases subalternas, su cotidianidad se hace insoportable. Destaquemos, para la muestra de un botón, los siguientes: 21 millones de personas (42,5%) que sobreviven con poco más de $300.000 pesos al mes, así de alto se mide la pobreza monetaria, que solo se considera extrema con menos de $145.000 pesos. Desempleo estructural que se alimentó en 2020 de una reducción de la población ocupada en 2´444.000 personas (1´018.000 hombres y 1´426.000 mujeres) alcanzando su pico en mayo de ese mismo año con un 21,4% y que se mantuvo en los últimos meses sobre el 14,2%. Solamente en diciembre se expulsaron más de medio millón de mujeres y un cuarto de millón de hombres de sus empleos[2].
La juventud tampoco la pasa nada bien, a inicios de este año el desempelo llego al 23,5% y para mujeres jóvenes el desempleo este escalaba hasta un aterrador 31,6%[3]. Sobre el empleo anotemos que se presenta un conjunto de abigarradas formas que se caracterizan en lo fundamental por su precariedad; todo tipo de contratos basura que mistifican las relaciones de subordinación con el uso de conceptos como: asociados, colaboradores, contratistas, socios, etc. Al lado de las ideas de «freelance» y «ser su propio jefe» se coloca un proletariado juvenil que se mueve en función del rebusque, es decir, entre esa mal llamada «economía informal» que representa un gran universo de actividades como la venta de todo tipo de productos, tanto en las redes como en el espacio público. Actividades en servicios o reparaciones realizadas bajo la unidad productiva de la familia o el hogar. Esta es la juventud que se ha levantado durante las últimas semanas, esa con poco acceso a la educación superior y una importante experiencia es formas de sociabilidad ligadas por las barras, artes, expresiones culturales, grupos de todo tipo, bandas de música, etc., esta formas encierran elementos de la economía popular que aquí solo podemos pincelar pero que representa esos cambios cualitativos y cuantitativos en la movilización.
Ese fue el reverso del problema, veamos ahora su anverso. El sector bancario obtuvo en utilidades más de 4 billones de pesos, solo el Banco de Bogotá obtuvo la mitad[4]. Resultaron efectivas las medidas establecidas en los primeros decretos por asegurar las ganancias del sector financiero, que se lleva buena parte de la plusvalía nacional. En el marco de la acumulación de capital la industria armamentística es un gran aliciente. Los 4.000 millones de USD que se quieren utilizar para la compra de aviones de combate de última generación lo comprueba[5]. Estas polémicas cifras reflejan la extrema desigualdad, y los intereses del Estado colombiano y su bloque de poder. A la ya sonada reforma laboral y pensional que de a poco se va colando, la gota que derramo en vaso fue la Reforma Tributaria popularizada con la desafortunada afirmación de Carrasquilla sobre la docena de huevos a $1.800 pesos y sus articulados de IVA a la Canasta Familiar y servicios públicos.
¿Cuál es la desembocadura de estas condiciones económicas? ¡Viva el Paro Nacional! Contesta la juventud en las calles. El Paro Nacional por un lado se ensancha; aparecen nuevos sectores que se suman a la movilización, como el de actores y actrices, músicos y compositoras bajo El Paro Suena. El gremio transportador bloquea las vías. Las/os indígenas inician La Minga. El estudiantado de las universidades públicas y privadas llaman a paro. Incluso se movilizan las y los vendedores que viven de trabajar en el espacio público. No son ya las/os docentes de FECODE quienes paran, también lo hacen los de SINDESENA. El movimiento sindical y su tradicional marcha hacia las plazas centrales de cada ciudad son desbordados por múltiples y multitudinarias movilizaciones en los barrios y ciudades de las periferias del país. En las calles se lee “antiuribismo”. Son más los frentes de lucha, se descentraliza la protesta hasta en municipios con tradición conservadora.
La cuadrilla variopinta se suma al Paro Nacional, que por otro lado se estrecha. El pliego de más de 100 puntos se condenso en baja la reforma tributaria y exigir la renuncia del ministro. El Paro Nacional empieza a convertirse en la punta de lanza de las reivindicaciones, madura el movimiento popular que pese a seguir dominado por la espontaneidad, da giros de unidad y organización. El cerco mediático de los grandes medios de desinformación que ni vale la pena nombrar pierde terreno en la lucha ideológica, se alzan en redes sociales medios alternativos de comunicación que se unen para denunciar la brutalidad policial y transmitir el clamor de un pueblo por un cambio.
El estado de ánimo de las masas crece y se fortalece. La indignación y la rabia alimentan la lucha de la juventud en las calles. No basta con bajar la reforma, la brutalidad policial y la reforma de estas instituciones de guerra se convierten en consignas de unidad. La negativa al proyecto de ley 010 más nefasta que la misma ley 100 mueve no solo a las y los trabajadores de la salud. E incluso la Renta Básica se convierte en bandera y fundamento de lucha. No se trata ahora de llamar al Comité Paro o en crear otra organización. ¿Para qué? Ya habra tiempo para ello. Las tareas que nos impone esta semana de movilización es continuar con la resistencia, acudir a la solidaridad internacional. Es difícil saber si el repliegue ocurrirá mañana o en un mes, pero lo cierto es que en estos momentos salir a las calles e inundarlas de dignidad se convierte en tarea de primer orden no solo para cualquier organización revolucionaria, sino para el grueso del movimiento social. Las calles son nuestras.
Las iniciativas de politización de las masas deben continuar, no es suficiente desenmascarar el gobierno, debe herirse de muerte al bloque de poder y su propuesta neoliberal. De a poco se hace cada vez más evidente que el régimen del capital nunca garantizara condiciones dignas de vida, y que por tanto un buen vivir solo es posible bajo el socialismo, o bajo esos «muchos socialismos» de los que hablaba Raymond Williams. El pueblo colombiano despertó, y no olvidará el bautizo de sangre y fuego que recibió por parte de la derecha en complicidad del centro, que tendido en los brazos de la posmodernidad ha cortado todo vínculo entre teoría y práctica.
El 2022 debe apalancar el inmenso esfuerzo que día a día hacemos, tanto en la movilización como en nuestro trabajo y hogar. No da espera ese Pacto Histórico que suponga un gobierno feminista y popular al servicio de esas personas que Fanon denominase como las y los condenado de la tierra.
Concluyamos con unas palabras de Alexandra Kollontai, que pese estar escritas hace 100 años, tienen a nuestra consideración plena vigencia para los agitados momentos que vivimos.
“La atmósfera está cargada de belicosidad. Todos los días se producen choques en los frentes. Oímos el grito amargo de los que antes detentaban el poder y el canto valiente de lucha de nuestra joven generación que defiende su futuro. El mundo está inquieto. El «fantasma rojo» anda por ahí y el futuro aparece con luz roja: para unos, como amenaza; para otros, como amanecer largamente esperado[6].”
[1] Karl Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Editorial Progreso, Moscú, 1979.
[2] El Tiempo, Las causas tras la destrucción de los empleos de las mujeres en 2020. Disponible en:
mujeres-en-2020-557531
[3] DANE – GEIH
[4] Superfinanciera, 2020.
[5] Semana, Los aviones de combate de última tecnología que comprará Colombia, 2021. Disponible en: https://www.semana.com/nacion/articulo/los-aviones-de-combate-de-ultima-tecnologia-que-comprara-colombia/202105/
[6] Alexandra Kollontai, La mujer en el desarrollo social, Eitorial Ocean Sur, China, 2018.